lunes, 29 de abril de 2013

LOS MUERTOS QUE VOS MATÁIS

Y fue un jueves cuando se confirmaron los peores temores: pese a que sigue moderándose el ritmo de destrucción de empleo (sensiblemente con respecto al trimestre del año anterior), finalmente se ha superado la dramática cifra de seis millones de parados, según la EPA. Por desgracia, ciertas mejoras que empiezan a advertirse en el ámbito de la macroeconomía (exportaciones, bajada de la prima de riesgo y éxitos del Tesoro español en los mercados) no influyen todavía en las economías domésticas; de tal forma que la flexibilizadora reforma laboral está de momento sirviendo solo para contener el desastre.

Las más contundentes 'matizaciones' a guarismos tan pavorosos llegaron curiosamente de la mano de Ram Bhavnani, uno de los principales inversores en España: 'si hubiera tanto paro, nos mataríamos los unos a los otros'; de manera tan gráfica quiso expresar el empresario indio que números tan escandalosos no reflejan la realidad de la sociedad española. Y algo de razón le asiste, sobre todo si tenemos en cuenta que donde se disparan los datos de paro y nos sitúan muy por encima de la media europea es en el Sur y el Levante, es decir, donde más peso ha adquirido siempre la economía sumergida. Sin minusvalorar, por supuesto, el papel de apoyo y alivio que continúan desempeñando las familias y, por qué no reconocerlo, el efecto desincentivador de búsqueda de empleo que provoca el mismo sistema de subsidios. Todo lo cual no debería desviarnos del primordial objetivo de encontrar soluciones al que, por inflados que puedan estar sus cifras oficiales, sigue siendo el gran y sempiterno problema de la economía española.

Por su parte, el Gobierno tuvo la oportunidad de responder a semejante zozobra al día siguiente, tras el Consejo de Ministros, presentando un nuevo plan de reformas que en líneas generales incide en medidas ya tomadas o anunciadas. Lo mejor: la reforma de la Administración Pública que supondrá un ahorro de 8.000 millones de euros hasta 2015, la ley de apoyo al emprendedor que incluye exenciones fiscales a las pymes y las liberalizaciones en materia de colegios y servicios profesionales y garantía de unidad de mercado. Lo peor: la subida de impuestos especiales y el anuncio del mantenimiento de los actuales tipos del IRPF hasta 2015. Además, el Ministro De Guindos se encargó de transmitir unas previsiones económicas que empeoraban sensiblemente las dadas a conocer antes de que empezara el año, quizá más en clave externa que interna; es decir, para intentar contribuir a que Bruselas (o más bien Berlín) y el Banco Central Europeo muevan por fin ficha. Sin embargo, ni estas negras perspectivas ni el preocupante crecimiento del paro (que parece ser que los mercados daban por descontado) impidieron que al lunes siguiente la bolsa subiera y la prima de riesgo siguiera bajando de los 300 puntos básicos. Pese a todo, nuestra economía continúa transmitiendo una imagen de mayor confianza y solvencia, que, no lo olvidemos, le ha llevado a evitar la suspensión de pagos y el rescate, que tampoco es moco de pavo.

Por otra parte, hay quien ha aprovechado este último revés económico para presentarlo como poco menos que fatal e irresoluble y, de paso, dar rienda suelta a determinadas obsesiones. Porque no dejan de resultar divertidos los en los últimos días frecuentes ejercicios de política-ficción de ciertos 'líderes de opinión', cuya fatuidad les lleva a atribuirse a sí mismos tal capacidad de influencia en todo un grupo parlamentario de 185 diputados que llegan a soñar con la inminencia de una especie de rebelión interna; y que incluso se permiten concederle un escaso plazo de vida política a quien preside, además del Gobierno de la nación, el partido que gobierna la inmensa mayoría de las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos. Se trata, en cualquier caso, de la nueva y brillante solución milagrosa que aportan algunos como paso previo y necesario a la salida de la crisis.

