jueves, 30 de julio de 2015

UN 'TRÁGALA' DE REFORMA ELECTORAL EN MURCIA

Artículo mío publicado en el diario La Opinión de Murcia, ayer, 29 de julio.

Imaginemos por un momento que el Partido Popular hubiese logrado finalmente en las elecciones autonómicas murcianas ese único escaño que le faltaba para la mayoría absoluta y, como primera medida inmediata, hubiese planteado unilateralmente (esto es, impuesto) y por la vía rápida una reforma electoral que pudiera favorecerle mínimamente. ¿Qué no se hubiera dicho y escrito, qué calificativos más o menos gruesos no le hubiesen dedicado? Autoritarios, caciques, tramposos… sería lo más suave que leeríamos y escucháramos. Desde luego, hubiese ostentado toda la legitimidad derivada de las urnas, si bien se hubiera tratado de un proceder escasamente presentable desde un punto de vista institucional y hasta de la ética política, ya que cambiar las reglas de juego electoral a pura conveniencia y sin contar con un mínimo de consenso sentaría un precedente indeseable en nuestra democracia. Pues bien, semejante ‘rodillo’ parlamentario, tan criticado en el PP, es el que utiliza ahora, y sin contemplación alguna, esa misma oposición ‘tripartita’ PSOE-Podemos-Ciudadanos que tanto denostaba ese tipo de comportamientos; cabe colegir que solo de boquilla y de manera harto farisea, puesto que por sus actos les conoceréis.

Obviamente, esta reforma del sistema electoral autonómico ni responde a una de las principales demandas de la sociedad murciana (sabido es que el murciano medio no se levanta por las mañanas preocupado por si debe haber o no circunscripción única, o por el porcentaje mínimo para entrar en la Asamblea Regional), ni por supuesto va a redundar en la mejora de la calidad de vida de los murcianos (como de hecho no la favorece ninguna otra propuesta procedente del embrión de este mismo acuerdo de reforma, el ‘Pacto del Moneo’; nacido, no lo olvidemos, con la pretensión de orillar al PP); sin embargo, se eligió el trámite de urgencia para aprobarlo, sin dar prácticamente tiempo para la presentación de unas enmiendas, además, sistemáticamente rechazadas, y sin contar, no ya con el mismo PP, de nuevo el partido más votado, y con diferencia, por los electores murcianos, sino con organismos que deberían haberse pronunciado al respecto de una iniciativa legislativa de tantísima importancia, como son el Consejo Jurídico y el Consejo Económico y Social de la Región. ¿Y a qué se deben tantas prisas? Ni más ni menos, a que los promotores de esta reforma ‘express’, que consideran que no se van a ver en otra, no tienen otra prioridad que forzar un cambio en las reglas de juego electoral del que puedan sacar ventaja particular, sin importarles lo más mínimo el beneficio o el perjuicio que ello pueda reportar para el sistema democrático y el ejercicio del voto en la Región.

Así por ejemplo, resulta muy significativo que, los mismos que alardean de sus supuestos hábitos de democracia interna y de identificarse con el sentir del ‘pueblo’, incluidos aquellos que ensalzan el referéndum celebrado en Grecia y hasta se adhieren al llamado ‘derecho a decidir’ demandado por el nacionalismo separatista catalán, rechacen en cambio establecer algún procedimiento de consulta para pulsar la opinión de los murcianos sobre la reforma electoral que se plantea. Porque, claro, ¿y si les dejan en mal lugar? Cuidado, que los murcianos siguen votando mayoritariamente al PP, y no se puede confiar en ellos. Además, aquellos a los que se les llena la boca con expresiones como ‘regeneración democrática’ y hasta se permiten imponer a los demás partidos sistemas de elección interna por su supuesto mayor carácter participativo, no han tomado siquiera en consideración la propuesta de introducir listas abiertas para que el votante elija directamente a los candidatos. Serían cambios de verdadera enjundia y que sí harían de la nuestra una democracia de mayor calidad, y que no se limitarían tan solo a propiciar una mayor o menor ventaja en el reparto de escaños de unos partidos respecto a otros; aspecto este que ciertamente preocupa a ciertos líderes políticos, pero no a la generalidad de los murcianos.

