jueves, 29 de marzo de 2012

UNA SOCIEDAD MÁS LIBRE

El corporativismo sindical, en defensa de sus prerrogativas y ejerciendo una vez más de avanzadilla callejera de la izquierda política, ha planteado un pulso, no ya al Gobierno del PP, que también, sino sobre todo a la parte de la sociedad más dinámica, aquella que genera riqueza y prosperidad y paga impuestos, y a cuyas expensas pretende seguir viviendo. Pues bien, no ha sido capaz ni de empezar a acomodar y armar el brazo: el fracaso de la huelga general política ha sido rotundo, sin paliativos. Y no se trata de realizar un acto de fe con las cifras aportadas por tirios o troyanos (aunque es muy significativo que los propios convocantes, tras transmitir por la mañana unos datos tan inflados que daban vergüenza ajena, renunciaran finalmente a hacer un balance numérico), sino simplemente de salir a las calles para comprobarlo: la práctica totalidad de los bares, comercios, bancos, supermercados, etc., de cualquier municipio han abierto sus puertas.

Eso sí, muchos de ellos se han visto obligados en algún momento a echar abajo sus persianas (en la gran mayoría de los casos para, una vez esfumados los vándalos de turno, volver a abrirlas), en respuesta al violento y bárbaro proceder de los piquetes coercitivos. Este es el verdadero 'éxito' de un sindicalismo tan anacrónico que, al no saber adaptarse a los cambios que hace décadas han tenido lugar en la economía, se halla todavía anclado en sectores como la industria y la administración pública, por lo que su influencia en el sector servicios, el de mayor peso, es absolutamente nula; de ahí que no encuentre más remedio que emplear estrategias de 'persuasión' propias de la camorra, algo que hace tiempo pasó a formar parte de su propia esencia.

Sea como fuere, la reacción ante el chantaje sindicalero por parte de esa ciudadanía que, a pesar de todas las dificultades, se empeña en salir adelante y, con ello, levantar a este país todavía llamado España ha sido realmente modélica. Ha habido ejemplos verdaderamente heroicos de valentía y defensa de la propia dignidad y libertad, que es de justicia resaltar. Además, esta vez sí ha estado presente un Gobierno que, como no podía ser de otra manera, ha dispuesto un amplio despliegue policial, no para contemporizar ni hacer uso de él a pura conveniencia política, sino para cumplir y hacer cumplir las leyes y, por tanto, garantizar el libre ejercicio de los derechos individuales de todos los ciudadanos; tarea básica y primordial que cabe exigir a cualquier Ejecutivo en un Estado de Derecho, pero que, inconcebiblemente, tanto se echaba de menos especialmente en los estertores del socialismo zapaterista.

La sociedad civil ha resistido con absoluta grandeza, y ha salido victoriosa del envite. Triunfo que hace a nuestra sociedad más libre, y la sitúa en mejor disposición para afrontar y superar la crisis que todavía soportamos. Hoy es otro día para sentirse orgullosos de pertenecer a esta gran nación.

martes, 27 de marzo de 2012

NI PARA TOMAR IMPULSO

El PSOE, su apéndice radical, la oligarquía sindical y toda la trompetería mediática propia y afín han emitido sentencia: los resultados electorales de Andalucía y Asturias suponen un duro castigo al Ejecutivo de Rajoy y manifiestan un contudente rechazo a sus políticas. Por mucho que las del 25-M fueran elecciones autonómicas localizadas en dos regiones concretas, no una especie de repetición o revisión de las generales del 20-N, pero ya sabemos que a la izquierda le da igual la realidad cuando puede manipularla a su antojo. Aun así, si quiere convertirlas (a posteriori, porque siempre le gusta jugar con ventaja) en un plebiscito sobre las medidas tomadas por el Gobierno de la nación, no debe haber tal clamor contra el PP cuando ha logrado imponerse al PSOE en unos comicios andaluces por primera vez en la historia, y subiendo 100.000 votos y 3 escaños; y no estará precisamente muy boyante el socialismo cuando ha perdido 600.000 sufragios y 9 diputados en su eterno feudo andaluz, y además ha sido incapaz de superar en Asturias (tradicionalmente de izquierdas también, por cierto) a un centro-derecha dividido de resultas de una escisión dentro del mismo PP. Si este es el inicio del 'cambio de ciclo' que ya nos ha anunciado Rubalcaba, desde luego que es para que en el Gobierno se pongan a temblar y vayan pensando en hacer las maletas. Vaya tomadura de pelo.

