lunes, 23 de julio de 2012

QUE AL MENOS EL ABISMO SEA NUESTRO

Ya puede el Gobierno reformar, recortar y ajustar todo lo reformable, recortable y ajustable, y asumir todo el desgaste político correspondiente, pero no hay manera de que los mercados se calmen: la prima de riesgo sigue batiendo récords a niveles insoportables y el bono español se ha situado por encima del 7%. Y el señor Draghi, tocando el violón. Ante tamaña inacción, uno se pregunta: ¿para qué queremos entonces un Banco Central Europeo? Si su papel se limita a ser mero espectador del temporal que se avecina, mejor clausuramos el BCE, y, de paso, que el euro se vaya definitivamente al garete. Todos al fondo del abismo, y el último que apague la luz.

Por mucho que en estos días se abogue por la drástica y rápida reducción, e incluso virtual eliminación, del actual sistema autonómico como la solución casi definitiva a nuestros males, hemos desembocado en una situación en la que, por mucho que juráramos y perjuráramos que íbamos a dejar a las autonomías en la mínima expresión, no hay forma de frenar las especulaciones (tan legítimas como letales) en contra del euro. Cabe discutir el ritmo, la oportunidad o el empaque de las medidas de ajuste de Mariano Rajoy, pero lo cierto es que ha cumplido al dedillo las 'recomendaciones' del FMI y la UE, sin que Bruselas, a la que le toca mover ficha, de momento haga nada. 

Por todo ello, tampoco serviría de absolutamente nada la salida demandada tanto por el furibundo antimarianismo mediático como por terminales del socialismo más o menos prisaico: la renuncia del actual titular de la presidencia del Ejecutivo para dejar paso a un nuevo gabinete, sea de concentración, sea de coalición. Porque pongamos al frente del Gobierno a cualquier gran dirigente político de nuestra preferencia: Esperanza Aguirre, Gallardón, incluso Aznar; o, dentro de la socialdemocracia (aunque suponga un verdadero fraude electoral), a Felipe González, a Solana, o, haciendo realidad el sueño de muchos de los incondicionales de cierto medio de comunicación, a Rosa Díez. Sin duda que cada uno dejaría su impronta personal y política, ¿pero qué margen de maniobra tendría cualquiera de ellos para revocar siquiera algunas de las medidas adoptadas y desmarcarse mínimamente de Bruselas? ¿Llevaría a cabo una política económica que se diferenciara a grandes rasgos de la actual? La respuesta se antoja obvia. Al menos, y no es poco, Mariano Rajoy, además del valor añadido de la mayoría absoluta parlamentaria, ostenta la legitimidad obtenida en las urnas, de la cual ha derivado un mandato de cuatro años; y de cuyo balance deberá responder ante los electores españoles llegado el momento.

Y es que, puestos ya al borde del abismo sin que de momento nadie esté dispuesto a ayudarnos aunque solo sea para evitar su propia caída, deberíamos plantearnos la posibilidad de alejarnos de ese precipicio y cambiar a otro que se sitúe en nuestro predio, que sea 'nuestro'; y, una vez en el fondo, buscar un mejor respaldo, basado en la pura realidad económica, para remontar y salir a flote. Si las escasas intervenciones del BCE, que no se ha privado en otras ocasiones de llevar a cabo 'mangerazos' cuando determinadas economías los necesitaban, se limitan a favorecer los mismos intereses, no merece la pena haber cedido soberanía económica y monetaria. Porque si los compromisos no se cumplen y las reglas no son iguales para todos, cabe romper la baraja. Y a quien Dios se la dé, San Mario se la bendiga.

Desde luego, entre consolidar y fortalecer el euro y una hipotética vuelta a la peseta, que no dejaría de ser tremendamente traumática a corto plazo, es absolutamente preferible lo primero; sobre todo tras años de esfuerzos empleados para formar parte de la Unión Económica y Monetaria. Ahora bien, si las autoridades europeas no están por la labor de llevar a cabo lo primero, no habría mejor salida que optar por lo segundo, adaptarse a las circunstancias y aprovechar los aspectos positivos que la recuperación de la soberanía monetaria conllevaría; ya puestos a seguir sufriendo colapsos (como el que de todas formas derivaría de una intervención macroeconómica de Bruselas), pongamos las bases para volver a tener nuestra propia moneda e intentar no repetir experiencias como la vivida. Porque queda cada vez más patente que el euro se ha construido empezando por el tejado; y estos últimos años, lejos de buscar los cimientos de una unión bancaria y fiscal y un Banco Central que proceda como tal, se ha actuado de manera puramente selectiva y en defensa tan solo de determinados intereses. Sea como fuere, si la premisa de Bruselas y el BCE va a seguir siendo la inacción (a conveniencia), al euro le quedarán dos telediarios. Al tiempo.