Pues bien, aunque de ilusión también se vive, solo cabe aducir que, en primer lugar, ni tan siquiera hemos alcanzado la mitad de la legislatura, por lo que todavía queda muchísima contienda por disputar y en ningún caso se puede dar nada por sentado; y, en segundo lugar, si alguna virtud resulta indiscutible en el denostado Mariano es precisamente su inusitada capacidad de aguante y supervivencia política, que tanta irritación despierta en algunos. Porque quizá sea apropiado responder a las prisas e impaciencia del furibundo antimarianismo mediático con la conocida frase literaria de Juan Ruiz de Alarcón, falsamente atribuida a Zorrilla y su 'Don Juan Tenorio': 'Los muertos que vos matáis gozan de buena salud'. Al tiempo.

lunes, 22 de abril de 2013

¿SON NAZIS LOS LLAMADOS 'ESCRACHES'?

Respecto al debate acerca de si resulta exagerado, o incluso ofensivo, calificar de nazis a los eufemísticamente llamados 'escraches', uno prefiere denominar como totalitarios, así en general, a este tipo de acosos, coacciones y persecuciones. Porque, al igual que en efecto los llevaban a cabo los nacionalsocialistas contra los judíos en la Alemania de los años 30 (antes de empezar a exterminarlos años después, claro), también, por ejemplo, los protagonizaban los batasunos en el País Vasco contra los políticos 'españolistas' y sus familiares en los peores años del terrorismo etarra, y así siguen procediendo los esbirros y matones de la dictadura de los Castro contra los disidentes cubanos. Aunque si atendemos a la ideología de quienes los perpretan, tanto en los dos últimos casos mencionados como en los que tienen lugar en la actualidad, es cierto que deberían denominarse 'comunistas' o 'de extrema izquierda'. Sea como fuere, totalitarios al fin y al cabo.

Pero hete aquí que los movimientos callejeros golpistas y antisistema de la ultraizquierda han entrado en escena para, quizá involuntariamente, terciar en la polémica. Y es que los convocantes de un nuevo asedio al Congreso de los Diputados pretenden, según sus propias indicaciones, 'romper el cordón policial', a buen seguro que lanzando flores para embriagar a los agentes del orden con el suave aroma de la paz. Eso sí, en el caso de que no fueran lo suficientemente persuasivos, instan a ir por toda la ciudad 'de escrache en escrache'; es decir, de acoso en acoso a políticos del PP, rodeando sus domicilios particulares y dedicándoles algún que otro insulto, pero todo muy pacífico. Y además, puesto que es posible que se les haga de noche y es sabido que el alumbrado público se encuentra bajo mínimos por culpa de los salvajes y neoliberales recortes, proponen a los ejemplares 'escracheadores' que porten ¡antorchas! Sí, sí, antorchas... Luego se quejan y se rasgan las vestiduras porque se les compara con los nazis, pero es que les copian hasta la estética. En fin.

miércoles, 17 de abril de 2013

LOS COLETAZOS DEL MURIBUNDO CHAVISMO

Pese a la propaganda de la izquierda radical y quienes, abonados generalmente al populismo progre y bananero, siguen sus designios, cualquier parecido del régimen chavista con los hábitos y reglas de juego de la democracia liberal es pura coincidencia. Por lo tanto, lo normal es que en las elecciones presidenciales venezolanas haya habido, en efecto, y tal y como denuncian tanto la oposición como observadores internacionales, un pucherazo de órdago. En cualquier caso, escaso recorrido ha tenido el impulso 'sentimentaloide' derivado del ridículo y grotesco manejo político de la muerte del caudillo, porque cabe recordar que, según los medios oficiales, el conductor de autobús que susurra a los pajaritos iba a ganar de calle; pero finalmente han sido necesarias todas las trampas y artimañas, típicas de cualquier república bananera que se precie, para convertir unos resultados adversos en una victoria por los pelos.

Por su parte, parece confirmarse que Henrique Capriles es el candidato capaz de aglutinar por fin la adhesión de la hasta hace poco dividida y enfrentada oposición democrática venezolana. De tal forma que unas elecciones que iban a enterrarle políticamente y, por consiguiente, a incidir en las diferencias entre las distintas corrientes del antichavismo, han servido bien al contrario para favorecer su consolidación. Sea como fuere, se advierte un poco de luz al final del túnel: estos comicios a buen seguro fraudulentos pueden significar empero el principio del fin del chavismo.

