miércoles, 28 de julio de 2010

NO SON LOS TOROS: ES ESPAÑA


Los antitaurinos de la llamada rama 'animalista' hacen palmas con las orejas a propósito de la prohibición de los toros decretada en Cataluña. Sin embargo, se trataría en todo caso de una victoria pírrica: No sólo en el resto de España (a excepción de Canarias), sino en Portugal, en el sur de Francia (adonde se verán obligados a desplazarse muchos catalanes aficionados a la lidia) y en diversos países de Hispanoamérica seguirán celebrándose corridas de toros, y con muy escasas perspectivas de que cunda el ejemplo catalán. Y es que, por mucho que les disguste a aquellos que tanto velan por unos supuestos derechos de los animales y tan escasamente por la libertad individual (parece mentira que haya que recordar que el sujeto de derechos es el individuo, el hombre como animal racional), la tauromaquia es una manifestación cultural de larga tradición que continúa muy arraigada en la sociedad española; y de ésta, sobre todo tras semejante ostentación de intolerancia, a buen seguro que surgirán iniciativas para favorecer la supervivencia de la conocida como fiesta nacional, que incluso se verá reforzada. Es el efecto 'boomerang' que provocará el prohibicionismo de quienes ni tan siquiera se avienen a abogar por una solución más sensata y apegada a la realidad: Unos toros sin tortura y sin muerte, posiblemente una evolución del festejo que tarde o temprano acabará imponiéndose. Algunos más bien parecen querer propiciar la extinción de la especie, que sería la última consecuencia de la desaparición de las corridas de toros.

Pero no nos engañemos: La decisión tomada por la mayoría del Parlamento de Cataluña no se debe a una especial sensibilidad por el sufrimiento animal, que se torna absolutamente inexistente en el caso de los 'correbous' que continúan celebrándose en tantísimos pueblos catalanes, sino por el odio a todo lo que pueda identificarse con lo español. No son los toros, sino España. El régimen de pensamiento único nacionalista ha logrado dar un paso decisivo más en su concienzudo e inagotable menester de continuar haciendo una Cataluña cada vez menos española y, por tanto, todavía más liberticida: Se empieza impidiendo que en las aulas se imparta clases en español y se continúa multando a quienes rotulan sus comercios en esa misma lengua, con el fin de desterrar su uso de la vida pública; y, claro, qué mejor culminación que prohibiendo en territorio catalán un símbolo tan proverbialmente español como es la fiesta de los toros. Así se recorre el camino de la independencia: Convirtiendo en prácticamente irrelevante la presencia de España en Cataluña. En este sentido, el éxito de nacionalistas y secesionistas sí es verdaderamente indiscutible. Y muy inquietante. Algún día el Partido Socialista de Cataluña, Montilla y Zapatero deberán asumir sus responsabilidades y responder por su insensata contribución a tan peligrosa deriva.

martes, 27 de julio de 2010

OLIVER STONE, O LA IMPOSTURA 'PROGRE'


Era cuestión de tiempo que la siniestra, maligna y despiadada figura de Adolf Hitler obtuviera una indulgencia procedente de la 'intelectualidad' de la inefable progresía: Su cada vez más acendrado e irracional antisemitismo, revestido de antipatía hacia Israel, sólo podía conducirle a tan pedregoso, arriesgado y, a la vez, clarificador camino. Tarde o temprano, alguno de sus próceres acabaría cantando a coro con quienes en Oriente Medio pretenden arrojar a los judíos al mar aquello de 'Hitler tenía razón'. Y nadie mejor que Oliver Stone, el típico 'progre' norteamericano que se desvive por ejercer de 'tonto útil' de las dictaduras más crueles; aquellas que, como las de Castro y Chávez (a los que ha dedicado sendos reportajes vergonzantemente laudatorios), precisamente se caractericen por su antiamericanismo (en realidad su propia ideología, aunque no renuncie personalmente a los adelantos y comodidades de su detestado 'American way of life') y, en consecuencia, perpetren los peores atropellos a los derechos y libertades individuales. Ya puesto a alabar tiranías, por qué iba a andarse con remilgos a la hora de justificar los desmanes y salvajadas del nacionalsocialismo, que no deja de ser un totalitarismo más.

Alega el director de 'Nacido el 4 de julio' y otros conocidos panfletos cinematográficos que a los crímenes del nazismo se les debe situar 'en su contexto', necesaria labor histórica que no permite emprender 'la dominación judía de los medios de comunicación, el mayor lobby en los Estados Unidos'. Esperamos, pues, que en su próxima película, que los norteamericanos al menos tendrán la suerte de no financiar coactivamente, el señor Stone nos desvele que la 'Solución final' planeada por la Alemania nazi para 'limpiar' Europa de judíos no fue más que una invención impuesta por el poderosísimo grupo de presión sionista, y que por tanto la 'Shoah' no llegó a producirse. Es más, de la misma forma que en su conspiranoica 'JFK' expondría la fabulosa teoría de que el asesinato de Kennedy fue obra de una postiza confabulación a tres bandas entre la CIA, el complejo 'militar-industrial' y la mafia cubana (por supuesto, el mundo comunista no tuvo nada que ver), quién sabe si será capaz de presentar al mismísimo Hitler como víctima de esa malvada pretensión judía de dominar el orbe, documentada en los Protocolos de los Sabios de Sión. ¿O en qué consiste exactamente ese 'contexto' que, al modo batasuno, 'explique' tan horrendas atrocidades?

