domingo, 28 de marzo de 2010

POR FIN NACÍA UNA ALTERNATIVA LIBERAL EN ESPAÑA



Fue hace veinte años, en Sevilla. Del X Congreso Nacional de un refundado Partido Popular no sólo surgió un nuevo líder, José María Aznar, que sería capaz de estabilizar a una hasta entonces convulsa derecha española e incluso de llevarla a las más altas cotas de éxito político y electoral. Además, nacía por fin en España una alternativa de patente impronta liberal con posibilidades reales de imponerse al socialismo de Felipe González, que entonces ejercía una hegemonía tan incontestable como dañina para nuestra democracia.

Aznar tenía muy claro desde el principio que emprender la titánica tarea de derrotar al felipismo pasaba por convertir a un partido netamente conservador, como tal defensor de la propiedad privada pero heredero de ciertas reminiscencias intervencionistas al menos desde que Cánovas del Castillo declarara públicamente su fe en el proteccionismo económico, en una fuerza política basada primordialmente en los principios del liberalismo. De ahí que, en el mismo Congreso de Sevilla, Aznar presentara un programa que, bajo el título de 'Centrados con la libertad', reivindicaba el protagonismo de una sociedad libre que no necesite 'ser dirigida ni salvada por el Estado'. Aquella época precisamente era testigo de un extraordinario triunfo, que la caída del Muro de Berlín hizo especialmente apabullante: El de las políticas económicas liberales impulsadas por Margaret Thatcher y Ronald Reagan, dos líderes definidos políticamente como conservadores. Por tanto, qué mejor modelo podía presentar el nuevo Partido Popular frente a una política económica que, pese a sus efectos contraproducentes, el entonces Ministro de Economía Carlos Solchaga, y exhibiendo una arrogancia tan propia de cualquier socialista que se precie, llegaría a definir como 'la única posible'.

Afortunadamente, a partir de la primavera de 1990 empezaba a conformarse una sólida opción alternativa a la de una socialdemocracia que nos condenaba a un asfixiante intervencionismo económico y a una elevadísima presión fiscal, lo que irremisiblemente nos llevaba al estancamiento de nuestra economía y a unas dramáticas cifras de paro; con las que, según nos avisaban desde el socialismo imperante, teníamos que resignarnos a convivir. Pero por fin surgían cada vez más voces en el panorama político y mediático que proponían más sociedad civil y menos Estado, la liberalización de la economía, un mercado competitivo y la reducción e incluso eliminación de impuestos; las mejores recetas para activar la economía y, por qué no, crear empleo. Aún así, a Aznar y a la hornada de jóvenes liberales que le acompañaban (Miguel Ángel Cortés, Carlos Aragonés, Eduardo Zaplana, Rodrigo Rato, Esperanza Aguirre, Pilar del Castillo...) no les esperaba precisamente un camino de rosas: No sería hasta seis años después cuando tales medidas se pusieran en marcha desde un Gobierno del PP y dieran paso al periodo de mayor prosperidad de nuestra historia reciente.

martes, 23 de marzo de 2010

AY, ESTOS AMERICANOS...


La aprobación por la Cámara de Representantes estadounidense de la reforma sanitaria obamita ha despertado el aplauso prácticamente unánime de la vieja y genuina Europa, como no podía ser de otra manera. Pero el entusiasmo inicial ha dado paso inmediatamente al estupor: ¿Dónde están esos más de 45 millones de ciudadanos que, como se dice y se repite como un sonsonete, carecen de seguro médico en los Estados Unidos? ¿Por qué al menos buena parte de ellos no ha inundado las calles para celebrar la buena nueva? Es más: ¿Qué explicación tiene que, según las encuestas, una clara mayoría de norteamericanos se muestre contrario a tan benéfica reforma, que increíblemente ha llegado al extremo de deteriorar sobremanera la imagen del presidente Obama? ¿Y que además haya estados de la Unión, tanto demócratas como republicanos, que hayan anunciado la presentación de denuncias ante el Tribunal Supremo ¡por la inconstitucionalidad de la legislación!?