Aun así, el muribundo chavismo está dando sus coletazos, que precisamente por su carácter desesperado adquieren mayor intensidad y crudeza. Porque quienes han heredado el poder absoluto no van a abandonarlo fácilmente y ya están haciendo uso de todos sus resortes para conservarlo, hasta el punto de emplear los peores métodos que no en balde siempre han caracterizado al régimen. Porque chavismo es 'autoproclamarse' presidente sin tan siquiera esperar a despejar las dudas planteadas pruebas en mano por la oposición; típicamente chavista es responder al Gobierno español con bravatas y amenazas aderezadas de un rancio discurso anticolonialista por no reconocer en primera instancia la victoria del candidato oficial; y es propio del chavismo puro y duro reprimir con toda contundencia manifestaciones contrarias, a continuación prohibirlas y aprovechar para perseguir y encarcelar a los miembros de la oposición culpándoles de las muertes producidas. Todo muy de Chávez, que siempre se ha distinguido por imitar a la perfección las tácticas opresoras y procedimientos más abyectos de su admirada dictadura castrista. Desde luego, sus alumnos no han podido mostrarse más aventajados.

Ante tamaños atropellos a la democracia, la libertad de expresión y los derechos individuales más elementales, la comunidad internacional no debería permanecer callada y, lejos de hacerle una vez más el caldo gordo al chavismo, tendría que denunciar alto y claro semejantes desmanes y tomar las medidas diplomáticas oportunas. El primer paso lo ha dado Estados Unidos al no reconocer al nefasto Maduro como presidente. Y es que no se debería permitir que al pueblo venezolano, que ha vuelto a demostrar que merece vivir en libertad y democracia, se le arrebate de nuevo la soberanía.

viernes, 12 de abril de 2013

EL MODELO CHÁVEZ

'Si un conservador no cree que la propiedad privada es uno de los principales baluartes de la libertad individual, entonces se habrá convertido en un socialista'. Esta conocida sentencia de la recientemente fallecida Margaret Thatcher puede interpretarse también del siguiente modo: considerar el derecho a la propiedad como principio fundamental es un aspecto básico que distingue a un conservador, o a un liberal en la terminología europea continental, de un socialista. Pues bien, parece ser que los socialistas españoles han querido rendirle su particular tributo a la gran líder liberal-conservadora del siglo XX reafirmando su propia condición con sus últimas actuaciones, por lo demás no exentas del cinismo que les caracteriza.

Así, puesto que la Junta de Andalucía está siendo investigada por un trinque al por mayor de más de mil millones de euros destinados a los parados, qué mejor manera de redimirse que echando mano de un populismo tan atroz como tan en boga en la actualidad. Frente a los desahucios de la malvada banca, tiremos por la calle de en medio y apliquemos el chavista 'exprópiese'. Porque, además, eso del derecho a la propiedad privada no es sino un prejuicio típicamente liberal-burgués que, eso sí, solo es digno de respeto cuando afecta a propietarios que se acojan al salvoconducto de declararse de izquierdas: entonces, sí, se convierte en sagrado. Pero para los demás, depende de los vaivenes del político demagogo de turno, como de aquella consejera comunista que en su momento justificó los acosos a cargos electos del PP; aunque, vaya por Dios, no dijera esta boca mía ante los desahucios de Cajasur cuando formaba parte de la dirección de la entidad. A eso se le llama fariseísmo, 'marca de la casa' de ésta nuestra izquierda.

Tanto como que esa misma Pasionaria populista, falsaria y 'escracheadora', amén de haber aprobado como consejera más de cien desalojos, votó en contra de ceder viviendas públicas a desahuciados pese a que la Junta de Andalucía posee más de 5.000 inmuebles vacíos; de cuyos consejeros, por cierto, seis, nada menos que seis, cometen el intolerable delito 'social' que le reprochan a otros: tener más de una vivienda en propiedad, a buen seguro deshabitadas muchas de ellas. Aunque ya se han cuidado muy mucho de que solo los bancos y las empresas en general puedan ser objeto de la correspondiente sanción, por lo que no se verán en la incómoda tesitura de tener que multarse a sí mismos. Porque cabe insistir que para esta izquierda caviar la única propiedad intocable es la suya propia; la ajena, en cambio, ha de someterse al albur de ciertos caprichos.

Por supuesto, no ha tardado el PSOE 'federal', el mismo que cuando gobernaba su única iniciativa al respecto fue el 'desahucio exprés', en adherirse a este auténtico 'decretazo' del Ejecutivo social-comunista andaluz y pedir su aplicación para toda España. Poco les importa la inseguridad jurídica que tan desafortunada medida comporta con tal de apuntarse a la ola populista que por desgracia invade la política española; aunque resulta harto discutible que un partido socialdemócrata sea capaz de obtener sensibles beneficios electorales limitándose a seguir la corriente de la extrema izquierda, porque corre el riesgo de que muchos opten por votar al original en lugar de a la fotocopia.