Pero, por desgracia, vemos una vez más reflejados en la autocalificada ‘nueva política’ los modos de proceder más deleznables de la ‘vieja’, y además corregidos y aumentados: a los casos conocidos de transfuguismo, nepotismo, apego al cargo, hay que añadir ahora en Murcia el ‘rodillo’ parlamentario… incluso en materias que hasta ahora se procuraba que fueran objeto de un amplio acuerdo político. El Partido Popular quizá sea justo merecedor de algunas de las críticas que le han dedicado durante el ejercicio de sus mayorías absolutas, pero jamás ha iniciado siquiera el trámite para imponer un cambio del régimen electoral en Murcia; tampoco lo ha terminado haciendo en el Parlamento de la nación, pese a que el que sistema mayoritario que se llegó a plantear le hubiese favorecido, y mucho, en las últimas elecciones municipales. En ambos casos hubiese tenido toda la legitimidad de sendas y holgadas mayorías cosechadas en las urnas, pero no contaba con un mínimo consenso, o al menos con el acuerdo del principal partido de la oposición, condición no escrita pero vigente hasta ahora para emprender una reforma tan básica para el sistema democrático como la de las reglas de juego electoral, las normas de cómo elegir a nuestros representantes políticos.

Hasta que han llegado los que han sustituido las negociaciones políticas para procurar acuerdos por los ‘trágalas’ impuestos por mayorías artificiales y meramente coyunturales. Y estos son los que venían a regenerar y mejorar la democracia. Pues apaga y vámonos.

lunes, 27 de julio de 2015

SEPARATISMO Y ULTRAIZQUIERDA, TODOS A UNA

El frente secesionista catalán, que acaudilla una Convergència que, al menos hasta ahora, se tenía como partido burgués y defensor de la propiedad privada y la economía de mercado, se encomienda para encabezar su lista electoral conjunta a una grotesca imitación de Varoufakis (con su rapado al cero y su cuerpo de gimnasio y todo): nada menos que a Romeva, un 'rojiverde' de ultraizquierda que dejó en el Parlamento Europeo perlas tales como exigir sanciones a un futbolista del Real Madrid o alertar sobre una inminente invasión del Ejército español a Cataluña con motivo de unas maniobras aéreas. El nacionalismo separatista catalán se agarra como clavo ardiendo al reclamo electoral del populismo antisistema y sus modos esperpénticos, que sin ir más lejos logró en la mismísima Barcelona obtener el mayor número de votos. Aunque difícilmente se puede hacer más el ridículo.

Sea como fuere, no es ningún secreto que el nacionalismo independentista y la extrema izquierda antisistema llevan tiempo uniendo fuerzas para intentar acabar con el enemigo común: la España unida y constitucional de la vigente Monarquía parlamentaria, lo que llaman 'el régimen del 78'. Unos, para destruir su unidad como nación; otros, para cambiar radicalmente el actual sistema político surgido del consenso nacional con el fin de que media España vuelva a imponerse sobre la otra media. Así, a ese frente separatista recientemente formado en Cataluña por Convergència, ERC e insignes antisistema, entre ellos quien liderará la lista, hay que sumar el pacto entre PNV, Podemos y Bildu (al que llegó a sumarse inicialmente el PSOE) para echar al PP de la Alcaldía de Vitoria; y, cómo no, los harto indicativos acuerdos entre nacionalistas provascos, bildutarras y podemitas en Navarra (que contaron con la vergonzante abstención de los socialistas navarros, por cierto) por los cuales Pamplona tiene un Alcalde proetarra y la Comunidad Foral un Gobierno partidario de la anexión navarra al País Vasco y cuya Consejería de Interior está en manos de... los proetarras de Bildu. Y tan panchos.

Por su parte, la insigne escracheadora Ada Colau, que ha llegado a la Alcaldía de Barcelona logrando tan solo 11 de los 41 concejales de la corporación municipal, ha entrado en el Ayuntamiento de la Ciudad Condal muy a su estilo: como elefante en cacharrería, y como si la casa que es de todos los barceloneses pasara a ser de su propiedad. Como no le gustan los símbolos monárquicos dado que ella es una republicana pero de las bananeras, tipo Cuba o Venezuela, ha tenido a bien retirar del salón de Plenos un busto del Rey Emérito don Juan Carlos I; quien bien es cierto que tanto hizo por que en España tengamos un sistema democrático (porque tal carácter ostenta la Monarquía parlamentaria) perfectamente homologable al de cualquier país de la Unión Europea (bajo el cual, sin ir más lejos, y pese a denostarlo tanto, ella misma ha conseguido ser nada menos que Alcaldesa de una gran ciudad), pero de lo que se trata es de reescribir la historia para hacer oficial una única versión revanchista, hacer tabla rasa y acabar con la reconciliación política surgida del que descalifican como 'régimen del 78': un bando, el de los que se consideran herederos del Frente Popular del 36, ha de tomarse cumplida venganza de un pasado adverso y 'vencer' definitivamente y por las bravas. Y si en pos de ese objetivo se han de cometer desacatos, y hasta desobedecer las leyes tal y como avisó la misma interfecta, se hace y punto.