¿Pero qué persona que no esté medianamente en sus cabales puede rechazar una sanidad 'universal y gratuita' como la que disfrutamos en Europa? Hay qué ver, estos americanos son realmente incorregibles: Parecían haber alcanzado por fin la madurez política y democrática cuando otorgaron la victoria a San Obama, pero definitivamente se trató de un espejismo. Y mira que llevan votando desde hace siglos los muy condenados, pero no aprenden.

Sí es cierto que el presidente Obama no ha engañado a nadie al sacar adelante su reforma sanitaria, ya que era uno de los 'puntos-estrella' de su programa electoral. Además, ha tenido la virtud de plantear a la sociedad estadounidense un debate que en Europa, donde prácticamente desde sus orígenes con Bismarck consideramos indiscutible, y por ende intocable, el sistema de Seguridad Social, está sencillamente vedado: ¿Qué es preferible, que el ciudadano pague menos impuestos y, por tanto, disponga de más efectivo propio para usarlo en lo que considere oportuno, o bien que el Estado retraiga forzosamente al contribuyente más dinero para que aquél lo emplee en proporcionar atención sanitaria? Seguramente los europeos, acostumbrados (quizá con la única excepción de los británicos) a convivir desde que nacen con un Estado paternalista que todo lo provee, y por tanto ávidos de que les cubra las necesidades básicas, se decantarían por la última opción de manera generalizada. En cambio, los norteamericanos, de arraigada cultura de libertad individual, creen que el Estado no es quién para inmiscuirse en un asunto que debería ser de libre elección y responsabilidad del individuo, máxime cuando se trata de su propio dinero. Simplemente, ponen la libertad por encima de la seguridad personal.

Ay, estos americanos... ¿Cómo es posible que semejantes fanáticos del individualismo hayan construido la nación más poderosa, libre, próspera y desarrollada?

sábado, 20 de marzo de 2010

LA COLABORACIÓN FRANCESA CONTRA LA ETA


Por primera vez en su macabra historia, la banda terrorista ETA ha dejado su siembra de dolor y muerte en suelo francés. El asesinato del policía Jean-Serge Nérin ha supuesto una trágica y en cierto modo inesperada novedad para el país vecino, cuya sociedad en líneas generales ha concebido al terrorismo etarra como un problema exclusivo de los españoles, y como tal ajeno. A este respecto, resulta especialmente significativa la primera e inmediata reacción de los paisanos del policía asesinado, que, conmocionados, se preguntaban qué pintaban allí unos 'matones vascos'. Y es que el francés medio desconoce, por ejemplo, que el delirio aranista de esa Gran Euskadi que mueve los impulsos criminales de esos pistoleros incluye territorios del departamento francés de los Pirineos Atlánticos, en concreto las zonas de Lapurdi, Nafarroa Behera y Zuberoa; aunque también es cierto que hasta ahora los propios etarras se habían cuidado muy mucho de atentar en Francia, otrora su mejor santuario y a la que ahora parecen considerar un enemigo más temible que España. Y no es de extrañar, dado el tratamiento, firme y sin contemplaciones, que sus Gobiernos han dispensado siempre a los terrorismos que les han afectado directamente, particularmente al corso.

Sea como fuere, el desgraciado hecho de que esos 'matones' hayan acabado segando la vida de un ciudadano francés, para más inri agente del orden, ha podido concienciar por fin, no sólo al ámbito gubernamental y político en general, sino también a toda la sociedad francesa, de hasta qué punto le incumbe también a Francia la lucha contra el terrorismo separatista vasco. De tal forma que el Gobierno francés, tras las oportunas y contundentes frases de condena del Presidente de la República, ha respondido al atentado con un despliegue policial sin precedentes; lo cual, descontando errores que lamentablemente se han producido, puede marcar un punto de inflexión que dé paso a una profundización y mejora de la colaboración de la democracia francesa contra la ETA, ya de por sí satisfactoria al menos desde hace un par de décadas.

