jueves, 31 de marzo de 2016

PALABRA DE 'NUEVA POLÍTICA'

 “Votaré ‘no’ a quien intente formar un grupo de perdedores para desbancar a una lista que gana las elecciones, porque España va mal pero puede ir peor“. Albert Rivera, 18 de diciembre de 2015.

Está claro que la palabra de la 'nueva' y 'regeneradora' política es ley. No hay más que acudir a los ejemplos de pedanías y municipios de Murcia... y de la misma actualidad política nacional.

Los cinco concejales de Ciudadanos, encabezados por un recién llegado a la política y todo un ejemplo de renovación de la vida pública, el ex edil del PP Estanislao Vidal (quien, rencoroso y vengativo, cumplió su amenaza de votar a la candidata socialista si no le hacían a él alcalde), han entregado recientemente la alcaldía del municipio murciano de Molina de Segura al PSOE, que ya contaba con los votos de Podemos e IU. Palpable demostración de que no se trataba de propiciar la salida de quien era el alcalde, Eduardo Contreras, que además dimitió en un generoso gesto de responsabilidad política, sino simple y llanamente, y una vez más, de echar al partido más votado, al PP. Mismo proceder, por cierto, que en otros municipios de la Región como Blanca, Fortuna o Fuente Álamo, en los que Ciudadanos justifica su adhesión a pactos de 'todos contra el PP' en la necesidad de 'regenerar' la vida política no apoyando a candidatos investigados judicialmente; coartada que, como muestra bien a las claras el caso de Molina de Segura, es más falsa que un duro sevillano.

Pero tranquilos, que la dirección nacional de Ciudadanos, sita en Barcelona, ha tomado, rauda y veloz, cartas en el asunto: expedienta a sus cinco concejales en Molina de Segura por... incumplir la regla de facilitar que gobierne la lista más votada. Pues bien, entonces cabe preguntarse: ¿por qué, en aplicación de ese sacrosanto principio proclamado en su momento por el hiperlíder, no tomó medidas el partido 'naranja' contra sus concejales y vocales de los barrios y pedanías de Murcia, donde Ciudadanos ha conformado 'cuatripartitos' con PSOE, Podemos e IU para arrebatárselos al PP?  E incluso en el ámbito nacional, ¿a qué se debe que el propio Rivera, tras envainársela (de nuevo) al firmar un pacto 'de investidura' con el PSOE que si merece algún calificativo es precisamente el 'de perdedores', se empeñe en continuar contribuyendo a la estrategia de bloqueo de Pedro Sánchez al más votado, que no es otro que (también) el PP? ¿O resulta que lo que vale para Molina de Segura y otros ayuntamientos, no sirve para las Juntas Municipales de Murcia o para el Gobierno de la nación?

Incoherencia se le llama a semejante proceder. O, mejor, engaño.

miércoles, 23 de marzo de 2016

NI BUENISMO, NI MULTICULTURALISMO, NI INACCIÓN

El terrorismo yihadista ha vuelto a golpear con toda su vesania sanguinaria y criminal en pleno corazón de su odiada Europa: 31 muertos en una cadena de explosiones en Bruselas, 31 personas desprevenidas, desprotegidas e indefensas que cometían el delito de ser occidentales y, por ende, 'cruzados' según los demenciales cánones de sus asesinos.

Occidente no debe ceder un ápice en la defensa de los principios que le distinguen y que, por esa misma razón, aborrecen los islamistas: democracia, libertad y derechos derivados de la misma dignidad del ser humano. Valores que no deben identificarse con un buenismo suicida y la condescendencia y tolerancia hacia los intolerantes, sino, bien al contrario, con una absoluta firmeza en la defensa de las libertades y de nuestro modo de vida, tanto en el mensaje como, por supuesto, en los actos.

Hemos de dejarles claro que Occidente reforzará su unidad frente al islamismo criminal y totalitario y les perseguiremos allí donde se encuentren, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras: esto es, tanto, por ejemplo, en el mismo barrio bruselense de Molenbeek, ejemplo paradigmático del fracaso de un multiculturalismo que, en su empeño de favorecer la convivencia de 'culturas' teocráticas y liberticidas en el seno de la civilización occidental, genera guetos convertidos en auténticos semilleros de odio; como en Siria, Irak o Nigeria, lugares en los que, por cierto, el azote del yihadismo hace tiempo que ha alcanzado niveles de intensidad genocida, algo que por estos lares contemplamos generalmente con indiferencia... hasta que acuden en masa a tocarnos la puerta de nuestra casa.