¿Un paso atrás? ¡Ni para tomar impulso! El Gobierno del PP ha de seguir con su agenda de reformas, que para eso los electores españoles le dieron una mayoría absoluta en las urnas. Y porque es su obligación si quiere que salgamos del atolladero en que nos ha metido el socialismo ruinoso. Lo demás: burda propaganda a la que la izquierda nos tiene acostumbrados, pero que siempre conviene desenmascarar.

lunes, 26 de marzo de 2012

¡ES LA POLÍTICA, ESTÚPIDO!

El PP ha conseguido derrotar al PSOE en unas elecciones autonómicas andaluzas por primera vez en la historia de la democracia, lo que sin duda tiene un mérito indiscutible. Ahora bien, se ha quedado muy lejos de una mayoría absoluta que vaticinaban casi todas las encuestas, y sin la cual le va a ser imposible conquistar el Palacio de San Telmo. Puede parecer injusto que un partido que ha sido el más votado en las urnas tenga vedado el acceso al Gobierno correspondiente, pero, de la misma forma que la lógica política determina que en Asturias el PP y el Foro de Álvarez Cascos, sin haber logrado ninguno de ellos ni tan siquiera la mayoría simple, deben alcanzar un pacto para gobernar (puesto que ostentan los escaños suficientes), PSOE e IU han de hacer lo propio en Andalucía: máxime cuando en esta comunidad autónoma es inimaginable una solución 'a la extremeña' (gobierno del PP con la abstención de IU), dado que ahí los dos partidos de la izquierda llevan años compartiendo patrones de comportamiento, componendas e incluso alguna que otra mariscada. Al menos, desde que el discurso de 'las dos orillas' que hiciera célebre Julio Anguita fuera definitivamente enterrado y la izquierda de la izquierda se integrara con cierto entusiasmo en el régimen del socialismo hegemónico andaluz. Porque si además de evitar que la derecha llegue al poder nos beneficiamos de algunas migajas del sistema clientelar, mucho mejor.

Una vez hecha cumplida mención de tales obviedades, cabe preguntarse qué le ha faltado al PP para alzarse con esa mayoría suficiente que parecía al alcance de la mano; por qué no ha sido capaz siquiera de acercarse mínimamente a esos 9 puntos de ventaja que le sacó al PSOE en Andalucía en las elecciones generales, hace tan solo cuatro meses, y que en principio hubiesen bastado para lograr tan ansiado objetivo; y cuáles han sido las razones por las que, en una situación propicia para el cambio político, no ha conservado 200.000 de esos 1,7 millones de electores que votaron al PP en las autonómicas de 2008. Desde luego, se ha demostrado que imponerse a un régimen vigente nada menos que 30 años, y basado además en el caciquismo, el clientelismo y la extensión de la sopa boba, no era tarea ni mucho menos baladí. Pero precisamente por ello, la estrategia más adecuada quizá no consistía en dejar que la realidad de la crisis económica, junto a los gravísimos escándalos de corrupción que la prensa publicaba día sí y día también, desgastaran por sí solos al PSOE andaluz: además, se debería haber buscado una presencia constante en todos los medios, y con un mensaje claro y rotundo: en suma, explicar y defender sin ambages el programa (y también las medidas tomadas por el nuevo Gobierno) en todos los foros, propios, ajenos, afines y contrarios, y acudir al mismísimo infierno aunque solo sea para denunciar 'in situ', y a la vista del público, las maldades de sus inquilinos.

Y es que la política en democracia conlleva controversia, confrontación de ideas y principios; en este sentido, y para precisamente hacer creíble el discurso del cambio político, se tendría que haber diferenciado claramente del PSOE (y de su apéndice radical) y de sus hediondos métodos de gobierno y conservación del poder, y no presentarse meramente como un más eficaz gestor del sistema de subsidios imperante, que, además de constituir la raíz del atraso de Andalucía, es fundamento de la red de voto cautivo del socialismo andaluz. Precisamente para contrarrestar esa importante adversidad, se debería haber intentado movilizar por todos los medios a un electorado favorable a la liquidación de un régimen empobrecedor, corrompido y corruptor, por supuesto que adheriéndose claramente a esa pretensión; ni más ni menos que apelando a esos mismos votantes que depositaron su confianza en el PP en pasadas elecciones, a quienes no habría que haberse olvidado de cuidar y mimar. Si la mayor parte, no ya de los 400.000 de los comicios generales, sino de esos 200.000 de las pasadas autonómicas, no hubiese optado por quedarse en casa o votar a otras fuerzas políticas otro gallo hubiera cantado. Porque estas elecciones también han servido para derribar un tópico, asumido acríticamente por la derecha política y mediática en general: cuanta más abstención, mejor para el PP y peor para la izquierda. Bien se ha comprobado que no es ni mucho menos una verdad intangible.