Ahora bien, no está de más recordar que una de las razones por las que todavía hemos de soportar la lacra etarra reside en el nulo apoyo, cuando no en una conducta abiertamente hostil, que obtuvimos del país vecino durante muchos, demasiados años. Especialmente en nuestra transición democrática, durante la cual el comportamiento francés merecía un calificativo, el de miserable, y tenía un nombre, el del nefasto Valéry Giscard d'Estaign. Tenaz enemigo de los intereses de España, no contento con obstaculizar por todos los medios nuestra integración en la Comunidad Económica Europea para impedir que nuestra agricultura compitiera con la francesa, su Gobierno promovía literalmente el amparo y la protección de los pistoleros de la ETA en territorio galo; además, en unos años en los que el terrorismo vasco se mostraba especialmente devastador. Todavía predominaba en los foros internacionales la imagen de la banda asesina como la de unos luchadores antifranquistas por la libertad, a la que ciertamente contribuían, no sólo el respaldo sin fisuras que le prestaba el nacionalismo vasco, sino también la actitud cuando menos ambigua de la oposición política de la izquierda. En este sentido, el PSOE protagonizaría una de las jornadas más bochornosas del parlamentarismo español cuando llevó el llamado 'caso Arregui' al Congreso de los Diputados, con la deleznable pretensión de convertir el suicidio en la cárcel de un etarra en un crimen de Estado cometido por el Gobierno de la UCD.

Hubo que esperar a la histórica victoria del PSOE en 1982 para que más de uno se diera cuenta por fin de que la ETA no surgió contra la dictadura franquista, sino contra España. Y que, por tanto, y por mucho que la izquierda alcanzara el poder, seguiría matando hasta conseguir un País Vasco independizado y tiranizado por un régimen totalitario, al modo de los países comunistas que constituían su ejemplo. En consecuencia, los militantes socialistas comenzaron a ser objetivo de sus atentados. Pese a que teóricamente se vivía una situación ideal en las relaciones España-Francia, con dos conocidos colegas de la Internacional Socialista gobernando ambos países, la colaboración francesa en la lucha contra la ETA, que no pasaba de extradiciones puntuales, dejaba mucho que desear. Cuentan que François Mitterrand llegaría a reprochar a Felipe González que insistiera en pedirle auxilio cuando aquí permitíamos que los etarras contaran con medios de comunicación propios y hasta con un partido político, algo, en efecto, difícil de entender para un francés o para cualquier ciudadano nacido en una democracia consolidada. A nuestro presidente no se le ocurrió mejor idea para responder a esa falta de compromiso que seguir los consejos de su amigo venezolano Carlos Andrés Pérez y crear esa contraproducente e infecta chapuza criminal del GAL, que no hizo sino añadir más impedimentos a una situación ya de por sí delicada.

No sería hasta a partir de 1986, durante el primer Gobierno de 'cohabitación' entre un Presidente de la República y un Primer Ministro de diferentes tendencias políticas, cuando, de la mano de Jacques Chirac, comenzaran a notarse ciertos cambios en la actitud francesa frente a la ETA. No en balde, acábabamos de entrar por fin en la CEE, lo que predispuso a Francia a emprender unos primeros pasos de colaboración que llevarían a detenciones de importantes dirigentes etarras, y que hallarían su punto culminante en el descabezamiento en 1992 de la banda terrorista en Bidart, entonces bajo un Ejecutivo monocolor socialista.

A partir de ahí, la participación de los Gobiernos franceses de distinto signo político en la lucha contra el terrorismo etarra fue haciéndose cada vez más estrecha, lo que sin duda también se vio favorecido por la política de seguridad común impulsada por las instituciones de la Unión Europea; donde, además, el brazo político de la ETA había dejado de encontrar cobijo merced al empeño del Gobierno de Aznar de situarle fuera de la ley. Cabe resaltar la meritoria labor realizada por Ministros del Interior como Charles Pasqua bajo el Gobierno gaullista de Edouard Balladur o Jean-Pierre Chevènement durante el mandato del socialista Lionel Jospin, pese a los temores que despertó su nombramiento. Asimismo, merece una destacada mención la firmeza y determinación mostrada por Nicolas Sarkozy como Ministro del Interior de los gabinetes de Jean-Pierre Raffarin y Dominique de Villepin, antes de llegar a la Presidencia de la República.