Tamaña impostura, muy propia de una cultureta 'progre' que sienta todos los días cátedra sobre democracia y derechos humanos, pero que a la hora de la verdad no puede evitar manifestar sus simpatías por las peores dictaduras, no debería extrañarnos a estas alturas: Aquí en España, por ejemplo, Almodóvar loaba la 'experiencia democrática de Venezuela' mientras los esbirros de Chávez mataban a manifestantes en las calles; y un tal Guillermo Toledo respaldaba los crímenes del comunismo castrista a la vez que teníamos noticia de la muerte en la cárcel del disidente Orlando Zapata Tamayo. Pues bien, Oliver Stone es como un 'titiritero' de los nuestros; eso sí, norteamericano y, por tanto, no subvencionado. Su postura abiertamente negacionista del Holocausto, aunque quizá pueda considerarse una deleznable novedad dentro de la patulea intelectualoide de izquierdas, es consecuencia lógica de determinados y deplorables prejuicios antisemitas que caracterizan a toda la progresía. Así pues, no tardarán en emularle.

jueves, 22 de julio de 2010

EL 'PROCATALANISMO' DE ZAPATERO


Un presidente del Gobierno digno de tal nombre debería cuidarse muy mucho de manifestar en público sus preferencias por un determinado lugar de España. Entre otras razones, porque su deseable menester como presidente de todos los españoles, sea cual sea el origen o la condición de éstos, quedaría al menos seriamente en entredicho. Sin embargo, se trata de Zapatero, al que, no sólo no le importa establecer divisiones de categorías entre españoles, sino que precisamente basa en esa misma actitud su estrategia política y de mantenimiento en el poder. De ahí que haya declarado sin ambages, e incluso en la sede de la soberanía nacional, su 'procatalanismo'.

Ojalá esa inclinación por lo catalán, que como buen 'progre' identifica con lo nacionalista catalán, se limitara a su conocida y aireada afición por el Barça. Pero esa simpatía que dice profesar adquiere desde luego connotaciones mucho más profundas. Así, ahora que se conmemora su décimo aniversario al frente del socialismo español, cabe recordar con qué apoyos alcanzó contra todo pronóstico la secretaría general del PSOE: Amén de Balbases posteriormente amotinados y tachados de 'corrutos' (Blanco 'dixit'), desempeñó un papel decisivo el PSC liderado entonces por Maragall; ante el cual, y antes de dejarle en la estacada cuando le convino (como a tantos otros), llegaría a comprometerse a aceptar sin más el 'Estatut' que aprobara el Parlamento de Cataluña. Un auténtico dislate de quien aspiraba a presidir el Gobierno de España, pero que dejaba bien claras sus intenciones ya por aquel entonces: Utilizaría precisamente el Estatuto catalán como estandarte de su proyecto de cambio de régimen, para lo cual resultaba imprescindible intentar acabar con el actual sistema constitucional. Eso sí, por la puerta de atrás, con el fin de garantizarse el éxito de la demolición.


De tal forma que, tras el fracaso del caído en desgracia Maragall, el mismísimo Zapatero se encargó, en colaboración con el nacionalista Mas, de insuflar vida a un 'Estatut' que pasó a ser fundamentalmente obra suya. Y una vez que el Tribunal Constitucional, siquiera muy tímidamente, pusiera en evidencia que del Parlamento no salió precisamente 'limpio como una patena', el leonés que gobierna (o malgobierna) España y el cordobés que todavía preside Cataluña, que para más inri se encuentra en vísperas de unas elecciones autonómicas que se le presentan muy complicadas, se confabulan para propiciar la plena realización de la 'nació catalana' y, en consecuencia, saltarse la sentencia a la torera. Así de claro ha sido el presidente del Gobierno al respecto: Cataluña es una 'nación política'; inaudita, frívola y perniciosa afirmación de quien, en virtud de su cargo, debería ser el primero en defender los intereses y las competencias de la Administración General del Estado y, por supuesto, la unidad política de España. Porque si Cataluña ha alcanzado ya tal categoría, ¿cómo se le puede negar que funde un Estado propio? Aunque, claro, ya sabemos que para personaje tan irresponsable e insensato la nación 'discutida y discutible' es la española.

Y es que ni el hecho de que en su momento prometiera cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes, ni la soberanía nacional española de la que emana el sistema constitucional que se intenta menoscabar, ni, en consecuencia, sus instituciones, constituyen un impedimento para los planes rupturistas de Zapatero: El cambio de régimen que propugna pasa por la consolidación del reparto de poder entre nacionalistas de todo pelaje (incluido el componente etarra, al que se pretende incorporar tras ese segundo 'proceso de paz' que se está gestando estos días), que pastorearían sus predios sin escollo alguno, y los socialistas, que con el apoyo de los primeros se asegurarían su mando en plaza sobre lo que quedaría de España. De tal forma que al PP le resulte casi imposible acceder al Gobierno, máxime cuando, al no adherirse al último consenso del pensamiento único nacionalista, su condición de 'enemigo de Cataluña' se propaga convenientemente para confinarle definitivamente en el 'cordón sanitario'. En Cataluña ha basado Zapatero sus victorias electorales (hasta el punto de que sin los 25 escaños que aporta el PSC, el partido mayoritario en la Cámara sería el PP), y en Cataluña quiere fundamentar su solapado y sectario cambio de sistema.