Aunque cabe reconocer que adoptar el modelo Chávez es la mejor manera de lograr el aplauso fácil en los tiempos que corren. Vean si no el mismo momento inspirador.


lunes, 8 de abril de 2013

MARGARET THATCHER: LA LIBERTAD SIN MEDIAS TINTAS

Nos ha dejado a los 87 años. Ha muerto Margaret Thatcher, formidable líder política que inspiró, inició y capitaneó en los años 80 del siglo XX, el de los totalitarismos, un auténtico cambio de época: el que, bajo la etiqueta de 'revolución liberal-conservadora', supuso el triunfo del libre mercado y, sobre todo, los valores basados en el esfuerzo y la iniciativa personales; en suma, de la libertad del individuo como fundamento básico de toda acción política. Principios que, como mujer de profundas convicciones que era, defendió siempre de manera irreductible y que incluso le llevaron a desempeñar junto a Ronald Reagan y Juan Pablo II, otros dos colosos de la libertad, un decisivo papel en la feliz caída del Muro de Berlín y el colapso del imperio totalitario comunista. Los que creemos en el liberalismo en particular y en la democracia liberal en general le debemos mucho al magnífico legado de esta figura gigantesca. 

Haciendo en principio abstracción de su condición de política conservadora, que la hija de un modesto tendero de un pequeño pueblo lograra llegar, paso a paso y tras no pocas frustraciones, nada menos que a Primera Ministra, y dentro de un partido en aquella época con ciertos aires clasistas y aristocráticos, debería entusiasmar a cualquier simpatizante de la izquierda que creyera de verdad en el ascenso social; y que además lo consiguiera en un mundo de total hegemonía masculina como era la política británica, tendría que constituir un edificante ejemplo para quien se adhiera a la causa feminista o de defensa de los derechos de la mujer. Pero si Margaret Thatcher fue capaz de sortear tantos obstáculos y alcanzar sus metas se debió  precisamente a que en su propia forma de conducirse por la vida aplicó a rajatabla los principios que divulgaba como líder política, y que la progresía en general, partidaria de sustituir la iniciativa individual por la ingeniería social, rechaza; de ahí que, no solo la haya presentado jamás como un modelo a seguir, sino que además se permitiera pintarla como una especie de reencarnación del diablo en mujer. Máxime cuando el éxito por medio del esfuerzo y el mérito personal sería una premisa fundamental que, con el fin de rescatarla para una desmoralizada e indolente sociedad británica, llevaría a un Partido Conservador ideológicamente amorfo y contaminado de tantos años de laborismo.

Porque ni tan siquiera el proverbialmente liberal Reino Unido pudo permanecer ajeno al consenso keynesiano que reinaría en Europa tras la Segunda Guerra Mundial: el Gabinete laborista de Clement Attle, que había logrado imponerse en 1945 a todo un héroe como Winston Churchill, nacionalizaría la banca y las grandes empresas energéticas, de transportes y de telecomunicaciones para hacer de la británica una economía esencialmente intervenida, y en la que los sindicatos que dominaban el laborismo ejercerían un control asfixiante. 'Statu quo' que ni los distintos Primeros Ministros conservadores que se sucedieron posteriormente se atrevieron a alterar mínimamente. Hubo que esperar al liderazgo carismático de Margaret Thatcher, y a su llegada a Downing Street en 1979, para que el Partido 'Tory' se decidiera por fin a recoger la olvidada y abandonada bandera del liberalismo: las privatizaciones y liberalizaciones del llamado 'thatcherismo' devolvieron el protagonismo a la sociedad civil y convirtieron a una economía estancada en una de las más dinámicas y prósperas del mundo desarrollado. Y lo peor para el entonces imperante pensamiento único socialdemócrata es que fuera de las Islas el ejemplo cundió.

