lunes, 30 de enero de 2017

LA EXTREMA IZQUIERDA, POR SER IZQUIERDA, NO PUEDE SER MALA

Hordas fascistas procedentes de todos los rincones de la Península iban a tomar la ciudad de Murcia para, en vengativa respuesta al ataque "antifascista" a la neonazi "Intocable" (que tenía un "por qué"), sembrar el caos, la destrucción y el terror en las calles de su casco urbano. Pero esa especie de trasunto a la murciana de "la noche de los cristales rotos" que algunos anunciaban en redes sociales con alarma, pompa y circunstancia, y que de paso iba a poner de manifiesto quiénes son los auténticos malos de esta película (que jamás puede ser la extrema izquierda), no ha tenido finalmente lugar ni por asomo. Es más: las de este fin de semana han sido unas jornadas nocturnas especialmente tranquilas, si bien con un incidente aislado en una zona alejada de las tascas y que, según la Policía, no parece deberse a una pelea entre bandas "ultras". Cierto es que la Policía había reforzado su presencia en el centro de la ciudad, tanto en previsión de posibles incidentes como con motivo de la visita del presidente ecuatoriano Rafael Correa, pero la realidad paralela que algunos han pintado e intentado convertir en verdad ha terminado quedando, una vez más, en evidencia. Afortunadamente, habría que añadir.

Cabe imaginar cómo hubiera reaccionado la progresía biempensante y más o menos "ultra" si aquella paliza propinada en plena calle a una chica, según parece, neofascista, por una banda de valientes "antifascistas" (comandados por un candidato a concejal de Izquierda Unida en Cehegín), hubiese ocurrido de manera bien distinta: por ejemplo, que una pandilla de "fachas" hubiese agredido de esa misma forma a una joven que hubiera concurrido en las listas municipales de IU. Mamma mía la que se hubiese montado: manifestaciones por doquier, peticiones de dimisión del Delegado del Gobierno, denuncias del caso como "de violencia de género", creación de un estado de alarma en la opinión pública ante un peligroso surgimiento de la ultraderecha en España que se tendría por imparable e inevitable...

En este caso concreto, hemos asistido en cambio a vergonzosas "explicaciones" o justificaciones de tamaña agresión, reputando, en último término, de lícito que uno se tome la justicia por su mano y de la manera más salvaje, y dando a entender que, en el fondo, la niña, por "ultra", se lo tenía merecido. Así por ejemplo, y sin contar la basura en redes sociales que esparcen los de siempre, resultaban deleznables las palabras de Jabois (que ha acuñado la teoría de que la paliza tenía "un por qué") o, cómo no, del impresentable de Guillermo Toledo, cuya apología de la violencia en este caso, o su frecuente defensa de regímenes totalitarios y criminales como el de Cuba, no serían en absoluto razones para, por ejemplo, justificar que le agredan a él.

Y todo porque tan salvaje apaleamiento a una mujer sola e indefensa venía de la extrema izquierda; que, por ser izquierda, no puede ser mala... Sea como fuere, la juez que lleva el caso, y en cuyas manos se halla impartir justicia como corresponde a un Estado de Derecho, se ha expresado ya con la suficiente claridad y contundencia: la agresión fue "cobarde, sorpresiva y desproporcionada". Si bien de momento, de entre esa caterva de bárbaros solo uno de ellos se encuentra en prisión: justamente quien, además de cantar rock en sus ratos libres (y no precisamente a la paz), formó parte de las listas de una Izquierda Unida que, por un lado, reconoce que sí, que así fue, aunque por otro que en realidad no, que ni le conocen ni nada tiene que ver con ellos. Y tan panchos. Sea como fuere, cabe desear que tamaña brutalidad no quede impune y todo el peso de la ley caiga sobre semejantes cafres.

martes, 24 de enero de 2017

EL PAPA, INMISERICORDE DE NUEVO CON EL LIBERALISMO

El Papa Francisco, en una entrevista que publicó el pasado fin de semana el diario "El País": "El problema es que Latinoamérica está sufriendo los efectos —que marqué mucho en la Laudato si’ — de un sistema económico en cuyo centro está el dios dinero, y entonces se cae en las políticas de exclusión muy grande. Y se sufre mucho. Y, evidentemente, hoy día Latinoamérica está sufriendo un fuerte embate de liberalismo económico fuerte, de ese que yo condeno en Evangelii gaudium cuando digo que “esta economía mata”. Mata de hambre, mata de falta de cultura. La emigración no es solo de África a Lampedusa o a Lesbos. La emigración es también desde Panamá a la frontera de México con EE UU. La gente emigra buscando. Porque los sistemas liberales no dan posibilidades de trabajo y favorecen delincuencias".