Quizá una crisis económica que se está viendo absolutamente incapaz de gestionar acabe dando al traste con sus planes. Aunque todavía está por ver.

martes, 20 de julio de 2010

EL 'CASO BONO' DARÁ TODAVÍA MÁS DE SÍ


Una vez más, la Fiscalía General del ladino Conde Pumpido ha demostrado poseer el don de la oportunidad: Hace pública su negativa a investigar a Bono y su ingente patrimonio justo el mismo día en el que se anuncia su separación matrimonial. Desde luego, no cabe atribuir la simultaneidad de tales hechos al puro azar: En todo lo que atañe al Gobierno de Zapatero y sus resortes y adláteres, las casualidades sencillamente no existen. En este caso, se pretende que cale en una opinión pública especialmente sensibilizada ante este tipo de avatares el siguiente mensaje: Es el momento de dejar en paz al pobre (por supuesto, sólo en el sentido espiritual) señor Bono, que bastante tiene ahora con afrontar además las dolorosas consecuencias de una ruptura sentimental.

Si nos refiriéramos a un ciudadano anónimo que responde al nombre de Pepe, obviamente no sería asunto nuestro su súbito y llamativo enriquecimiento: Allá él con sus alegrías, sus cuitas y sus más que probables problemas con Hacienda. No obstante, se trata nada menos que de don José Bono Martínez, actualmente presidente de las Cortes Generales, como tal tercera autoridad del Reino de España, y que a la sazón fue presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha durante la friolera de 21 años, además de Ministro de Defensa de 2004 a 2006. Por tanto, sí resulta de pleno interés dilucidar si hizo un ilegítimo uso de los referidos cargos públicos, pagados con el dinero de nuestros impuestos, para engordar de manera harto desmedida su patrimonio.

Sólo la escandalosa doble vara de medir de la Fiscalía General del PSOE (que por ejemplo advierte 'cohecho impropio' en el hipotético regalo de unos trajes a Camps, mientras no aplica ese mismo supuesto a la decoración 'gratis total', reconocida por el propio Bono, por parte de un constructor posteriormente beneficiado por una recalificación) le ha evitado al todavía presidente del Congreso verse obligado a asumir responsabilidades políticas. Es decir, esa su condición que tantas veces menta como causa del hostigamiento político y mediático del que lamenta ser víctima, la de socialista (además de cristiano), es precisamente la que le salva. Porque es lugar común que el hecho de que alguien de la derecha, sobre todo si es o ha sido empresario, se enriquezca es siempre sospechoso, cuando no perseguible de oficio; ahora bien, si quien prospera económicamente se declara de izquierdas, incluso si lo hace desde la política, pasa a ser merecedor de parabienes y hasta de admiración.

Sin embargo, el 'caso Bono', pese a los enormes esfuerzos de algunos por enterrarlo definitivamente, todavía va a dar más de sí: El Tribunal de Cuentas ha trasladado a Anticorrupción la muy sospechosa 'negligencia' del Gobierno de Castilla-La Mancha, presidido entonces por Bono, ante las irregulares adjudicaciones del Ayuntamiento de Seseña al constructor conocido como El Pocero. Además, el PP ha anunciado que presentará una querella contra Bono en el Tribunal Supremo. Tan graves indicios de enriquecimiento ilícito han de seguir siendo objeto de la más rigurosa investigación, por mucho que pueda estar pasando por un momento personal delicado. Es más, quizá acabe siendo conveniente averiguar si su tan divulgada separación no es en realidad sino una estratagema más.

jueves, 15 de julio de 2010

LO QUE NOS UNE DE VERDAD

CUÁNTO LE COSTARÁ A ESPAÑA


A Zapatero se le notaba incómodo en su sexto Debate sobre el estado de la Nación como presidente. Desde el momento en el que subió a la tribuna de oradores. Acostumbrado a echar mano del populismo barato (aunque carísimo para nuestros bolsillos) para intentar salir del trance, le malhumoraba que esta vez se le impidiera sacar algún majestuoso conejo, por supuesto que pagado por todos, de su eximia y otrora mágica chistera, ahora venida a menos. Y es que, afortunadamente, Obama, Merkel y Sarkozy le han hecho ver que, en efecto, la fiesta se ha terminado definitivamente: Nada de volver a disparar con pólvora del rey, se acabó tirar del déficit. Así pues, no tuvo más remedio que limitarse a enumerar unas medidas que en su momento se vio forzado a tomar, como tales enumeradas con muy escaso entusiasmo.