Tanto en su autobiografía 'Los Años de Downing Street' como en el muy apreciable 'biopic' de Phylilla Lloyd 'La Dama de Hierro' (protagonizada por una soberbia Meryl Streep) encontramos concatenados los acontecimientos más importantes del devenir de Lady Thatcher como Primera Ministra: cabe resaltar sus duros enfrentamientos con los adversarios externos (los sindicatos y el laborismo) e internos (aquellos de sus Ministros que flaqueaban ante la impopularidad de las medidas 'thatcherianas'; entre ellas, por cierto, aparte de privatizaciones, liberalizaciones y desregulaciones, una subida de impuestos, eso sí, indirectos); el atentado del IRA contra el Hotel Brighton, en el que se alojaban ella y su marido, y del que salieron milagrosamente ilesos; su postura firme y tajante en la Guerra de las Malvinas, punto de inflexión en su mandato; los tiempos felices derivados de su repentina popularidad y la recuperación económica; nuevo deterioro de su imagen tras su propuesta de implantar el 'poll tax', un impuesto municipal, y su postura contraria a la inclusión de Gran Bretaña en la unión monetaria europea, que coincide con la dimisión de su viceprimer Ministro, Geoffrey Howe, y el envite que le plantea Michael Heseltine para disputarle el liderazgo del Partido Conservador; dimisión y emocionante despedida de Downing Street. 

Con la misma firmeza y claridad de ideas procedía Margaret Thatcher en política exterior, hasta el punto de no dejar a nadie indiferente: sin ir más lejos, el apelativo de 'Dama de Hierro' fue acuñado por la gerontocracia que gobernaba la Unión Soviética. En directa relación con su mencionado importante papel en la Guerra Fría y la subsiguiente caída del Muro de Berlín, su alianza inquebrantable, plena identificación y relación de profunda amistad con Ronald Reagan se convirtieron en el definitivo empujón que precipitaría el hundimiento del imperialismo soviético. Por otra parte, tampoco se arredraba cuando en las cumbres europeas ejercía de inevitable y molesto 'verso suelto' al oponerse al Tratado de Maastricht, de donde nacería la actual Unión Europea; para lo cual, por cierto, utilizaba unos argumentos que son aplicables al actual rechazo británico a la Europa en ciernes, la de la gobernanza económica: sí a una Europa de valores liberales y democráticos compartidos, que promueva un mercado libre, abierto y competitivo; pero no a una unión política y económica que, además de menoscabar la soberanía británica, introduzca el intervencionismo económico y la burocracia. 

Postura tan tajante y determinante, 'marca de la casa', provocaría, además de aceradas críticas tanto dentro como fuera del Reino Unido, la división en el Partido Conservador y, a la larga, su propia dimisión como Primera Ministra; pero el tiempo acabaría demostrando que es la que siempre ha suscitado la adhesión de la mayor parte de los británicos: de tal forma que ni Major, ni Blair, ni Brown, en teoría más abiertos al europeísmo, se atrevieron a dar el paso de integrar al Reino Unido en la unión económica y monetaria. Cameron se ha limitado en la actualidad a recoger el testigo de su célebre antecesora, que se mostró en los foros europeos como incansable defensora del liberalismo económico y, a su vez, de la soberanía y los intereses de los británicos, generalmente reacios a que la burocracia de Bruselas les imponga la política económica.

Aunque no era Margaret Thatcher precisamente del tipo de político ahora tan en boga, tendente a dejarse llevar por la corriente de los sondeos de opinión: bien al contrario, en política doméstica no tuvo reparo alguno en adoptar medidas económicas tremendamente impopulares; y en materia de relaciones internacionales, su radical rechazo a la 'distensión' con los enemigos de la libertad obtuvo una incomprensión casi general. Sin embargo, además de que no tardarían en surgir los frutos de sus políticas más controvertidas, tuvo una extraordinaria virtud, que tanto se echa de menos en los actuales líderes políticos occidentales: su capacidad de hacer pedagogía para explicar las razones de sus iniciativas. Ni más ni menos, porque creía firmemente en ellas. Y porque tenía el pleno convencimiento de que no caben medias tintas en la conquista y defensa de la libertad.

jueves, 4 de abril de 2013

MÉRITOS Y PROGRAMAS ELECTORALES

Es, sin duda, el principal mérito que puede apuntarse la gestión de Rajoy en su primer año al frente del Gobierno: haber evitado el 'rescate total' de la economía española y el subsiguiente colapso. Porque no está de más recordar que hace pocos meses se daba por inminente e incluso muchos 'expertos' en economía, empresarios y sesudos comentaristas políticos demandaban al presidente que diera de una vez el paso de pedirlo, mientras otros empezaban a afilar los cuchillos a la vez que anunciaban la venida del Apocalipsis. Sin embargo, el jefe del Ejecutivo supo mantenerse firme e incólume y se ha acabado demostrando que era perfectamente posible que la prima de riesgo bajara sin acudir al oneroso auxilio de Bruselas. Y así ha sido, fundamentalmente porque nuestra economía transmite ahora mayor confianza en sus posibilidades.

