martes, 29 de noviembre de 2011

EL PSOE Y LOS VIVAS A ESPAÑA

'España como nación, concepto discutido y discutible'. Resultaba verdaderamente inaudito que semejante afirmación partiera nada menos que del mismísimo presidente del Gobierno... de la nación española. Aunque de Zapatero y del zapaterismo podíamos esperar absolutamente de todo, incluso las situaciones más surrealistas y pintorescas. En este caso, cabe recordar que el proyecto de cambio de régimen del socialismo zapaterista pasaba por crear un 'cordón sanitario' que aislara al PP y le impidiera el acceso al poder, y en esa pretensión jugaban un papel importante los nacionalismos y los separatismos (incluida la llamada 'izquierda abertzale', es decir, la ETA, a la que se pretendería 'integrar' en el sistema), a los que se les garantizaría el dominio de sus predios con tal de que el PSOE se mantuviera en el Gobierno de España... o más bien de lo que quedara de ella. Obviamente, la crisis económica y su deficiente gestión por parte del Ejecutivo socialista ha hecho añicos ese plan rupturista; pero para llevarlo a cabo era imprescindible atraerse a los nacionalismos de todo pelaje con un discurso que pusiera en solfa la misma existencia de la nación española, y a la vez tachar de sospechoso de franquismo a quien la defendiera a ultranza. Como si España como nación de ciudadanos libres e iguales ante la ley hubiese surgido con Franco, y no con la gloriosa Constitución liberal de 1812.

Pues bien, muerto políticamente Zapatero, su herencia sigue latente en el PSOE. Hasta el punto de que el único debate 'ideológico' que ha tenido lugar en este inicio de su periodo precongresual no ha versado sobre si optar entre socialdemocracia o socialismo puro y duro, entre la Tercera Vía blairita o el perroflautismo del 15-M, entre más o menos intervencionismo estatal, o entre más o menos keynesianismo como salida de la crisis... No, ni mucho menos; sino que se ha centrado en si el nuevo líder (o 'lideresa') del PSOE habría de ser lo suficientemente atrevido como para dar vivas a España. Tiene bemoles, y a la vez resulta harto indicativo, que se suscite semejante discusión en un partido que, además de contener la 'E' de español en sus siglas (aunque quizá nos encontremos ante una situación parecida a la de la felizmente extinta URSS: en este caso, cuatro siglas, cuatro mentiras), ha estado durante tantos años en el Gobierno de España, y al que aspira a volver.



Porque las apreciaciones de Bono (aunque escasa autoridad moral tiene quien como Ministro de Defensa retiró el lema 'A España servir hasta morir' del leridano monte de Costampla), que evidentemente iban dirigidas contra las aspiraciones de la nacionalista 'quebecquiana' Chacón (la misma que en su momento defendiera las groseras imprecaciones de Rubianes contra 'la puta (con perdón) Espanya'), han tenido cumplida respuesta dentro del mismo PSOE: el nefasto Eguiguren, quién si no, ha terciado apostando por un  líder socialista que sea capaz de gritar 'gora Euskadi y visca Catalunya'; y mucho cuidado, que si alguien tiene la tentación de vitorear a España, que lo sustituya por un viva a la Constitución. Siempre evitando la palabra maldita, por supuesto. Y este señor sigue siendo presidente del Partido Socialista de Euskadi, integrado, éste sí, en el PSOE.

Poco se puede esperar de un partido político cuyo debate interno consista en la existencia misma de la nación española. Porque quienes no creen en España, o duden de ella, difícilmente serán capaces de regirla con unas mínimas posibilidades de éxito. Quizá ahí resida una de las claves de la historia reciente del PSOE y de su aciago papel como partido gobernante.