viernes, 20 de julio de 2012

IMAGINEMOS

Imaginemos que, tras manifestaciones (que, por cierto, no tuvieron lugar cuando el Gobierno socialista de Zapatero bajó el sueldo de los funcionarios un 5 por ciento y congeló las pensiones), algaradas, sabotajes e incluso alguna que otra declaración 'de guerra', el Gobierno se echara atrás y decidiera no suspender la paga extra de Navidad a los empleados públicos. Imaginemos que incluso la subida del IVA, medida sin duda nada beneficiosa para la economía pero exigida por quienes permitirán la recapitalización directa de la banca y la compra masiva de deuda española, dejara de tener efecto. Imaginemos que, ante las protestas de los empleados afectados, no se llevara finalmente a cabo la privatización de empresas públicas y la liberalización de los correspondientes sectores, como los del transporte. Imaginemos que, ya puestos a mantener determinados 'statu quo', tampoco se culminara la anunciada liberalización del comercio.

Imaginemos que, dado que se culpa casi en exclusiva a 'los políticos' (así, en general) de la persistencia de la crisis, nos limitáramos a recortar drásticamente sus sueldos, número de asesores, cargos electos y públicos, etc., hasta dejarlos en la mínima expresión o incluso a prácticamente cero; pero, eso sí, sin reducir en absolutamente nada más. E imaginemos también que se hiciera caso a nuestros benditos sindicatos burocráticos y a la izquierda ultra y, en consecuencia, convirtiéramos por arte de birlibirloque nuestro sistema democrático y constitucional en una especie de régimen plebiscitario (eso sí, a conveniencia) y sometiéramos a referéndum (que tampoco pidieron cuando gobernaba y recortaba el PSOE) los ajustes del Ejecutivo de Rajoy: en efecto, el resultado sería previsible y rotundo, aunque seguramente aun más abrumador si se consultara sobre la financiación vía subvención de esos mismos sindicatos proponentes de la convocatoria. Imaginemos, imaginemos...

Claro está que no nos situaríamos a las puertas de la felicidad, pero, al menos, ¿llegaría la calma? ¿Escamparía? ¿Empezarían a solucionarse por sí solos los problemas que nos embargan? Nada más lejos de la realidad: en el mejor de los casos, y ante la inevitable visita de los temidos 'men in black' de Bruselas, quienes se indignan por la supresión de una paga extra acabarían viendo reducido su sueldo entre un 30 o un 40% (como en Portugal y Grecia), cuando no directamente en la calle muchos de ellos; y en el peor de los casos, es decir, si nos dejaran caer, terminarían comprobando que no se les ingresa las nóminas a fin de mes. Del purgatorio pasaríamos directamente al infierno, valga la metáfora. Entonces, Atenas, sí, en el horizonte. ¿Nos lo mereceríamos?

miércoles, 11 de julio de 2012

AHORA SÍ, VA EN SERIO



Ciertamente, su Gobierno había levantado el pie del acelerador de las políticas de ajuste y las reformas económicas; pero, una vez conseguido en Bruselas lo que pretendía, tiempo (mayor plazo para cumplir los objetivos de déficit) y oxígeno (recapitalización directa de la banca y compra masiva de deuda), el presidente del Ejecutivo ha vuelto a pisar el pedal, en este caso a fondo, para conducir el vehículo a la velocidad necesaria, que es mucha. El catálogo de medidas anunciadas por Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados, unas dirigidas a reducir drásticamente el gasto público (se calcula que 65.000 millones en dos años), otras a reactivar la economía a medio y largo plazo, es, independientemente de la opinión que nos merezca cada una de ellas, completo, ambicioso y audaz. Y, desde luego, no se quedará ahí, porque todavía resta mucho margen para seguir disminuyendo el gasto y liberalizar la economía. Ahora sí, la cosa va en serio.