Ojalá que la previsible mayor implicación si cabe de la democracia francesa en la batalla contra la ETA acelere el tan deseado fin de la banda asesina. Ahora bien, quien crea que ahora es cuestión de esperar a que Francia nos resuelva el problema del terrorismo etarra, se equivoca de medio a medio.

martes, 16 de marzo de 2010

LA MUERTE Y EL IVA


Afirmaba Benjamin Franklin que nada hay seguro en este mundo, salvo la muerte y los impuestos. Desde luego, no le faltaba razón al insigne científico y político estadounidense: Si algo nos ha de acompañar indefectiblemente es el tributo que grave al menos determinadas actividades que desempeñemos a lo largo de nuestras vidas. Y si alguno de ellos destaca por su carácter especialmente inevitable, ese es el impuesto al consumo, que, como el IVA, se aplica sobre productos y servicios vendidos, y del que en consecuencia resulta particularmente difícil librarse.

Aún así, el PSOE y sus terminales mediáticas ponen su grito en el cielo y denuncian que la campaña del PP de Madrid contra la subida del impuesto promueve en realidad nada menos que la 'insumisión fiscal'. ¿Y en qué ha consistido exactamente el pecado? En la utilización de la palabra 'rebelión', que, aunque en boca de un 'progre' denota una atinada reacción ante un flagrante acto de injusticia, si la pronuncia alguien de la derecha es una intolerable incitación a la desestabilización y al incumplimiento de las leyes, cuando no un acto de puro fascismo. De ahí que el mismísimo Zapatero, como buen experto en campañas políticas que es, se viera obligado a asesorar gratis a doña Esperanza Aguirre para sugerirle el empleo de un término, digamos, más neutro y menos 'perturbador'. Parece no acordarse el presidente de su participación como líder de la oposición en determinadas manifestaciones, en las que la 'rebelión' contra el Gobierno de entonces era de tal calibre que se les llamaba 'asesinos' a sus miembros, además de derivar en asaltos a sedes del PP y agresiones a sus afiliados. Deleznables episodios que todavía no han merecido su condena, por cierto.

En cualquier caso, por ahora nadie ha sido capaz de explicar de qué manera se puede instigar a los ciudadanos de a pie a que no paguen un impuesto indirecto como es el IVA, que han de tragarse de todas todas. Porque precisamente la razón fundamental por la que el Gobierno socialista ha decidido subir ese impuesto reside en que grava, entre otros, la venta de productos y bienes de demanda inelástica; es decir, de aquellos que, por su gran incidencia en la vida diaria de los consumidores (electricidad, agua, gasolina, medicinas...), y muy a pesar del más que probable y consecuente incremento de sus precios, no deberían sufrir variaciones significativas en su demanda. De esta forma, se supone que el Estado aumentará sus ingresos para empezar a enjugar el déficit galopante que padece, pues de lo que se trata en realidad es de que entre todos paguemos los despilfarros y dispendios de estos años de zapaterismo; sin que, sin embargo, el Ejecutivo haya emprendido una drástica reducción del gasto público.

Hay quienes, incluso desde perspectivas del liberalismo económico, consideran preferible subir este impuesto al consumo a hacerlo con el IRPF, lo que desde luego sería más gravoso y de consecuencias todavía peores. Pero no hay lugar a elegir entre los males, el menor: El incremento del IVA, que perjudicará a las economías domésticas y afectará de lleno a sectores de tanto peso como el automovilístico y el turístico, va a ser letal para una economía como la nuestra, maltrecha y en estado de coma. Porque, en unos momentos en los que precisamente se hace necesaria una reactivación de la economía, no debería proceder una medida que penaliza y retrae el consumo; y que, asimismo, induce más a la economía sumergida que las más duras campañas en contra del IVA que se hagan. Algo que, además, y tal y como nos muestra la historia moderna, también acabará repercutiendo en la recaudación del Estado, que, en contra de las previsiones del Gobierno, se verá sensiblemente mermada.

