martes, 26 de febrero de 2013

CRISIS MORAL Y DEMAGOGIA

El populismo del ruinoso 'socialismo del siglo XXI' sigue haciendo estragos en América Latina. La última del régimen liberticida del comatoso Chávez (aunque parece confirmarse de nuevo aquel famoso dicho de 'hierba mala nunca muere'): ordenar el cierre de las tiendas de Zara y de otras empresas por 'usura', que es como define el Gobierno 'bolivariano' el hecho de subir los precios sin pedirle permiso a él, omnisciente y todopoderoso. Otro lamentable ejemplo de por qué determinados países de la zona no llegan a constituirse en desarrollados nunca: porque les lastra la falta de seguridad jurídica, el asfixiante intervencionismo económico y los atropellos a un derecho fundamental como es el de la propiedad privada. Aunque, eso sí, los Chávez, Castro, Evo Morales, Correa y demás apóstoles del progresismo bananero son guías espirituales de muchos de quienes estos días toman las calles exigiendo 'democracia real' y un 'proceso constituyente' en España. Tentémonos la ropa, pues.

Pero no hay que irse a Venezuela. Porque, sin ir más lejos, ¿qué conclusión sacamos del resultado de las elecciones italianas? ¿No a los 'políticos' que despilfarran y malversan, pero menos a los 'tecnócratas' que tratan de poner orden en las cuentas públicas? ¿La telebasura y los bufones, el esperpento en suma, emergen como la esperanzadora alternativa que ha de regenerar al sistema democrático? ¿La mejor manera de conquistar votos en estos tiempos no es presentando un programa serio y creíble, sino limitarse al fácil discurso demagógico y visceral, a proclamar aquello que buena parte del electorado, ávida de chivos expiatorios, quiere oír? Sea como fuere, Italia queda en una situación política de inestabilidad y muy difícil gobernabilidad, lo que no deja de ser una mala noticia para las perspectivas de recuperación de la economía europea en general.

Pretenderé ser un poco más claro, e incluso políticamente incorrecto: alguna responsabilidad cabe también atribuir a un electorado que encumbra a un payaso antisistema como la gran solución política y social y, además, resucita a quien, amén de haberse visto envuelto en múltiples escándalos de corrupción, tanto ha tenido que ver como anterior pero reciente Primer Ministro con la crisis que vive Italia. Si estos son los 'cambios', la 'regeneración' y la 'limpieza' y 'transparencia' que añora y busca 'el pueblo', tan noble, sufridor y castigado aunque tan presto a ser adulado con proclamas populistas y demagógicas, es para ponerse a temblar. Una demostración más de que la crisis moral y de falta de principios y valores que sufrimos, la cual lleva a rechazar sin matices una tradicional virtud como es la austeridad, va a ser mucho más difícil de superar que la económica, que en realidad no deja de ser consecuencia de la primera.

domingo, 24 de febrero de 2013

LA IZQUIERDA REACCIONARIA BUSCA SU 23-F

Promover un cambio de régimen (más bien de Gobierno por el hecho de ser del PP, de 'la derecha') saltándose a la torera el imperio de la ley y despreciando la voluntad popular se llama golpismo. Puro y duro. Y por mucho que se vista con ropajes de lenguaje 'indignado'. No está de más recordarlo precisamente con motivo de un 23 de febrero, fecha elegida no en balde por las distintas facciones antisistema y de la izquierda radical para repetir su antidemocrático ritual de rodear e intentar asaltar el Congreso de los Diputados, sede de la soberanía nacional. Y es que la izquierda reaccionaria, impotente ante la adversa realidad de unas urnas que le dan sistemática la espalda, lleva tiempo buscando desesperadamente su 23-F.

Aunque resulte ocioso recordarlo a estas alturas, la voluntad de la mayoría se manifiesta en las urnas, y no en la calle. Y, como corresponde a un Estado de Derecho, bajo unas leyes y unos procedimientos políticos e institucionales. En las últimas elecciones, celebradas hace apenas un año, hubo un partido, defensor a ultranza del actual régimen constitucional, que consiguió once millones de votos y mayoría absoluta en el Congreso, y en unos comicios con una participación del 71 por ciento del electorado. Y en cuanto a las reglas de juego, podrán gustar más o menos, pero se fijaron en una Constitución nacida de un amplísimo consenso político y que obtuvo en su momento el voto afirmativo de una gran mayoría de los electores españoles.

