jueves, 29 de diciembre de 2016

DEL INTERVENCIONISMO AL "ULTRAINTERVENCIONISMO"

Sabido es que si algo le "pone" a cualquier buen izquierdista más o menos "ultra" es inmiscuirse en la vida del individuo hasta el extremo de prescribirle cuándo ha de coger su coche e incluso, llegado el caso, cómo habría de vestir, pero también es cierto que el social-podemita de Madrid no es el único ayuntamiento de gran metrópoli europea que restringe de manera más o menos drástica la circulación de vehículos privados (así por ejemplo, París, Londres o Berlín), aunque sí es la primera vez que se toma semejante iniciativa en la capital de la nación, y en España en general. Pero antes de imponer tales cortapisas a la libertad de movimientos y, sobre todo, complicarle la existencia al ciudadano de a pie que ha de desplazarse todos los días para trabajar, buscarse el sustento y cumplir un horario, los munícipes de turno, y sea cual sea su concreta tendencia política e ideológica, deberían apostar más bien, además de por facilitar y fomentar el uso del transporte público y de los vehículos no contaminantes (por cierto, cada vez más extendidos en el mercado) y habilitar amplios espacios de aparcamientos disuasorios a la entrada de las ciudades, por peatonalizar extensas zonas del casco urbano; pero no guiados por la pura improvisación y a salto de mata, sino de manera paulatina, ordenada y planificada, para que al menos cada cual sepa a qué atenerse.

Pero es mucho pedir a quienes, amén de carecer de un determinado modelo de ciudad, están más pendientes de la agitación y propaganda, cuando no del politiqueo de baja estofa (y de lo más viejo y rancio, por cierto), que de gobernar y atender a las verdaderas necesidades y demandas de los ciudadanos; o, como dirían ellos mismos, de "la gente". Además, argüir la urgencia de tales restricciones ante un supuesto aumento de la polución, cuando todos los indicadores muestran que Madrid no se encuentra entre las capitales del mundo más contaminadas, cuando precisamente estos días de vacaciones de Navidad la circulación de vehículos se reduce un 20%, o cuando, según la misma Agencia Estatal de Meteorología, Madrid vive ahora una transitoria estabilidad atmosférica que impide la ventilación del aire, parece más bien una coartada típicamente "ecolojeta" para justificar unas medidas que, en efecto, tienen mucho de ideológicas.

Porque qué sería de los admiradores y émulos de Chávez sin sus imposiciones y su ingeniería social. Esto es: qué otra cosa podíamos esperar de la ultraizquierda que el "ultraintervencionismo".

miércoles, 21 de diciembre de 2016

NI CARROÑERISMO NI BUENISMO

Horrorizados y conmocionados empezamos la presente semana por sendos atentados en Ankara, donde el embajador ruso fue asesinado a tiros por un ¡policía turco! al grito de "Alepo, venganza", y Berlín, donde se volvió a hacer uso de un camión como arma letal, al modo del yihadismo en Niza, para arrollar salvajemente a una multitud que se encontraba en un mercadillo navideño: cobarde atropello que se saldó con doce muertos y cincuenta heridos. Nos ha vuelto a golpear la locura, sinrazón y, sobre todo, maldad del terrorismo criminal islamista al que debemos hacer frente las sociedades libres.

La propia canciller Angela Merkel saltó a la palestra para, además de condenar el cruel atentado de Berlín, dar cuenta de que el autor material del mismo había sido un refugiado paquistaní que llegó hace un año a Alemania a través de la ruta de los Balcanes, aunque posteriormente la Policía alemana, que busca ahora como principal sospechoso a un tunecino que cuenta con certificado de permanencia en Alemania, terminó reconociendo su inocencia. Debemos partir de un hecho indubitable: los responsables de los actos terroristas son única y exclusivamente quienes los cometen. Así, cabe calificar de deleznables y ruines las palabras del líder de la ultraderecha alemana, que tuvo la vileza de lanzar los cadáveres a la cara de Merkel, una rastrera y carroñera actitud que, por cierto, en la política española nos suena y mucho. Bien al contrario, la unidad de los demócratas en la lucha contra los enemigos de Occidente y la libertad ha de ser firme y sin fisuras; generar división y enfrentamiento entre las fuerzas políticas que deberían compartir unos principios baśicos y, además, diluir las responsabilidades de un acto criminal significarían el mayor triunfo para los terroristas.

Todo lo cual no ha de obstar para poner en valor la necesidad de que el acogimiento hacia los refugiados que nos llegan de Siria y zonas anexas continúe siendo generosa y solidaria, como marcan los cánones de la política occidental, aunque aplicando los filtros que sean posibles para diferenciar entre esa gran mayoría de quienes huyen de la guerra y buscan una vida mejor, y esa minoría que viene a sembrar dolor y muerte en su odiado Occidente de raíz cristiana, por ello "infiel" y susceptible de ser aniquilado como civilización. El buenismo no convierte a los malvados en seres angelicales, ni termina con la guerra sin cuartel que el yihadismo nos ha declarado hace décadas.

domingo, 18 de diciembre de 2016

¿CÓMO SE DEFIENDEN LOS DERECHOS DE LA MUJER?

Cabe acatar, como corresponde a un Estado de Derecho, la reciente sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid que absuelve a la sílfide "asaltacapillas" Rita Maestre de un delito contra los sentimientos religiosos al que había sido condenada por la juez Esther Arranz; lo cual no es óbice para afirmar que los argumentos, que por cierto tienen bien poco de jurídicos, en los que se sostiene la misma están muy, pero que muy cogidos por pinzas. Fundamentalmente, comparar en descargo de la portavoz "podemita" su forma de proceder con las tristemente célebres Femen (si, esas "feministas" que defienden los derechos de la mujer exhibiendo sus propios cuerpos desnudos y convirtiéndose a sí mismas en meros objetos, esto es, cumpliendo el sueño de cualquier machista redomado), como si tan lamentables espectáculos hubiesen adquirido la categoría de plena normalidad legal en las sociedades democráticas. Ni mucho menos es así: en la permisiva, garantista y muy laica Francia, por ejemplo, ha habido sentencias condenatorias contra semejantes "activistas" (como fue el caso de aquella "femem" que asaltó una estatua de Putin en París, por supuesto, "a pecho descubierto").

Ahora bien, lo que sí resulta verdaderamente abracadabrante es el ejemplo ideado por Sus Señorías para justificar el sentido de su sentencia: que Rita Maestre cometió un acto que quizá pueda considerarse irrespetuoso, pero nunca ilegal: «imaginemos que un grupo de mujeres accede a una mezquita desprovistas del correspondiente velo para leer un comunicado, siendo penalmente perseguidas. Difícilmente pueden ser castigadas dentro de un sistema democrático por un delito de ofensa a los sentimientos religiosos». Cabe aducir que, en tal supuesto, y desde luego dentro de un marco democrático y de libertades, todo dependería de si tal acto se limitara a desproverse del velo o bien a adoptar una actitud todavía más ofensiva o agresiva, del momento de la irrupción o incluso de si el comunicado contuviera expresiones ultrajantes y, como tales, irrespetuosas. Porque en ningún Estado de Derecho digno de tal nombre la libertad de manifestación es absoluta, como en realidad no lo es ningún derecho.

Pero, sobre todo, la situación planteada por los señores jueces de la Audiencia Provincial de Madrid es hoy por hoy inverosímil: nadie, ni tan siquiera esas feministas de la progresía más o menos "ultra" que con tanta valentía protestan contra los hábitos "machistas" de la Iglesia católica, se atrevería a entrar de esa guisa en una mezquita, y mucho menos del modo en que lo hizo Rita Maestre en su asalto a la capilla de la Complutense. No solo por miedo a molestar a un Islam que no se caracteriza precisamente por andar con los escrúpulos de la tan denostada y tachada de "intolerante" religión católica, sino, básicamente, porque su supuesto "activismo" en defensa de los derechos de la mujer no es más que una farisea pose para atacar a su odiado cristianismo, de cuyas raíces bebe su detestada civilización occidental.

Como se defienden de verdad los derechos individuales en general y de la mujer en particular es, por ejemplo, con la terminante y valiente negativa de Ursula von Der Leyen, ministra de Defensa de Alemania, a ponerse un velo (ella y las mujeres de su delegación) en su visita oficial al príncipe heredero de Arabia Saudí. Porque esos derechos y libertades no deberían demandarse solo en Occidente, sino también allí donde sistemáticamente se conculcan, y por ello incluso con mayor énfasis. Y porque un relativismo multiculturalista todavía en boga, que se caracteriza por una permisividad hacia prácticas de intolerancia del Islam que rechazaríamos tajantemente en el cristianismo, no habría de servir nunca de coartada para justificar actos liberticidas, degradantes y de auténtica discriminación "por razón de género". Bravo por Frau Ursula.

¿Y dónde reside la diferencia? En que, cuando la ministra de Defensa de Alemania decidió acudir a un acto en Arabia Saudí sin velo, lo hizo como gesto reivindicativo en un país en el que los derechos de la mujer se pisotean política e institucionalmente, en una teocracia que promueve que las mujeres sean tratadas como seres inferiores, que por ejemplo no puedan ni tan siquiera sacarse el carné de conducir ni abrirse una cuenta sin el permiso de sus maridos o sus padres... Cuando Rita Maestre irrumpió en la capilla de la Complutense no se limitó a mostrar el color de su sostén, sino a interrumpir una misa junto a una pandilla de "colegas" que, desnudas de cintura para arriba, insultaban a quienes allí estaban y emitían frases del tenor de "arderéis como en el 36", "el Papa no nos deja comernos las almejas" o "menos rosarios y más bolas chinas". No era, pues, una mera manifestación para protestar contra un estado de cosas, sino un atropello planificado y organizado para faltar al respeto, ofender y vituperar unas determinadas creencias religiosas, cuya libertad de culto está protegida por la Constitución.