jueves, 24 de noviembre de 2011

TRAICIONAR A LOS MUERTOS

Y le dijo la sartén al cazo: 'apártate, que me tiznas'. He aquí al inefable 'Txusito' Eguiguren que, tras el monumental costalazo electoral de su partido en el País Vasco, no tiene mejor idea que amenazar con romper con el PP vasco 'si Rajoy no empuja hacia la paz', que en tal caso además cometería 'una traición a los muertos'. Todo porque el líder del PP ha tenido el decoro de excluir a Amaiur, la última marca electoral de la ETA, de su ronda de contactos con los portavoces de los partidos políticos; acto de pura decencia democrática que, por cierto, deberían imitar los demás mandatarios políticos, máxime si en sus filas ha habido víctimas del terrorismo etarra. Sin embargo, al señor Eguiguren le molesta sobremanera que el presidente del Gobierno electo no reciba a sus amigos proetarras, de cuya vergonzante presencia en el Congreso de los Diputados es no en balde uno de los más destacados artífices. Y es que su camaradería y compadreo con los colegas de los asesinos, incluidas sus comilonas con Josu Ternera, criminal prófugo de la Justicia, han contribuido, y mucho, a que los comparsas de la ETA, gracias a la aquiescencia del Gobierno socialista y de sus marionetas del Tribunal Constitucional, regresen a las instituciones. Pero quien traiciona a los muertos, es decir, a las víctimas del terrorismo, no es él, sino Rajoy. Cosas veredes.

Y además de felón, ingrato. Porque sin el desinteresado apoyo de un PP que no ostenta ni una sola consejería, Patxi López, que cabe recordar que se quedó muy lejos de ganar las últimas elecciones autonómicas vascas, jamás hubiera sido Lehendakari; al que además para seguir manteniendo en la presidencia del Gobierno vasco ha debido de tragar muchísimos sapos, quizá demasiados. De todas formas, si se cumple la amenaza de Eguiguren, ¿cree que podría seguir gobernando López en minoría, y con tan solo 25 de los 75 diputados del Parlamento vasco? O tendría que dejar paso al grupo mayoritario, el del PNV, o bien convocar elecciones. En este último caso, quizá 'Txusito' sueñe con la creación de un tripartito vasco, remedo del tristemente célebre 'tripartit' catalán, entre el PSE, Ezker Batua y los proetarras; pero, dado el enorme deterioro electoral sufrido por el socialismo vasco en los últimos comicios, tanto municipales como nacionales, el PSE solo podría aspirar a completar con sus escasos escaños una mayoría parlamentaria que lleve al batasuno Arnaldo Otegui a la Lehendakaritza. No sería de extrañar que esa sea  la 'alternativa' anunciada por Eguiguren, y tampoco que formara parte de la 'hoja de ruta' pactada con la ETA. De personaje tan siniestro siempre se puede esperar lo peor.

lunes, 21 de noviembre de 2011

TODA LA LEGITIMIDAD

Como vaticinaban las encuestas, ha tenido lugar la cuarta mayoría absoluta de nuestra democracia: la primera, en 1982, la consiguió Felipe González, beneficiado, además de por la esperanza de cambio que representaba entonces el PSOE, por la práctica autodisolución de la UCD; también la segunda, en 1986, ante la clamorosa ausencia de una alternativa mínimamente estable y fiable que, desde un fragmentado centro-derecha, pudiera plantar cara a un socialismo hegemónico; la tercera, en 2000, lograda por un Aznar cuya política de liberalización de la economía y de rigurosa administración de las cuentas públicas daba unos frutos que empezaba a notar la sociedad española; y la cuarta y última, la que acaba de obtener Mariano Rajoy, como consecuencia tanto del escalofriante batacazo electoral sufrido por un PSOE absolutamente incapaz de gestionar la crisis económica, como de la confianza depositada por una nítida mayoría del electorado (cerca del 45 por ciento de los votantes) al proyecto reformista más completo, logrado y, sobre todo, viable, que no es otro que el que encarna el líder del PP.

Casi once millones de votos (récord absoluto del centro-derecha en España), 186 escaños en el Congreso de los Diputados, una mayoría aplastante en el Senado, su triunfo en todas las Comunidades Autónomas (especialmente destacado precisamente en aquellas en las que ha debido tomar medidas drásticas de ajuste y reducción del gasto público, como Murcia, Castilla-La Mancha, Baleares o Extremadura) excepto en Cataluña y País Vasco (los dos únicos, aunque significativos, 'peros' a unos magníficos resultados electorales; sobre todo en el segundo caso)... Son datos que señalan bien a las claras la naturaleza contundente e incontestable de la victoria del PP, que de esta manera obtiene en las urnas toda la legitimidad para emprender las reformas económicas e institucionales contempladas en su programa y que, por su patente carácter liberal, son las que en general requiere nuestra maltratada y deteriorada España. Y cuanto antes mejor: sería conveniente reducir al máximo los plazos del traspaso de poderes. Nuestra comatosa economía no puede permitirse el lujo de seguir perdiendo mucho tiempo más.

jueves, 17 de noviembre de 2011

RACIONALIDAD Y EFICIENCIA EN LA SANIDAD


Breve artículo publicado hoy en el diario 'La Opinión de Murcia', en su apartado 'El Pulso' (entre Patricio Hernández, presidente del Foro Ciudadano, y un miembro de Ciudadanos para el Progreso, de nuevo yo mismo) dentro de las páginas de opinión sobre las elecciones generales. El tema de debate, propuesto por el propio Hernández: 'Recortar en salud'.