Una vez más, y bien que lo siento, uno se siente en la obligación de discrepar radicalmente de Jorge Mario Bergoglio, que ha vuelto a mostrarse inmisericorde con el libre mercado y el liberalismo en general. Y para más inri, sosteniendo sus argumentos en ¡Latinoamérica! como supuesta víctima de su denostado sistema económico, como si Ecuador, Nicaragua, Bolivia, no digamos Cuba, donde sí "se mata de hambre y de falta de cultura", o la mismísima Venezuela, triste paradigma de esa delincuencia generalizada que atribuye al liberalismo, contaran con regímenes políticos que promovieran el capitalismo "salvaje", eso que él llama "liberalismo económico fuerte" (!); o como si en su Argentina querida el peronismo de los "descamisaos", con el que parece identificarse, no haya quedado absolutamente desacreditado, no solo en las urnas, sino como "alternativa" económica al libre mercado.

Sea como fuere, que el Papa haga consideraciones morales sobre la utilización del dinero por parte del hombre y sobre actitudes reprochables desde esa perspectiva, tales como el egoísmo o la codicia, es algo que cabría esperar del papel que desempeña. Pero el Santo Padre no se ha limitado a condenar desde un punto de vista religioso, ético o moral los malos usos individuales y concretos del "vil metal", sino que ha vuelto a exponer una posición furibundamente contraria (porque ni tan siquiera utiliza el matiz: afirma ni más ni menos que "mata") a un sistema que, como el de libre mercado, se ha demostrado, y a las pruebas cabe remitirse, como el único realmente capaz de generar riqueza y prosperidad y, por tanto, de reducir la pobreza; amén de ser, desde mi punto de vista, el que más se adecua al pensamiento y la tradición cristianas, que se basan precisamente en la dignidad y la libertad de la persona, que ha de incluir el disfrute y la libre disposición de sus legítimas propiedades. Sin ir más lejos, la Encíclica "Mater et Magistra", promulgada en 1961 por Juan XXIII (considerado históricamente como un Papa "progresista", reafirma la propiedad como "derecho natural".

Tuve ocasión de exponer unos argumentos de defensa del liberalismo desde una perspectiva católica o cristiana en otra entrada en este mismo blog hace poco más de tres años, a propósito de otras apreciaciones del mismo tenor expresadas entonces por un Jorge Bergoglio recién llegado al Papado. He de reconocer que me escama muy especialmente, y como católico que me considero, que nuestro Papa se limite a hacerse eco de los tópicos antiliberales propios de esos populismos que, además de caracterizarse por sus posturas generalmente anticristianas (y antieclesiásticas), están arruinando tantos rincones de esa misma Latinoamérica... ¡que encima presenta como empobrecida por el liberalismo! Por desgracia, las consideraciones del Papa Francisco respecto al libre mercado y el típico discurso populista latinoamericano son intercambiables.

Cabe insistir en que el auténtico liberalismo supone la libertad de cada uno para disponer de lo que es suyo o ha ganado gracias a su mérito y esfuerzo y, por tanto, comerciar o intercambiar sus posesiones como buenamente quiera; aunque, por supuesto, con unos límites marcados por unas reglas de juego claras (ausencia de trampas y delitos, cumplimiento de los contratos y compromisos pactados, etc.), terreno en el que debe entrar el Estado. Porque, en puridad, el libre mercado, al contrario de como lo pintan los antiliberales de todos los colores ('anarquía', 'capitalismo salvaje'...), es absolutamente inconcebible sin la presencia de un Estado de Derecho. Tampoco sin unos principios éticos y morales, aunque haya quienes, como seres humanos imperfectos e inclinados a la corrupción, los conculquen; actitudes concretas que sí cabe denunciar, como de hecho se hace en las sociedades liberales.