En suma: no debemos permitir que, llevados por una cobarde inacción sostenida en un acomodaticio relativismo moral, terminemos facilitando su objetivo: acabar con nosotros, borrar de la faz de la tierra al Occidente cristiano, como tal 'infiel' y 'satánico'.

miércoles, 16 de marzo de 2016

PREGUNTAS QUE TENDRÁN PRONTO RESPUESTA

¿A qué ha ido Pedro Sánchez, más estadista que nunca, al Palacio de la Generalitat de Cataluña? ¿Por qué, en pleno desafío separatista del nacionalismo catalán, se niega siquiera a hablar con el presidente del Gobierno (de la nación) en funciones y líder del partido nacional más votado, pero en cambio decide rendir visita a quien pretende encabezar la 'desconexión' con España? ¿Es momento de situarse equidistante entre quienes garantizan la vigencia de la Constitución y quienes la conculcan, entre quienes defienden la soberanía nacional del pueblo español y quienes buscan parcelarla para destruir la unidad de España? ¿Qué 'deshielo', por tanto, puede ofrecer Sánchez a un nacionalismo abiertamente independentista y que no da muestra alguna de hacer propósito de enmienda?

Aunque he aquí la pregunta del millón: ¿qué piensa su pareja política de hecho, el españolísimo e irreductible antinacionalista Albert, de todo esto?

Ese mismo día, en el Congreso de los Diputados, el PSOE se limitaba a abtenerse en la Proposición No de Ley en defensa de la unidad de España presentada por el Partido Popular (que salió adelante con el voto a favor de los diputados de Ciudadanos), que incluía la aprobación de los siguientes puntos:

El Congreso de los Diputados manifiesta:

1. La voluntad de la Nación española de preservar el marco de convivencia y respeto mutuo amparado por la Constitución del 78, que se basa en la unidad de España, al mismo tiempo que garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.

2. La obligación de todos los poderes del Estado de defender la Constitución, cumplir y hacer cumplir la Ley, y respetar los Tribunales y sus decisiones, como garantía de la plena eficacia de los derechos y deberes de los ciudadanos.

3. El respeto a la soberanía nacional, que reside en el conjunto de los españoles, que es incompatible con cualquier tipo de referéndum o consulta ciudadana sobre lo que es y debe ser España, en la que una parte de los españoles decidan por todos los demás.

Además, el Congreso de los Diputados insta al conjunto de las instituciones españolas a:

4. Mantener la defensa, desde la legalidad constitucional, de la soberanía nacional, el Estado de Derecho, la democracia y la convivencia entre los españoles.

5. Continuar actuando, con las herramientas del Estado de Derecho, contra las iniciativas que pretendan, desde la ilegalidad y contra la voluntad democrática del conjunto del pueblo español, conculcar nuestro marco constitucional y la unidad de España.

6. Utilizar con determinación y firmeza, así como desde la proporcionalidad y oportunidad, todos los mecanismos que, en defensa de la soberanía del pueblo español y del interés general de España, le atribuyen la Constitución y las Leyes.

¿Y qué impedía al PSOE adherirse a una declaración tan básica en pro de los principios y valores constitucionales de los que debería ser garante? Precisamente, que no se incluyera la siguiente coletilla: "El Congreso manifiesta su voluntad de promover una reforma constitucional que actualice el marco de convivencia". Puntualización que, enmarcada en el debate de la defensa de la Constitución y la soberanía nacional española en la que se asienta, y frente a quienes persiguen su aniquilación, no dejaba de estar absolutamente fuera de lugar. 

Una vez más, los socialistas, con la destacada militante del PSC Meritxell Batet ejerciendo de portavoz de ocasión, presentaban ese burdo subterfugio intelectual del 'federalismo' como el milagroso bálsamo de Fierabrás que curará a los nacionalistas de la enfermedad del separatismo. Mercancía que, como es bien sabido, le han comprado gustosos los insobornables 'unionistas' de Ciudadanos, y de ahí que sus diputados llegaran a hacer suya la referida enmienda. Además, claro, tampoco conviene dejar en mal lugar al socio, por lo que había que poner una vela a Dios y otra al diablo.