Eso sí: el día en que estas valientes "activistas" se atrevan a hacer lo mismo en una mezquita, uno se creerá que la razón de ser de sus "movilizaciones" es por una sociedad "laica" y defender los derechos de la mujer, y no para atacar a su aborrecido cristianismo. Pero no caerá esa breva.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Y AL FINAL, NOS QUEDARÁ MARIANO

 
Está claro que los referendum los carga el diablo, encarnado en el populista de turno. Las reformas constitucionales que planteaba Matteo Renzi eran en general sensatas (acabar con el sistema de bicameralismo perfecto, despojar de poder a las regiones, reducción del número de parlamentarios...), pero cometió el tremendo error, no exento de arrogancia, de unir su futuro político al resultado de las urnas... y estas, ciertamente, han sido contundentes: 60% de "noes" frente a un 40% de "síes". La modernización de una Constitución que nació con la intención de evitar el surgimiento de otro Mussolini ha recibido una patada en salva sea la parte de Renzi, que para más inri no debía su cargo de Primer Ministro al voto de los italianos en elecciones.

Así que el panorama político que se presenta en el país transalpino, tras un interregno que lleve a los comicios de 2018, es verdaderamente alentador y edificante: básicamente entre el vociferante populista de ultraizquierda Beppe Grillo y... el regreso del incombustible y siempre estrafalario Berlusconi, que a sus 80 años pretende resurgir de sus cenizas, algo que, por increíble que parezca, puede conseguir.

Aquí en España, los chavistas de Podemos han celebrado esta victoria del "no" en el referéndum "renziano" como un triunfo suyo, pese a la contradicción que supone felicitarse por el mantenimiento de las esencias constitucionales en Italia, que es la postura defendida por los populistas de allá, mientras aquí abogan por justo lo contrario: erradicar la Constitución vigente, "abrir el candado del 78". Pero de lo que se trata es de apuntarse a cualquier movimiento que ponga supuestamente en duda al "sistema" o conlleve inestabilidad política, algo a lo que, por otra parte, los italianos están más que acostumbrados.

Para finalizar, un pequeño detalle: Cameron tentó la suerte y cayó arrollado por el sorprendente triunfo del "Brexit"; Hollande, en niveles históricos de impopularidad, ha renunciado oficialmente a intentar repetir como presidente de la República francesa llevándose consigo a un PSF tan desahuciado que difícilmente Valls podrá hacerlo resurgir; y Renzi acaba de morder el polvo muy al "cameroniano" modo. ¿Qué jefes del Ejecutivo quedan vivos entre las principales economías europeas? Una Angela Merkel que tendrá que afrontar pronto unas elecciones que se le presentan francamente adversas... y nuestro Mariano Rajoy, que en cambio ha vencido recientemente en las urnas en dos ocasiones consecutivas y acaba de formar por fin Gobierno.

Y al final, nos quedará Mariano. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.

domingo, 4 de diciembre de 2016

ESPAÑA VUELVE A TRANSMITIR SEGURIDAD Y ESTABILIDAD

En España, al menos formalmente, no ha habido gran coalición, debido fundamentalmente a ciertos atavismos históricos que siguen anidando en el socialismo español. Sin embargo, el PSOE ha querido emular al SPD alemán en el pacto de Gobierno de este con la CDU de Angela Merkel al pedir la subida del SMI (Salario Mínimo Interprofesional) como contrapartida a su apoyo al techo de gasto. Y dicho y hecho. Desde luego, ese incremento, como advierten economistas de distinto pelaje ideológico, supone una barrera de entrada al mercado de trabajo para gente joven y sin experiencia laboral (vamos, que en último término genera paro), y además, muy al contrario de lo que popularmente se cree, tampoco implica de por sí una subida general de los salarios. Pero, en fin, confiemos en que continúe la tendencia positiva de creación de empleo sin precedentes, para lo que, obviamente, no deberían alterarse, al menos, los elementos básicos de una reforma que ha tenido la virtud de liberalizar y flexibilizar el mercado laboral.

Respecto al objetivo de déficit autonómico finalmente pactado en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, ni pa' ti ni pa' mi, ni el 0,5 por el que abogaba Montoro ni el 0,7 que defendía el PSOE: el 0,6%. A esto se le llama ceder por ambas partes. El hecho de que continúe habiendo perspectivas de crecimiento económico y, por tanto, de mayores ingresos fiscales ha hecho más fácil el acuerdo (también y sobre todo, la perentoria necesidad de las Comunidades Autónomas de aliviar su situación financiera), pero las alegrías, por supuesto, han de seguir siendo las justas para todas las administraciones públicas.

Porque, pese a las subidas decretadas en impuestos al consumo (en tabaco y alcohol, a excepción del vino y la cerveza, y próximamente en bebidas azucaradas), siempre preferibles a los incrementos en tributos directos que penalicen la creación de riqueza, la eliminación de deducciones en el Impuesto de Sociedades (cuyo tipo máximo, empero, continúa situándose en el 25%) y el ascenso de las bases máximas de cotización en un 3%, las políticas de rigor y reducción del gasto público no deberían abandonarse. No solo para cumplir el objetivo de déficit exigido por Bruselas, marcado en el 3,1% en 2017, sino para consolidar las bases de una economía saneada que afronte en mejores condiciones eventuales coyunturas de mayor dificultad y, sobre todo, de un sector público reducido pero eficaz, que no sea oneroso para los ciudadanos.

Sea como fuere, estos acuerdos en materia económica pactados entre los dos grandes partidos nacionales, y a pesar del (esperemos) transitorio ataque de celos de Albert Rivera por sentirse marginado de los mismos, tienen un indudable aspecto positivo de por sí: España, tras la incertidumbre de un año de un irresponsable bloqueo político felizmente superado, vuelve ahora a transmitir seguridad y estabilidad. Certeza que adquiere un valor especialmente elevado en estos tiempos políticamente convulsos de resultas del "Brexit", las dudas que despierta la próxima presidencia de Trump y la todavía latente amenaza de los populismos. El pragmatismo, el buen sentido y, por qué no, el sereno patriotismo de dos dirigentes políticos de altura como son Mariano Rajoy y Javier Fernández lo han hecho posible.

jueves, 1 de diciembre de 2016

GASTE YO CALIENTE, RÍASE... LA GENTE

Que el populismo de ultraizquierda que encarna el Mesías Iglesias (y no solo, porque menudo espectáculo lamentable ha dado estos días buena parte de la izquierda supuestamente moderada) haga panegíricos del cruel y sanguinario dictador Fidel Castro, que al fin y al cabo nunca ha dejado de ser uno de sus más luminosos faros ideológicos, no debería extrañarnos a estas alturas. Ni tan siquiera que las palabras pronunciadas en su literalidad por el mismísimo Líder Máximo a propósito de un debate sobre la "feminización" de la política plasmen su verdadera e íntima concepción del feminismo "progresista", muy similar al que defendía una Pilar Primo de Rivera, que tanta fortuna hizo en el primer franquismo: la mujer ha de desempeñar un papel protagonista, sí, pero en las labores asistenciales propias de su natural instinto maternal. Los supuestos extremos ideológicos suelen terminar tocándose, y además en este caso concreto la obra personal coincide plenamente con las proclamas; si bien cabe reconocer que, respecto a sus declarados deseos de "azotar hasta que sangre" a Mariló (que no Irene) Montero, algún avance se advierte. No, lo que verdaderamente escama en alguien que además presume de ejercer el liderazgo de la oposición "in pectore" es el escasísimo nivel de aquello que precisamente más se le ha elogiado por parte de propios y extraños: su preparación, conocimiento y puesta al día de los asuntos políticos, constitucionales y parlamentarios fundamentales. Deficiencia que, intervención tras intervención en el Congreso, y pese a su sobre el papel brillante currículum académico como politólogo, resulta cada vez más evidente.

Así, en su primer "cara a cara" parlamentario con el presidente del Gobierno, pretendía reprochar a Rajoy su supuestamente abusiva utilización del veto sobre iniciativas del legislativo que conlleven incrementos del presupuesto, práctica que además atribuía a, cómo no, una preceptiva sumisión a dictados procedentes de Berlín. Pero no, no es la malvada madrastra Angela Merkel, señor Iglesias: es ni más ni menos que la Constitución, cuyo artículo 134, punto 6, establece que "toda proposición o enmienda que suponga aumento de los créditos o disminución de los ingresos presupuestarios requerirá la conformidad del Gobierno para su tramitación". Una disposición tan de sentido común que la recoge nuestra Carta Magna desde su misma originaria concepción en 1978, en pleno consenso socialdemócrata; mucho antes, por tanto, que aquella reforma del artículo 135 tan denostada y tachada de "neoliberal" por esa izquierda más o menos radical, siempre manirrota con el dinero de los demás, que ni se atiene al principio económico básico de que los recursos son escasos ni, en consecuencia, le importa machacar a impuestos a los sectores más productivos de la sociedad ni endeudar a las próximas generaciones. Gaste yo caliente, ríase... la gente.