¿Ello implica que la Constitución y el régimen político en el que se sostiene han de ser eternos e inmutables? Por supuesto que no, pero los cambios han de producirse cuando haya una demanda real, y no porque unos cuantos demagogos consigan aglutinar un determinado número de personas en la vía pública para cercar la sede de la soberanía nacional al tejeriano modo; es decir, cuando, tras pasar por las urnas, una mayoría suficiente en el Parlamento de la nación plantee transformar el sistema para que, antes de llevarlo a cabo, se vuelva a consultar a los españoles, tal y como recoge la misma Constitución. Porque nuestra tan injustamente denostada Carta Magna (bajo cuya égida España ha vivido una época de estabilidad política, desarrollo económico y prosperidad sin precedentes) da en estos casos la última palabra a quien ostenta la soberanía, al pueblo español, en el ejercicio del sufragio universal, libre, directo y secreto; no a quienes vociferen más en la calle o sean capaces de escribir más disparates en las redes sociales.

lunes, 18 de febrero de 2013

QUE SE PAGUEN SUS PAYASADAS

Particularmente, decidí no perder el tiempo soportando las soflamas politiqueras de cierto artisteo sectario que hace poco 'cantaba a la alegría' mientras el paro empezaba a batir récords. Pero fue inútil intentar abstraerme: esa pseudohollywoodiense ceremonia del esperpento progre que se define como 'los Premios Goya' no decepcionó en absoluto y todas las proclamas contra el Gobierno 'facha' que, empero, tan generosamente les subvenciona, tuvieron su correspondiente eco en los medios. Destacó muy por encima de todos la actriz catalana Candela Peña, quien, tras recoger su extraño premio, y ni corta ni perezosa, denunció las deplorables condiciones en que su padre encontró la muerte en un hospital público: ni una manta con la que taparle, ni un vaso de agua que llevarle a la boca. Una vez que el público, especialmente sensible ante atrocidades tan propias del capitalismo salvaje (que se lo digan a Bardem, cuyo hijo nació en un lujoso hospital privado norteamericano), prorrumpió en aplausos, se permitió recordar que ella ahora mismo se encuentra en el paro: a ver si algún alma caritativa de la progresía cineasta contrata sus servicios, máxime después de los méritos contraídos como activista anti-PP.

No es ninguna casualidad que semejante salida de pata de banco haya tenido lugar apenas unos días después de que el indeseable difamador que responde al nombre de Tomás (y no digo más), y cuyo principal logro político como Alcalde consiste en haber convertido a Parla en un erial, acusara al Gobierno de la Comunidad de Madrid de 'haber podido provocar muertes' con su política sanitaria; repugnante infamia que, según el mismo presidente Ignacio González, tendrá cumplida respuesta en los Tribunales en forma de querella criminal. Y es que la rutilante actuación de Candela Peña en los Goya no es más que el seguimiento fiel y ciego de la consigna, de la vil estrategia de echar a la cara del PP los cadáveres; y si estos no existen, se inventan, y punto. Así pues, de la misma manera que antes se culpaba directamente al PP de las muertes de la guerra de Irak y del 11-M, ahora se le responsabiliza tanto de los fallecimientos que se produzcan circunstancialmente en los hospitales públicos, como de los suicidios por el hecho de puedan ser previos a desahucios. Todo vale, ya se sabe.