Insisto: nada que, viniendo de la extrema izquierda, nos debería extrañar. Sí que un partido como el PSOE, que se tenía hasta ahora como soporte del régimen constitucional y garante de la estabilidad institucional, lleve al poder a semejantes sediciosos. Pero, claro, Pedro Sánchez no ve otra manera de llegar a La Moncloa que pactando con quienes pretenden socavar el sistema constitucional. Aunque, tranquilos, que bastará con aplicar su brillante, providencial y milagroso proyecto de 'federalismo que todo lo cura' para que hasta esos gamberretes levantiscos se conviertan de repente en ejemplares y respetuosos ciudadanos. Quién sabe si incluso se transmutarán en monárquicos convencidos. Y, sin duda, iguales efectos balsámicos provocará en los nacionalistas secesionistas, a los que hará, y de la noche a la mañana, unos defensores a ultranza de la unidad de España.

Que hasta ahora no se le haya ocurrido a nadie tan magnífica solución para preservar nuestro sistema democrático y de libertades de quienes persiguen su destrucción... Bastaría con calificar de 'federal' al actual Estado autonómico, cuyos aspectos y componentes federalizantes superan ya de por sí a los típicos Estados federales, para contentar e incluso 'integrar' a los separatistas y a la ultraizquierda antisistema. Un genio este Pedro Sánchez, a la altura de los adanismos políticos tan en boga ahora. 

viernes, 10 de julio de 2015

PSOE, NACIÓN Y CONSTITUCIÓN

Reproduzco a continuación un artículo que me publicó el diario La Opinión de Murcia, ayer, 9 de julio.

La estabilidad política e institucional de las democracias consolidadas no sería posible si los dos grandes partidos que se alternan en el poder no compartieran unos valores fundamentales sobre los que edificar el sistema democrático y de libertades. De tal forma que, salvando las distancias y peculiaridades de los distintos países y regímenes políticos, republicanos y demócratas en Estados Unidos, conservadores y laboristas en el Reino Unido, neogaullistas y socialistas en Francia, democristianos y socialdemócratas en Alemania, se caracterizan, como debe ser en un sistema de pluralismo político, por sus diferencias ideológicas en materia política, social y económica; pero, a su vez, por compartir unos principios generales basados en la defensa de los derechos constitucionalmente reconocidos, el respeto a las leyes, las instituciones democráticas y las reglas de juego establecidas y, por encima de todo, la unidad de la nación, en la que la soberanía, de donde procede la misma representación política, se asienta.

Y así debería ser en España si las dos mayores fuerzas políticas, que en las últimas elecciones generales aglutinaron alrededor del 80 por ciento del voto nacional (y que, pese a su desgaste electoral ante el empuje de los llamados ´partidos emergentes´ al calor de la crisis, continúan ostentando la mayor parte del poder municipal y autonómico), tuvieran igualmente claro que nación y Constitución son los fundamentos que cabe defender y garantizar en primer lugar y sin ambages. Pero, ay, aquí falla la pata de la izquierda. Se podría hacer incluso abstracción de la tradición golpista y de desacatamiento de las instituciones y las leyes por parte del PSOE, especialmente acentuada cada vez que pierde el poder (por ejemplo, su rebelión en 1934 contra la misma República que contribuyó a erigir), y de ahí sus 'tics' antisistema que todavía muestra; ya que, bajo el hiperliderazgo de Felipe González, daba la impresión de que el socialismo español sí desempeñaba de hecho un papel de garante de la estabilidad del sistema constitucional (pese a que su proyecto consistía más bien en convertir al español en un régimen 'a la mexicana', en el que el PSOE ejerciera el poder omnímodo del PRI en México). Hasta que, tras el interregno Almunia-Borrell, llegaría Zapatero para identificar al PSOE con los nacionalismos (con tal de aislar al PP para llevar a cabo una especie de 'segunda transición' que le permitiera su permanencia en el poder), adquirir compromisos tan irresponsables como 'aprobar' el Estatut que salga del Parlamento de Cataluña e, incluso como presidente del Gobierno, tachar de 'discutida y discutible' a la mismísima nación española.