A fuerza de repetir que la sanidad que tenemos en España, y en general en la Europa del llamado Estado del Bienestar, es 'universal' y 'gratuita', hemos vivido durante muchísimos años en una auténtica ficción, cuando la cruda verdad es que se trata de un servicio muy costoso y, debido a deficiencias del actual sistema, altamente deficitario. Que sea pública no implica que en este ámbito deje de aplicarse el principio básico de la economía: que los recursos son limitados. Desde luego, la solución a las dificultades de financiación de la sanidad pública no reside en el copago, pero sí en introducir racionalidad y eficiencia en la administración y propiciar una mayor participación de la iniciativa social. Si nos limitamos a crucificar, sobre todo si es un político del PP, a quien se atreva a abordar sin reservas asunto tan tabú, entonces sí que pondremos en peligro la calidad, viabilidad y supervivencia del mismo sistema sanitario que queremos preservar.

lunes, 14 de noviembre de 2011

REIVINDICACIÓN DE LA POLÍTICA

Las convulsiones tanto políticas como económicas (en realidad, las segundas han llevado a las primeras) vividas en Grecia y, a continuación, en Italia, han derivado en la misma salida inmediata: la llegada a las presidencias de sus Gobiernos de sendos tecnócratas expertos en economía. Tanto Lucas Papademos como Mario Monti responden a ese perfil: el primero, sustituto de un Papandreu que perdió estrepitosamente el pulso populista que planteó al eje París-Berlín, es profesor de economía de la Universidad de Harvard y ha sido Gobernador del Banco de Grecia y vicepresidente del Banco Central Europeo; el segundo, sucesor a regañadientes del controvertido Berlusconi, ha sido Comisario de Mercado Interior y después de Competencia de la Unión Europea, donde tuvo arrestos para enfrentarse al monopolio de Microsoft e impedir la fusión entre General Electric y Honeywell (eso sí, en su debe se encuentra precisamente que fuera asesor de Goldman Sachs cuando este banco comercial colaboró en la ocultación del déficit griego). Ambos, independientes políticamente, encabezan Gobiernos de concentración, con mandatos muy limitados en el tiempo y que en principio cuentan con el consenso político suficiente como para llevar a cabo las reformas económicas que exige Bruselas, su principal y quizá única misión.

Así pues, parece triunfar la doctrina de que la búsqueda de soluciones a la inestabilidad económica que sufre Europa pasa por la tecnocracia, es decir, el gobierno de los técnicos; siquiera de forma provisional. Ahora bien, además de que la extensión de semejante tendencia supondría una subestimación de las soberanías nacionales y, por consiguiente, de los hábitos democráticos, los tiempos actuales no requieren solo cabezas privilegiadas y expertas en el manejo de las cuentas públicas; sino sobre todo líderes en el pleno sentido de la palabra que, con arrojo, valentía e ideas claras, pongan en marcha nítidos y completos programas de recortes del gasto público y reformas liberalizadoras. Iniciativa que solo puede partir del impulso político; porque, sin perjuicio del asesoramiento que siempre han prestado los técnicos y especialistas en la concreción de las medidas a adoptar, las directrices en una democracia han de ser fundamentalmente políticas, procedentes de quienes han sido elegidos en las urnas para gobernar. Y no está nada claro que tanto Papademos como Monti, que adolecen del evidente déficit democrático de sus mandatos, sean los hombres adecuados para liderarlas políticamente.