Los estrategas de la campaña electoral de Bill Clinton, con el fin de intentar obviar los éxitos en política exterior de su rival, el entonces presidente George H.W. Bush, y a su vez desviar la atención hacia asuntos de la vida cotidiana de los norteamericanos, no tuvieron mejor idea que poblar las oficinas de campaña de carteles con la siguiente inscripción: '¡es la economía, estúpido!' Pues bien, de nuevo ha quedado demostrado que, sea cual sea el leitmotiv elegido, para conseguir unos objetivos políticos resulta en primer lugar imprescindible hacer política. Parece una perogrullada, pero a la vista está que no siempre lo es. Hasta el punto de que en muchas ocasiones no vendría nada mal remedar tan conocido lema con esta exclamación: '¡es la política, estúpido!'

jueves, 22 de marzo de 2012

EL PROGRESISMO, DE CHASCO EN CHASCO

Un cruel asesino irrumpe en una escuela judía de Toulouse y mata a sangre fría a tres personas, entre ellas dos niños. Semejante crimen, que por su especial vesania conmovió a todo el mundo, tenía una evidente motivación antisemita. La práctica totalidad de los medios de comunicación ya habían emitido su sentencia al respecto: el autor de los disparos solo podía ser un neonazi, o cuando menos un rabioso ultraderechista más o menos desequilibrado, una especie de Breivik francés. Los implacables doctrinarios del santo progresismo que pueblan las tertulias y las columnas de los periódicos empezaban a poner a punto sus lenguas y afilar sus plumas para señalar a los culpables: aquellos políticos de la derecha que en plena campaña electoral francesa se habían abonado a un discurso patriotero y de ribetes xenófobos. Y el objetivo de las invectivas no era Marine Le Pen, sino directamente Sarkozy, que estaba cometiendo el pecado de proponer medidas contra la inmigración ilegal. A su vez, se permitían alertarnos de que a nuestro peor enemigo no había que buscarlo fuera, ya que lo teníamos dentro de nuestras sociedades: una extrema derecha cada vez más peligrosa, temible y envalentonada por la irresponsabilidad y los excesos de una derecha supuestamente moderada.

Pero, ay, el primer chasco no tardó en llegar: resulta que el ultraderechista racista no era tal, o no al menos del tipo como nos lo había presentado la progresía, sino, según palabras del propio interfecto, un islamista que se creía llamado por Alá para luchar contra el satánico Occidente y limpiar el mundo de infieles. Incluso para justificar tan horrendo crimen, no dudó en hacer uso de una causa tan cara a la izquierda: vengar a los niños muertos en Palestina. Vaya, la campaña propagandística del peligro de la extrema derecha había quedado desactivada, pero todavía había esperanza para sustituirla por otra de incluso superior calado. Puesto que el Gobierno francés, con buen criterio, pretendía capturar al terrorista vivo con el fin de averiguar si contaba con colaboradores, el progresismo soñaba con convertir el juicio al que iba a ser sometido en un espectáculo mediático que sirviera para suavizar la imagen del islamista y poner de manifiesto que sus actos son en realidad una desesperada respuesta a los abusos y atropellos de los Estados Unidos, Israel y Occidente en general, y que por tanto en último término deberían contar con nuestra comprensión. Vamos, lo que no se pudo conseguir con  Bin Laden, muerto 'a las bravas' por los norteamericanos.