En este debate suscitado en el primer pleno ordinario del Congreso de los Diputados quizá resida la clave de acontecimientos y novedades que pueden llegar a producirse en próximas jornadas. Muy posiblemente las preguntas que han dado comienzo a esta entrada tengan, por tanto, pronto respuesta.
 

lunes, 14 de marzo de 2016

LA SUPERCHERÍA DE PSOE-C's CONTRA LA CORRUPCIÓN

Pedro Sánchez, 'don Limpio', reiteraba su apoyo al imputado (más bien imputadísimo) Gómez Besteiro como candidato socialista a la presidencia de la Xunta de Galicia, a la vez que se fotografiaba con él en un recorrido por calles y puestos de mercado de La Coruña. Bien es cierto que entonces solo se le atribuían cuatro delitos, parece ser que 'pecata minuta' cuando se trata de un cargo socialista sometido a investigación judicial. Tuvo que levantarse parcialmente el secreto del sumario de la llamada 'Operación Pulpo' para que el señor Gómez Besteiro, al conocerse que se le encausaba por ¡seis delitos más! (diez en total, lo que no es moco de pavo), saltara por fin a la palestra para anunciar su retirada... no del cargo de secretario general de los socialistas gallegos, sino de lo que no deja de ser una aspiración: la de competir por la presidencia autonómica gallega. Esto es, renuncia a un futurible que estaría por ver que lograra, pero se amarra al único cargo político que hoy por hoy ostenta. En plata: otra impostura más de quienes se atreven a dar lecciones de higiene democrática y regeneración política.

¿A qué espera el fidelísimo socio de Sánchez y martillo de herejes de la corrupción, Albert Rivera, para exigir el cese o la dimisión (de lo único que puede, de su cargo) del líder socialista gallego, en cumplimiento del sacrosanto pacto 'de investidura' que firmaron solemnemente ante los retratos de los Padres de la Constitución? Porque en este caso, dado que el señor Gómez Besteiro se halla encausado, entre otros, por los delitos de prevaricación, cohecho, contra la ordenación del territorio y negociaciones prohibidas, no es aplicable la doctrina que el mismo Rivera sentara para justificar su respaldo al PSOE en Andalucía (pero que en cambio no emplea para el PP en Murcia y en Madrid): no es lo mismo meter la pata que meter la mano. Pues bien: en Ciudadanos, que por ejemplo en Murcia exigieron la renuncia a su cargo orgánico de un secretario general del PP que no tenía ningún puesto de responsabilidad pública, parecen hallarse ahora plenamente satisfechos con tamaña burla a las condiciones 'anticorrupción' supuestamente impuestas por ellos mismos; e incluso no muestran empacho alguno en atribuirse el mérito de una 'dimisión' que, por su inexistencia, solo cabe calificar de virtual, cuando no de monumental engaño. Uno más, por cierto, del irreductible dúo salido del debate de 'no investidura'.

Porque así de laxos son los límites sobre asunción de responsabilidades políticas que acuerdan esos dos campeones de la lucha contra la corrupción que responden a los nombres de Sánchez y Rivera, por mucho que queden reflejados por escrito y se firmen y rubriquen: al final todo depende de si la persona investigada o imputada es del PP, a la que se le aplica irremisiblemente la exigencia máxima, e incluso por encima de lo estipulado, o del PSOE, que en tal caso hasta podría disfrutar de patente de corso, y máxime si se trata de un amigo de Pedro Sánchez. Porque ha quedado meridianamente claro que no es lo mismo apellidarse Gómez Besteiro que simplemente Gómez y, además, llamarse Tomás (y no digo más).