Aunque pronto se descubrió el pastel. Por supuesto que el drama tercermundista que nos relató Candela Peña era mentira de cabo a rabo: esas miserables condiciones, por muchos recortes que haya habido, no son propias de un sistema sanitario público como el español; al que, con todas sus fallas, tantos extranjeros continúan acudiendo para someterse a operaciones más o menos complicadas. Pero es que encima el verdadero objetivo del tiro de semejante embuste carroñero, que no era otro que el Gobierno del PP, ha salido por la culata: a la señora Peña le deberían haber informado de que la gestión sanitaria corresponde a las Comunidades Autónomas; y que en Cataluña, lugar donde se asienta el hospital público que atendió a su malogrado padre, no gobierna el PP, sino el nacionalismo catalán, que para más inri siempre ha obtenido las simpatías de la progresía; y que alguna responsabilidad tendría en consecuencia la herencia dejada por los socialistas del PSC, que, junto a ERC e ICV, partidos de izquierdas, regían hace muy poco los destinos de Cataluña: es más, es posible que todavía lo hicieran en el infortunado momento en que murió su padre. Pero qué vamos a esperar de quien se presta a hacer agitación política sin tener la más remota idea de política: que más pronto que tarde se descubran sus mentiras e incongruencias. Desde luego, esta Candela Peña como actriz, desde mi punto de vista, es más bien limitadita; pero como propagandista de la progresía no tiene precio.

Obviamente, y por muy hipócritas y sectarios que puedan llegar a ser, estos cineastas y pseudoartistas de la cultureta progre son muy libres de profesar la ideología que consideren y, en consecuencia, criticar lo que quieran y a quienes prefieran (a ser posible, sin mentiras, claro). Pero lo que escama es que solo saquen a relucir su 'sensibilidad social' y su supuesto compromiso político cuando gobierna el PP; y, además, viviendo como vive la inmensa mayoría de ellos del dinero público. Porque si sus payasadas y exabruptos demagógicos se los pagaran ellos mismos o sus amigos de la progresía mediática, no habría nada que alegar. Pero ellos y ellas, siempre en misa y repicando; y es que si tuvieran que someterse verdaderamente al mercado que tanto odian (pero del que tantísimo provecho particular sacan), la mayoría no se comería un rosco. Literalmente.

lunes, 11 de febrero de 2013

INJURIAS Y RUEDAS DE MOLINO



Hemos de hacernos eco de otra vergonzosa pitada al Rey de España y al himno nacional español, y de nuevo con motivo de un acontecimiento deportivo; en este caso la final de la Copa del Rey de baloncesto en Vitoria con evidente protagonismo, otra vez, de la hinchada barcelonista. O se toman medidas de una vez por todas, o seguiremos asistiendo a tan bochornosos espectáculos, puesto que los que se dedican a injuriar a España se saben impunes. Para empezar, se debería sancionar a aquellos anfitriones de competiciones que acogen o promueven comportamientos de este tipo: por ejemplo, además de las correspondientes multas, ninguna fase final de Copa durante una década entera. 

Por su parte, los clubes deportivos cuyas directivas no sienten ningún respeto ni por el Rey ni por España en general tendrían que tomar la iniciativa de retirarse de competiciones que llevan el nombre del Jefe del Estado. Aunque solo sea por pura coherencia. E incluso, llegado el momento y si sus aficiones son reincidentes, expulsarlos. Ya está bien de limitarse a aplicar paños calientes con los intolerantes, que de todas formas, y dada la naturaleza insaciable del nacionalismo, jamás se van a contentar.

Hay quien incluso ha intentado justificar o 'explicar' tan lamentable reacción atribuyendo esas pitadas a una supuesta caída en picado de la popularidad del Rey, evidente en las encuestas; cuando obviamente si han tenido lugar ha sido simple y llanamente porque simboliza la unidad y permanencia de España, a la que los nacionalistas odian. Tamaña conclusión se hubiese podido sostener si los silbidos solo se hubiesen dedicado a don Juan Carlos, que de todas formas, e independientemente de la opinión que tengamos sobre su persona y manera de proceder, merece una mínima consideración por lo que representa la alta magistratura que encarna; pero también se ha abucheado, y mucho, al himno nacional. Desde luego, comportamiento tan ignominioso hubiese sido impensable en Madrid, Valencia o Murcia, siempre que no acogieran a un público nacionalista, claro. Porque ha sido todo un termómetro social, sí, pero de nuevo de la intransigencia y visceral falta de respeto del nacionalismo secesionista.