Dentro de las medidas más impopulares, destaca la decisión de subir el IVA (en tres puntos el tipo general y en dos el reducido), en contra, como ha reconocido el propio presidente, de sus compromisos electorales. Por desgracia, el Gobierno no podía hacer caso omiso a las recomendaciones (más bien, directrices en este caso) de quienes van a permitir la recapitalización directa de nuestra banca y facilitar la compra de deuda española, el FMI y la UE; se trata con ello de evitar un mal mayor, ya que la prima de riesgo seguiría incrementándose a niveles insoportables y desembocaríamos en la intervención, ya sin matices, de nuestra economía (y en el hundimiento del euro a medio o largo plazo). Desde luego, este incremento del IVA no va a beneficiar al consumo y, como toda subida de impuestos, supondrá un perjuicio para la economía. Si bien, por otra parte, se flexibiliza el mercado laboral y se facilita la contratación (gracias a la reforma laboral emprendida), se reducirán las cotizaciones sociales, se reformará el sector energético, se liberalizará y privatizará los sectores ferroviario, aeropuertuario y portuario, se reducirá la burocracia en la creación de empresas, se propiciará la unidad de mercado y se eliminarán barreras en el sector servicios; medidas liberalizadoras incluidas dentro de ese mismo paquete, que compensarán en cierta manera el menoscabo provocado y contribuirán a la reactivación de la economía.

En el apartado de disminución del gasto, a los funcionarios y empleados públicos en general se les somete a un nuevo sacrificio al quedar suspendida la paga extra de Navidad y limitar los días de libre disposición, los llamados moscosos. A este respecto, ya no queda margen para apretarse (todavía más) el cinturón, pero también se debe tener presente que hay quienes ni siquiera tienen correa que ceñirse, sencillamente porque están en el paro. Y es que no queda otra que reducir drásticamente el gasto público, ya que la deuda y el déficit han alcanzado proporciones inasumibles y se han convertido en una pesada herencia que tendrán que afrontar las próximas generaciones, además de suponer un lastre para la actividad económica y la misma creación de empleo.

Aunque, en este sentido, los altos cargos y dirigentes políticos han de dar cumplido ejemplo: además de por supuesto también eliminar su paga extra, bajarse sus sueldos. Y, dentro de la tan necesaria reordenación y reducción de las dimensiones de la Administración Pública, disminuir considerablemente su presencia: así, reducir en un 30% el número de concejales y fijar por ley las retribuciones de alcaldes y ediles son medidas oportunas que deberán imitar las Comunidades Autónomas. En este ámbito, en el regional, es donde han de llevarse a cabo los más contundentes recortes del gasto: especialmente, privatizando o eliminando la práctica totalidad de las empresas públicas, evitando duplicidades competenciales con otras Administraciones y dejando en la mínima expresión a los empleados públicos que no lo sean por oposición. Medidas que necesariamente también habrá que tomar, y a ello ha de conminar el Gobierno.

En cualquier caso, decisiones que en buena parte no son ni mucho menos plato de gusto político y electoral por su evidente impopularidad, pero absolutamente imprescindibles si queremos reducir el galopante déficit público y poner las bases para que la tan ansiada reactivación económica empiece a ser un hecho. No hay otra solución que transitar por tan difícil camino: quien tuviera la impresión de que todo iba a resolverse pegando un par de apósitos y no interviniendo con una cirugía completa y profunda, se equivocaba de medio a medio. Tan sumamente grave es la situación de nuestras cuentas públicas y de nuestra todavía comatosa economía.

martes, 10 de julio de 2012

QUINCE AÑOS DESPUÉS



La banda terrorista ETA no solo pretendía poner al Gobierno de entonces entre la espada y la pared: quería someter a un macabro chantaje a toda la sociedad española. Y ésta reaccionó de manera absolutamente ejemplar: de la conmoción provocada por el cruel secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, joven concejal de Ermua, surgió una rebelión cívica sin parangón en la democracia. El espíritu de rebeldía de un pueblo vizcaíno que se levantó con indignación y valentía contra los asesinos y quienes les prestaban apoyo y cobertura contagió a una nación entera, que al unísono llenaba las calles de toda España y exigía a los dirigentes políticos unidad y firmeza para acabar con el crimen etarra y barrer a sus adláteres. Fue, sin duda, un punto de inflexión en la actitud de la sociedad española frente a la vesania terrorista; había triunfado el 'Espíritu de Ermua', en feliz definición de su alcalde, Carlos Totorica.