El problema reside, no solo en que a esta extrema izquierda bolivariana le falta precisamente rigor y sensatez, algo que "va de soi", sino en que su Mesías, tan supuestamente preparado políticamente y dotado intelectualmente, ha demostrado un desconocimiento supino de los contenidos y mecanismos más básicos de la Constitución española. Que la rechaza y desea suprimirla al chavista modo, está claro; pero mientras continúe en vigor sigue siendo la Ley de Leyes, y por tanto debería esforzarse en conocerla en profundidad. Posiblemente sea mucho pedir, pero ejercer un liderazgo de alto nivel político conlleva este tipo de sacrificios.

domingo, 27 de noviembre de 2016

POR QUÉ HA SOBREVIVIDO EL CASTRISMO A CASTRO

Que un tirano sanguinario y cruel como Fidel Castro nos haya abandonado nos permite congratularnos de que hoy el mundo es un poco mejor. Además, la historia, al contrario de lo que él mismo vaticinaba, jamás le absolverá: icono de lo que Carlos Rangel definió como "el buen revolucionario", prolongación del "buen salvaje" rousseauniano, sus insoportables e interminables soflamas típicamente marxistas, anticapitalistas, antiyanquis y "antiimperialistas" no han podido tener otro correlato que un régimen abyecto, criminal y totalitario. Al que, por cuanto lleva ya más de 57 años oprimiendo sin miramientos a los cubanos, de los que más de un millón han sido expulsados al exilio, y empobreciendo y arruinando a una antaño rica y desarrollada economía cubana, ya le cabe el dudoso honor de ser la dictadura más longeva y nociva de Hispanoamérica. Sobrevivió, por desgracia, a la caída del Muro de Berlín y, con él, a la disolución del (verdadero) imperialismo comunista soviético que le alentaba, sostenía y financiaba; y cuando agonizaba, obtuvo oxígeno del petróleo y otras materias primas de la Venezuela esquilmada por el régimen "bolivariano" de su emulador y pupilo Chávez.

La guerra fría produjo monstruos, y sin duda alguna el castrismo, que muy significativamente tiene a un terrorista y asesino compulsivo como el "Che" Guevara como emblema cuasi-religioso de su revolución, ha sido, además de especialmente dañino y perjudicial para la causa de la defensa de los derechos y libertades individuales en el mismísimo Occidente, el que ha terminado mostrando una capacidad de resistencia y supervivencia verdaderamente impensable. A ello ha contribuido la total ausencia de firmeza en el mundo libre para darle el tiro de gracia a semejante pieza del museo de los horrores. Así, ya a finales de los 80 en Hispanoamérica, a las mismas puertas del final de la guerra fría, mientras eran incesantes las presiones sobre el Chile del dictador (anticomunista) Pinochet para que diera paso a la democracia, lo que por fortuna acabó produciéndose, esas exigencias fueron prácticamente inexistentes hacia la Cuba de Castro. Pero, además, una vez consumada la derrota inapelable del comunismo en el Este europeo, sin embargo en Occidente, sobre todo en Europa, parecíamos más bien empeñados en, para mayor gloria de nostálgicos, mantener ese pequeño vestigio caribeño del totalitarismo porque, al fin y al cabo, ya no representaba peligro alguno para la estabilidad y seguridad mundial; hasta el extremo de asumir como argumentos de justificación de la distensión las mismísimas consignas de la propaganda castrista, tales como calificar de "mafia" y "ultraderecha" a la oposición en el exilio de Florida o presentar como "bloqueos" lo que no eran sino respuestas concertadas a derechos de propiedad atropellados.

Por desgracia, para cierta progresía política, mediática y "cultural" hubiera supuesto demasiado para sus ya de por sí heridos egos ideológicos asistir también al fracaso y derrumbe del que había sido su mayor ilusión de juventud: el sueño, convertido en pesadilla, de la revolución cubana. Y, desde luego, no se puede negar que, con la colaboración de un Occidente ensimismado, hicieron lo posible para que no ocurriera. Que los cubanos continuaran siendo víctimas de un régimen liberticida, represor y sanguinario parecía una mera exigencia del devenir de la historia; como lo es asimismo que el nefasto ejemplo castrista cundiera y se extendiera por Hispanoamérica con los triunfos de los populismos de izquierda en Bolivia, Ecuador, Nicaragua y, sobre todo, Venezuela, que bajo un chavismo inspirado en la satrapía de los Castro, que responde al nombre de "bolivarianismo", ha convertido en pocos años a un país desarrollado, próspero y con tradición republicana y democrática en una feroz y opresora dictadura plebiscitaria, una ruina económica y un auténtico infierno social. La guinda de la lamentable política de distensión occidental con el castrismo la puso el ahora presidente en funciones de los Estados Unidos, Barack Obama, con unos acuerdos de apertura económica y comercial que no han tenido la más mínima contrapartida en materia de derechos y libertades por parte del régimen cubano. Y así... hasta hoy mismo, con el dictador muerto en la cama.

La pregunta que cabe hacerse ahora es si la tiranía caribeña que ha dejado como triste legado el tiranosaurio superará por mucho tiempo la muerte de su propio hacedor. Sea como fuere, no va a ser nada fácil que las libertades lleguen por fin a Cuba, no solo por la referida y desgraciadamente ya proverbial inacción del Occidente democrático: su heredero al "comunista" modo, su hermano Raúl, ha dado ya sobradas muestras de que no está precisamente por la labor de dar paso alguno tendente al aperturismo hacia la democracia, por mucho que la propaganda procastrista, que todavía es muy poderosa en ámbitos mediáticos de la progresía, pretenda hacernos ver lo contrario. Porque, en ese sentido, Fidel sí que ha querido dejar todo "atado y bien atado" para que su muerte no lleve aparejado el fin del castrismo, su funesta obra. Aunque el mero hecho de que el dictador descanse ya para siempre y deje con ello de hacer el mal es ya por sí solo un motivo de esperanza para la Cuba libre y democrática.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

LA ALCALDESA DE ESPAÑA, PESE A LOS MEZQUINOS

 
No ha podido más. Rita Barberá, tras una implacable y feroz campaña de desprestigio personal, ha fallecido de un infarto de miocardio en un hotel de Madrid. Pese a todo, nada ni nadie va a impedir que se le recuerde como una magnífica alcaldesa para Valencia, ciudad que transformó, dinamizó y modernizó, y referente de los éxitos de gestión del Partido Popular. Verdaderas razones, y no otras, por las que ha sido objeto de un ensañamiento cruel desde el punto de vista político y mediático que, por cierto, continuaban incluso inmediatamente después de muerta los mezquinos y canallas que nunca descansan en su propósito de generar daño y rencor y convertir la vida política en un lodazal.

Mezquinos y canallas que tienen nombre y apellidos: aquellos que le niegan un minuto de silencio a quien jamás se le ha podido poner en duda su integridad, pero que en cambio recompensan y homenajean siempre que tienen ocasión a sus propios criminales, como tales condenados en sentencia judicial firme por delitos tan variopintos como asaltar propiedades, agredir a policías, cargos políticos electos y hasta cajeras de supermercado, portar explosivos con la intención de volar bancos no precisamente vacíos o abusar sexualmente de niñas y mujeres. En efecto, los delincuentes que moran en el Congreso: sí, esos mismos a los que se refería su jefe de filas, Iglesias Turrión. Tampoco podían faltar las terminales de la extrema izquierda que no tienen otro menester vital que esparcir basura de la peor especie por las redes sociales, a quienes cabe reconocer que demuestran cada día su capacidad para superar su propia e infinita ruindad. En fin: y era esta infecta patulea la que venía a regenerar y dotar de aire fresco a la supuestamente enrarecida y decadente política española. Pues aviados estábamos.

Pero afortunadamente el tiempo, ese juez insobornable que da y quita razones, termina poniendo a cada cual en su sitio. Como sin duda hará con Rita Barberá, una personalidad política de primerísimo nivel que, como pudimos comprobar quienes tuvimos la suerte de conocerla personalmente, hacía gala de un carácter muy mediterráneo: abierta, arrolladora, a veces impetuosa, pero de un inusitado olfato político. Cofundadora de Alianza Popular, ya en 1991 logró hacerse con la alcaldía de Valencia merced a su pacto con los regionalistas de Unión Valenciana, con lo que la capital del Turia se convirtió en referente de gestión municipal del nuevo PP de Aznar junto al Madrid de José María Álvarez del Manzano. Los resultados no tardaron en advertirse en una Valencia cada vez más próspera, pujante y dinámica: los valencianos la recompensarían en 1995 con una mayoría absoluta que revalidaría hasta en cuatro ocasiones. En 2015, aun con todo el viento en contra de la digestión de la crisis y una corrupción especialmente acentuada en la Comunidad Valenciana, y en la que por cierto se la ha querido involucrar y meter con calzador, logró de nuevo ser la candidata más votada en las urnas, pero la aplicación en Valencia de los pactos "de reparto" entre la ultraizquierda y el PSOE la expulsó de una alcaldía que ostentó con indudable éxito y apoyo popular durante 24 años. El mayor logro que ella misma destacaba: la celebración de la Copa América de vela, que conllevó además la remodelación de una fachada marítima que es toda una delicia.

Lo que vino después fue una auténtica cacería política, una encarnizada persecución personal que convirtió un merecido retiro dorado en el Senado en un infierno. Pero la presunción de inocencia, principio básico del Estado de Derecho con el que los promotores de los juicios mediáticos sumarísimos todavía no han podido acabar, la protegió hasta su misma muerte, y con ello su honor, el verdadero objetivo de su incomprendida estrategia de defensa, ha quedado absolutamente intacto. No, no se merecía este final, pero ahí nos deja su gran legado como auténtica "alcaldesa de España", que nada ni nadie va a conseguir emborronar. Que Dios la tenga en su gloria.

domingo, 20 de noviembre de 2016

AQUEL "HARA-KIRI" QUE DARÍA PASO A LA DEMOCRACIA

De que el franquismo sin Franco era absolutamente inviable, además de que España necesitaba evolucionar a la democracia dado el carácter obsoleto del régimen, era consciente la inmensa mayoría de la sociedad española. Hasta ese sector más proclive a votar a la derecha (aquello que se llegó a denominar, un tanto injustamente, "franquismo sociológico"), en el que cabía incluir también a una mayoría de dirigentes políticos procedentes del régimen franquista (que ingresarían en buena parte en la UCD de Suárez, y otros en la AP de Fraga), abogaba en líneas generales por una transición, eso sí, ordenada a la democracia. No en balde los principales motores del cambio fueron realmente tres pilares del régimen anterior: el propio don Juan Carlos, sucesor de Franco a título de Rey, que utilizó la misma Jefatura del Estado para impulsar los primeros pasos hacia la aprobación de una Constitución que convirtiera su propio poder en simbólico; Torcuato Fernández-Miranda, que desde la presidencia de las Cortes, y "de la ley a la ley", hizo posible convertir el sistema jurídico-político en incipientemente democrático partiendo de las Leyes Fundamentales del franquismo; y, por supuesto, Adolfo Suárez, anterior Ministro Secretario General del Movimiento, que como presidente del Gobierno supo propiciar el consenso para llevar adelante las reformas democráticas.