La libertad de mercado, lejos de matar, favorece que el hombre disponga de más y mejores instrumentos para progresar, mejorar su calidad de vida y, en consecuencia, alejarse de una miseria que, antes del triunfo (más o menos relativo) del liberalismo económico, le acompañaba indefectiblemente a lo largo de su vida. Sin duda, un logro más de la civilización occidental que los católicos, y los cristianos en general, deberíamos resaltar y defender. Aunque por desgracia no tengamos ahora un Papa precisamente proclive a ello.

sábado, 21 de enero de 2017

COMIENZA LA "ERA TRUMP"

Solo en la noche de su victoria electoral optó por un discurso moderado, conciliador y verdaderamente presidencial. Pero, obviamente, no era él. A partir de entonces, Donald Trump decidió seguir siendo Donald Trump, en estado más o menos puro. Incluso en su toma de posesión como presidente de los Estados Unidos, en esa gran fiesta que, con solemnes rituales, une a todos los norteamericanos en torno a su ejemplar democracia, la más genuina de la historia, cuya Declaración de Derechos fundacional data de 1776, y cuya Constitución de 1787. Una celebración de exaltación democrática y unidad nacional que se vio empañada, no precisamente por Trump y sus seguidores, sino por quienes, desde posiciones supuestamente "progresistas", continúan sin aceptar las reglas de juego y el veredicto de las urnas cuando les son adversas.

Combatir los privilegios del "establishment" de Washington, contrapuesto a una América "real", tradicional y trabajadora, a la que, tras ser víctima de unas supuestas prácticas acaparadoras y hasta corruptas de la burocracia federal, se le ha "devuelto el poder"; y el "America First" como principio y coartada para revisar tanto los acuerdos internacionales de libre comercio como el liderazgo militar de los Estados Unidos en la defensa de la libertad y la democracia en el mundo, han sido los consabidos ejes de una alocución que no se ha desviado ni un milímetro de los argumentos primordiales que ha utilizado en campaña y con los que, cierto es, ha logrado llegar a la Casa Blanca. Quizá en su compromiso explícito de promover una coalición internacional para luchar decididamente contra el islamismo yihadista ("borrarlo de la faz de la tierra") podamos encontrar un motivo de cierto optimismo y esperanza en esta primera declaración de intenciones del, ahora sí, nuevo presidente de la nación más poderosa.

Si algo ha dejado claro, pues, el 45 presidente de los Estados Unidos es que no piensa abandonar la retórica que tan magníficos resultados electorales le ha reportado. Él bien sabe que se debe a su público, cuya fidelidad, obviamente, pretende conservar. El tiempo dirá si el sistema de equilibrios y contrapesos que caracteriza a la gran democracia norteamericana, el pragmatismo que impone el ejercicio del poder, e incluso una realidad tozuda que le impida alejarse del signo de los tiempos, le obligarán a, al menos, matizar sus posiciones aislacionistas y proteccionistas y, en general, mostrarse más cauto en el día a día de la gestión política tangible. Sea como fuere, asistimos a partir de ahora a la "era Trump", que se presenta llena de incertidumbres.


lunes, 16 de enero de 2017

SE VA OBAMA... PERO LA PROGRESÍA DE HOLLYWOOD VUELVE

Dejarse comer la tostada en el panorama internacional por Putin, que ha hecho y deshecho a placer en los predios de su añorado y en parte resucitado Imperio Ruso; claudicar ante dictaduras como la iraní o la cubana, a las que ha dotado de respetabilidad sin absolutamente nada a cambio; y, en consecuencia, situar a los hace poco todopoderosos Estados Unidos en una posición abstencionista en la defensa de la libertad y la democracia en el mundo, lo que equivale a situarles en la práctica irrelevancia en los asuntos exteriores, son argumentos más que suficientes como para calificar el mandato de Obama, que tantas expectativas había despertado, de mediocre y hasta con un balance desfavorable, y aun siendo generosos. En política interior, además, ha cosechado fracaso tras fracaso, empezando por su mismísimo buque insignia, el "Obamacare", por la sencilla razón de que no ha calado en una sociedad como la norteamericana, tan celosa de su libertad individual como propensa a rechazar la intervención del Estado en sus vidas.

Mucho se ha culpado, cómo no, de los reveses de Obama en política doméstica a los siempre denostados republicanos, que en el tramo final de la Administración "obamita" han ostentado una muy significativa mayoría en ambas Cámaras (cosechadas en las urnas de forma clara y rotunda, no lo olvidemos); cuando precisamente el único éxito que podría exhibir el demócrata, y que por su indudable importancia impide reputar de desastroso su mandato, la recuperación económica y de la creación de empleo, se ha debido en gran parte, y frente a la tendencia intervencionista de los primeros años de su presidencia, al rigor en materia económica y presupuestaria que le ha impuesto un poder legislativo de signo conservador. Independientemente de que los representantes del Grand Old Party, del partido fundado por Abraham Lincoln, merecen ese mínimo de respeto que con tanta ligereza se le niega por estos lares de la vieja Europa, aunque solo sea por el decisivo papel que llevan desempeñando en la democracia estadounidense desde sus mismos orígenes; además de, por supuesto, ganar el respaldo de al menos la mitad de los votantes norteamericanos, que algo saben de eso de acudir a las urnas.