Un Espíritu que impregnaría la política antiterrorista llevada a cabo en los años siguientes, basada en una batalla sin cuartel, y siempre con los instrumentos del Estado de Derecho, contra la banda asesina y sus comparsas, que serían puestos fuera de la ley; y, a su vez, en un reconocimiento público al sacrificio y la memoria de las víctimas del terrorismo. Avances que propiciaron la práctica derrota policial y social del entramado criminal etarra, hasta que el Gobierno salido del 11-M optara por la vía de la negociación política, que, aunque supuestamente interrumpida, nunca llegó a abandonar; hasta el punto de que resultan evidentes ciertas concesiones a la banda terrorista, como es el vergonzante regreso de los proetarras a las instituciones de la mano de las marionetas del PSOE en el Tribunal Constitucional.

Así, justo cuando se cumplen quince años del vil asesinato de Miguel Ángel Blanco y el nacimiento del glorioso Espíritu de Ermua, ha tenido lugar una escena ignominiosa y humillante para las víctimas del terrorismo y para quien representa todo un símbolo en la lucha contra el totalitarismo etarra y la defensa de España y la libertad. Quince años después, el recuerdo de aquel mártir de nuestra democracia y ese espíritu de rebelión cívica de toda una nación se han visto mancillados, y para mayor deshonra en la mismísima sede de la soberanía nacional. Se lo debemos a los actos de felonía de ciertos señores, togados y no togados, cuyo inmenso daño infligido a la causa democrática y constitucional solo empieza a advertirse. He aquí su obra.




jueves, 5 de julio de 2012

CASO 'BANKIA': COMO ELEFANTE EN CACHARRERÍA

No, no y no. Me resisto a unirme al estado de hipocresía general trufado de lugares comunes como 'respeto a la acción de los Tribunales de Justicia' y elogios artificiosos a cierto partido por sus 'servicios a la democracia'. Porque la repentina imputación a la anterior cúpula de Bankia (que vuelve a demostrar lo rauda que puede llegar a ser la Justicia si al juez correspondiente le mueve un irreflenable interés por el caso en cuestión), lejos de denotar un saludable acto de transparencia y persecución del delito, huele muy mal. Es más, apesta.

En primer lugar, porque el juez instructor, cuya tendencia ideológica es conocida, ha entrado al 'garzonita' modo, es decir, como elefante en cacharrería, al imputar de manera indiscriminada a los exdirectivos y exconsejeros del banco sin ni tan siquiera ponderar antes la información proporcionada por la Fiscalía; con lo cual lo que en realidad se ha buscado es el mero efecto político-mediático de someter a una especie de escarnio público (con la correspondiente dosis de 'pena de telediario') a determinados y destacados excargos políticos por el hecho de militar en el PP, que son en último término los únicos señalados mediáticamente. Con especial mención hacia quien representa, junto con el expresidente Aznar, los años de mayor prosperidad económica de la democracia, y cuya figura por tanto hay que desprestigiar a toda costa. Así de claro.

Porque, en segundo lugar, ¿cómo cabe interpretar si no que, en cambio, al verdadero muñidor de la fusión de Cajamadrid con las demás cajas de ahorro que componen Bankia, y quien además dio el visto bueno para su entrada en bolsa, solo haya sido llamado a declarar como testigo? Desde luego, si han tenido lugar irregularidades y se han cometido todas las fechorías habidas y por haber en la construcción de Bankia y su venta de acciones, MAFO no ejercía de mero espectador de privilegio, sino que su papel era, no ya de protagonista destacado, sino de 'Deus ex machina'. Aunque ya sabemos a qué partido está afiliado el nefasto exgobernador del Banco de España.