Qué doble moral más escandalosa, qué ejercicio de superchería y fariseísmo más flagrante.

miércoles, 9 de marzo de 2016

SUBVERTIR LAS REGLAS DE LA DEMOCRACIA

Su pantomima con Albert Rivera ha obtenido un rechazo sin precedentes del Congreso de los Diputados, pero el estadista Sánchez, el primer candidato a la presidencia del Gobierno de la historia de la democracia que ha fracasado por partida doble en su pretensión de ser investido, continúa a piñón fijo: se niega ¡por 18ª vez! a hablar siquiera con el líder del partido que ha obtenido el voto de más de 7 millones de españoles y es primera fuerza política tanto en el Congreso como en el Senado, donde cuenta además con mayoría absoluta. Pero no: según los antimarianismos de todo pelaje que se sitúan tanto a izquierda como a derecha, es Rajoy el que 'bloquea' la formación de un Gobierno; y es Rajoy, el ganador de las elecciones generales, el que debería retirarse de la carrera, no el que ha sufrido sendos descalabros monumentales y ciertamente históricos, primero en las urnas y después ante la representación de la soberanía nacional.  

Por cierto, allá ciertos supuestos adalides de valores eternos que, llevados por rencores más o menos inconfesables, contribuyen a dar pábulo a semejante estrategia tramposa y suicida, que no tiene otro objetivo que intentar dividir y destruir al Partido Popular; propósito al que se ha entregado el propio Rivera, quien, si pide que Rajoy se aparte no es, obviamente, porque le ocupe y preocupe el beneficio del PP, sino, bien al contrario, porque intenta de esta forma contribuir a provocar su inestabilidad interna para continuar pescando en el río revuelto de su electorado más afín. Y ya estamos comprobando estos días para qué utiliza los votos que pueda captar del centro-derecha: para identificarse plenamente con el PSOE y respaldar a su candidato, su programa eminentemente socialista y su estrategia basada en aislar al PP.

No solo eso: resulta que, o bien PSOE y Ciudadanos se presentaron a las elecciones del 20-D en coalición y los españoles no nos enteramos, o bien ha habido un movimiento de transfuguismo en masa de los 40 diputados del partido de Rivera, de cuya decisión conjunta de afiliarse y pasarse con armas y bagajes al PSOE no se nos ha informado todavía. Que Pedro Sánchez, el estadista, aduzca ahora que esos 130 escaños, puesto que son más que los 122 del PP, le confieren 'la legitimidad' para formar Gobierno no es sino un argumento sostenido en un flagrante fraude. Cabe insistir en que él se presentó a las elecciones generales bajo unas siglas, las del PSOE, con las que logró tan solo 5,5 millones de votos y 90 diputados frente a los 7,3 millones y 123 escaños del PP; que se apropie ahora de los tres millones y medio de votos de un partido distinto y con el que no compartió ni una sola lista electoral no es más que hacerse trampas en el solitario, por mucho que su actual pareja política de hecho se lo permita en esa estrategia común basada en hacernos comulgar a los españoles con ruedas de molino.

La legitimidad democrática para gobernar, señores Sánchez y Rivera, que tanto monta monta tanto, reside en los resultados obtenidos en las urnas, no en torcer las más básicas reglas de la democracia. De todas formas, si las coincidencias son tantas y de lo que se trataba era de unir fuerzas contra Rajoy y el PP, ¿por qué no se presentaron juntos a las elecciones? ¿O acaso pretendían precisamente ocultar a los españoles su verdadero objetivo común? Es más: para la próxima ocasión en que los españoles sean llamados a las urnas deberían actuar con más honestidad y presentarse en listas electorales conjuntas, para que todos sepamos a qué atenernos a la hora de depositar el voto.

El mundo al revés, o cómo subvertir los principios y usos más elementales de la democracia para procurarte tu supervivencia política.

domingo, 6 de marzo de 2016

UN SAINETE PSOE-C's QUE, SÍ, HA HECHO HISTORIA

El segundo acto del gran sainete que Sánchez y Rivera han representado en la sede de la soberanía nacional ha culminado tal y como estaba previsto: tan solo 131 votos favorables al candidato del PSOE y Ciudadanos frente a los mismos 219 en contra de la primera votación. Era la tercera vez en la democracia, tras Leopoldo Calvo Sotelo en 1981 (después del 23-F) y José Luis Rodríguez Zapatero en 2008, que un pretendiente a la investidura debía acudir a la segunda votación establecida por la Constitución, pero a Pedro Sánchez le cabe ya el honor de haber sido el primero que, aun así, no lo consigue. Asimismo, puede seguir presumiendo de ser el aspirante a presidente del Gobierno que menos votos ha conseguido del Congreso de los Diputados en la democracia; lo cual no deja de tener relación con su magro resultado cosechado en las urnas: el peor del PSOE en cuarenta años, y el más insignificante de cualquier candidato a ser investido presidente del Gobierno. Sea como fuere, en efecto: han hecho historia; tanto el estadista Sánchez como la farsa que junto con su actual socio ha escenificado en la madrileña Carrera de San Jerónimo.