Sólo faltaba que se atreviera a replicarle el líder de la oposición, quien, en un incisivo discurso, dejó al descubierto sus flagrantes bandazos y contradicciones: El que no iba a tocar las pensiones ni el sueldo de los funcionarios, acaba llevando a cabo los mayores recortes de la democracia; quien no quería ni oir hablar de una reforma laboral, ahora nos canta sus virtudes. ZP contra ZP, que a su vez presenta como solución... a ZP. ¿Podemos confiar en alguien así para salir de la crisis? ¿En el que promete algo para luego hacer lo contrario? ¿En quien, y por mucho que presuma de 'progresista', sólo es bravo y enérgico con los más débiles, es decir, con quienes no tienen capacidad de sublevarse? ¿En el mismo que ha fulminado unilateralmente el Pacto de Toledo? Mientras la bancada socialista abroncaba, e incluso insultaba, a Rajoy, Zapatero se revolvía en su asiento.

Pero el presidente del PP continuaba, implacable. No resolveríamos el problema con una mera crisis de Gobierno, porque ¿de qué sirve cambiar la peana si conservamos el santo? Después, tras puntualizar que a él más bien le convendría que Zapatero siguiera desgastándose al frente del Ejecutivo, pero que había que mirar por el interés de los españoles, solemnizó una demanda, la que cabe esperar de un líder de la oposición en una coyuntura como la actual: Dado que usted no está capacitado para gobernar, disuelva las Cortes y convoque elecciones generales. Es, desde luego, el mejor y único servicio que le puede hacer a España a estas alturas. En efecto, ante la desconfianza que genera el todavía presidente del Gobierno, se nos debería conceder a los españoles la oportunidad de pronunciarnos en una situación política y económica tan delicada.

Era demasiado para el providencial hombre que rige nuestros destinos. Encima de que los papás le quitan el juguete, el rival que pretende ocupar su puesto le riñe y le insta a dejar de jugar. Sonado, descompuesto, tremendamente nervioso y crispado, se olvida de su tan proverbial como falsario talante y procede como un Pepiño Blanco cualquiera, al que incluso logra superar en insolencia. Además de dedicar la mayor parte de su intervención en descalificar personalmente a Rajoy, para lo que no tuvo más que tirar de manual aunque en un tono especialmente agrio, dio rienda suelta a ocurrencias dialécticas tan geniales como parafrasear al 'presidente' (sic) Kennedy, poner como ejemplo ¡a su denostado Bush! y erigirse en defensor insobornable de los 'trabajadores más humildes' pese a que sus políticas han generado cinco millones de parados. Finalmente, y tras identificar sus propios intereses con los de España, deja absolutamente claro que continuará en el machito 'cueste lo que cueste'.

Cabe preguntarse cuánto le costará tal obcecación, no al propio Zapatero, sino a España. Una de las respuestas la encontramos sin duda en su compromiso adquirido ante los portavoces del nacionalismo catalán: El mismo que tiene la desfachatez de envolverse en la bandera española se pasará por el arco del triunfo la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña. De esta forma, no le faltarán apoyos que le garanticen su permanencia en la Moncloa. Cueste lo que cueste.

martes, 13 de julio de 2010

RECUERDOS, YA SUPERADOS, DE UN HINCHA SUFRIDOR


Confieso que un niño tan introvertido, retraído y absorto en sus comics como lo era yo no sintió el menor interés por el fútbol hasta los once años bien cumplidos. La celebración del Mundial de 1982 en España, todo un acontecimiento histórico, y como tal omnipresente en las televisiones de nuestros hogares hasta su clausura, me hizo ver que ese deporte capaz de movilizar a las masas era mucho más que aquella famosa definición de Alfonso Guerra, y que ciertamente yo por aquel entonces corroboraba: Veintidós tipos en pantalón corto corriendo alrededor de una pelota.

Realmente, mi afición por el fútbol me la despertó una Selección Española llamada a realizar un gran papel al jugar en casa, contar con el aliento del público y, cómo no, un equipo de futbolistas de calidad capitaneado por el considerado por muchos como uno de los mejores porteros del planeta. Pero el chasco fue monumental: Los Gordillo, Juanito, Zamora, Satrústegui, López Ufarte, salían al campo como verdaderos flanes y no daban una a derechas... Hasta los rechaces de Arconada iban a parar casi irremisiblemente a los pies de los delanteros contrarios. Incluso los arbitrajes, favorables por primera y quizá única vez en la historia, se mostraron inútiles. El resultado no podía ser otro: Después de empatar con la débil Honduras y caer derrotados sorprendentemente ante Irlanda del Norte, la Alemania de Schumacher, Littbarski y Rummenigge acabaría eliminándonos mucho más pronto de lo que esperábamos. Fue mi primera gran decepción como hincha del que desde entonces ha sido mi primer y auténtico equipo: La Selección de España, la que por todo el mundo representa y lleva el nombre de mi país, de mi nación.