Y, en tercer lugar, escama este exceso de celo judicial con el caso Bankia, sobre todo si lo comparamos con otros escándalos relativos a otras cajas que requirieron la intervención del Estado durante el zapaterismo, como fueron Caja Castilla-La Mancha y Catalunya Caixa, que en cambio no despertaron el más mínimo interés ni por parte de la Fiscalía ni de ningún juez con más o menos afán de protagonismo. Quizá haya quien considere conveniente y hasta sano que se investigue judicialmente a las cajas intervenidas en función de su color político, y puede ser hasta electoralmente rentable; pero se trata de una flagrante injusticia, puesto que echa por tierra el principio de igualdad ante la ley que ha de regir en cualquier Estado de Derecho.

Y es que flaco favor se le hace a la Justicia con semejantes comportamientos que, como además demuestra la experiencia reciente, suelen propiciar que quienes de verdad deberían rendir cuentas y recibir la correspondiente sanción penal, al final se vayan de rositas. Como muestras, los botones de las calamitosas instrucciones de Garzón. ¡Ah!, y en cuanto a UPyD, de nuevo, como en Asturias, ha desempeñado en este caso el rol para el que en realidad fue fundado: el de avanzadilla y sostén del PSOE. No es que la cabra tire al monte; es que jamás se ha bajado de él.

miércoles, 4 de julio de 2012

UNA BROMA PESADA

Que la progresía del pensamiento único keynesiano tenga como gran gurú a semejante tarambana resulta muy indicativo de su nivel de rigor y solvencia intelectual, aproximadamente a la altura del betún. La última de Paul Krugman, tan Premio Nobel como cantamañanas, ha tenido lugar en España para presentar aquí su nuevo ensayo, que habrá que leer detenidamente para, dados los inmediatos antecedentes, sacar conclusiones acerca de lo que no se debe hacer en materia macroeconómica. Y es que, ni corto ni perezoso, y preguntado por sus recomendaciones de crear una burbuja inmobiliaria como respuesta al estallido de las 'puntocom', ha tenido a bien responder que al emitir tales consejos solo 'estaba bromeando'. Pues maldita la gracia.

Quizá el señor Krugman sea tan frívolo e irresponsable que incluso tenga por costumbre bromear en sus propios artículos y entrevistas, donde en numerosas ocasiones abogó claramente por sustituir una burbuja por otra; sin que ninguno de esos escritos se haya visto matizado por emitocono alguno, y sin que en ninguna entrevista haya dejado constancia, ni tan siquiera gestual, de su rechifla. Textos entre los que cabe destacar un artículo de su cosecha publicado en el 'New York Times' en 2002, que rezaba así: 'Para combatir la recesión es necesario que la Fed responda con contundencia; hay que incrementar el gasto familiar para compensar la languideciente inversión empresarial. Y para hacerlo Alan Greenspan tiene que crear una burbuja inmobiliaria, con la que reemplazar la burbuja del Nasdaq'.

Pero no, no fue capaz de captar el chiste el directamente interpelado Alan Greenspan, entonces presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, que, por desgracia, decidió seguir al pie de la letra las (cachondas) admoniciones krugmanianas: así, redujo los tipos de interés con el objetivo, en efecto, de generar una burbuja inmobiliaria. Sabido es que ese artificial expansionismo monetario, imitado por los demás Bancos Centrales, acabó provocando el colapso del sistema financiero, primordial causa de la actual y persistente crisis que sufrimos. Consecuencia que no fue capaz de prever la inmensa sabiduría de estos ilustres arquitectos de la economía mundial, estos planificadores 'cuasi-divinos' que jugaron a enmendar al mercado.

Dado que Dios no parece haber llamado a Krugman por el camino del club de la comedia, debería abstenerse de seguir gastando bromas; sobre todo si son tan pesadas como la que nos ocupa. Si incluso diera un paso más y dejara de ilustrarnos y ejercer de arúspice de la economía mundial, miel sobre hojuelas: saldría ganando el mundo entero.

lunes, 2 de julio de 2012

SOY ESPAÑOL, ¿A QUÉ QUIERES QUE TE GANE?

El destino quiso que las dos naciones que salieron claramente triunfantes del Consejo Europeo de apenas dos días antes se encontraran en la final de la Eurocopa de fútbol. Y a Kiev, donde jamás debería haberse celebrado el evento (al menos mientras el dictatorial Gobierno ucraniano mantenga en prisión a la líder de la oposición política), se desplazaron quienes, al unísono, supieron jugar con habilidad sus bazas en Bruselas para llevarse el gato al agua: Mario Monti y Mariano Rajoy. Codo con codo en la cumbre europea, pero 'protocolariamente' separados en el palco de honor del encuentro, quizá para que cada uno pudiera exteriorizar libremente sus sentimientos sin llegar a poner en peligro una alianza que se está mostrando útil y fructífera. Bien ganada fama de comedidos tienen ambos, pero estando de por medio el fútbol, visceral válvula de escape de las pasiones más ocultas, nunca se sabe.