No deja de llamar la atención que le reprochen a Rajoy que no cumpla su programa aquellos mismos que no lo votaron, y que por tanto no consideraron en su momento que fuera digno de adhesión; muchos de los cuales seguramente ni se lo han leído. En cualquier caso, es verdad que hay determinados puntos, como los referidos a la política fiscal, que no solo no se están aplicando sino que han tomado un camino radicalmente distinto; pero el propio Rajoy así lo ha reconocido y ha explicado por qué: el estado heredado de las cuentas públicas ha sido incluso mucho peor de lo que se esperaba, porque en este aspecto quienes mintieron categóricamente fueron el PSOE y su Gobierno. De todas formas, quien creyera que era suficiente afrontar una crisis económica tan grave con aplicar unos cuantos apósitos y sin tomar decisiones impopulares y dolorosas, se equivocaba de medio a medio: el enfermo estaba en la uvi, no precisamente en planta; había primero que reanimar y después llevar a cabo una operación de envergadura.

Por supuesto que los programas electorales han de considerarse en democracia como un contrato entre el candidato y el ciudadano; vamos, que no están, como dijo aquel célebre icono de la progresía, para no cumplirlos. Pero también hay que entender que pueden surgir realidades y situaciones que empujen a tomar decisiones distintas; por ejemplo, si el déficit es sensiblemente mayor al declarado y, además de atender a pagos inmediatos, se ha de alcanzar determinados objetivos sujetos a corto plazo, muy posiblemente no haya más remedio que envianársela siquiera momentáneamente. De todas formas, en este aspecto el Gobierno se ha comprometido a bajar los impuestos antes de que termine la legislatura, y uno es particularmente partidario de que se haga incluso antes. 

Aunque tampoco es cierto que el PP no se haya atenido en nada a su programa: ahí están, por ejemplo, las reformas laboral, financiera, en materia de comercio, transportes, sobre la unidad de mercado, las medidas en materia de empleo y apoyo a las pymes, la reforma en trámite de la Administración Local, las anunciadas liberalizaciones en sectores como el farmacéutico o el energético... Todo esto tan solo en el primer año de la legislatura, a lo largo de la cual ha de aplicarse. Si el Gobierno de la democracia que más reformas (nos gusten o no) ha emprendido en menos tiempo se ha limitado, como algunos le reprochan, a 'parchear', qué cabría decir de los anteriores. En cualquier caso, los electores tendrán la oportunidad en su momento de hacer balance sobre el grado de cumplimiento del programa y los resultados de la gestión y manifestarse en consecuencia ante las urnas. 

Partiendo del hecho de que ser siempre críticos con el poder político y el Gobierno de turno es una actitud conveniente y saludable en democracia, ello no obsta para que debamos reconocer también ciertos méritos cuando existen: y la realidad es que el actual Ejecutivo del PP, con el imprescindible concurso de una sociedad española de nuevo a la altura de las circunstancias, ha evitado el rescate cuando se daba por hecho. ¿Que solo lo ha aplazado? Obviamente, nadie es capaz de predecir con absoluta certeza lo que va a ocurrir de aquí a unos dos o tres años; pero entre medias se ha intervenido a Chipre y no se señala precisamente a España como el país con más papeletas para ser el próximo.

lunes, 1 de abril de 2013

LA GLOBALIZACIÓN Y SUS DETRACTORES

El fenómeno conocido como globalización, esto es, la cada vez más profunda interconexión económica, tecnológica y cultural entre los países del mundo, suscitan movimientos asimismo globales pero fundamentalemente contrarios al mismo. Como reacción a los perjuicios que, según tales corrientes, provoca la globalización sobre todo en los países más pobres y que no pueden competir en igualdad de condiciones en un mercado abierto, han tenido lugar a partir de la cumbre de Davos en 1999 frecuentes concentraciones y manifestaciones ante quienes consideran máximos responsables de situación tan injusta: los gobernantes de las naciones más poderosas, con especial preponderancia de los Estados Unidos, que son en realidad quienes imponen las condiciones que producen esa flagrante desigualdad mundial; aunque verdaderamente, según sus ideólogos, se limitan a seguir las directrices de los grandes poderes económicos y financieros, que anidan en organismos económicos internacionales como el FMI, el Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio (antiguo GATT), también objeto de sus invectivas.