Buena prueba de la conciencia arraigada dentro del mismo régimen franquista acerca del necesario advenimiento de la democracia fue el "hara-kiri" que las propias Cortes franquistas se infligieron cuando aprobaron por mayoría aplastante (más de los dos tercios necesarios) la Ley para la Reforma Política, que, cabe recordar, proclamaba unos principios absolutamente contrarios al franquismo (soberanía popular, supremacía de la ley, inviolabilidad de los derechos fundamentales de la persona, electividad de diputados y senadores por sufragio universal, etc.), amén de establecer un procedimiento para la reforma constitucional. 425 procuradores votaron a favor, 59 en contra y 13 se abstuvieron: nada menos que un voto favorable del 82 por ciento tras un debate que rayó a gran altura dialéctica, donde destacaron especialmente Miguel Primo de Rivera (sí, un Primo de Rivera) y Fernando Suárez en el reformismo y José María Fernández de la Vega (sí, Fernández de la Vega) y Blas Piñar en el "bunker". El gesto de alivio desde su escaño en las Cortes de su impulsor, el entonces ya presidente del Gobierno Adolfo Suárez, tras conocer el resultado final de la votación, ha quedado como todo un símbolo histórico.

Para su definitiva ratificación, se convocó a referéndum al pueblo español, cuyos deseos de cambio hicieron desoír la recomendación de la oposición de izquierdas, que hizo campaña por la abstención, y del franquismo más ultramontano, que promulgaba el "no": así, con una participación nada menos que del 77 por ciento, votó a favor el 94,2 por ciento de los electores. La nación española se había pronunciado, por tanto, con meridiana claridad: había que devolverle su soberanía por medio de una Constitución de todos.

Pues bien, de tamaño acontecimiento histórico que, amén de suponer un acto político de una altura de miras absolutamente digno de reseñar, fue sin duda clave para el advenimiento de la democracia a España, se cumplió el pasado viernes 18 de noviembre nada menos que 40 años; precisamente el tiempo que se suele señalar para destacar la larga duración del régimen franquista. Sin embargo, se ha tratado de una efeméride que ha pasado prácticamente desapercibida, para más inri cuando todavía resuenan los ecos de los números circenses montados en el Congreso de los Diputados por quienes pretenden, no solo recabar de esta forma la atención mediática, sino sobre todo desprestigiar unas instituciones y poderes del Estado que emanan de la soberanía del pueblo español, tal y como establece una Constitución, la vigente, que los españoles nos dimos también en referéndum y de resultas de un consenso nacional ejemplar. Frente a aquellos que persiguen la ruptura para enterrar la reconciliación surgida de la transición y en último término volver a las andadas, esto es, que media España se imponga otra vez sobre la otra media, quienes defendemos la preservación del régimen constitucional de Monarquía parlamentaria debemos reivindicar el legado histórico de los Padres Fundadores de nuestra democracia y, por qué no, resaltar la generosidad y el patriotismo de quienes renunciaron a todos sus privilegios para hacer posible la llegada de las libertades a España. Y sin ningún complejo.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

POR SUS ACTOS LES CONOCERÉIS

El día que se supo que el senador de Podemos Ramón Espinar especuló en su momento, no con un piso "vacío" de su propiedad, sino con una vivienda de protección pública, esto es, con un inmueble promovido por iniciativa pública en el que no llegó a residir (con cuya inmediata venta obtuvo una ganancia de 30.000 euros brutos), se tiró de la "maldita" hemeroteca para terminar construyendo todo un listado de lecciones "tuiteras" de moral del interfecto. Aunque, claro, no es lo mismo, por ejemplo, que especule un banco o fondo "buitre" que él, que es "gente".

Obviamente, nadie ha acusado al señor Espinar de cometer ninguna ilegalidad (solo faltaba), pero sí de algo absolutamente rechazable desde el punto de vista ético, y máxime viniendo de quien durante tanto tiempo ha estado ejerciendo de implacable martillo de herejes, y especialmente sobre especulaciones inmobiliarias ajenas. Si Espinar Junior hubiese obtenido un beneficio de la venta de un piso adquirido en el mercado privado, nada habría que alegar (pese a que esas mismas prácticas merecen la descalificación más rotunda de la demagogia típicamente "podemita"); pero su ganancia fue como consecuencia de una maquinación con una vivienda de protección pública (con sus plazas de aparcamiento y garaje anexos, por cierto), esto es, promocionada con recursos del erario y dirigida a facilitar su acceso a quienes tienen dificultades económicas, y eso es lo reprobable. Mamma mía la que hubiesen montado estos hipócritas ultras de la llamada "nueva política", y la prensa en general, si, pongamos un Pablo Casado o algún joven del PP, hubiese realizado una operación especulativa parecida: no le pedirían tan solo su dimisión, sino su expulsión de España.

Poco después, salió el caso de Montse Galcerán, concejala "pro okupa" pero multipropietaria inmobiliaria. ¿Cómo íbamos a criticar los defensores de la propiedad privada y el libre mercado que alguien, sea cual sea su "estatus" social y/o profesional, invierta su dinero, ganado u obtenido de manera lícita, en lo que considere oportuno, como dos, tres, nueve o veinte inmuebles? Por supuesto que no. Lo que algunos denunciamos es el flagrante fariseísmo de aquellos que, amén de promover la "okupación" de viviendas particulares, incurren en exactamente aquellas mismas prácticas de lo que ellos condenan, criminalizan y califican como "especulación inmobiliaria" cuando son otros quienes los llevan a cabo, a los que en consecuencia tachan de seres socialmente insensibles, avaros, malvados y ruines. Porque con tales estrategias de agitación y propaganda, además de apelar irresponsablemente al rencor y los más bajos instintos (cuando no a cometer actos ilegales), en último término se engaña a esa misma "gente" a la que tanto evoca la izquierda antisistema.

A no ser, claro, que la señora Galcerán ponga a disposición de los "sin techo" y demás desheredados de la tierra los nueve inmuebles de su, sí, propiedad... Pero esos son hábitos más bien propios de, por ejemplo, Cáritas, ONG de la opresora y perversa Iglesia católica, que de cualquier "podemita" que se dedica todos los días a impartir lecciones de moral. Porque tres cuartos de lo mismo ocurre con el caso del "SinFuturo" Ramón Espinar y su ya célebre pelotazo con una vivienda de protección pública; que, por cierto, obtuvo el aplauso explícito del mismísimo Mesías Iglesias y el apoyo de una mayoría de militantes del chavismo que no dudaron en votarle como líder de la organización en Madrid. Y es que por sus actos les conoceréis.

viernes, 11 de noviembre de 2016

TRUMP: NO DEBERÁ, NO PODRÁ, SER TAN FIERO

La tradición democrática de los Estados Unidos data nada menos que de 1788. Mejor, por tanto, no calcular el tiempo que llevan votando los norteamericanos en comparación con el de los europeos en general, y muy especialmente en determinados países que no pueden (podemos) presumir precisamente de la antigüedad de sus urnas. Sin embargo, a propósito de la inopinada victoria electoral de Donald Trump, algunos han vuelto por donde solían; antes de que, por cierto, ese mismo electorado ahora tan denigrado se inclinara ¡en dos comicios consecutivos! por San Obama: esto es, a dar lecciones de democracia a esos "bárbaros" yanquis y retomar los topicazos al uso (que si la América "profunda", intolerante y paleta, que si bla, bla, bla...). Como si en la muy civilizada Europa los populismos, tanto de izquierdas como de derechas, no hubieran cosechado éxito alguno (véase Grecia -Syriza-, Italia -Movimiento Cinco Estrellas-, Holanda -Geert Wilders-, Austria -Norbert Horfer-, Alemania -AfD-... o nuestra España -el chavismo de Podemos-), o no tuviéramos en la mismísima Francia a la hijísima de Le Pen a escasos meses de ganar la primera vuelta de las elecciones presidenciales.

Ni más ni menos: ese mismo populismo que, como consecuencia de la digestión de una grave y larga crisis económica y al calor de la antipolítica reinante, ha ido extendiendo sus tentáculos en buena parte de Occidente, ha terminado calando también, y de qué manera, en unos Estados Unidos que hasta ahora parecían mantenerse ajenos a cualquier canto de sirena más o menos antisistema. Un fenómeno político y electoral general que, en el caso norteamericano, se ha visto favorecido por determinadas especificidades sociales y políticas: la decepción por el legado de una presidencia, la de Obama, que había levantado tantas expectativas, cuando no el rechazo mayoritario a medidas emblemáticas que, como el "Obamacare", casan bien poco con la idiosincrasia individualista del norteamericano medio; la culpabilización de la globalización y la competencia con China y Europa como causantes de la deslocalización de empresas y la pérdida de puestos de trabajo y de la calidad de vida en general; la explotación del discurso contra el "establishment" de Washington, al que se presenta como burocrático, corrupto y muy alejado de la América real y tradicional que se asienta básicamente en el ámbito rural; la cada vez mayor puesta en solfa del papel de "policía del mundo" de los Estados Unidos ante una Europa que no invierte en defensa y, encima, protesta cuando se interviene; la identificación, buscada a propósito, de Trump con el típico "hombre blanco anglosajón, cristiano y heterosexual" al que el omnipresente pensamiento de la corrección política, con sus políticas de discriminación positiva y sus sesgadas interpretaciones de la historia, le ha atribuido una especie de culpa genética y eterna; y, por último, aunque no menos importante, la negativa imagen en un amplio espectro del electorado estadounidense de la propia Hillary Clinton, tenida por el típico ejemplo del arribismo, la amoral y la corrupción que imperan supuestamente en Washington, lo que ha movilizado el voto de tendencia republicana pese a que el candidato no haya contado con el visto bueno de la cúpula del partido de sus preferencias.