Desde luego, entre medias de una y otra función, no faltó toda una serie de dimes y diretes que en algunos casos creo que merece la pena glosar:

- Juan Carlos Girauta, conocido (y brillante) comentarista político y ahora 'mano derecha' de Rivera en el Congreso de los Diputados, a la vez que volvía a apelar a la 'responsabilidad' e incluso al 'patriotismo' del PP para allanarse a facilitar la presidencia del Gobierno de un Sánchez que ha rechazado con muy malos modos entablar cualquier tipo, no ya de acuerdo, sino de conversación con el propio PP, y en virtud de un pacto que, amén de un 'trágala', es un compendio de socialismo económico, reprochaba a Rajoy que creyera tener una especie de 'derecho natural' para presidir el Gobierno. Pues bien: 'derecho natural' no, pero legitimidad, que en democracia la confieren las urnas, la máxima, dado que ha sido el PP de Rajoy el que ha ganado las elecciones generales, y con una apreciable distancia respecto al segundo y al cuarto. También es cierto que a Girauta le ha tocado el papelón de defender un pacto tan estéril como difícil de hacer entender a buena parte de los votantes de Ciudadanos.

- El PSOE de Sánchez, una vez digeridos los nuevos gestos de desprecio e insultos de Iglesias Turrión a su formación política, a su historia y a sus líderes 'morales', volvía a pedir el apoyo de la ultraizquierda chavista a su pacto firmado con Ciudadanos (!) basándose en un nuevo argumento: las alcaldías de Podemos y sus 'marcas' en Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Cádiz y Santiago de Compostela, que no serían tales sin el respaldo socialista; 'gratis et amore', aseveraban. Pues bien, quizá olvidaban que sin el sostén 'podemita' el PSOE tampoco tendría el gobierno de las Comunidades Autónomas de Castilla-La Mancha, Aragón, Valencia, Extremadura y Baleares, todas ellas arrebatadas al PP. Por lo que no parece que tales 'entregas' de las antedichas grandes capitales a la extrema izquierda fueran precisamente a cambio de nada.

- A propósito de la polémica generada por aquella salida de pata de banco de Iglesias Turrión en el Congreso, absolutamente desafortunada pero muy propia del tono de ultraizquierda asamblearia que imprimió a su primer discurso, consistente en relacionar la 'cal viva' del GAL con el expresidente del Gobierno Felipe González: este, en su respuesta, y dando rienda suelta a ciertas obsesiones de las que todavía no ha logrado desprenderse (cabe recordar aquella su frase: 'Aznar-Anguita, la misma m... es'), se ha permitido comparar al Mesías Iglesias con el mismísimo Julio Anguita; equiparación que, claro, le ha comprado gustosamente el interpelado. Pero, independientemente de las coincidencias ideológicas que puede haber, y que de hecho hay, entre ellos, nada más lejos la caballerosidad, la clase y educación y la sabiduría y erudición del 'Califa de Córdoba' que de la soberbia, los modos prepotentes, el sectarismo ideológico y la indigencia intelectual de este Líder Máximo salido de los platós de televisión.

