La hoja de ruta de la claudicación ante la ETA sigue su curso, inexorable. Tras concederles a los monigotes de la banda asesina más poder político e institucional del que nunca tuvieron (la Diputación de Guipúzcoa, el Ayuntamiento de San Sebastián y un buen número de consistorios del País Vasco y Navarra; en la provincia guipuzcoana, concretamente ¡77 alcaldías de 88!), ahora toca hacer realidad uno de los más profundos anhelos etarras: mediante la correspondiente escenificación propagandística, dotar al 'conflicto vasco' de un carácter 'internacional'. De ahí el siniestro conciliábulo de San Sebastián, que, como no podía ser de otra manera, se ha dado en llamar 'conferencia de paz'. Sabido es que tan manida palabra sirve lo mismo para un roto que para un descosido, y frecuentemente para ocultar la verdad bajo el espeso manto de unas supuestas (e inexistentes) buenas intenciones: porque la única 'guerra' que ha habido en el País Vasco es la que ha derivado del 'enfrentamiento' entre las pistolas de los asesinos etarras y las nucas de sus indefensas víctimas.
Pero para hacer, por ejemplo, la correspondiente analogía con Irlanda del Norte, nada mejor que invitar a Gerry Adams, por lo demás viejo amigo de los batasunos; y para invocar los generalmente infructuosos intentos de mediar entre Israel y Palestina, ahí tienen a Koffi Annan, siempre dispuesto a prestarse como coartada 'pacifista' de cualquier totalitarismo criminal. Sobre todo si alguien afloja la chequera para pagar sus elevadísimos emolumentos, claro; al igual que los del resto de 'insignes' participantes, auténticos expertos en engordar sus bolsillos sin importarles actuar de títeres de lujo en la patochada de turno. Menos mal que ha habido quien ha preferido no manchar su historial político: es el caso de Tony Blair, que ha rechazado colaborar en semejante sainete. Desde luego, tiene mérito que el ex-primer Ministro británico no haya sucumbido a tan irresistible tentación; no de lograr aumentar sus ingresos, sino de obtener el perdón de una izquierda mediática presta incluso a olvidar su protagonismo en la denostada 'foto de las Azores', con tal de que aceptara ejercer de patrón de esta nueva causa 'internacional'.
Por cierto, puesto que no se ha tenido a bien facilitar la correspondiente información, cabe preguntarse de dónde ha procedido la financiación con la que ha contado tan, además de vergonzante, carísima convención. Porque solo faltaba que tamaño insulto a las víctimas, que lo han sido fundamentalmente por representar justo aquello que odian los terroristas, España y la libertad, haya salido a cargo del erario; es decir, que lo hayamos pagado entre todos los españoles. Sospecha bien fundada, ya que todo indica que la farsa de San Sebastián es un eslabón más del larvado proceso de negociación entre el Gobierno socialista y la banda terrorista ETA.
Para muestra, no solo las palabras de consideración, e incluso elogio, de miembros del Ejecutivo hacia la maldita conferencia, sino la participación en ella del mismísimo Partido Socialista de Euskadi: en las personas de su presidente, Eguiguren, quien ya nos contó en su momento, y sin empacho alguno, sus hazañas y comilonas con 'colegas' etarras prófugos de la Justicia; y Totorica, que quién le vio como alcalde de Ermua durante aquellos conmovedores días del vil asesinato a cámara lenta de Miguel Ángel Blanco, y quién le ve ahora. Haber respaldado con su presencia un tejemaneje ideado para justificar y propagar mediáticamente el delirio etarra, consistente en disfrazar de 'conflicto bélico' sus criminales actos de terrorismo puro y duro, no es sino una flagrante traición a la memoria de las víctimas; muchas de las cuales, para más inri, militaron en su propio partido.
Humillación que se hace todavía más sangrante cuando se cumplen veinte años del atentado etarra contra Irene Villa y su madre, María Jesús González, dos ejemplos de heroica superación e inquebrantable dignidad ante la barbarie terrorista. Y todo por mendigar un comunicado que anuncie con los consabidos eufemismos algo que pueda interpretarse como la disolución de la banda asesina, y que además irrumpa en vísperas electorales como balón de oxígeno para el PSOE. Quizá la ETA, a la que también se le entregará un grupo parlamentario propio en el Congreso de los Diputados, acabe haciéndole ese favor en respuesta a tan graciosas concesiones; vergonzosamente realizadas a costa de la justicia debida a las víctimas, sin cuya defensa, memoria y desagravio no sería concebible ni aceptable ningún supuesto fin del terrorismo.
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