Al final, ni una cosa ni la otra: Mohamed Merah, que así se llamaba el sujeto, tuvo que ser abatido por una Policía francesa que, en el asalto a su guarida, se vio obligada a actuar en defensa propia ante la extrema agresividad de quien quería 'morir matando'. Otra gran decepción para el progresismo, que se ha quedado sin posibilidad de circo mediático alguno. Y encima va Sarkozy y anuncia nuevas medidas antiterroristas: hay días en que no conviene ni levantarse. Aunque cabe felicitarse porque hoy el mundo, con un terrorista menos, es un poco mejor.

miércoles, 21 de marzo de 2012

UNA OPORTUNIDAD DE ORO PARA CANARIAS Y TODA ESPAÑA

Los nacionalismos, como cualquier tipo de colectivismo, suponen un freno importante, y en ocasiones insalvable, para el progreso y la generación de riqueza y prosperidad: cualquier cambio o novedad que no se atenga mínimamente a sus particularismos y demás esquemas preestablecidos cuenta con su más absoluto rechazo. Hasta el punto de situar conceptos como 'etnia' o 'territorio' por encima de cualquier posibilidad de bienestar material del individuo. Así, si el Gobierno legítimo de la nación española decide autorizar que se lleven a cabo prospecciones de petróleo en aguas canarias, los mandamases regionales de las islas (nacionalistas ellos) se niegan en redondo. ¿Y por qué, si ello puede beneficiar de manera considerable en primer lugar a la economía canaria, por cierto tan necesitada de puestos de trabajo? Pues, ni más ni menos, porque conciben a todo el archipiélago (incluidas sus aguas, claro está) como cortijo particular, en el que nadie, ni tan siquiera el Gobierno elegido por voluntad de la soberanía nacional, tiene derecho a entrar si no es con su preceptivo permiso. Tal es la cerrazón típicamente nacionalista.

Da igual que el descubrimiento de petróleo pueda resultar especialmente útil para una economía tan dependiente energéticamente del exterior como es la nuestra. Y tampoco parece importar el riesgo cierto de que Marruecos, que ya está realizando prospecciones en su parte de la mediana imaginaria del mar, pueda apropiarse de todo el oro negro que se encontrara en la zona. Lo verdaderamente importante es evitar que las Islas y sus aguas se vean invadidas y mancilladas por los nuevos 'godos'. Aunque para defender lo indefendible, no hay más remedio que hacer uso de argumentos tan ridículos y disparatados como el de la Consejera de Empleo de Canarias, Margarita Ramos: 'El petróleo es peligroso y contaminante'. Como si las prospecciones, que en cualquier caso tendrán lugar a 61 kilómetros de la costa, fueran a emprenderlas aficionados en la materia que no tomaran las pertinentes medidas de seguridad ni tuvieran presentes las condiciones medioambientales necesarias. Pero que el Gobierno canario tenga que apelar al miedo, y al más puro estilo del ecologismo de salón, es realmente significativo. Aunque nada más peligroso y contaminante que el nacionalismo canario, que con su cortedad de miras pone obstáculos a una oportunidad de oro para Canarias y toda España.

¿Y cuál es la posición del PSOE al respecto? Pues, por supuesto, también contraria. Pese a que a primera vista tan irresponsable actitud de quienes aspiran a volver a gobernar algún día resulte difícil de entender, podemos encontrar tres causas posibles: en primer lugar, que los socialistas son socios de Gobierno del nacionalismo canario en las Islas, por lo que no querrían poner en riesgo sus consejerías en una de las escasas autonomías en las que todavía ejercen influencia; en segundo lugar, el hecho de que sea el PP quien haya tomado esa decisión, razón suficiente para oponerse; y en tercer lugar, que el PSOE esté desempeñando de nuevo su papel de 'lobby' de los intereses marroquíes, que sacarían una gran ventaja de la renuncia del Gobierno español a esas prospecciones. Ninguna de las tres hipótesis, además compatibles entre sí, es descartable.

lunes, 19 de marzo de 2012

ALLÍ DONDE NACIÓ LA PALABRA 'LIBERAL'

'...la frecuencia con que se usaba en las discusiones y debates la palabra 'liberal', no solo en su sentido lato, sino con especialidad para expresar todo por lo que su espíritu y tendencia conspiraba al establecimiento y conservación de la libertad'. Así reseñaba Agustín de Argüelles el nacimiento del vocablo en su acepción política, al albur de los debates que sobre libertad de pensamiento y de imprenta tuvieron lugar en las Cortes de Cádiz. El derrumbamiento del Antiguo Régimen, acelerado por los efectos de una invasión napoleónica a la que el pueblo español se resistía de manera heroica, parecía despejar el camino al proyecto constitucional por el que el reformismo ilustrado tanto había bregado: una Constitución, una ley de leyes, que garantizara las libertades individuales de todos los españoles ('de ambos hemisferios') como ciudadanos libres e iguales ante la ley, y que se basara en la soberanía de la nación española ('libre e independiente, no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona').