En cuanto a las jornadas del debate de investidura en sí, las inauguró el candidato socialista (y de Ciudadanos) con un monólogo aburrido, pesado, reiterativo, deficientemente construido, sin enjundia alguna, repleto de frases hechas, lugares comunes y alguna que otra metáfora tan desafortunada como cursi. No es que mejorara mucho la calidad argumentativa de la alocución pese a que llegó por fin el momento de enumerar las medidas contenidas en su pacto con Ciudadanos... pero sin mencionar siquiera la idea 'estrella', la supresión de las Diputaciones Provinciales; 'olvido' que, por cierto, disculparon sus socios de manera harto sorprendente. Fue, en suma, una intervención vacua, fútil, genuinamente... zapateril. A la altura, cabe reconocerlo, de la grotesca ceremonia del disimulo y el engaño en que el propio Sánchez y su socio Rivera convirtieron todo el proceso de investidura. ¿Y qué conclusión final se pudo sacar de semejante sermón, que repitiría en su discurso de la segunda votación? 'Quítate, Rajoy, que me ponga yo; ayudadme, fuerzas 'del cambio' (esto es, todo lo que no sea el PP)'. En fin: se supone que para intentar ser presidente del Gobierno hay que currárselo un poco más, porque de alguien que ostenta tan alta magistratura cabe esperar muchísima más categoría y estatura política.

Vayamos ahora al todavía presidente del Gobierno en funciones. Desde comparar irónicamente el pacto 'de investidura' de PSOE y Ciudadanos con el Tratado de los Toros de Guisando hasta definir al candidato socialista (y de Rivera) como un 'bluf': magnífico, mordaz y demoledor discurso de respuesta de Mariano Rajoy, tanto en el primer como en el segundo debate. ¿'El Renacido'? No: el gran parlamentario que ha sido siempre. Con frases tales como 'yo no engañé ni al Rey, ni a esta Cámara, ni al conjunto de los españoles', o 'ha utilizado las instituciones al servicio de su supervivencia, señor Sánchez; y eso también es corrupción', puso el acento en el carácter de pura impostura de la estrategia del estadista Sánchez, centrado única y exclusivamente en mantener su liderazgo al frente del PSOE por encima del respeto que deberían merecerle tanto el Jefe del Estado como la sede de la soberanía nacional. Aun así, mantuvo al final su mano tendida en pro de contribuir a su primigenia propuesta: construir un Gobierno constitucionalista que, por pura lógica democrática, debería liderar el partido más votado. En cualquier caso, Mariano Rajoy, con su característico estilo sagaz e irónico pero elegante y respetuoso, se ha mostrado como el mejor representante de un parlamentarismo clásico que, por desgracia, se halla en horas bajas ante los degradantes modos de tertulia de televisión que invaden la vida política y parlamentaria. En este sentido, toda una especie en extinción que convendría proteger.

¿Y la emergente 'nueva política'? Iglesias Turrión mantuvo en su primer discurso la línea que cabía esperar de él: la de una ultraizquierda rancia, antisistema, guerracivilista, revanchista... y gritona. Aun así, Pedro Sánchez seguía, y sigue, buscando el apoyo de quien ese mismo día había mostrado su alborozo por la suelta del delincuente y torturador etarra Otegui, e incluso pese a sus referencias a la 'cal viva' de Felipe González, una nueva vuelta de tuerca a su estrategia de desprecio y humillación al partido que todavía lidera. Eso sí, en el segundo debate, y ante lo que pudiera venir después, Pablo Manuel Iglesias (como le llaman en el PSOE, supuestamente para diferenciarlo de su fundador) decidió sustituir la soflama asamblearia por la frivolidad y el chascarrillo de tertulia de televisión. Esto es, todo menos nada que tenga que ver con la retórica, usos y hábitos del parlamentarismo burgués-liberal, que él tanto denosta.

Ahora bien: si algo ha quedado claro es que al aspirante socialista siempre le quedará... Albert Rivera. Cuyos votos, que, por cierto, ha logrado captar en su mayor parte del electorado desengañado del PP, van a servir para contribuir a la pura campaña de marketing del aún secretario general del PSOE, cuya estéril y mentirosa candidatura, no solo ha defendido con uñas y dientes, sino que se ha permitido sugerir la retirada de quien ha ganado las elecciones generales... tras, eso sí, pedirle que respalde en sendas votaciones de investidura un pacto del que Pedro Sánchez ha excluido de obra y de palabra al PP. Coherencia se le llama a tamaño proceder.