Se va, entre lágrimas (la de chistes que se hubieran hecho si Bush Jr. se hubiese despedido de esa guisa), Obama, cuyas dos presidencias repletas de frustraciones y desencantos han promovido la llegada al poder de un populista como Donald Trump... aunque, eso sí: vuelve la progresía de Hollywood, a la que, tras ocho años de estruendoso silencio, le ha entrado de repente un irrefrenable impulso de, por fin, utilizar cualquier motivo, acto o festival cineasta como plataforma de crítica y arenga política. Empezó tocando a rebato, y sin venir a cuento, la mismísima Meryl Streep en la ceremonia de los Globos de Oro, y claro, los demás, desde Sharon Stone a Robert de Niro, pasando por George Clooney, no tardaron en seguirle. Porque Hollywood es como, por ejemplo, nuestro cine (aunque sin subvenciones, eso sí): casi todo progre (o "liberal" en el sentido norteamericano del término); casi, porque hay contadas excepciones como Clint Eastwood, Jon Voight, Kirstey Allie o Gary Sinise, republicanos irreductibles y fieles que han declarado sin reparo alguno su voto a Donald Trump.

Ahora bien: el presidente electo Trump, cuya facilidad para meterse en camisa de once varas nos augura días de gloria, volvió en aquella ocasión, y una vez más, a desbarrar cuando se permitió entrar en la provocación y, de paso, tachar de "sobrevalorada" a una actriz tan extraordinaria como es Meryl Streep (y como todos los que, en diferentes niveles, han sido nombrados más arriba). Su última gran interpretación: ni más ni menos que la de Margaret Thatcher en "La Dama de Hierro", un papel que, afortunadamente, no le llegó a prohibir su inquebrantable adhesión al paradigma progre.

Como era de esperar, la primera rebelión del "establishment" "liberal" hollywoodiense tuvo su continuación, incluso convirtiendo "I will survive" en un himno de resistencia contra Trump... aunque todo parece indicar que, pese a las promesas de algún que otro famoso, ello no implicará huidas en masa de los Estados Unidos. Todo lo más, algún drástico acto de protesta como el cambio de "look" emprendido por la actriz (y "activista" progre) Olivia Wilde para terminar con la vergüenza de seguir luciendo un peinado parecido al de Melania Trump (fea como ella sola, como cualquiera puede advertir)... y lo que te rondaré, morena.

Desde luego, y ojalá nos equivoquemos, nada o bien poco cabe de momento esperar de la presidencia de quien, amén de prometer imposibles y abogar por la vuelta al aislacionismo y al proteccionismo, en campaña se ha mostrado como el típico populista faltón y demagogo, y en cuya primera rueda de prensa ni ha rectificado mínimamente ni ha abandonado tan lamentable comportamiento. Todo lo cual no obsta para criticar el ridículo sectarismo de una progresía, la de Hollywood, a la que solo parece despertar su conciencia política la mera perspectiva de que un republicano o conservador habite la Casa Blanca... y sin tan siquiera esperar a que tome posesión del cargo.

martes, 10 de enero de 2017

PEDRO JOTA: CONTRA MARIANO SIEMPRE

"... hay quien ha aprovechado este último revés económico (los seis millones de parados registrados por la EPA en abril de 2013) para presentarlo como poco menos que fatal e irresoluble y, de paso, dar rienda suelta a determinadas obsesiones. Porque no dejan de resultar divertidos los en los últimos días frecuentes ejercicios de política-ficción de ciertos 'líderes de opinión', cuya fatuidad les lleva a atribuirse a sí mismos tal capacidad de influencia en todo un grupo parlamentario de 185 diputados que llegan a soñar con la inminencia de una especie de rebelión interna; y que incluso se permiten concederle un escaso plazo de vida política a quien preside, además del Gobierno de la nación, el partido que gobierna la inmensa mayoría de las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos. Se trata, en cualquier caso, de la nueva y brillante solución milagrosa que aportan algunos como paso previo y necesario a la salida de la crisis. 