Es hora, en cualquier caso, de reivindicar la política como noble actividad y arte de lo posible.

martes, 8 de noviembre de 2011

UN ADELANTO DE LA INVESTIDURA

'Señor Rodríguez... Pérez Rubalcaba'. El candidato del PP a la presidencia del Gobierno comenzaba el debate electoral con un supuesto 'lapsus-linguae' al dirigirse a su adversario político. Mal empezamos, pensarían unos; bien, Mariano está de los nervios, barruntarían otros. Pero en realidad se trataba de una estratagema para desbaratar una de las principales maniobras de la campaña socialista: ocultar la desprestigiada figura del todavía jefe del Ejecutivo, no por casualidad absolutamente desaparecido en combate estos días. De esta forma, Rajoy conseguía justo aquello que el PSOE quería evitar a toda costa: que la audiencia identificara a Rubalcaba con una nefasta gestión de Gobierno, la de Zapatero, de la que ha sido copartícipe incluso como vicepresidente primero. Argumento basado en una realidad incontestable, y en el que insistiría en numerosas ocasiones a lo largo del debate.

Lo cierto es que la postura agresiva e inquisitiva de Rubalcaba, que llegaría a emplear modos dialécticos ciertamente marrulleros con la complicidad del moderador (cuya reputación como tal no he acabado nunca de entender), no impidió que Rajoy se atuviera estrictamente a su guión. Es más, el hecho de que el candidato socialista hiciera uso de esa tan trillada argucia de denunciar un hipotético 'programa oculto' del PP para sembrar dudas sobre sus verdaderas intenciones, le daría ocasión para marcar distancias con su contrincante: 'Señor Pérez Rubalcaba, yo no soy como usted', respondió de forma categórica, antes de enumerar una serie de medidas que, pese a no estar incluidas en su momento en el programa del PSOE, tomó el Gobierno del que formaba parte como vicepresidente: la rebaja del sueldo a los funcionarios, la eliminación del cheque-bebé y de la deducción por vivienda, la congelación de las pensiones, la subida del IVA... Fue el clímax del debate, que coincidió con el minuto más visto en la televisión. Solo el descanso que vendría a continuación, más el auxilio prestado por un árbitro que en los momentos más delicados no podía disimular su parcialidad, salvaron a un sonado Rubalcaba de una derrota por KO.

En cualquier caso, la estrategia del candidato socialista también resultaba cada vez más evidente: actuar como líder de la oposición ante un presidente del Gobierno 'in pectore'. Máxime cuando en la primera parte del debate saldría escaldado de su balbuceante intento de enunciar propuestas (alguna tan disparatada como pedir una moratoria de dos años a la Unión Europea en la toma de medidas de ajuste): 'Qué mala suerte, ocho años en el Gobierno y se le ocurren ahora todas las ideas', le replicaba un sarcástico Rajoy. Así pues, Rubalcaba decidió convertir el debate electoral en una especie de sesión de investidura en la que se le interpela al futuro presidente del Ejecutivo sobre las políticas que piensa adoptar. Para ello, el aspirante socialista no tuvo empacho alguno en fundamentar sus intervenciones en un programa, el del PP, que hasta ayer mismo reputaba como inexistente; y, por supuesto, interpretarlo de manera sesgada para rescatar un discurso, el del miedo a la malvada derecha, que a estas alturas solo puede conmover al electorado de izquierdas más obcecado, al que en realidad pretende aferrarse. Aun así, Mariano Rajoy no rehuyó el cuerpo a cuerpo y respondió con solvencia a los embates que Rubalcaba le lanzaba en materia de política social; no había más que recordar que el PSOE había realizado los mayores recortes de la democracia, además de puntualizar que sin que la sociedad civil no cree empleo ni genere riqueza resulta materialmente imposible financiar la educación y sanidad públicas.

La amalgama final que fue la tercera parte del debate pasó a ser de guante blanco: Rajoy ya se sabía ganador y Rubalcaba creía que, mal que bien, había sabido capear el temporal. Se dejaron asuntos importantes en el tintero (corrupción, Justicia, Estado de las Autonomías...), algo normal dada la propia dinámica del debate; aunque las principales preocupaciones de los españoles si atendemos a las encuestas, el paro y la economía, se habían tratado ampliamente. En suma, dos conclusiones básicas del debate: que lo ganó claramente quien más tenía que perder, Mariano Rajoy (eso sí, sin apenas despeinarse); y que Rubalcaba, que da por absolutamente perdidas las elecciones generales, solo aspira a mantenerse como líder del PSOE, aunque para ello habrá de mejorar en las urnas los magros resultados que le vaticinan los estudios demoscópicos. De ahí que se conformara con ensayar como jefe de la oposición en un debate que quiso transformar en un adelanto de la sesión de investidura. Ahora bien, está por ver que sea él quien ocupe tan honroso puesto.