Con dos precedentes relativamente recientes contaba el empeño constitucional español: la Constitución de los Estados Unidos de América de 1787 y la Constitución francesa de 1791, cuyos ecos serían ciertamente perceptibles en la Constitución gaditana. Ahora bien, muchos de quienes inspiraron su redacción reivindicaron antecedentes históricos españoles que redundaron en una limitación efectiva del poder monárquico: así, Romero Alpuente, que, junto al más moderno modelo de los Estados Unidos, se permitió poner como ejemplos evocadores a la mismísima Corona de Aragón, sus Cortes y la figura del Justicia, instituciones que contenían los abusos de la Monarquía; de manera que la defensa de la libertad frente a un poder despótico no se reputa como ajena a la historia de España, sino bien al contrario como parte importante de su tradición: la revuelta de Padilla y los comuneros para preservar las libertades castellanas también sería otra significativa muestra. En este mismo sentido, José Canga Argüelles culpaba al 'soplo devastador del despotismo', provocado por el absolutismo de Austrias y Borbones, de 'la ruina de la representación nacional' y la subsiguiente desaparición de las Cortes, a las que urgía recuperar bajo la legitimación de las viejas leyes, de Cataluña, Aragón o Cantabria. Por su parte, Francisco Martínez Marina resaltaba que en los viejos documentos 'se encuentran las semillas de la libertad española y los fundamentos de los derechos del hombre y del ciudadano'.

El mismo Gaspar Melchor de Jovellanos, con la intención de compatibilizar reformismo con tradición, utilizaba también la argumentación histórica: así, abogaba en su 'Instrucción' (1809) por una recopilación de 'todas las leyes constitucionales de España', con el fin elaborar una especie de compendio legislativo que incidiera en aquellos aspectos relacionados con 'la libertad civil y política de los ciudadanos'. Y es que basar la justificación de la obra constitucional en el rescate de unas libertades arraigadas en el acervo político español era una manera, no ya de dotarle de un sello propio a la Carta Magna y desmentir así su carácter de mera 'copia' o desarrollo de las otras dos Constituciones, sino sobre todo de desmarcarse del racionalismo jacobino de una Revolución Francesa cuyos excesos se pretendía evitar a cualquier costa.

Sería por fin el 19 de marzo de 1812, en una Cádiz asediada por el invasor francés pero extraordinariamente tenaz, cuando vería la luz la primera de nuestras Constituciones, a la que desde entonces los liberales españoles proclamaban su adhesión bajo el grito de '¡Viva la Pepa!' (debido a su promulgación en la festividad de San José); exclamación de rebeldía ante una cruel represión política, la del Rey felón, y que se convertiría en quizá el primer lema político de la edad moderna. Aunque mucho se ha disertado sobre su fracaso, derivado especialmente de su escasísima vigencia efectiva (apenas los dos años que transcurrieron desde su promulgación hasta el regreso de Fernando VII,  y después tan solo durante el Trienio Liberal), la influencia de la Constitución de 1812 es evidente en los principios contenidos en posteriores textos constitucionales españoles: además de en nuestra actual Carta Magna, en los de 1837, 1856, 1869 y, en algunos aspectos, 1931; también en los de varias naciones europeas, en cuyas revoluciones liberales fue invocada incluso por encima de la francesa (ya que la superaba en aliento liberal por su espíritu nacional, como bien apuntaba el constitucionalista Mirkine-Guetzewich, francés para más señas), así como en los de los países hispanoamericanos, tanto antes como después de independizarse de la metrópoli.

200 años de una Constitución que marcó un hito en la historia del liberalismo, y allí donde nació la palabra 'liberal'. Un bicentenario por el que los españoles hemos de sentirnos especialmente orgullosos.

miércoles, 14 de marzo de 2012

SARKO REMONTA

Nada menos que diez puntos porcentuales le sacaba en noviembre el aspirante socialista a la presidencia de la República Francesa, François Hollande, al actual inquilino del Palacio del Elíseo, Nicolas Sarkozy, que repite como candidato del centro-derecha. Pues bien, ventaja tan apreciable se ha difuminado en apenas algo más de tres meses, hasta el punto de que Sarkozy ha llegado a colocarse en cabeza: así, según una última encuesta, se impondría en la primera vuelta de las presidenciales con un 28,5% de votos, punto y medio más que Hollande (27%). Por su parte, la ultraderechista Marine Le Pen se haría con un 16% (es decir, el porcentaje de voto que suele conseguir el Frente Nacional, que por cierto fue suficiente para que su mismísimo padre pudiera 'colarse' en la segunda vuelta de las presidenciales de 2002), mientras que el centrista François Bayrou se tendría que conformar con el 13%.