Pues bien, aunque de ilusión también se vive, solo cabe aducir que, en primer lugar, ni tan siquiera hemos alcanzado la mitad de la legislatura, por lo que todavía queda muchísima contienda por disputar y en ningún caso se puede dar nada por sentado; y, en segundo lugar, si alguna virtud resulta indiscutible en el denostado Mariano es precisamente su inusitada capacidad de aguante y supervivencia política, que tanta irritación despierta en algunos. Porque quizá sea apropiado responder a las prisas e impaciencia del furibundo antimarianismo mediático con la conocida frase literaria de Juan Ruiz de Alarcón, falsamente atribuida a Zorrilla y su 'Don Juan Tenorio': 'Los muertos que vos matáis gozan de buena salud'. Al tiempo". 

De esta forma glosé aquí mismo, hace tres años y medio, una frenética campaña personal contra Mariano Rajoy emprendida desde tiempo atrás por cierta "unión de intereses" liderada por quienes, como Pedro J. Ramírez, presentaban su común y radical animadversión hacia el presidente del Gobierno como irreductible defensa de los supuestamente traicionados postulados ideológicos del centro-derecha. Una campaña que se intensificaba entonces al calor de unos datos económicos adversos cuya culpabilidad atribuía a su Gobierno (directa responsabilidad que, por cierto, desapareció como por ensalmo cuando empezaron a mejorar ostensiblemente). ¿Y qué pecado había cometido Mariano? Básicamente, no mostrarse receptivo a favorecer determinados proyectos mediáticos. Pero, tal y como me permití pronosticar, los muertos (en este caso, el muerto) que algunos, confundiendo deseos con realidad, mataban, gozaban de buena salud. Y ahí lo tenemos: todavía en La Moncloa tras imponerse dos veces consecutivas en las urnas, contra viento y marea y tras superar la más grave crisis económica, social y política de la historia reciente.

Y no será porque el propio Pedro J. Ramírez no haya intentado su derrocamiento sin pasar por comicios, desde su eco de las "fotocopias de fotocopias" de los papeles de Bárcenas, del que su periódico se convirtió en el mejor abogado defensor, y los mensajes sacados de contexto entre el ex tesorero y Rajoy. Pero, ay, la línea editorial que Pedro Jota imprimió a 'El Mundo', es decir, contra Mariano siempre, no se vio acompañada por una buena cuenta de resultados, lo que llevó al consejo de administración a cesarle como director. Algo que, por supuesto, su proverbial megalomanía (que nunca le ha impedido ser un gran periodista) aprovechó para presentarse como víctima del Gobierno de turno, mercancía que le compraron sobre todo los que andan empeñados en que Mariano es el origen de todos los males.

Para fortuna del pluralismo informativo y la libertad de expresión, la pluma de Pedro Jota, aunque de influencia cada vez más menguante, no se ha quedado sin tinta. Es más: a buen seguro que levantará expectación la próxima encuesta que encargue el periódico que él mismo ha fundado, "El Español". Tras asignarle Pedro Jota 47 escaños a su loado y protegido Albert Rivera a la misma vez que los demás sondeos le vaticinan, en el mejor de los casos, mantenerse en sus actuales 32; y después de que en su última "encuesta-bomba" le atribuyera nada menos que 51 diputados a una hipotética (y fantasiosa) escisión del PP encabezada por su (ahora) añorado José María Aznar, pese a que quien ha sido un magnífico presidente del Gobierno haya negado tajantemente cualquier pretensión de rivalizar electoralmente con el partido que él mismo refundó; no sería descartable que el siguiente estudio demoscópico del nuevo diario otorgara otra cincuentena de escaños a una candidatura liderada por el propio Pedro Jota y compuesta por otros próceres de ese furibundo antimarianismo mediático de "las esencias", que, por ejemplo, podría presentarse bajo las siglas CMS (Contra Mariano Siempre).

Quién sabe, puestos a invertarse cuñas que dividan al centro-derecha nacional con la (vana) intención de debilitar a su denostado y eternamente "amortizado" Mariano Rajoy, que encima ahora no deja de ganar elecciones el muy "jodío", por qué no dar ese definitivo paso. Mucho ánimo. Y es que cuando determinadas obsesiones se vuelven contumaces, lo ridículo alcanza niveles verdaderamente esperpénticos. Y ya se sabe lo que hace el león cuando se aburre: matar moscas con el rabo.