Subir un determinado impuesto, y más si se significa particularmente por esa ineludibilidad a la que hacía referencia Franklin, puede parecer el camino más fácil e inmediato para sanear las cuentas del Estado. Sin embargo, la experiencia reciente, concretamente la de los Gobiernos de Aznar en comparación con los socialistas, ha demostrado la plena aplicación a la realidad de la curva de Laffer: A más impuestos, menos actividad económica y, en consecuencia, menos ingresos fiscales; en cambio, a menos impuestos, más actividad económica y, por tanto, más ingresos fiscales. Iniciativa que, por supuesto, ha de combinarse con una rigurosa política de reducción del gasto público. Pero, claro, todo esto suena tan 'neoliberal' que tira de espaldas a nuestra irreductible izquierda, empeñada en que los españoles sigan disfrutando de las mieles que provee el socialismo.

domingo, 14 de marzo de 2010

UN GIGANTE DE NUESTRA LITERATURA


La literatura española, y nuestra cultura en general, rinde estos días un justo y merecido homenaje a uno de sus gigantes, a un grande de la narrativa contemporánea. Miguel Delibes nos ha dejado un magnífico legado literario de obras tan célebres como 'Cinco horas con Mario', 'El camino', 'Los santos inocentes' o 'El hereje'.

Haciendo uso de un estilo literario tan claro y sobrio como ameno, desprovisto de artificios y grandes alharacas, reflejó y plasmó como nadie el mundo rural de su adorada Castilla, cuyos registros lingüísticos dominaba a la perfección. Esa Castilla profunda, austera y recia que, desde una perspectiva humanista cristiana, fue capaz de convertir en el mejor escenario para que la misma condición humana se manifestara tal y como es, con todas sus miserias y sus grandezas. Profundo amante de la caza, como tal fue, él sí, un auténtico ecologista, un verdadero defensor de la naturaleza y del medio ambiente.

Muy al contrario de quienes inmerecidamente, sin más méritos que protagonizar subproductos subvencionados y formar parte de la secta 'progre', reclaman para sí mismos un lugar en la cultura, jamás quiso sentar cátedra sobre nada, ni alzarse como voz autorizada de una supuesta 'conciencia social', y ni mucho menos buscar protagonismo, del que huía siempre que podía. Quiso que se le recordara sobre todo como un hombre sencillo, y como tal vivió y murió. Descanse en paz.



jueves, 11 de marzo de 2010

11-M: LA GRAN ASIGNATURA PENDIENTE


'Está todo claro sobre el 11-M'. Así se pronunció quien pocos meses antes, e incluso sin tan siquiera aguardar a que se dirimiera el asunto en sede judicial, había sido el principal beneficiario del uso y la manipulación que infamantemente se hizo de la masacre; el mismo, por cierto, que ahora se desgañita para implorar al Partido Popular que le apoye en 'temas de Estado'. Pero quienes gritaban 'queremos saber' mientras cercaban las sedes del PP en plena jornada de reflexión parecieron perder súbitamente su interés tan pronto como el partido al que votaron alcanzó el poder. Y su mismo candidato, una vez nombrado presidente del Gobierno, también; no ya por su deseo de desterrar lo antes posible el recuerdo de cómo irrumpió en La Moncloa, sino porque empezaban a salir a la luz datos e informaciones que ponían en duda la versión oficial de los atentados.

Hasta que el tan esperado juicio del 11-M, caracterizado finalmente por su arranque de caballo y su parada de burro, produjo una sentencia que, aunque hagamos el esfuerzo de creer, que ya es mucho, en la buena fe del juez Gómez Bermúdez, no cabe calificar sino de decepcionante por cuanto deja multitud de interrogantes sin responder. Pero, eso sí, ya se encargan desde el Gobierno de imponerla como la indiscutible 'verdad judicial' a la que hay que atenerse irremisible e incondicionalmente, so pena de ser sometido a escarnio público. Así, quienes contra viento y marea se empeñan todavía en continuar investigando sobre los atentados merecen cuando menos el calificativo de 'conspiranoicos'. Incluso el mismo Zapatero tuvo la audacia de comparar en el Parlamento las novedades que se publicaban acerca del 11-M con el mito de Elvis, gesto de desprecio que indignaría sobremanera a las asociaciones de víctimas.