Aunque de Zapatero y del zapaterismo podíamos esperar absolutamente de todo, incluso las situaciones más surrealistas y pintorescas. En este caso, cabe recordar que el proyecto de cambio de régimen del socialismo zapaterista pasaba por crear un 'cordón sanitario' que aislara al PP y le impidiera el acceso al poder, y en esa pretensión jugaban un papel importante los nacionalismos y los separatismos (incluida la llamada 'izquierda abertzale', a la que se pretendería 'integrar' en el sistema), a los que se les garantizaría el dominio de sus predios con tal de que el PSOE se mantuviera en el Gobierno de España... o más bien de lo que quedara de ella. Obviamente, la crisis económica y su deficiente gestión por parte del Ejecutivo socialista hizo añicos ese plan rupturista; pero para llevarlo a cabo era imprescindible atraerse a los nacionalismos de todo pelaje con un discurso que pusiera en solfa la misma existencia de la nación española, y a la vez tildar de sospechoso de franquismo a quien la defendiera a ultranza. Como si España como nación de ciudadanos libres e iguales ante la ley hubiese surgido con Franco, y no con la gloriosa Constitución liberal de 1812.

Pues bien, muerto políticamente Zapatero, su herencia sigue latente en el PSOE. Hasta el punto de que, como cabe recordar, el único debate 'ideológico' que tuvo lugar tras su salida del liderazgo del partido no versó sobre si optar entre socialdemocracia o socialismo puro y duro, entre la Tercera Vía blairita o la sedición callejera del 15M, entre más o menos intervencionismo estatal, o entre más o menos keynesianismo como salida de la crisis... No, ni mucho menos; se centró en una controversia entonces sugerida por Bono, que siempre ha presumido de ser un españolista ´pata negra´: si el nuevo líder del PSOE habría de ser lo suficientemente atrevido como para dar vivas a España. A lo que Eguiguren, presidente del Partido Socialista de Euskadi, respondió apostando por alguien que fuera capaz de gritar ´gora Euskadi y visca Catalunya´, o a lo sumo un ´viva la Constitución´, pero siempre evitando la palabra maldita. Tenía bemoles, y a la vez resultaba harto indicativo, que se suscitara semejante discusión en un partido que, además de contener la 'E' de español en sus siglas (aunque quizá nos encontremos ante una situación parecida a la de la felizmente extinta URSS: en este caso, cuatro siglas, cuatro mentiras), ha estado durante tantos años en el Gobierno de España, y al que aspira a volver.

Tras un breve paréntesis rubalcabiano con mucha pena y escasísima gloria, surgió de las tertulias televisivas (indiscutible cantera política actual) y con cierto halo de moderación el joven Pedro Sánchez como nuevo líder socialista; sin embargo, ha terminado mostrándose como un Zapatero cualquiera, aunque más guaperas. De ahí que no tenga reparo alguno en emular a su antecesor en su estrategia de conquista del poder: menos con el Partido Popular, pactar con cualquiera, incluso con quienes abogan por acabar con el vigente sistema constitucional y por políticas que debiliten, no solo la estabilidad política y económica, sino la seguridad jurídica que se asienta en el principio de legalidad (que, por ejemplo, la insigne 'escracheadora' Ada Colau pretende saltarse como alcaldesa de Barcelona cuando lo considere oportuno). Pero todo ha valido con tal de echar al PP, partido generalmente más votado, de los gobiernos municipales y autonómicos: tripartitos, cuatripartitos, pentapartitos... sean cuales sean los socios de coalición: lo mismo da la 'derecha civilizada´ (palabras textuales suyas) de Ciudadanos, que nacionalistas y secesionistas como los de Cataluña y los pancatalanistas de la Comunidad Valenciana y Baleares, que quienes tienen como modelo a 'la Venezuela de Chávez' (como precisaba el propio Sánchez cuando juraba y perjuraba que jamás pactaría con Podemos); estos últimos, para más inri, y gracias al apoyo de su partido, gobiernan los ayuntamientos de Madrid, Barcelona, La Coruña, Zaragoza y Cádiz, donde no han tardado de dejar su sello de extrema izquierda. Y es que quien ha llegado a ser presentado como 'niño bonito' de la derecha no es más que otro sectario de los que abundan en la progresía.