Tendríamos oportunidad de resarcirnos poco después en la Eurocopa de 1984 en Francia, a la que accedimos, recordémoslo, gracias a aquel heroico 12-1 a Malta en el Benito Villamarín. Una Selección dirigida por el castizo Miguel Muñoz, y que se distinguía más por la fuerza y el coraje de los Camacho, Maceda, Goicoechea, Víctor, Señor, Rincón o Santillana (verdaderos exponentes de 'la Furia') que por el buen fútbol, llegaba sorpresivamente a la final del campeonato; precisamente veinte años después de aquella legendaria victoria en Madrid ante la URSS de Yashin, que significaba nuestra primera y por entonces única Eurocopa. Sin embargo, los anfitriones lograrían derrotarnos en un funesto partido marcado por un fallo garrafal de Arconada, el mismo gran portero que, merced a sus colosales intervenciones contra Alemania y Dinamarca, nos había conducido a la final. Desde luego, un subcampeonato de Europa tras el fiasco mundialista bien pudo considerarse todo un éxito, aunque desde entonces parecía empezar a acompañarnos la desgracia, e incluso la tragedia, en los momentos más decisivos.

Así, por ejemplo, en el Mundial de México'86 nos quedamos con la sensación de que nuestra Selección podía haber aspirado a todo; ya que, además de mantener el vigor y el pundonor de dos años antes, había incorporado talento y calidad técnica, especialmente de futbolistas procedentes de la entonces incipiente 'Quinta del Buitre'. Supo sobreponerse a la injusta derrota ante Brasil (en la que el árbitro australiano Bambridge nos birló un golazo de Míchel) y ganar después a Irlanda del Norte y a Argelia. En octavos, goleamos (5-1) a una Dinamarca, la de un joven Laudrup, que jugaba como los ángeles aunque su defensa dejaba que desear; fue una noche mágica e inolvidable en la que Butragueño, autor de cuatro goles, llegaría a ser aclamado como presidente del Gobierno. Pero, ay, llegaron los malditos cuartos de final, cuando una selección notoriamente inferior como la belga nos apeó en la tanda de penalties: Las tretas del experimentado cancerbero Jean-Marie Pfaff consiguieron poner nervioso a un imberbe Eloy, que erró su lanzamiento.

El fracaso de la Eurocopa de 1988, en la que la anfitriona Alemania (una vez más) eliminaría a España en la primera fase, supondría el fin de la 'era Muñoz'. Su sustituto, el mítico Luis Suárez, afrontaba con cierta ilusión un Mundial que se disputaba en un país que le trataba como un auténtico ídolo: Italia. Pero 1990 tampoco era nuestro año: Tras empatar con Uruguay y vencer a Corea del Sur (con tres magníficos goles de Míchel) y Bélgica, una Yugoslavia que se dedicó a verlas venir, y a la que le bastó con dos destellos de calidad de Stojkovic, nos mandó a casa. Duro golpe que costó encajar, ya que ni tan siquiera lograríamos clasificarnos para la Eurocopa que se celebraría en nuestro año olímpico. Eso sí, al menos nos llenó de alegría aquella Selección que, dirigida por el interino Vicente Miera, lograría de la mano de los Toni, Ferrer, Abelardo, Guardiola, Amavisca, Kiko, Alfonso y demás, un merecidísimo y meritorio oro en Barcelona, en el imborrable marco de un Camp Nou repleto de banderas españolas.

El polémico Javier Clemente se encargaría de dejar muy pronto su impronta como nuevo seleccionador español. Así, además de basar el estilo de juego en la solidez defensiva y un fútbol directo, al modo británico, el de Baracaldo no confiaba ya en una 'Quinta del Buitre' que empezaba a vivir su particular decadencia. Ciertamente, el envite del vasco consiguió superar récords de imbatibilidad, aunque los resultados de las fases finales fueron más bien magros. En el Mundial de 1994 en Estados Unidos, dentro de un equipo en el que destacaba la actuación estelar de Caminero, después de empatar con Corea del Sur y Alemania y ganar a Bolivia, vencimos en octavos con claridad a Suiza (3-0); pero en los fatídicos cuartos Italia, sin merecerlo en absoluto, nos eliminaría. Dos imágenes se nos quedarían grabadas de tan aciago partido: Julio Salinas, que ostentaba el mérito de haber marcado en todos los Mundiales que había jugado, falló empero un gol cantado ante el portero Pagliuca; y, sobre todo, el violento codazo en el área italiana de Tassotti a Luis Enrique, cuya nariz rota y ensangrentada, la viva representación de la tragedia que nos perseguía, ni tan siquiera persuadió al árbitro húngaro Puhl, que se hizo el sueco.

En la Eurocopa de 1996, disputada en Inglaterra, nos quedamos de nuevo en los cuartos de final: Nos cruzamos con los anfitriones, con los que sólo pudimos empatar a cero tras disfrutar de claras oportunidades de gol. Sin embargo, nos derrotarían en la tanda de penalties tras sendos errores de Hierro y Nadal. Dos años después, en el Mundial de Francia, pese al debut de quien sigue siendo el máximo goleador de la historia de nuestra Selección, el carismático Raúl, protagonizaríamos un fracaso sin paliativos: El desastre ante Nigeria, en un desgraciado encuentro señalado por el inconcebible gol en propia puerta del buen portero Zubizarreta, todavía poseedor del récord de internacionalidades, hizo estériles el empate ante Paraguay y la goleada por 6-1 a Bulgaria. Nos vimos obligados a volver a España ya en la primera fase. La larga y controvertida 'era Clemente', que se resistía aún así a dejar el cargo, tocaría definitivamente a su fin después de una humillante derrota en Chipre.