Por mucho que intenten hacernos comulgar con ruedas de molino, esa 'verdad' parcial, prefabricada, incongruente y llena de dudas que nos quieren vender en absoluto puede corresponderse con la auténtica verdad de unos atentados, los más graves en la historia de Europa, que para más inri supusieron un punto de inflexión en la vida política española; porque, por desgracia, los terroristas, fueran quienes fueran, consiguieron su objetivo, que no era otro que echar al PP del Gobierno de España para hacer posible un giro en la política nacional e internacional, que efectivamente acabó produciéndose. Seis años después, la cruda realidad es que desconocemos circunstancias tan significativas como el 'modus operandi' de los atentados, el explosivo que se utilizó y, sobre todo y en consecuencia, lo que se llama 'autoría intelectual', es decir, de dónde o de quién partió la idea y la orden de cometer la masacre. Además, las sospechas de que se manipularon y ocultaron pruebas con el fin de inducir a los investigadores a que transiten por el camino erróneo son cada vez más fundadas.

Mientras no consigamos despejar tan importantes incógnitas, el 11-M seguirá siendo la gran asignatura pendiente de nuestra democracia. A estas alturas, y toda vez que Zapatero ganó unas segundas elecciones, nadie debería aducir que con ello se pretende obtener réditos políticos, algo que ya lograron, por cierto, quienes violaron la jornada de reflexión del 13-M. Intentar averiguar toda la verdad sobre los atentados es simple y llanamente un acto de justicia para con las víctimas, el mejor y más merecido homenaje que les podemos tributar.

lunes, 8 de marzo de 2010

'BALTASAR, NO ME TOQUES EL FAISÁN'


Para qué iba a andarse el presidente con disimulos y remilgos. Porque, seamos claros, ¿qué es eso que se da en llamar división de poderes sino una absurda ficción, un ridículo prejuicio del liberalismo burgués? En realidad, no es más que una antigualla que el glorioso progresismo hace tiempo se encargó de poner en su sitio, que no puede ser otro que la basura de la historia. De ahí que el insigne ideólogo Alfonso Guerra, desde su atalaya de vicepresidente del Gobierno, se pronunciara en su momento de manera tan clara y tajante: 'Montesquieu ha muerto'.

En efecto, así fue: La independencia judicial como soporte del imperio de la ley se convertía por arte de birlibirloque en sometimiento del Poder Judicial al Legislativo y al Ejecutivo, que en último término, a través de su manejo de las mayorías parlamentarias, hace y deshace a su antojo. Pasábamos en un instante del 'Espíritu de las Leyes', base del Estado liberal de Derecho, a la funesta y dañina teoría gramsciana del 'uso alternativo del Derecho', en el que la ideología y la política se imponen a la misma ley; por cierto, casi siempre a favor de los propósitos del Gobierno de turno.

Si alguien ejemplifica mejor que nadie la subordinación del Poder Judicial y de todo el sistema legal a determinados intereses ideológicos y/o políticos, descontando por supuesto los suyos propios, es Baltasar Garzón. El paradigmático 'juez-estrella' que lo mismo tapa que destapa el GAL; que es implacable con la ETA y después apuntala las componendas con la organización terrorista; que ilegaliza y más tarde legaliza al entorno del mundo etarra; que investiga unos casos de corrupción mientras guarda otros en el cajón; que se considera competente para perseguir los crímenes de Franco e incluso los de Pinochet, pero no los de Carrillo y los de Fidel Castro. Siempre en función de determinadas conveniencias políticas y aún personales, y frecuentemente en detrimento de las leyes. No hay que olvidar que el interfecto, harto significativamente, ha llegado a saborear las mieles y las hieles de los tres poderes: Además del Judicial (es Magistrado Juez, al menos todavía), del Legislativo (fue diputado del PSOE y número dos de Felipe González, pese a ser su 'Mister X' del GAL) e incluso del Ejecutivo (llegó a ser Delegado del Plan contra la Droga del Ministerio del Interior, también con González). Y es que Garzón constituye todo un símbolo de la auténtica y verdadera fusión de poderes en que por desgracia ha involucionado nuestra democracia.