Donald Trump, con su estilo impetuoso y faltón tan del gusto de los populismos en boga, ha sabido concitar en su persona y a su favor buena parte de esa corriente de radical descontento y desarraigo con la situación general política y económica de la que los Estados Unidos no han sido ni mucho menos ajenos. Eso sí, nunca como en estas elecciones presidenciales ha quedado más patente la división política de la sociedad estadounidense en dos grandes mitades simétricas: en porcentaje de voto popular, 47,5% para Donald Trump, 47,7% para Hillary Clinton. Ciertamente, aunque Trump, que ha quedado unos 300.000 votos por detrás de su rival, ha pasado ya a la historia como el cuarto candidato que ha logrado la presidencia de los Estados Unidos sin haberse impuesto en sufragio directo (el último, George W. Bush en 2000, que también dio la sorpresa frente a Al Gore, entonces vicepresidente de Bill Clinton), el aspirante por el Partido Republicano consiguió superar con holgura (en más de 30) los 270 compromisarios necesarios para alzarse con la victoria en el colegio electoral. Un triunfo que se ha sostenido en, además de conservar los estados que en las últimas décadas se han mantenido fieles al conservadurismo norteamericano, como Texas, inclinar de su parte a los llamados "swing states", como Ohio, Carolina del Norte y, muy significativamente, Florida (cuyos resultados adquieren además una relevancia especial tras la estrategia "obamita" de distensión con la dictadura cubana de los Castro), e incluso hacerse con algunos bastiones demócratas como Michigan o Wisconsin.

Sea como fuere, ha sido un resultado que ha sorprendido a propios y extraños (el sistema de voto indirecto por estados, verdadero súmmum histórico de la democracia representativa y que parecía perjudicarle, ha terminado beneficiándole) y, a su vez, ha vuelto a situar a la mayor parte de las empresas demoscópicas, cuyas predicciones siguen fallando como escopetas de feria, a la altura del betún. Aun así, poco después de que se confirmara su victoria, el electo presidente de los Estados Unidos decidió sustituir, de manera un tanto chocante, la estridencia por la moderación en su mismo discurso de celebración ante sus seguidores; en el que, conciliador y adoptando por una vez los tradicionales hábitos corteses y patrióticos de la democracia norteamericana, apeló a la unidad de sus compatriotas, prometió que gobernará para todos los estadounidenses e incluso anunció su disposición a colaborar en el panorama internacional. Tono templado que mantuvo al día siguiente en su encuentro en la Casa Blanca con el presidente en funciones, al que se deshizo en elogios (al igual que, por cierto, hizo la noche anterior con una Hillary Clinton a la que en campaña ha amenazado con meter en la cárcel) y con cuyos consejos dijo contar durante su todavía no estrenada presidencia. Estaremos pendientes de su discurso de toma de posesión el 20 de enero, pero el tiempo dirá si se trata del principio del cambio hacia una actitud más posibilista a la que previsiblemente le conduzca el mismo ejercicio del poder, especialmente dentro del sistema de equilibrios y contrapesos de la ejemplar democracia norteamericana.

En realidad, Trump no deberá, o más bien no podrá, ser tan fiero como se ha mostrado en la larga campaña electoral norteamericana, tanto en las primarias del Partido Republicano como en los comicios presidenciales. Y de ello debemos dar gracias a quienes, nada menos que en 1787, fundaron la Constitución de los Estados Unidos: los Benjamin Franklin, Alexander Hamilton, James Madison o George Washington, que pusieron las firmes bases de un régimen político de división de poderes y gobierno limitado que ha sobrevivido al paso de los siglos. Además, que los republicanos hayan conseguido mantener sendas mayorías tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado no va a implicar, pese a quienes opinan sobre la política norteamericana aplicando coordenadas españolas o europeas, la acumulación de una especie de poder absoluto en manos del nuevo presidente; bien al contrario, desempeñarán un valioso papel de freno y contención frente a las tentaciones populistas que pudiera albergar y algunos de sus anunciados dislates, sobre todo en política exterior aunque no solo. Porque, insistimos, el populismo de Trump no es en absoluto asimilable en bloque al clásico conservadurismo norteamericano.

viernes, 4 de noviembre de 2016

GOBIERNO DE RAJOY. ¿DE QUIÉN SI NO?

Y tras la investidura por el Congreso de los Diputados de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno y su toma de posesión ante el Rey, llegó el nombramiento de los nuevos Ministros. Salen Morenés, García Margallo y Fernández Díaz y entran, además de, como estaba previsto, María Dolores de Cospedal (Defensa), el hasta ahora alcalde de Santander Íñigo Pérez de la Serna (Fomento); el exalcalde de Sevilla José Ignacio Zoido (Interior); el que ha sido asesor económico de Rajoy Álvaro Nadal (Energía, Turismo y "Agenda Digital"); la diputada nacional del PP catalán Dolors Montserrat (Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad); y el único nuevo independiente: el diplomático Alfonso Dastis (Exteriores). Se mantienen, pues, Soraya Sáenz de Santamaría (continúa de vicepresidenta y Ministra de la Presidencia y adquiere Administraciones Territoriales, pero pierde la portavocía); Rafael Catalá (Justicia); Cristóbal Montoro (Hacienda y Función Pública, aunque pierde Administración Pública que pasa a Sáenz de Santamaría); Íñigo Méndez de Vigo (Educación, Cultura y Deporte, y además se hace cargo de la portavocía); Fátima Báñez (Empleo y Seguridad Social); Isabel García Tejerina (Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente); y Luis de Guindos (que a Economía y Competitividad se le añade Industria).

Como es hora de la política, especialmente ante un parlamento fragmentado y en principio escasamente propicio, Mariano Rajoy se ha inclinado por un Gobierno netamente político, conformado con personas técnicamente preparadas, sí, pero también experimentadas y bregadas en la vida pública y política, pese a la juventud de algunos de los nuevos Ministros. Eso sí, el hecho de que haya dado continuidad a los departamentos más "económicos", como Economía, Hacienda, Industria, Energía y Empleo, y haya hecho de ellos un auténtico núcleo duro, es también toda una declaración de intenciones: no piensa dar marcha atrás ni revertir las políticas de índole económica y de empleo que sin duda han reportado los mayores éxitos de su anterior Gobierno, tal y como además dejó meridianamente claro en su segundo discurso de investidura.

Hay quien ha mostrado su extrañeza y hasta estupor por haber constituido Rajoy un Gobierno a su imagen y semejanza, típicamente "rajoyano" y, para más inri, compuesto casi exclusivamente por militantes del Partido Popular cuando, según aducen, debería haber hecho alguna concesión incluyendo a personas de otras tendencias o, cuando menos, políticamente asépticas. Resulta curioso que tales críticas hayan procedido de algunos de los que precisamente se han negado a cualquier posibilidad de que el acuerdo de investidura con Ciudadanos se convierta en pacto de Gobierno, o a que la abstención socialista conlleve algún tipo de conformidad previa, o a la misma entrada de miembros de otros partidos en un Ejecutivo presidido por Rajoy; ofrecimientos que en su momento hizo tanto a PSOE como a Ciudadanos el entonces presidente del Gobierno en funciones, y que han obtenido los más contundentes de los rechazos.

Por tanto, puesto que no se trataba de hacer, que se sepa, un Gobierno de coalición, y dado que el pacto con Ciudadanos se ha limitado a la investidura bajo el compromiso de desarrollar unos puntos programáticos, y la única declarada intención de la abstención socialista ha sido facilitar que un nuevo Ejecutivo eche por fin a andar, sin más pretensiones inmediatas, no debería haber sorprendido que a quien se le ha otorgado la confianza para presidir el Gobierno, y que además pretende dirigirlo con capacidad de maniobra, cuente con personas de su estricta confianza y, cómo no, le imprima su particular sello y haciendo los cambios mínimamente imprescindibles; que por lo demás los ha habido, y de cierta enjundia. Pero, una vez más, hay quien quiere estar al plato y a las "tajás".

Aunque el hecho de que sea un Gobierno tan significado políticamente (por cierto, como todos los que anteriormente se han constituido a lo largo de nuestra democracia, haya habido mayoría simple o absoluta), no ha de suponer que no esté dotado para el diálogo y esa búsqueda del acuerdo que exige la aritmética parlamentaria. Es más: ya en el primer Consejo de Ministros se ha encargado el presidente de recordar la necesidad de alcanzar pactos en esta legislatura que por fin arranca. Ahora bien: pactar no implica claudicar ni dejar que quien no ha logrado la mayoría imponga su programa, sino negociar para alcanzar puntos en común y, con ello, un acuerdo mínimamente satisfactorio y, sobre todo, realizable. Y para llegar a ese objetivo es imprescindible partir de unos principios firmes y claros.

sábado, 29 de octubre de 2016

TRAS EL FIN DEL BLOQUEO, UN GOBIERNO QUE GOBIERNE

Más de 300 días de parálisis política y gubernamental de resultas de un sectario e insensato bloqueo institucional han tocado venturosamente a su fin: el Pleno del Congreso de los Diputados, esto es, la representación de la soberanía nacional, ha otorgado a la cuarta su confianza como presidente del Gobierno a Mariano Rajoy, refrendando así, insistamos, la nítida victoria en las urnas del Partido Popular que él encabeza. 170 diputados (los de PP, Ciudadanos y Coalición Canaria) han vuelto a votar a favor, y esta vez, han sido más que suficientes frente a tan solo 111 votos en contra (los de Unidos Podemos, los separatistas de ERC y la antigua Convergencia, los nacionalistas del PNV, Compromís, los proetarras de Bildu, Nueva Canaria... y 15 parlamentarios rebeldes del PSOE), que se han visto sensiblemente reducidos por el cambio de posición de 68 de los 83 diputados socialistas, que han optado, tal y como estaba previsto, por la abstención: por el bien de España y, sobre todo (reconozcámoslo), por su propia supervivencia como partido.