Tomaría el relevo el pasional José Antonio Camacho, cuyo concepto del fútbol era muy distinto al de su antecesor. El murciano apostaría desde el principio por un juego decididamente ofensivo, y sus comienzos fueron realmente apabullantes: El 9-0 propinado en la fase de clasificación a Austria en Valencia, con cuatro goles de Raúl, quedará en los anales del fútbol español. Sin embargo, a la hora de la verdad volveríamos a las andadas: En la Eurocopa de 2000, tras una épica y agónica victoria ante Yugoslavia por 4-3 (inolvidable aquella volea espectacular de Alfonso en el tiempo añadido), volveríamos a caer eliminados en cuartos de final. Esta vez a manos de la Francia de Zidane, no sin poner de nuestra parte una vez más el consiguiente tinte dramático: En los últimos minutos y con el marcador 2-1 en contra, Raúl fallaría un penalty al lanzar el balón a las nubes. De nuevo echaríamos por la borda una oportunidad histórica.

Pero nuestra salida del Mundial de Corea y Japón, al que España comparecía esta vez como una de las favoritas, fue todavía más sangrante: Tras superar con facilidad y cierta brillantez la primera fase merced a sendas victorias contra Eslovenia, Paraguay y Sudáfrica, se consiguió superar a la muy rocosa Irlanda... por penalties, en los que emergió por primera vez la figura de 'San Íker' Casillas. Sin embargo, no repetimos suerte en el temido cruce de cuartos de final, de nuevo frente a los anfitriones (en este caso, los coreanos), cuando el escandalosamente parcial arbitraje del nefasto Al Gandhour y sus ineptos linieres, que nos anularon dos impolutos goles (de Baraja y de Morientes) y una jugada clara de gol, nos condenó a disputarnos el pase en la lotería de los penalties. El joven y excelente extremo Joaquín, que por lo demás jugó un gran partido, tuvo la desdicha de errar su tiro. Camacho, asqueado por un sistema, el de la FIFA, que impone unos intereses creados hasta el punto de adulterar la competición, dimitió.

Le sustituyó un hombre de la casa, el bueno de Iñaki Sáez, que lo había ganado prácticamente todo al frente de la categoría sub-21. Sin embargo, su periodo al frente de la Selección absoluta acabó siendo un breve interregno de dos años hasta la llegada de Luis Aragonés. Aún así, tuvo tiempo de clasificar a España, no sin apuros, para la Eurocopa de Portugal de 2004, donde caímos en la primera fase, de nuevo ante los anfitriones. El Sabio de Hortaleza pasaría a tomar las riendas de un grupo de jugadores de extraordinaria calidad técnica y física, aunque todavía inexpertos. Bisoñez que pagarían en el Mundial de Alemania de 2006, donde, tras maravillar ante Ucrania (4-0), vencer con ciertas dificultades a Túnez y cubrir el expediente contra Arabia Saudí, perderían en octavos frente a la veterana Francia de los Vieira, Zidane, Ribéry y Henry por 1-3 tras adelantarse en el marcador. Y es que del encuentro, en el que España salió al terreno de juego nada menos que con tres delanteros natos como Villa, Fernando Torres y Raúl, y con tan solo Xabi Alonso ejerciendo de 'stopper' en el centro del campo, había que extraer una clara lección: En este tipo de partidos, además de ser ambiciosos en ataque, también hay que saber guardar la viña.

La fase de clasificación que llevaría a una extraordinaria generación de futbolistas a su primer gran triunfo, el de la Eurocopa de 2008 disputada en Austria y Suiza, no fue precisamente un camino de rosas. Las derrotas en Irlanda del Norte y Suecia pondrían en la cuerda floja a Luis Aragonés, ya de por sí muy discutido tras la eliminación en el pasado Mundial y, más recientemente, por dejar de convocar después del partido de Belfast a la estrella madridista Raúl, con quien ya se enfrentó en Alemania. La relación con los medios de comunicación llegó a enrarecerse, pero las propias adversidades hicieron fuerte al grupo construido en torno a Luis. De tal forma que, tras obtener el pasaporte para la fase final, la Selección se soltó y dio lo mejor de sí. Además, consiguió desprenderse de la maldición de los cuartos de final al derrotar ¡en la tanda de penalties! nada menos que a la sempiterna Italia, con 'San Íker' ejerciendo de nuevo de salvador: La 'vendetta' por la infamia de USA'94 estaba servida. Después vendría la exhibición en semifinales ante Rusia (3-0), y en la final lograríamos vencer con absoluta solvencia a un potentísimo rival que tantas veces se había cruzado en nuestro camino, casi siempre para mal: Alemania. El gol del 'Niño' Torres, toda una demostración de habilidad y velocidad, sería la gloriosa culminación del trabajo de una España que había maravillado con su juego de toque y preciso. Los Casillas, Sergio Ramos, Puyol, Xabi Alonso, Xavi (el jugador más destacado del torneo), Iniesta, Cesc, Villa o Torres por fin se habían demostrado a sí mismos lo que son capaces de hacer... también en la Selección.