Aun así, y si nos seguimos ateniendo a los datos de esa misma encuesta, Hollande se alzaría victorioso en la segunda vuelta merced a una diferencia de entre uno y dos puntos. En cualquier caso, es muy pronto todavía para predecir cuál va a ser el comportamiento electoral de quienes opten en primera instancia por candidatos distintos al gaullista y al socialista: ese estudio demoscópico pronostica una abstención más alta entre el electorado más afín ideológicamente a la derecha, que no olvidemos que se encuentra en el Gobierno y que como tal ha sufrido un mayor desgaste por la crisis económica, que entre la izquierda, más animada ante sus posibilidades de protagonizar un cambio en el poder, y de cuyo voto útil se beneficiaría obviamente el candidato socialista.

Sin embargo, la estrategia de campaña emprendida por Sarkozy, basada en una constante presencia en los medios de comunicación, trata precisamente de movilizar a ese votante supuestamente más reacio a acudir a las urnas; y de momento parece reportarle excelentes resultados. Para ello, además de apelar a un chauvinismo especialmente arraigado en los electores que se sitúan más a la derecha (de ahí sus sorprendentes críticas al Tratado de Schengen de libre circulación y su defensa del proteccionismo económico), no está teniendo reparo alguno en poner al anterior Gobierno de España como ejemplo paradigmático de los perjuicios que provoca una gestión socialista: nosotros estamos mal, es cierto, pero mucho peor están nuestros vecinos tras su 'pasada' por el socialismo, viene aseverando Sarko. Y cabe reconocer que es un poderoso argumento.

lunes, 12 de marzo de 2012

LO DE PILAR MANJÓN



A primera vista, puede sorprender el deseo expresado de manera tan descarnada por doña Pilar Manjón, icono del 11-M promovido por la izquierda, de que dejen de investigarse los atentados de aquel fatídico día. ¿Pero cómo es posible que la madre de una víctima mortal de la masacre prefiera echar tierra sobre el asunto? ¿Cree a pies juntillas la insostenible versión oficial? ¿Tan acendrado es su partidismo político, hasta el extremo de anteponerlo a la búsqueda de una verdad que levante acta fidedigna de quiénes fueron realmente los asesinos de su hijo? Son preguntas cuyas respuestas, al tratarse de quien por encima de todo es una víctima del terrorismo, son más difíciles y complejas de lo que en principio pudiera parecer.

Porque quien a buen seguro actúa movida en primer lugar por la memoria de su hijo muerto en los atentados merece en cualquier caso todo el respeto del mundo. Y, por supuesto, nuestra comprensión. Se debe tener en cuenta que doña Pilar, desde el mismo momento en que aparecieron las primeras pistas, prefabricadas unas, inventadas otras, que apuntaban a una autoría islamista, encontró a un culpable indiscutible, el mismo que señaló la izquierda durante aquellas infaustas jornadas: Aznar, y por ende el PP, por meternos en la guerra de Irak, ya que la matanza no fue sino la venganza que se tomó el terrorismo islámico como respuesta a la participación de España en aquel conflicto. Por tanto, que nada ni nadie intente alejarla de esa certeza; no ya como adhesión incondicional a una interpretación de los hechos legitimada políticamente, sino también y principalmente como mecanismo natural de autodefensa psicológica: que finalmente se descubriera la falsedad de la versión oficial sobre los autores intelectuales e incluso materiales del 11-M derrumbaría ese convencimiento adquirido, lo cual siempre es susceptible de provocar zozobra. Y que acaben despejándose tantísimas incógnitas que la misma sentencia ha sido incapaz de poner negro sobre blanco puede producir hasta miedo. Así pues, mejor no 'meneallo'.