Frente a movimientos callejeros de cercos a la sede de la soberanía nacional incluso en el ejercicio de sus funciones, minoritarios pero de clara tendencia golpista (ellos sí) y actos propios de la Camorra (ellos, también), cabe proclamar alto y claro que ha sido una investidura impecablemente legítima y democrática (como todas las que han tenido lugar bajo nuestro sistema constitucional) y desarrollada bajo los estrictos cánones parlamentarios; empañada, eso sí, y nuevamente, por el comportamiento grosero y barriobajero de quienes, dentro del mismo Congreso, pretenden degradar un parlamentarismo del que abominan intentando convertir unos debates políticos basados en hábitos de cortesía en grotescas discusiones de taberna. Afortunadamente, como además ha quedado de manifiesto durante el mismo debate de investidura, conforman una amplísima mayoría las fuerzas políticas que defienden la Constitución, las instituciones democráticas y el sistema de Monarquía parlamentaria en que se asientan.

En cuanto al debate en sí, Rajoy, sin abandonar el tono conciliador y moderado de su primer discurso, sí le imprimió mayor firmeza a su alocución al dejar meridianamente claro que, ni piensa renunciar a toda la obra reformista emprendida, cuyos satisfactorios resultados son obvios, ni a los compromisos de estabilidad presupuestaria adquiridos con la Unión Europea, que trascienden, como él mismo ha resaltado, a los Gobiernos y sus distintos colores, ni por supuesto a la defensa de la Constitución y la unidad de España, como es además su obligación como jefe del Ejecutivo. Que, en suma, y según palabras textuales suyas, su intención es la de presidir un Gobierno que gobierne, y no que sea gobernado. Porque, en efecto, el hecho de tener que negociar y pactar cada ley en las Cortes Generales, empezando por los mismísimos Presupuestos Generales del Estado, no debería conllevar una especie de Ejecutivo "títere" y sin capacidad de maniobra que nos lleve al desconcierto, cuando no al desgobierno puro y duro; ni tampoco que el Legislativo se abone al bloqueo o se arrogue de funciones que corresponde desempeñar al poder Ejecutivo, como de hecho ha llegado a ocurrir en ciertos casos en alguna Comunidad Autónoma como Murcia.

Desde luego, y para no terminar haciendo un pan como unas tortas, es exigible dotarle al Gobierno de una mínima estabilidad para que actúe como tal, y para ello se deben alcanzar acuerdos en materias fundamentales (quizá sobre la base de los 150 puntos programáticos pactados con Ciudadanos) y de amplio espectro parlamentario, principalmente entre los partidos constitucionalistas. El recién investido presidente del Gobierno cuenta con un as bajo la manga, y bien que lo sabe: que, transcurridos seis meses, y si no cuenta con la colaboración básica de Ciudadanos y PSOE, puede pillar a ambos con el pie cambiado adelantando unas elecciones generales que no les convendrían. Y quién sabe: dicen que los matrimonios de conveniencia son los que más duran, por lo que podemos encontrarnos con una legislatura dura y díficil, pero no tan corta como parece.

miércoles, 26 de octubre de 2016

HACER DE LA NECESIDAD VIRTUD

"Si hemos de pagar un precio, por ninguna causa lo haremos con mayor orgullo que por el bien de España". De esta forma, haciendo referencia a un posible pero bien empleado (y patriótico) desgaste que sería consecuencia de una legislatura que se presenta en principio difícil, concluyó Mariano Rajoy un discurso de investidura, tal y como se preveía, moderado, conciliador, con apelaciones al diálogo y sentido de Estado. Como él mismo ha resaltado, es momento de convertir la necesidad, esto es, gobernar con un parlamento fragmentado, en virtud, es decir, alcanzar grandes acuerdos nacionales; incluidos aquellos todavía pendientes en nuestra aún joven democracia y que han de servir para dotar de mayor fortaleza a un vigente sistema constitucional que cabe ahora actualizar y, sobre todo, defender con mayor ahínco ante quienes, dentro y fuera del Parlamento, pretenden debilitarlo para en último término hacer de él tabla rasa.

El candidato a ser reelegido presidente del Gobierno ha planteado concretamente cinco pactos nacionales que, como tales, buscan el consenso de las tres fuerzas constitucionalistas: sobre pensiones, para garantizar el sistema público acordando las imprescindibles reformas; sobre Educación, con el fin de dejar de someter la enseñanza pública a los vaivenes de los cambios de gobierno y a la pura controversia partidaria; sobre financiación autonómica, para proporcionarle estabilidad y cumplir plenamente los principios constitucionales de solidaridad interterritorial y equilibrio económico adecuado y justo; sobre lucha contra la corrupción, para emprenderla por fin con la implicación general necesaria y profundizando en las medidas ya tomadas; y sobre la defensa de la soberanía nacional del pueblo español y la unidad de España, con el fin de seguir haciendo frente eficazmente al que sigue siendo principal problema político nacional, que no es otro que el desafío separatista del nacionalismo catalán. Desde luego, con tan oportunas y atinadas apelaciones a estos grandes acuerdos en materias esenciales en esta hora delicada para la Nación, el candidato Rajoy se lo ha puesto francamente difícil a los apóstoles del "no es no"; que, empero, continuarán a piñón fijo en sus pretensiones, que por otra parte se alejan muy mucho de los intereses generales de España.

Todo lo cual no ha sido óbice para defender y reivindicar un legado indiscutiblemente positivo, especialmente en materia económica y de creación de empleo; esto es, el principal encargo que le confiaron los españoles en las urnas al Gobierno que formó el mismo Rajoy en 2011, no lo olvidemos, en plena y gravísima crisis cuyos peores coletazos ya son afortunadamente un mal recuerdo. Una recuperación económica que, si nos atenemos a las cifras de crecimiento del PIB y reducción del desempleo, cabe calificar de histórica, pero que ahora se debe consolidar, por supuesto, evitando las típicas políticas desincentivadoras y contraproducentes que todavía hoy propugnan ciertas "izquierdas". Por todo ello, y recordando además los compromisos de estabilidad presupuestaria adquiridos con la Unión Europea, Rajoy también ha hecho un llamamiento general a la responsabilidad y a una implicación sensata en la gobernabilidad. Porque lo que está en juego no es la mayor o menor duración de un Gobierno, sino la consistencia de la misma España.

lunes, 24 de octubre de 2016

EL PSOE DECIDE, SOBRE TODO, NO SUICIDARSE

 
El mismo día en que se publicaban unas encuestas catastróficas para el PSOE (con unos niveles de intención de voto del ... ¡15%!), el Comité Federal socialista optaba finalmente, y tal y como se preveía, por la abstención y, con ello, por no obstruir la formación de un Gobierno del partido y candidato más votados por los españoles: recalquémoslo una vez más, porque hay quienes andan empeñados en ocultar detalle tan importante, al menos desde un punto de vista democrático. ¿Con el objetivo patriótico de mirar por el bien de España y su necesaria estabilidad política y económica, por una vez y de manera bien tardía? Reconozcámoslo: sobre todo, con el fin de evitar unas terceras elecciones que serían absolutamente calamitosas para sus intereses especialmente en la actual coyuntura: esto es, con el partido roto de resultas fundamentalmente del alzamiento "baronil" contra el contumaz inmovilismo del "noyno" sanchista, en cotas electorales de auténtico subsuelo derivadas de un desgaste que parece no tener límites y, encima, viéndose en la obligación de buscar deprisa y corriendo un candidato a la presidencia del Gobierno que se preste heroicamente a semejante menester.

Vamos, que, en realidad, lo que dictaminaba el máximo órgano del PSOE, por 139 votos frente a 96, era no ir de cabeza al suicidio colectivo y, de esta forma, darse a sí mismos tiempo para intentar restañar sus heridas, unificar el partido y retomar fuerzas para volver a ser esa gran alternativa nacional de centro-izquierda.

Aun así, todo parece indicar que la controversia interna que todavía anida en el PSOE se manifieste también en el propio Grupo Parlamentario Socialista del Congreso de los Diputados durante la investidura del incombustible Mariano Rajoy. Pero, afortunadamente, los escasos siete escaños del Partido Socialista de Cataluña, los apenas dos de los socialistas baleares, y los (o las) de unos cuantos (o cuantas) irreductibles del "sanchismo" como la aragonesa Susana Sumelzo o la "independiente" Margarita Robles, van a ser absolutamente insuficientes como para impedir que España tenga por fin Gobierno: cabe recordar que bastan once abstenciones para que Rajoy sea investido presidente en segunda votación. Lo que sí es todavía un misterio es qué hará el propio "Míster NoesNo" cuando haya que retratarse en el Congreso: ¿desacatará el mandato de un Comité en el que, por cierto, no ha participado y entonará henchido el "no", o preferirá ausentarse del hemiciclo cuando llegue el momento?

Quizá haya planeado unas nuevas vacaciones para entonces, quién sabe. Serían, precisamente, sus terceras.

sábado, 22 de octubre de 2016

PACTO POR EL AGUA: UNA BANDERA DE UNIDAD E IGUALDAD

Aunque ha pasado prácticamente desapercibido en el panorama político y mediático, el 19 de octubre de los corrientes tuvo lugar en la sede de la soberanía nacional un hecho que, dada su importancia simbólica y por carecer de precedentes, cabe calificar de histórico. Y es que desde ese día la Región de Murcia, y en general la España necesitada de agua, están de enhorabuena, debido a la aprobación por el Congreso de los Diputados de la elaboración de un Pacto Nacional del Agua. La iniciativa, impulsada por el diputado murciano del Partido Popular Teodoro García, contó con los votos favorables de los parlamentarios de PP y Ciudadanos, la abstención de los un PSOE especialmente desnortado estos días... y el voto en contra de los de Podemos. Sí, de los del mismísimo Mesías Iglesias, cuyo supuesto "igualitarismo extremo" no concibe en cambio que a ningún español deba faltarle agua, independientemente de que resida en el Norte o en el Sur, en Aragón o en Extremadura, en Cataluña o en el Levante español. Y es que determinados discursos acaban cayendo por su propio peso cuando se les lleva a la práctica concreta y la política tangible.