Es más: aun a riesgo de cometer pecado de lesa corrección mediática (que me perdonen sus muchos corifeos a izquierda y, sobre todo, a derecha), me atrevo a calificar de verdaderamente lamentable la segunda intervención de Albert Rivera, en su vano intento de defender lo indefendible. Mucho trazo grueso, y en ocasiones faltón y hasta arrogante. He aquí sus momentos estelares: 'me dirijo a aquellos diputados del PP que estuvieron en la UCD... No al señor Rajoy, que viene de Alianza Popular' (como si fuera un demérito; ¿se va a comportar el señor Rivera como un típico sectario de la progresía a estas alturas de la película?); o aquello de 'nueve millones de votos son más que siete y cinco juntos' (uy, esas matemáticas). Luego, eso sí, se indigna cuando desde la bancada popular le abuchean... El mismo señor Rivera lo ha dicho: en política se llega llorado de casa. No debería, por tanto, tener la piel tan fina y, sobre todo, creerse Suárez redivivo, al que no le alcanza ni a la suela del zapato. Entre otras razones, porque todavía no ha adquirido ningún mérito mínimamente comparable.

Algunos llevamos tiempo avisando, sin demasiado éxito hasta ahora, de las posibles consecuencias de votar a Ciudadanos, presentado todavía por el furibundo antimarianismo mediático como la quintaesencia del PP de Aznar. Al menos más de uno está quedando retratado estos días. Veremos en cualquier caso si la táctica pro PSOE de Rivera, basada en el convencimiento de que entre los electores que ha obtenido del PP pesará más el rechazo a Rajoy que a contribuir a que vuelva a gobernarnos el socialismo, llega a buen puerto.

Sea como fuere, la farsa de Sánchez y Rivera, que ha supuesto una lamentable pérdida de tiempo para España, ha terminado por fin. Ya no hay excusas para buscar acuerdos realmente fructíferos y que hagan posible un Gobierno constitucionalista fuerte y estable. Pedro Sánchez no debería seguir poniendo todas las trabas habidas y por haber a la mejor salida al panorama político y parlamentario surgido del 20-D. Lo malo es que Albert Rivera, cuya identificación con el PSOE es cada vez más estrecha e indisimulada, se está prestando gustoso a ese menester.

jueves, 3 de marzo de 2016

ESE OSCURO OBJETO DEL DESEO DE LA 'NUEVA POLÍTICA'

Artículo que me ha publicado hoy mismo el diario La Opinión de Murcia.

Los 'anticasta', los del partido de 'la gente', los que no iban a entrar en 'repartos de sillones', no han tenido empacho alguno en exhibir, y de qué manera, sus deseos de pisar moqueta ya. Porque, claro, ven que la ocasión la pintan calva dado que el aspirante Pedro Sánchez se halla dispuesto a tragar carros y carretas con tal de llegar a La Moncloa. Si ni la Constitución ni la soberanía nacional del pueblo español ni la unidad de España parecen ser obstáculos (como dan a entender sus 'manitas' con los independentistas catalanes), ¿por qué iba a serlo que entren los amigos de la teocracia iraní y la tiranía venezolana a dirigir ministerios del Gobierno de España? Y si, además de esa gran vicepresidencia que se reserva el Mesías Iglesias (con el CNI incluido, faltaría más), pueden controlar departamentos 'clave' para hacerse con los resortes del Estado como el de Interior o el de Defensa, miel sobre hojuelas: ya enseñó Lenin el camino de conquista del poder (lo que llaman 'tomar el cielo por asalto') sin necesidad de ganar unas elecciones, que no deja de ser un prejuicio típicamente burgués y liberal-demócrata. Además, se repetiría la historia y la socialdemocracia ejercería un dignísimo papel de 'tonto útil', calificativo que desde el punto de vista político le cuadra perfectamente a su actual líder en España.