Si además de poner como fondo a la bandera nacional española en su presentación oficial como candidato socialista a la presidencia del Gobierno, gesto inédito del que en principio habría que congratularse tratándose de un PSOE generalmente acomplejado ante los nacionalismos catalán y vasco y por ello reacio a reivindicar los símbolos nacionales, Pedro Sánchez no se coaligara con aquellos que en el País Vasco, Cataluña, Baleares y la Comunidad Valenciana defienden el separatismo y la destrucción de la unidad de España, o con quienes pretenden acabar con la Constitución que nos dimos tras alcanzar la reconciliación política ('el régimen del 78') y, con ello, sustituir por ejemplo esa misma rojigualda (que reputan de franquista pese a haber nacido con Carlos III) por la tricolor, hasta el punto de entregarles el poder, muchísimo mejor. Porque no se puede estar en misa y repicando, señor Sánchez. Que luego vienen los socios que usted se ha buscado y le dejan en evidencia, además de ponerle en un brete.

Aunque semejante e inesperada exhibición de españolismo, que por su falta de correspondencia con sus actos cabe calificar de puramente electoralista, no solo levantó ampollas entre sus asociados ultraizquierdistas y nacionalistas-separatistas, sino también dentro del mismo PSOE; especialmente, como no podía ser de otra manera, en su sucursal vasca y en su partido-hermano catalán, el PSC. Poco se puede esperar de un partido político que no asuma con normalidad los símbolos nacionales y constitucionales, y cuyo debate interno haya consistido en la existencia misma de la nación española. Porque quienes no creen en España, o duden de ella, difícilmente serán capaces de regirla con unas mínimas posibilidades de éxito. Quizá ahí resida una de las claves de la historia reciente del PSOE y de su deficiente papel como partido gobernante.

lunes, 6 de julio de 2015

LA PUERTA DE SALIDA PARA TSIPRAS

Nunca me he creído las encuestas que, aunque con escasísimo margen, pronosticaban una victoria del 'sí' en el referéndum 'express' planteado por el trilero Tsipras: la demagogia, de cuyo peligro como degradación de la democracia alertaba Aristóteles, el Estagirita, en la mismísima Grecia, hace tiempo que ha calado, y de qué manera, en un electorado griego que, sin ir más lejos, hace apenas unos seis meses votó mayoritariamente a una coalición de partidos populistas y antisistema. Por tanto, lo normal era que, a pesar del 'corralito', las colas que comienzan a extenderse de los bancos a los hipermercados y otras severas restricciones, típicas consecuencias de las políticas populistas y antieconómicas (pero que buena parte del votante griego, siguiendo la propaganda de su Gobierno, atribuye a la malvada 'Troika'), ganara el 'no', y de calle. No es, desde luego, la primera vez que un pueblo decide en las urnas dar firmes pasos hacia el suicidio colectivo: también la historia demuestra que las situaciones desesperadas suelen ser las más propicias para emprender semejante deriva.

Tsipras recibió una primera y significativa felicitación por su indiscutible triunfo: la de la insigne 'ultra' y eurófoba Marine Le Pen, que ha aplaudido el resultado del referéndum. Sea como fuere, ha quedado meridianamente claro que una amplia mayoría del electorado heleno respalda a su Gobierno en su pretensión de no cumplir sus compromisos adquiridos con quienes le financiaron bajo expresa petición suya; esto es, de no devolver lo que debe y no atenerse a unas normas derivadas de su pertenencia a una unión económica y monetaria de la que, empero, se resiste a salir con tal de seguir viviendo de prestado. Pues bien, el resto de la Unión Europea, compuesta por naciones igualmente soberanas y que, además, sí cumplen, no debería permitir que infringir los acuerdos y contratos, lejos de penalizarse, hasta obtenga recompensa. Sentaríamos un precedente indeseable y muy peligroso en un espacio político y económico que tiene a la seguridad jurídica como uno de sus valores fundamentales.

En suma: al socio de un club que quiera continuar disfrutando, no solo de derechos, sino de beneficios y privilegios pero sin asumir ningún deber, coste ni obligación se le debe enseñar la puerta de salida. Y sin excepciones.