Finalmente, hasta cuatro veces cantó gol el presidente del Gobierno español por ninguna el Primer Ministro italiano, que se vio obligado a no alterar en ningún momento su proverbial impasibilidad (tan escasamente transalpina, por otra parte). Y es que en el terreno de juego no hubo más colores que el rojo y el azul oscuro de los uniformes que portaban los españoles, que se encargaron de propinar una lección de fútbol sublime a los (no lo olvidemos) cuatro veces campeones del mundo; a una Italia que, sin restarle méritos al imponente y brillante juego de nuestra Selección, sin parangón alguno en la actualidad futbolística, ha demostrado no ser ni mucho menos tan fiera como nos la pintaban, y muy a pesar de que nos quisieran hacer ver que un supuesto repudio del 'catenaccio' por parte de Prandelli, su actual seleccionador, convertían a nuestros hasta ahora sempiternos verdugos en todavía más temibles. Pero Italia sin 'catenaccio', su seña de identidad y en el que, guste o no, ha basado sus grandes éxitos futbolísticos, no es Italia.

En cualquier caso, esta soberana paliza (dentro de los más estrictos cánones deportivos) a una selección tan laureada como la italiana, además de rematar el saldo de las cuentas pendientes con quienes nos solían eliminar de manera casi siempre traumática, significa la gloriosa culminación de una gesta sin precedentes de una extraordinaria generación de futbolistas: nadie ha sido capaz de repetir título de Eurocopa tras ganar un Mundial. Incluso se quedó a las puertas de lograr tal proeza la todopoderosa Alemania Federal de los años 70, selección a la que España ha igualado en Eurocopas conquistadas. Pero, además de los tres campeonatos de Europa que ostenta, cabe también resaltar que nuestra Selección ocupa un nada desdeñable segundo lugar (tras Alemania, y a tan solo tres puntos) en el histórico de las fases finales merced a estos datos: de los 36 partidos jugados, 17 victorias, 11 empates y 8 derrotas, con 50 goles a favor y 32 en contra. Guarismos que demuestran que, antes de que los Casillas, Sergio Ramos, Xabi Alonso, Xavi, Iniesta, Silva, Cesc o Fernando Torres, bajo la batuta primero de Luis Aragonés y después de Vicente del Bosque, condujeran al fútbol español a las más altas cotas, ha habido pléyades de magníficos jugadores y entrenadores que han sabido mantener a nuestro fútbol en un lugar destacado en el panorama europeo (empezando por aquellos que ganaron en casa nuestro primer título, en 1964, y pasando por quienes disputaron ante la anfitriona Francia la final de 1984 apenas dos años después del fiasco del Mundial de España). Y que, por tanto, merecen un reconocimiento en estos nuevos tiempos de vino y rosas.

Triunfos deportivos de este tipo, de gran magnitud y amplia repercusión mediática en todo el mundo, amén de proporcionarnos alegrías que tanto se echan en falta últimamente y enorgullecernos como españoles, sirven para aumentar en cierto modo el prestigio de la 'marca España'; pero, desde luego, no para reducir la prima de riesgo, para lo cual, como ha quedado demostrado, se requieren a corto plazo acuerdos como el que se logró en el último Consejo Europeo, y a medio y largo plazo medidas y reformas que transmitan solvencia y confianza en nuestra economía. Eso sí, hemos vuelto a demostrar al mundo de lo que somos capaces cuando actuamos unidos y bajo las premisas del esfuerzo, la superación, el talento y la competitividad. Hemos de plantear también fuera del deporte, en el que, desde el 'efecto Barcelona 92', hemos conseguido ser potencia indiscutible, este reto en forma de pregunta: 'soy español, ¿a qué quieres que  te gane?' Siguiendo el ejemplo de nuestros campeonísimos, podremos superar cualquier obstáculo que se nos presente y salir reforzados.