Al Fondo Monetario Internacional le reprochan que imponga requisitos macroeconómicos verdaderamente leoninos a los países más necesitados a la hora de concederles ayudas y créditos; al Banco Mundial, que no se implica lo suficiente en el desarrollo de los países más pobres, que fue además el auténtico objeto de su creación; y a la OMC que promueva la desigualdad en la comercialización de quienes solo pueden ofrecer materias primas. Y es que según dichos movimientos, que podríamos calificar de 'globalifóbicos', los referidos organismos tienen en realidad como meta expandir y promover el 'neoliberalismo' en todo el mundo, con el único fin de defender los intereses de los más poderosos y exprimir a los subdesarrollados. Una vez más, el Norte aplasta al Sur.

Dentro del movimiento globalifóbico podemos distinguir distintas corrientes: desde anarquistas que no dudan en emplear la violencia en las calles al modo de la 'kale-borroka' de los batasunos vascos; comunistas nostálgicos del anterior 'orden mundial' que imponía la Guerra Fría; ecologistas que alertan de los daños medioambientales que el 'capitalismo salvaje' promovido por la globalización provoca; sindicalistas que critican la desprotección de los trabajadores como consecuencia del desmantelamiento de los resortes del Estado del Bienestar, además de denunciar la división en el mercado laboral entre empleados cualificados, de altos sueldos y trabajo fijo y seguro, y mano de obra sin cualificar, de bajos salarios y empleo precario; agricultores, sobre todo europeos, que intentan impedir la entrada en los mercados nacionales de productos que ofrezcan cierta calidad y a un precio más competitivo, lo que supuestamente produciría la ruina del sector; e incluso corrientes xenófobas y de extrema derecha que siempre se han caracterizado por su rechazo a la libre circulación de personas, bienes y servicios ante el riesgo de pérdida de identidad nacional que ello comportaría, amén de las mayores dificultades de los compatriotas para acceder a un puesto de trabajo y las trabas al desarrollo y la supervivencia de las empresas nacionales.

Aun así, en mayor o menor medida, hay un rasgo básico que comparten las referidas corrientes, y que requiere incluirlas en el movimiento antiglobalización: su frontal rechazo a lo que llaman 'neoliberalismo'; es decir, fundamentalmente a un libre mercado mundial en el que no haya prácticamente límites para la circulación de bienes, productos y servicios. Vamos, al liberalismo de siempre. Porque, aseguran, se genera de tal foma una indeseable situación en la que los Estados pierden el control de las actividades económicas y solo los países más desarrollados obtienen beneficios, ya que su 'estatus' de superioridad propicia que impongan las condiciones y se produzcan desequilibrios. Con las poderosas multinacionales cumpliendo un papel fundamental en ese vil cometido.

Pero el problema no deriva en sí de la globalización, que bien al contrario supone una gran oportunidad para que los países menos desarrollados puedan aprovecharse de las ventajas comparativas de su entrada en los mercados a precios competitivos, además de las posibilidades de expansión de las nuevas tecnologías (tal y como acredita el ejemplo de los llamados 'Tigres asiáticos'), sino precisamente de la falta de apertura económica: concretamente, y justamente al contrario de lo que demandan los globalifóbicos, no se debería impedir o limitar la entrada en los mercados internacionales de los menos desarrollados, sino abrirles las fronteras económicas y comerciales que todavía existen.

Esto es, la globalización económica, o el libre mercado, no debería concentrarse en las zonas de influencia de los Estados Unidos, la Unión Europea y el Japón; básicamente liberales dentro de sus propios ámbitos económicos, pero decididamente proteccionistas de puertas para afuera. Y, por supuesto, dentro de esos mismos países subdesarrollados o en desarrollo debería promoverse la implantación de instituciones que garanticen, además de la democracia y cierta estabilidad política, los derechos de propiedad y el cumplimiento de los contratos: en suma, la seguridad jurídica. Solo así haremos partícipes a todos de las grandes posibilidades que presenta la globalización.