El ex-seleccionador Camacho no se cansaba de repetir que lo que le faltaba a España para alcanzar el nivel de Brasil, Alemania, Italia o Argentina era dominar 'el otro fútbol'. Es decir, actuar con más oficio, ser más competitivos en los partidos cruciales. Y, por qué no, tener esa pizca de suerte que suele acompañar a los campeones. Pues bien, en el último Mundial de Sudáfrica nuestros jugadores han demostrado que, en efecto, han adquirido ese saber estar, esa capacidad especial que se les exige a los que llegan a lo más alto. Esta vez no hemos tenido que lamentar ningún inoportuno fallo del portero en el peor momento, sino, bien al contrario, las intervenciones de Casillas han sido providenciales y decisivas; nuestra defensa, segura y firme, no se ha descompuesto nunca; nuestro centro del campo ha sabido siempre controlar el 'tempo' de los partidos, y ha tenido claro desde el principio que para dominar el balón, muchas veces hay que recuperarlo antes; y en la delantera hemos tenido a un auténtico valladar, el 'Guaje' Villa, cuyo olfato de gol nos ha sacado de más de un apuro.

Vicente del Bosque, el hombre tranquilo, ha heredado las virtudes del fenomenal equipo formado por Luis, pero sin renunciar a su filosofía del fútbol. Así, del 4-1-4-1 hemos pasado al 4-2-3-1, con Busquets (que ha mantenido la magnífica labor de contención que realizara Senna en la Eurocopa) y Xabi Alonso en el doble pivote. Lo cual no quiere decir que se haya desarrollado un juego más defensivo, sino que se le ha dotado de más equilibrio al centro del campo. En cualquier caso, la inesperada y accidental derrota ante Suiza convertiría la gestión de un legado extraordinario en especialmente difícil, sobre todo tras unas desafortunadas declaraciones de su predecesor, como tal la persona menos adecuada para criticar en público al seleccionador. Pero Del Bosque no entró al trapo, calmó al vestuario y transmitió serenidad a la prensa; quién sabe lo que hubiera pasado en esa situación con un entrenador de carácter distinto. Así pues, la templanza y la ecuanimidad con la que ha procedido siempre don Vicente, incluso en los momentos más complicados, ha sido de gran ayuda para la consecución del campeonato del mundo.

Nada menos que seis jugadores españoles forman parte del equipo ideal de la FIFA: Casillas en la portería; Sergio Ramos y Puyol en la defensa; Xavi e Iniesta en la media; y Villa en la delantera. Quizá deberían haber entrado más integrantes de nuestra Selección, como Piqué y Busquets. Pero si alguien simboliza como nadie el estilo español, depurado y técnico aunque no exento de lucha y sacrificio, ese es Andrés Iniesta. Él y no otro se merecía haber marcado el gol de la victoria en la final ante una Holanda inesperada y lamentablemente marrullera. Y también es el que más méritos ha adquirido para conseguir el Balón de Oro. Porque, con todos los respetos, se trata de un futbolista que se encuentra al menos al mismo nivel que un Messi o un Cristiano Ronaldo, aunque haya nacido en un pequeño pueblo albaceteño llamado Fuentealbilla.

Finalmente, en Sudáfrica se ha hecho justicia con el fútbol español. Desde luego, ya nos tocaba a todas las generaciones de hinchas sufridores de la Selección llevarnos una alegría tan inmensa. De ahí la explosión de júbilo que hemos vivido y del que hemos participado estos días en las calles de toda España, incluidos supuestos predios nacionalistas. Y es que, pese a los denodados esfuerzos de los disgregadores de turno, y muy a pesar de tener un presidente del Gobierno que considera a nuestra nación 'discutida y discutible' (no es de extrañar que le cueste tanto emitir un 'viva España', aunque no ha tardado en apropiarse políticamente del éxito), España todavía existe. Al menos, el sentimiento y el orgullo de ser español continúa más vivo que nunca. Aunque quizá hayamos tenido que esperar a que nuestra Selección de fútbol gane por fin un Mundial para darnos cuenta. Algo, en tal caso, que también hemos de agradecerles.

jueves, 8 de julio de 2010

EL MINISTRO QUIERE DETENCIONES


'El Ministro quiere detenciones, y habrá detenciones'. Todavía resuenan las escalofriantes palabras de cierto comisario de Policía, sin duda rubalcabiano, que instaba taxativamente al cumplimiento de la consigna política y gubernamental de rigor. Y vaya si las hubo: Concretamente la de un matrimonio que tuvo la mala suerte de aparecer en una fotografía enarbolando una bandera nacional cerca del entonces Ministro de Defensa, José Bono, en una manifestación en memoria de las víctimas del terrorismo. El orgullo herido de quien se creía merecedor de la ovación general, y que en cambio obtuvo increpaciones que él mismo se encargó de convertir en agresiones físicas, exigía en efecto la adopción de alguna represalia. Y nada más ejemplarizante que señalar como delincuentes en potencia a dos ciudadanos anónimos y, en principio, pacíficos y de vida modélica; pero, ay, que cometían el delito de ser afiliados del PP. Porque esa y no otra, la de la militancia política, fue la razón de unas detenciones que posteriormente la Justicia confirmaría como ilegales.