Cuestión distinta es que la oligarquía sindical, el artisteo progre y demás afectos a la secta izquierdista no se priven de seguir utilizando a la señora Manjón, esta vez como coartada de su último gran ultraje a las víctimas del 11-M. Pero qué se puede esperar de una izquierda que en su momento hizo uso de los cadáveres de los atentados para arrojárselos a la cara del Gobierno de entonces; por supuesto, del PP.

jueves, 8 de marzo de 2012

DEFENSA PROGREFEMINISTA DE LA MUJER

Menuda la que ha organizado el Ministro de Justicia. Atreverse a discutir cualquier dogma del pensamiento único progre merece la condena sin ambages de la poderosa Inquisición Política y Mediática de lo Políticamente Correcto. Pero que encima se haga utilizando expresiones propias de la jerga política izquierdista es razón suficiente para que el interfecto sea arrojado a los infiernos, por supuesto que sin posibilidad alguna de redención. Porque 'violencia estructural' en boca de alguien comprometido con el progreso adquiriría a grandes rasgos la siguiente definición: fenómeno social no perceptible fácilmente, aunque latente y derivado de los conflictos generados por la injusta estructura social imperante. Por tanto, que se use tan feliz locución en un sentido corrompidamente 'facha' y precisamente para poner en solfa uno de los principales paradigmas de la intangible doctrina de la progresía es pecado capital.

La catarata de insultos que por semejante osadía le han llovido al 'varón, rico y católico' (encima, las peores cualidades que pueden adornar a un ser humano, a no ser, claro, que sea progre) Gallardón está, pues, plenamente justificada y es el mínimo castigo que, al menos de momento, cabe infligirle. Porque resulta intolerable siquiera insinuar que se ha de contraponer la defensa de la vida a un derecho al aborto que el 'progresismo', afortunadamente, ha convertido en absoluto: es posible que el feto sea un ser vivo, pero en ningún modo humano, como dejó prescrito en su momento una de las eruditas heroínas del glorioso zapaterismo. En cuanto a ese derecho 'a la maternidad' que tanto aduce el reaccionario Gallardón, se trata de una imposición más de una sociedad machista y paternalista que, junto a las estructuras eclesiásticas dominantes, se empeña en que sigan viniendo niños al mundo (cuando, dada la experiencia de nuestra historia, lo mejor es avanzar hacia la extinción de la dañina humanidad); que nazcan necesariamente de la mujer, y que ésta incluso llegue a desear tener descendencia, son a su vez producto de una condición natural igualmente opresora, machista y 'facha', a la que hay que poner límite. Y el aborto, es cierto, es una tragedia que suele dejar graves secuelas en la mujer; pero que a nadie se le ocurra ayudarla a buscar la más mínima alternativa porque, total, el progreso socialista no solo ha hecho del aborto, insisto, un derecho, sino, sobre todo y con ello, un método anticonceptivo más. Se aborta, y pelillos a la mar.

Menos mal que el inmarcesible progrefeminismo ha salido en defensa de una mujer de nuevo despreciada por el PP. Que no nos confundan: el enemigo no es aquel imán de Terrassa que anima a corregir a palos las conductas 'desviadas' de las mujeres, ni aquellos que condenan a muerte a Asia Bibi, mujer y madre de familia, por profesar el cristianismo en Pakistán (en ambos casos, el imperialista Occidente debería respetar la 'diversidad cultural' y abstenerse de imponer su modo de vida), sino la derecha, genuinamente represora y machista. Tampoco nos dejemos embaucar por los cantos de sirena de la propaganda derechista: si bien bajo su égida, por ejemplo, hay más presidentas de Comunidades Autónomas y alcaldesas que nunca, es conveniente precisar que, en primer lugar, a tal situación se ha llegado sin aplicar criterios de discriminación positiva, lo que pone al descubierto la impostura fascista; y, en segundo lugar, y al igual que Margaret Thatcher y otras dirigentes políticas de la derecha, resulta harto discutible que sean en realidad mujeres. Porque solo es merecedora de la condición femenina quien comulgue con las máximas del progresismo.

martes, 6 de marzo de 2012

EL ENVALENTONAMIENTO DEL DÉSPOTA



Son realmente escalofriantes las imágenes captadas por el canal Channel 4: manifestantes heridos a los que se lleva al hospital, no para curarles, sino para torturarles cruelmente. Es la nueva y macabra vuelta de tuerca de un régimen oprobioso y despiadado, el que impone Bashar Al Asad en Siria. El déspota, envalentonado, no teme las consecuencias de un recrudecimiento de la represión, ya que, debido a la vergonzosa inacción de la comunidad internacional, sus desmanes y crímenes han quedado hasta ahora completamente impunes. Y así continuará mientras las potencias democráticas occidentales, cuyo papelón en este conflicto es notorio, prefieran mirar para otro lado.