lunes, 7 de noviembre de 2011

EL 'ENANO' BONO

Si el PSOE de Murcia pone un circo, le crecen los enanos. Qué felices se lo prometían a propósito de la falta de mención explícita del trasvase del Ebro en el programa del PP; por fin una carencia del adversario de la que, convenientemente magnificada, poder sacar provecho para, al menos, intentar amainar el temporal electoral que se les viene encima. Nunca el PP había incluido el Ebro negro sobre blanco entre sus propuestas programáticas, pero tampoco importaba: a algo había que agarrarse. Pero en esto que llega José Bono, ínclito caballista, al municipio murciano de Cieza, donde en un mitin se permite el lujo de lanzar al entregado personal que le escuchaba el siguiente aviso: 'vayan cerrando las huertas de Murcia, porque el Tajo no da para más'. Exhortación que, obviamente, ha puesto de uñas a agricultores, regantes y a la opinión pública murciana en general.

Difícilmente se puede ser tan torpe como para traer a Bono a hacer campaña en Murcia y... para más inri, a disertar sobre agua. Porque precisamente en el uso y abuso de la demagogia antitrasvasista basaba gran parte de sus argumentos electorales como presidente de Castilla-La Mancha, ciertamente con mucho éxito: hasta el punto de propiciar que cada trasvase del Tajo al Segura se convirtiera en una auténtica 'guerra del agua' de la que sacar un puñado de votos, estrategia que continuaría su sucesor Barreda. En cualquier caso, y por mucho que lo intenten, los murcianos no olvidamos que hubo un proyecto de trasvase del Ebro, el del Gobierno del PP, que empezó a hacerse realidad con la puesta de su primera piedra; y que de su posterior y fulminante liquidación es responsable otro Ejecutivo, el del PSOE, que contó con colaboradores necesarios: entre ellos el aún líder de los socialistas murcianos, Pedro Saura, que votó a favor de la derogación del trasvase en el Parlamento. Por tanto, nula autoridad tienen los prebostes del socialismo murciano; aunque sí desfachatez a raudales, casi tanta como ineptitud política.

sábado, 5 de noviembre de 2011

DEMOCRACIA SIN ETIQUETAS

Breve artículo publicado hoy (y extractado por razones de espacio) en el diario 'La Opinión de Murcia', en su apartado 'El Pulso' (entre Patricio Hernández, presidente del Foro Ciudadano, y un miembro de Ciudadanos para el Progreso, en este caso yo mismo) dentro de las páginas de opinión sobre las elecciones generales. El tema de debate propuesto: El poder y las elecciones.

En las democracias, tal y como suele quedar reflejado en sus Constituciones o Declaraciones de Derechos, la soberanía reside en la nación, o, para concretar más, en el pueblo; no otro es precisamente el significado etimológico de la palabra 'democracia': 'poder del pueblo'. Pues bien, las elecciones que periódicamente se celebran en los regímenes democráticos es la mejor manifestación de ese poder, ese gobierno popular; 'del pueblo, por el pueblo y para el pueblo', como resaltó Abraham Lincoln en su histórico discurso en Gettysburg. De tal forma que todo el electorado, al menos desde que se implantara el sufragio universal, tiene la oportunidad de elegir mediante el voto a sus representantes políticos, y en sus manos está incluso el poder de cambiar o no de Gobierno. Porque una de las virtudes de la democracia, como apuntó Ludwig von Mises, reside en que propicia los cambios pacíficos en los métodos y personas del Gobierno, cuando lo frecuente hasta su instauración en Occidente era el uso de la violencia y las guerras. 

¿Ello implica que cada uno de nosotros tenemos la opción de votar a los gobernantes que más nos gusten? No siempre: el mercado electoral es harto limitado, y muchas veces hemos de inclinarnos por lo que consideramos menos malo; o, sin gustarnos, por lo que creemos que es lo mejor para el país; o, simplemente, votar en contra de algo o de alguien, que es también un impulso muy generalizado entre el electorado. Pero desde luego es siempre preferible este sistema que, con todas sus fallas y limitaciones, se basa en la voluntad popular para la elección de nuestros gobernantes, que otros que incluso se empeñan en ponerle apellidos a la democracia: véanse, por ejemplo, las siniestras 'democracias populares' que, bajo esa falsaria denominación, asolaron la Europa del Este. La democracia, mejor sin etiquetas adicionales.