Resulta a su vez tan significativo como lamentable que los diputados murcianos de PSOE y Podemos, a los que parece costarles muy mucho dar la cara por los electores de su circunscripción, se ausentaran durante el debate y la votación de una Proposición No de Ley que planteaba un asunto tan vital para la Región de Murcia. Pero a buen seguro que los votantes murcianos volverán a tomar cumplida nota, como lo llevan haciendo desde aquel malhadado día en que un parlamentario socialista por Murcia apellidado Saura (en efecto, el mismo que anda ahora impartiendo lecciones de ética y moral política por los pagos mediáticos) contribuyó con su voto a la derogación del trasvase del Ebro; la primera medida que, recordemos, adoptara aquel Gobierno funesto, el de Zapatero, de cuyos polvos vienen tantos de los lodos que aun hoy seguimos sufriendo.

Sea como fuere, cabe esperar que esta iniciativa parlamentaria ponga las bases de un históricamente demandado Plan Hidrológico Nacional, ideado a principios del siglo XX por el regeneracionista (y aragonés) Joaquín Costa, proyectado en plena Segunda República por el ingeniero Manuel Lorenzo Pardo y por encargo del socialista Indalecio Prieto (que tacharía incluso de 'traidores a la patria' a quienes lo rechazasen), rescatado sin éxito por Josep Borrell en 1993, hecho efímeramente realidad por el Gobierno de Aznar en su segunda legislatura (que llegaría a colocar en Archena la primera piedra de las obras del trasvase del Ebro), y, como hemos apuntado antes, inmediatamente derogado por Zapatero nada más llegar a La Moncloa con el apoyo de los nacionalistas y antitrasvasistas de ERC.

En suma, la concreción y puesta en marcha de este Pacto Nacional del Agua ha de servir fundamentalmente para que se cumpla por fin en materia de agua el principio constitucional de solidaridad y equilibrio económico, adecuado y justo entre territorios. Fundamento del que "las izquierdas", paradójicamente y pese a que fuera en su idealizada Segunda República cuando se proyectara por primera vez un Plan Hidrológico Nacional, parecen haber abjurado con tal de adherirse a prejuicios aldeanos o típicamente nacionalistas; pero del que, en consecuencia, y por encima de ideologías y tendencias políticas, debemos hacer bandera quienes precisamente defendemos la unidad de España como garantía de la igualdad de derechos entre todos los españoles.

miércoles, 19 de octubre de 2016

PSOE: QUIEN SIEMBRA VIENTOS...

Quien siembra vientos, recoge tempestades. Cuando se justifica y hasta jalea a la extrema izquierda en sus "escraches" y boicots cuando se producen contra el adversario político (por ejemplo, los cercos a la sede del PP, los acosos y persecuciones callejeras a políticos de "la derecha", o los hostigamientos a conferencias públicas como las de Aznar o Rosa Díez), presentándolos incluso como ejercicios de las libertades de expresión y manifestación (inolvidable aquella sentencia de cierta juez afín al PSOE, que definía las vehementes concentraciones frente al domicilio particular de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría como "mecanismos ordinarios de participación democrática"), se corre el riesgo de que terminen volviéndose en tu contra. En cualquier caso, que una pandilla de violentos vociferantes con estética de "kale borroka" y consignas típicamente "iglesistas" (de Iglesias Turrión, claro) y hasta banderas proetarras impidan que todo un expresidente del Gobierno tome la palabra en una Universidad, que como tal debería ser templo del saber, la tolerancia y la libertad, denota una vez más el carácter totalitario y liberticida de cierta izquierda (ultra) con la que, por cierto, la supuesta socialdemocracia (esto es, ese mismo partido del que el boicoteado e insultado Felipe González es historia viva) no ha tenido impedimento alguno en repartirse ayuntamientos y autonomías; y con cuyo último líder pretendía pactar para nada menos que gobernar España.

Sabido es que el Mesías Iglesias, y con él su obra política, Podemos, ha decidido desembarazarse de su inverosímil disfraz de socialdemócrata sueco para retornar a su verdadero ser: un ultraizquierdista antisistema al chavista o "bolivariano" modo. Ya ha anunciado que sustituirá su forzada participación en un parlamentarismo propio de la democracia representativa, que en realidad siempre ha considerado como mero prejuicio burgués-liberal y como tal prescindible, por la toma pura y dura de la vía pública, por el "agit-prop" callejero; en suma, por una violencia que podríamos definir de "modulable" intensidad. Y he aquí el primer ejemplo.

De lo que sí hay que congratularse es de que determinadas caretas hayan caído ya.

sábado, 15 de octubre de 2016

DE BADALONA... A CARTAGENA

Que una coalición de independentistas catalanes boicotee la Fiesta Nacional del 12 de octubre, y que a propósito escenifique su insumisión y desobediencia a las leyes y los mandatos judiciales, no resulta a estas alturas extraño, dado que su razón de ser se halla en el odio a todo lo que representa España y su historia, incluido un régimen constitucional del que abjura, por cuanto emana de la soberanía del conjunto del pueblo español. Ahora bien: lo verdaderamente sorprendente, y a su vez sangrante, es que tamaña alianza gobierne, aun hoy, el ayuntamiento de Badalona, al que utilizan para este su último atropello al sistema legal, gracias al sostén... del Partido Socialista de Cataluña; esto es, del que continúa siendo el PSOE catalán. Y es que colean, y de qué manera, las nefastas consecuencias del legado de Pedro Sánchez; que en este sentido, hay que reconocerlo, se ha limitado a seguir la estela pronacionalista radical y furibundamente anti-PP (el "cordón sanitario") de su antecesor, el aciago Zapatero.

Pero fijémonos ahora en la foto que ilustra esta entrada. ¿Quién es ese señor? ¿Acaso el embajador de Dinamarca recepcionando en sus dependencias oficiales? Pues no: es el inefable José López, alcalde (cantonalista) de Cartagena, tristemente célebre ya en toda España por sus frecuentes comportamientos groseros presidiendo los Plenos del ayuntamiento. Como se puede apreciar aquí, cuando no insulta y veja a los concejales de la oposición, recibe de esta guisa en la alcaldía: orillando las enseñas oficiales y situando a su vera una gran bandera... no danesa, como ciertamente parece, sino de la provincia marítima de Cartagena; emblema del que el cantonalismo se ha apropiado como símbolo de sus demandas provincialistas (para convertirlo en algo así como una "ikurriña" cartagenera), pero que obviamente no ostenta ningún carácter político legal ni oficial. Aunque, claro, a estas alturas le van a venir al señor López con formalismos ni legalismos, cuando ni tan siquiera es capaz de guardar respeto a sus adversarios políticos...

Pues bien: cabe hacer constar que este señor López tampoco es alcalde porque le hayan votado mayoritariamente los cartageneros, sino también gracias a un pacto típicamente "anti-PP" de su partido, Movimiento Ciudadano, con el PSOE y... Podemos. Y ha sido con los socialistas con quien ha alcanzado un acuerdo para "repartirse" los mandatos como alcalde: dos años él, dos años la socialista Castejón. Desde luego, el señor López no ha llegado todavía al extremo de romper en público una resolución judicial al modo de la CUP en Badalona, pero se trata de un nuevo ejemplo de cierta clase de socios, irrespetuosos con los hábitos institucionales cuando no directamente antisistema, con los que el PSOE no ha tenido empacho alguno en aliarse con tal de impedir que gobierne el PP. Y, encima, así le ha lucido el pelo.

martes, 11 de octubre de 2016

ADRIÁN, CUMPLIRÁS TU SUEÑO

No me cansaré de insistir: situar los derechos del hombre, de los que es sujeto originario como ser racional, en pie de igualdad con los de los animales lleva a degradar y "animalizar" al ser humano. Algo que quedó patente en aquella furibunda campaña "animalista" en Internet de expresión de contento y regocijo por la muerte en la plaza del torero Víctor Barrio; y que ha dado una vuelta de tuerca especialmente escalofriante y lacerante en el reciente caso del niño Adrián. Y es que el llamado "animalismo" se distingue por albergar en su seno a sujetos ruines y miserables que emplean un supuesto incondicional amor al animal como coartada para dar rienda suelta a sus impulsos criminales contra la misma condición humana. De ahí la tal Aizpea, o el tal Manuel Ollero, que vieron la ocasión pintiparada para desear públicamente, y de forma absolutamente descarnada y vil, la muerte de un niño aficionado a los toros y... gravemente enfermo de cáncer. Ya hay que ser canallas, crueles y... animales. Y, para más inri, cobardes, porque no tardaron en dejar ni rastro de sus cuentas en redes sociales; aunque de semejantes alimañas tampoco cabía esperar que se responsabilizaran "motu proprio" de las consecuencias de sus deleznables actos.

Reacciones criminosas de tamaño calibre, por desgracia demasiado frecuentes últimamente, son claramente indicativas del ciego fanatismo que anida en cierto movimiento "animalista" que, precisamente, se permite el lujo de atribuirle ese mismo carácter intransigente a unos representantes y defensores de la Tauromaquia que, bien al contrario, están adoptando en general un comportamiento sereno, noble y ejemplar frente a los sinsentidos y desvaríos de tantos de sus detractores. Algo, por lo demás, harto significativo, por cuanto revela dónde residen en realidad las mayores dosis de intolerancia y, a su vez, qué posiciones se hallan más cercanas a los valores de libertad, respeto y... defensa de la dignidad humana.