Por mucho menos se intervino en Libia para ayudar al derrocamiento de Gadafi. No es en absoluto de recibo escudarse en el bloqueo en el Consejo de Seguridad de la ONU de Rusia y China, países cuyas credenciales en la defensa de la democracia y los derechos humanos brillan por su ausencia; para más inri en un sistema de relaciones internacionales heredado de la Guerra Fría y, por ello, desfasado. Si el veto de Rusia no supuso en su momento ningún impedimento para que, con el fin de derrotar al genocida Milosevic, la OTAN bombardeara a partir del 24 de marzo de 1999 objetivos militares serbios, tampoco debería haber ninguno para empezar a poner coto a las matanzas de Al Asad, a quien las 'sanciones' diplomáticas no parecen impresionarle mucho.

Es de nuevo aplicable la célebre sentencia de Edmund Burke: 'Para que triunfe el mal, solo es necesario que los buenos no hagan nada'. Y deberíamos tener claro quiénes son los buenos en este caso.

viernes, 2 de marzo de 2012

EL VANDALISMO COMO VÍA DE ACCESO AL PODER

Lo apuntaba muy atinadamente Ludwig von Mises: una de las virtudes de la democracia reside en que propicia los cambios pacíficos en los métodos y personas del Gobierno, cuando lo frecuente hasta su instauración en Occidente era la imposición de la violencia y las guerras. En efecto, en virtud de la extensión de las normas y principios de la democracia liberal, llegó un momento en el que quien aspirara a conquistar el poder debía olvidarse del empleo de la fuerza y, bien al contrario, limitarse a hacer uso de la persuasión mediante la palabra, con el fin de atraerse la adhesión de un electorado cada vez más amplio. Procedimiento desde luego mucho más civilizado, aunque harto dificultoso sobre todo para quienes carecen de argumentos para intentar convencer a un votante en líneas generales más instruido e informado.

Ese es precisamente el problema principal del que adolece el PSOE, y la izquierda en general, en la actualidad: no tiene logros ni méritos que presentar; al contrario, el balance de su gestión al frente de sus sucesivos Gobiernos es sumamente deficiente. De ello son plenamente conscientes los prebostes del socialismo; y de ahí que, con el siniestro Rubalcaba a la cabeza, y siguiendo la tradición golpista del PSOE, hayan adoptado la estrategia de instigar la algarada callejera, en la que la extrema izquierda antisistema, como es habitual en estos casos, desempeña con sumo gusto el trabajo sucio. Ante la ausencia de argumentos mínimamente consistentes, los mismos que cuando gobernaban pedían a la oposición 'arrimar el hombro' han optado por promover el caos, el palo y el tentetieso en la vía pública y azuzar el odio hacia el adversario político, a quien creen poder derrotar solo de esta forma. Se trata de generar el mismo clima enrarecido que hubo que soportar a propósito del 'Prestige' y la guerra de Irak: entonces como ahora, y debido a la impotencia política del PSOE, tachando al PP de enemigo absoluto hasta incluso alcanzar el extremo de que sus cargos públicos no se sientan seguros en las calles (volvemos, por tanto, a la 'batasunización' de la izquierda que tuvo lugar aquellos días), algo que ya están consiguiendo. Porque el amedrentamiento también sirve para desgastar al rival. De nuevo, el vandalismo como vía de acceso al poder, ante el cual la respuesta ha de ser clara y rotunda: denuncia de los métodos violentos y firmeza en la aplicación del Estado de Derecho.

Aun así, no podía faltar el fariseísmo de los inductores de la sublevación callejera: además de comparar las devastadoras algaradas de la extrema izquierda con aquellas manifestaciones, sí, respaldadas por el PP (y no en compañía de los obispos, sino de las víctimas del terrorismo), pero tan pacíficas y respetuosas que las calles 'tomadas' acababan más limpias de lo que ya estaban, el 'viejo-nuevo' líder socialista se permite el lujo de aseverar que 'el problema no es la violencia, sino que al PSOE se le relacione con la violencia'; es decir, que lo que debería preocupar no son las arremetidas contra el mobiliario público, los asaltos a propiedades privadas o las agresiones a medios de comunicación, sino que el delicado honor del PSOE se vea mancillado. Mayor alarde de vileza es difícil de igualar, aunque qué podemos esperar a estas alturas de semejante personaje.