Por tanto, nada impide a la hora de la verdad que Zapatero se una a toda la patulea 'progre' de los 'abajofirmantes' y se manifieste públicamente en defensa del justiciero favorito de la izquierda. ¿Que tales declaraciones pueden entenderse como una presión del presidente del Ejecutivo al Poder Judicial, en este caso al Tribunal Supremo? Por supuesto. Es más: De eso mismo se trata, por muy inadmisible que sea en democracia. ¿Pero cuándo ha guardado el PSOE siquiera esas formalidades, en las que jamás ha creído?

Además, se debe poner toda la carne en el asador por quien no sólo ejerce de gran ariete para hacer realidad determinados proyectos del zapaterismo, entre ellos la memoria histórica y el cerco judicial a la derecha, por los que precisamente está ahora empapelado. Cabe recordar que Garzón tiene todavía en sus manos el 'caso Faisán', la instrucción del escándalo del chivatazo de mandos políticos y policiales de Interior al aparato de extorsión de la ETA, que, por su obra y gracia, continúa durmiendo el sueño de los injustos. Y, desde luego, no conviene que el ave consiga algún día su libertad, no vaya a emprender el vuelo. Porque Garzón, aún por encima de sus conocidas afinidades políticas, es principalmente de sí mismo, y en este sentido resulta impredecible: Bien se comprobó cómo no tuvo empacho alguno en reabrir el 'caso GAL', cuyo sumario iría filtrando selectivamente a la prensa, cuando consideró que 'Mister X' no se había portado con él como se merecía. Y Zapatero es consciente de que hay que evitar por todos los medios que se repita la historia.

Así pues, el público e inaudito respaldo de todo un presidente del Gobierno a un magistrado cuestionado judicialmente como Garzón tiene su clara traducción al lenguaje coloquial: 'Baltasar, no me toques el Faisán'.

miércoles, 3 de marzo de 2010

LOS AMIGOS DE NUESTROS ENEMIGOS


Hemos tenido que esperar a que el juez Velasco ponga negro sobre blanco la colaboración entre terroristas etarras y narco-comunistas bajo los auspicios del chavismo para que más de uno hiciera al menos como que se caía del guindo. Que la ETA y las FARC se sustentan mutuamente, tal y como han hecho siempre los terrorismos de carácter marxista-leninista de todo el mundo, no debería sorprender a nadie a estas alturas. Y que obtienen, no sólo el amparo, sino incluso la cooperación activa de regímenes liberticidas, antioccidentales y en sí mismos terroristas como los de Cuba o, en este caso, Venezuela, tampoco. ¿O es que nos hemos enterado ahora, por ejemplo, de que precisamente uno de los etarras acusados por la Audiencia Nacional forma parte del Gobierno de Chávez nada menos que desde 2005? ¿Qué mayor prueba de connivencia puede haber?

Menos mal que Zapatero, indignado y tronante, se ha encargado de poner en apuros a su fiel aliado Chávez al declarar que se encuentra 'a la espera' de obtener explicaciones. Es más: Ese Metternich español que responde al nombre de Moratinos se atrevió a dar una nueva vuelta de tuerca al expresar su deseo de 'trabajar' con Venezuela para aclarar la situación. Vamos, que si es necesario, y ahora que se utiliza tanto la expresión, 'arrimaremos el hombro' con quienes albergan, protegen y adiestran a nuestros peores enemigos. Porque, en virtud de la nefasta política de alianzas de nuestro Gobierno en el panorama internacional, los amigos de nuestros enemigos son en realidad también nuestros amigos.


Ante tan enérgica demostración de firmeza diplomática, no es de extrañar que el Gorila no haya tardado en reaccionar... soltando la típica y estúpida monserga anticolonialista y tomando a España por el pito del sereno. Ponderados argumentos que parecen contentar a Moratinos. Además de los ideológicos y los económicos, ¿qué otros intereses mueven al Gobierno de Zapatero a humillarse impúdicamente ante un reconocido Estado 'gamberro', con el consiguiente y nuevo perjuicio para la imagen de España en el exterior, ya de por sí gravemente deteriorada? ¿Tan poderosos son como para incluso permitir que, aún en contra de nuestra propia seguridad, el chavismo continúe alimentando de manera impune a la bestia etarra?