Al fin y al cabo, en debates tan enconados cada cual acaba retratándose, y de qué manera. Adrián, no hagas caso a esos cafres: cumplirás tu sueño de ser torero.

sábado, 8 de octubre de 2016

CUANDO LA PAZ SE ELEVA A VALOR ABSOLUTO

Colombia ha dado una soberana lección de dignidad al mundo entero al rechazar en referéndum su rendición ante el narcoterrorismo comunista de las FARC; al que no solo se le pretendía convertir en una respetable opción política más, sino además premiarle con un número fijo de escaños en el Parlamento... sin tan siquiera pasar por las urnas. Bravo por esa mayoría, aunque ajustada, de un pueblo colombiano que ha sido capaz de resistir a los cantos de sirena de una "paz" sucia y humillante para la memoria de las víctimas de un terrorismo especialmente sanguinario y cruel, que se alzó, no lo olvidemos, contra un régimen impolutamente democrático. Deberían haber tomado nota los partidarios de la distensión y claudicación sin límites... ante organizaciones asesinas a las que, por el mero hecho de declararse "de izquierdas", no solo se les perdona hasta su misma condición criminal, sino que se les llega a presentar como bienintencionados movimientos revolucionarios. Pero no cabe mayor falacia ni peor insulto para quienes durante tantísimos años han sufrido en sus carnes sus extorsiones, crímenes, violaciones y asesinatos.

Sin embargo, por desgracia, días después de que Colombia haya dictaminado en las urnas que la capitulación ante el atroz terrorismo narcocomunista no ha de obtener premio, sino rechazo, un muy sensibilizado y comprometido Comité reunido en Noruega otorga el Nobel de la Paz al todavía presidente colombiano, Juan Manuel Santos, para más inri haciendo uso de argumentos tan falaces como que lo que sufrió Colombia durante más de cincuenta años fue una "guerra civil". Al menos, cabe agradacerles que no hayan decidido conceder el galardón "ex aequo" con el cabecilla de las FARC, Timochenko, a semejanza de aquel Nobel de 1994 que tuvieron que compartir los legítimos presidentes israelíes Isaac Rabin y Simon Peres... con el líder terrorista Yasser Arafat. 

Afortunadamente, en esta ocasión la ignominia no ha alcanzado tales extremos: bastante atrevimiento ha supuesto ya enmendarle la plana a un pueblo colombiano que no se ha dejado narcotizar (nunca mejor empleada la expresión) por una supuesta paz que, auspiciada muy significativamente por tiranías como la cubana o la venezolana, camuflaba la concesión de una victoria final a los terroristas y, con ello, una flagrante injusticia para con sus víctimas. Porque cuando se eleva la paz a valor absoluto y se pretende imponer a cualquier precio, algo a lo que ciertos "pacifistas" son muy dados sobre todo cuando se trata de absolver al terrorismo de extrema izquierda, pierden la moral, la razón y el Estado de Derecho. Principio que han tenido claro en la misma Colombia, pero no en la lejana Noruega.

miércoles, 5 de octubre de 2016

SOBRE LA NUEVA "MORALIDAD" POLÍTICA

Artículo que me publicó el diario "La Opinión de Murcia" en la columna del foro de pensamiento liberal "Ciudadanos para el Progreso".

Suprimir las tarjetas de crédito para abonar gastos de representación; prohibir las donaciones de personas jurídicas a los partidos políticos y limitarlas en el caso de las personas físicas; ilegalizar las condonaciones de deudas y establecimiento del delito específico de financiación ilegal de los partidos; endurecimiento de las penas de inhabilitación; garantizar la recuperación del dinero birlado o defraudado; aprobación de leyes de transparencia... Son algunas de las medidas del plan 'anticorrupción' más completo y exhaustivo de la democracia: el que en noviembre de 2014 presentó el Gobierno de Mariano Rajoy y aprobaron finalmente las Cortes (por cierto, con el voto en contra de un PSOE que ya lideraba Pedro 'don Limpio' Sánchez).

Por desgracia, tuvimos que esperar a un periodo de 'digestión' de una gravísima crisis económica, durante el cual los sacrificios y privaciones de la ciudadanía en general parecían llevar a ésta a ser más exigente con el uso de los fondos públicos y especialmente intolerante con la corrupción, para que por fin llegaran iniciativas de semejante calibre, y al albur entonces de escándalos político-mediáticos como el de los papeles (y fotocopias de fotocopias) de Bárcenas.

Nunca es tarde si la dicha es buena, si bien han sido demasiadas las ocasiones perdidas: ni tan siquiera se emplearon los Gobiernos de turno con un mínimo de celo legislativo en la materia durante los últimos años del felipismo, cuando nos desayunábamos con un caso de corrupción día sí y día también (recordemos: además del ahora magníficamente llevado al cine 'caso Roldán', Filesa, Malesa, Time-Export, GAL, fondos reservados, comisiones del AVE, Cruz Roja, etc.), ni en el posfelipismo, cuando todavía resonaban los ecos de tamaños escándalos. Quizá porque la indignación ciudadana contra los desmanes y desfalcos entre la llamada 'clase política', pese a su repercusión mediática, no estaba en aquella época tan extendida: es más, era muy frecuente escuchar afirmaciones exculpatorias tales como 'yo también lo haría'; en ese sentido, muy significativos fueron los 9,4 millones de votos que consiguió en las elecciones generales de 1996 un PSOE absolutamente minado por la corrupción, que aun así fue capaz de cosechar la que se definió como 'dulce derrota': a apenas 1,2 puntos del PP de Aznar.

Sea como fuere, cabe preguntarse si el estallido de la crisis económica y sus consecuencias, además de un populismo alimentado por el éxito de la demagogia fácil, ha generado realmente en España una corriente crítica y moralizante; o, más bien, nos limitamos a magnificar la corrupción ajena (mientras ocultamos o minimizamos la propia) para utilizarla meramente como arma arrojadiza contra el enemigo político. Porque afirmaciones desmesuradas y surgidas de la pura y dura contienda política, y sobre todo falsas, han pasado casi como verdades absolutas: como que el PP es el partido más corrupto, no ya de España, sino de Europa, o que Rajoy es complaciente o hasta ampara la corrupción, cuando ningún Gobierno como el suyo, pese a todos sus errores, ha aprobado más medidas ni dotado de más medios para combatirla (a las pruebas antedichas cabe remitirse, y de ahí que hayan salido a la luz casos que en el 99% son del pasado). Pero vayamos a ejemplos concretos y recientes.

No solo una escandalosa doble vara de medir política, sino una parcialidad mediática presente en la inmensa mayoría de los canales de televisión (resultado, por otra parte, de una inexplicable política de medios de comunicación), lleva a presentar, por ejemplo, un presunto blanqueo de 50.000 euros en el PP valenciano como la más gigantesca trama de corrupción de la historia reciente, mientras que construir desde la Junta eternamente socialista de Andalucía un entramado para saquear más de 745 millones de euros de dinero público, para más inri destinados a los parados en la región con mayor índice de desempleo de España, no solo se le resta importancia; sino que genera en el PSOE, empezando por la mismísima Susana Díaz, un auténtico terremoto... de defensa a ultranza de la 'honestidad' (sic) de Chaves y Griñán, aun después de que la Fiscalía haya pedido inhabilitación para el primero y cárcel para el segundo. Si esta estrategia de blanqueamiento de los imputados Chaves y Griñán emprendida desde las filas socialistas la llevara a cabo alguien del PP para, por ejemplo, siquiera insinuar la 'honorabilidad' de Rita Barberá... la crucifixión mediática y política sería inmisericorde.

Desde luego, que exijan la renuncia al escaño de Rita Barberá los mismos que mantuvieron como diputado al insigne Pepe Blanco pese a su imputación, o los que no pidieron a Chaves y Griñán que dejaran el partido y el Senado hasta después del suplicatorio, paso que todavía no ha tenido que dar Barberá, no es sino atenerse, en efecto, a la aplicación de una ley: la del embudo. Por cierto, si nos quedamos en la Cámara Alta, ninguno de esos puritanos de izquierdas que dan lecciones todos los días sobre limpieza y regeneración parecen escandalizarse por la presencia del etarra Goioaga, a quien no le piden su acta de senador, para mayor escarnio, del Reino de España. Tampoco la imputación del portavoz nacionalista catalán en el Congreso de los Diputados, Homs, ha sido merecedora de ninguna petición de dimisión, como si incumplir las leyes o actuar contra ese mismo Estado de Derecho del que un político debería ser garante no fuera lo suficientemente grave como para verse en la obligación de abandonar su cargo público.

Pero ahí tenemos a la otra Rita (la buena, la sílfide Maestre) como portavoz 'podemita' del Gobierno municipal de Madrid pese a hallarse condenada por un delito contra los sentimientos religiosos; a su 'camarada' Zapata, enjuiciado por ofender a las víctimas del terrorismo; y a Cañamero, asaltador de fincas y supermercados premiado con un escaño en el Congreso. Porque, según doctrina sentada, y generalmente admitida, por esa 'nueva izquierda' que viene a purificarnos, en nombre del activismo antisistema es lícito atropellar derechos y libertades fundamentales y hasta atentar contra la integridad física de las personas.

Todo lo cual denota una concepción de rigor en la exigencia de ética pública y política realmente peculiar... y contraproducente. ¿Es esta la virtuosa corriente 'moralizante' que está logrando regenerar la vida política y de la que debemos congratularnos? ¿O nos encontramos más bien ante la prueba del nueve del carácter fariseo de un supuesto exceso de celo 'moralista' contra la corrupción, que en realidad no es sino mera estrategia de desgaste hacia el adversario político... sobre todo si se trata del PP?