La condena judicial de este primer gran baldón liberticida del zapaterismo, pese a que se llevó por delante al entonces Delegado del Gobierno de la Comunidad de Madrid, no consiguió arredrar en absoluto a un Ejecutivo que, fiel al tradicional e histórico proceder del PSOE, nunca ha dudado en utilizar los instrumentos y resortes del Estado para perseguir a la oposición política. Hostigamiento que se viste de implacable lucha contra la corrupción, pero precisamente sólo en aquellos lugares que no son plazas socialistas: Canarias, coincidiendo con el aterrizaje de López Aguilar como candidato a la presidencia de las islas, estuvo semanas literalmente tomada por unidades de Policía y cámaras de televisión; Murcia, tres cuartos de lo mismo a la vez que el cazador furtivo Bermejo llegaba en paracaídas; y qué decir de Madrid y la Comunidad Valenciana, que tanto se resisten a dejarse seducir por los encantos del zapaterismo... Espectaculares despliegues de medios policiales, magnificados por la correspondiente repercusión mediática, han tenido lugar para detener a concejales, alcaldes y otros cargos públicos, por supuesto ninguno de ellos socialista; de los cuales, la mayoría ha acabado quedando en libertad, y en no pocos casos sin cargos. Aunque el objetivo de someterles a la llamada 'pena de telediario' y colocarles el sambenito de por vida, que es de lo que se trata, se ha cumplido siempre a la perfección.

Pero la prueba del nueve de que el Gobierno de Zapatero, apoyándose en el oscuro menester de personajes tan siniestros como Rubalcaba y Conde Pumpido, ha hecho del español un Estado policial al servicio de los intereses electorales de partido (del PSOE, claro), la encontramos en las detenciones producidas recientemente en Alicante y Orihuela. Las mismas se llevaron a cabo sin orden judicial, lo que supone ni más ni menos que un atropello a los derechos y libertades de unos ciudadanos que, mientras no se demuestre lo contrario, deberían disfrutar de la presunción de inocencia. Huelga puntualizar que en un Estado de Derecho la Policía no está legitimada para arrestar a nadie sin la autorización de un juez, salvo supuesto de algún flagrante delito que, obviamente, no procede en este caso. Por tanto, de lo que fueron víctimas tanto el presidente de la Diputación de Alicante como el resto de los apresados tiene una definición clara y precisa: Secuestro.

Tamaña tropelía contra las garantías constitucionales provocaría la inmediata dimisión del Ministro del Interior en un régimen democrático y de libertades medianamente asentado. Pero, claro, se trata de Rubalcaba, que a estas alturas puede presumir de ostentar un extensísimo currículum de fechorías liberticidas, y de España, a la que el Gobierno de Zapatero está empeñado en convertir en una especie de sucedáneo de Cuba o Venezuela. El Ministro quiere detenciones, y las seguirá habiendo.

martes, 6 de julio de 2010

DELITO DE LESA CORRECCIÓN POLÍTICA


Los perversos efectos de la absolutización de los paradigmas progres empiezan a percibirse con toda su crudeza. La dictadura de lo políticamente correcto, implacable enemiga de la libertad de expresión, se erige ya como el principal instrumento del zapaterismo para controlar nuestras ideas, nuestras opiniones, nuestros pensamientos. Qué mejor medio además para imponer y hacer realidad ese proyecto de ingeniería social que es norte de su programa político: Todos, absolutamente todos hemos de asimilar acríticamente las pautas y consignas de rigor. Y ay de quien se desvíe mínimamente del camino trazado.

De ahí que el eminente compañero de pupitre del presidente haya decidido tirar de memoria histórica y, en consecuencia, hacer del actual Ministerio de Industria, Turismo y Comercio un remedo del Ministerio de Información y Turismo, su antecedente franquista. Porque este Gobierno, a fuerza de jactarse todos los días de su antifranquismo, acaba rescatando los peores métodos de su denostado régimen. Eso sí, dado que la legislación actual no se lo permite, el señor Sebastián habrá lamentado muy mucho no haber podido imponer la censura previa al modo de un Gabriel Arias Salgado. Así pues, no ha tenido más remedio que conformarse con sancionar con una multa administrativa a una cadena de televisión que, en su intolerable y obcecado empeño en poner en solfa esos convencionalismos y prejuicios que el zapaterismo pretende convertir en verdades absolutas, ¡se ha atrevido a emitir un vídeo que... desaprueba el sagrado e intangible Desfile del Orgullo Gay!



¿Habráse visto semejante afrenta? Pase que haya quien ridiculice a un mendigo en directo, o que incluso provoque un conflicto diplomático burlándose de la pobreza de un país... Pecados absolutamente veniales, máxime cuando sin duda en estos casos se trata de vídeos 'progresistas', viniendo de donde vienen. ¡Pero que esos irreverentes de la ultraderecha opinen sobre ese glorioso festival zeroliano... y que además lo critiquen, cuando el catecismo de la progresía prescribe que sólo cabe dedicarle alabanzas y parabienes!

Ante tamaño delito de lesa corrección política, no hay Estado de Derecho que valga. En consecuencia, como guardián de las esencias que es, el Gobierno, sin esperar a que un juez decida sobre una posible contraposición de derechos, ha actuado de forma inmediata: Condena civil a los sacrílegos, a los que se les aplica la mordaza en forma de multa. Y que cunda el ejemplo.