Pero tranquilos, que Pedro Sánchez, todo un estadista, se encargó de dejar absolutamente claro en una entrevista en Radio Nacional de España que en el PSOE (en su PSOE) no son de líneas rojas, sino de 'firmes convicciones'. Tan es así, cabría añadir, que lo mismo le da pactar, y al unísono, con la ultraizquierda chavista de Podemos y su intervencionismo económico asfixiante que con la 'derecha civilizada' (según definición suya) de Ciudadanos y sus pretensiones 'neoliberales' (que luego demostrarían no serlo tanto); buscar el acuerdo con un PNV que le exige las competencias en materia penitenciaria (esto es, el control de los presos de la ETA) que cederles senadores a los independentistas catalanes por si es menester su apoyo en forma de abstención? Y tan seguro de sí mismo que se viste de una forma u otra en función de si tiene o no previsto encontrarse con su íntimamente admirado (y temido) Iglesias Turrión, cuya sola presencia parece generarle unos complejos dignos de una tesis psicológica. Antológica la fotografía de ambos en la gala de los Premios Goya en su particular competición por aparentar ser más progre que nadie? que ganó el chavista por la mano, claro.

Sí que hay que reconocerle al estadista Sánchez una sola convicción, y muy firme: todo es asumible menos hablar siquiera con el PP, por mucho que haya ganado las elecciones generales y le haya sacado a él mismo 33 escaños y 1,7 millones de votos más? o quizá precisamente por eso. Porque, desde luego, la corrupción no deja de ser una coartada farisea, dado lo que él mismo tiene, por ejemplo, en Andalucía (cuya Junta, eternamente socialista, sigue ostentando el record absoluto de mil imputados y 6.000 millones de euros defraudados) y en Galicia (con Gómez Besteiro, secretario general de los socialistas gallegos, y Abel Caballero, alcalde de Vigo, mantenidos en sus cargos pese a sendas imputaciones), además de las condenas a penas de cárcel en sentencia judicial firme de alcaldesas socialistas en Jerez de La Frontera o localidades de Extremadura; o del mismísimo Juan Pedro Hernández Moltó (el de «Mariano Rubio: míreme a la cara») por su delictuosa ejecutoria al frente de Caja Castilla-La Mancha.

Miremos ahora a la 'derecha' de Sánchez; la 'pactable', claro. De esta guisa se pronunció Albert Rivera en noviembre de 2015, en plena precampaña electoral del 20-D: «No entraremos en ningún Gobierno que no presidamos nosotros». Pues bien, ahora, según se desprende de una entrevista en la SER, parece que está dispuesto a envainársela, porque, quién sabe, igual no se va a ver en otra. Y menos ante tamaña oportunidad de oro para hacerse con el que se ha convertido en el puesto más codiciado por la llamada 'nueva política', tan desinteresada y regeneradora ella: vicepresidente de un Ejecutivo presidido por un Pedro Sánchez que aspira a manejar a su antojo. Misma demanda, y misma intención, de Iglesias Turrión, mira por dónde. La vicepresidencia del Gobierno es ahora el oscuro objeto del deseo de quienes han venido a desterrar los deleznables hábitos de la 'vieja política'.

Pero, ay, el acuerdo entre PSOE y Ciudadanos se queda a nada menos que 46 escaños de la mayoría absoluta, por lo que calificarlo de 'investidura' como hacen sus promotores, Sánchez y Rivera, suena a monumental choteo a los españoles. ¿O acaso el 'cuento de la lechera' de este pacto, cuyo programa económico, por cierto, es la mar de intervencionista (¿en qué ha quedado el supuesto 'liberalismo' de Ciudadanos?), daba por hecho en algún momento el apoyo o la abstención del PP, pero sin contar para nada con él durante las negociaciones, tras despreciarle y someterle a una humillación tras otra y, para más inri, apelando a la 'responsabilidad' (ay, la derecha, tan detestable pero siempre dispuesta a ser sensata) y a un 'patriotismo' basado en permitir que alguien de tan escasa estatura política como Pedro Sánchez presida el Gobierno de España (que, es cierto, ha sobrevivido hasta a Zapatero), y bajo el abracadabrante argumento de impedir que él mismo le entregue los resortes del Estado a Iglesias Turrión y su panda de chavistas (algo que, en cualquier caso, sería de su exclusiva responsabilidad y no del PP que, por supuesto, votaría en contra de cualquier coalición que incluyera a Podemos)?

Hombre, se puede ser ingenuo y 'pringao' a más no poder, pero alcanzar tan altos niveles de imbecilidad y papanatismo resulta harto difícil. Incluso en el PP, creánme. De ahí que ZPedro arda ahora en deseos de volver a los brazos del Mesías. Que no desespere España.