Vitoria, ciertamente, no es nacionalista si atendemos al voto de los electores (sin ir más lejos, el Ayuntamiento es del PP), pero resulta harto dudoso que el Buesa Arena en una final en la que juega el Barça pueda ser una representación a escala de la ciudadanía de la capital alavesa. Si los pitos de la hinchada barcelonista, y de la masa borreguil e imbuida de rencor nacionalista que la siguió, es un mero indicativo del hartazgo general de los españoles, apaga y vámonos. Porque, por desgracia, no es la primera vez que ocurre algo parecido cada vez que se celebra una competición deportiva en Cataluña o el País Vasco, o allí donde ha habido presencia separatista. Así que, por favor, que encima no nos hagan comulgar con ruedas de molino.

lunes, 4 de febrero de 2013

OTRA VEZ EL 'AGIT-PROP' CONTRA EL PP

Por mucho que hayan provocado un verdadero terremoto en la vida política española, la publicación por parte del diario 'El País' de esos supuestos apuntes contables a mano no prueban absolutamente nada: ni acreditan pagos en dinero negro, ni sobresueldos irregulares. Si el mero hecho de que aparezcan nombres juntos a cifras (sin firmas ni recibís) en un documento burdo es suficiente motivo para presentar dimisiones, qué fácil resultaría acabar políticamente con cualquiera. Desde luego, ha de continuar la investigación judicial, interna e incluso periodística (a ser posible, sin trampa ni cartón) de las cuentas del PP, pero sin convertir un saludable ejercicio de transparencia en un proceso inquisitorial basado en el 'todo vale'. Y quien difame, a los Tribunales, pero ya.

En cualquier caso, ante las últimas 'publicaciones-bomba', no hay más remedio que proceder a hacer un desnudo integral. Que quede meridianamente claro que no hay nada que esconder. Las cuentas del partido que sostiene al Gobierno no deberían estar bajo sospecha, especialmente en estos momentos política y económicamente tan delicados. Por cierto, resulta especialmente edificante que, sin perjuicio de la auditoría que lleva a cabo el mismo PP, la Fiscalía General del Estado haya instado al juez a investigar al respecto. ¿Hubiese sido imaginable que un Eligio Hernández, conocido durante el felipismo como 'el Pollo del Pinar', o un Cándido Conde Pumpido, celoso guardián del zapaterismo, reaccionaran de la misma manera ante los Gobiernos socialistas que les nombraron? Ni de lejos, bien al contrario: a buen seguro que se hubiesen dedicado a perseguir a los medios incómodos, como de hecho hacían en este tipo de casos. Algo sí ha cambiado en este sentido.

Por su parte, el señor Pérez Rubalcaba no debería ponerse tan estupendo cuando se permite dar lecciones de ética, pedir dimisiones y, con ello, jugar a la desestabilización; y no pensando en los intereses de España, que a él por supuesto le importan un comino, sino incluso en él mismo y su propia supervivencia política. Porque, dado su largo y siniestro historial político, los muchos cadáveres que tiene metidos en el armario podrían, más pronto que tarde, resucitar, salir a tomar el aire y quedar al descubierto. Y entonces veríamos quién tiene de verdad sus días contados en la vida pública, por mucho que al faisanesco líder socialista le entusiasme moverse en el lodazal: llegará un momento en el que la porquería que genere sea tanta que él mismo quede atrapado en ella. Al tiempo.

Y es que unos papeles fotocopiados y escritos burdamente a mano son para algunos fariseos motivos de peso para exigir dimisiones y negar legitimidad a un Gobierno surgido de una mayoría absoluta parlamentaria y once millones de votos, cosechados en las urnas hace tan solo un año. Es lo que no soportan ni jamás admitirán: que el PP, 'la derecha', gobierne tras derrotarles democráticamente. Y a partir de ahí, todo vale: se repite la historia del 'Prestige', la guerra de Irak y el 13-M. Otra vez el 'agit-prop' basado en la propagación de mentiras, medias verdades y manipulaciones de la realidad, culminadas siempre en 'espontáneos' cercos a sedes del PP. Nada nuevo bajo el sol.

Tan convulsa actualidad política ha propiciado que pasara prácticamente desapercibida la cara positiva de los datos del paro de enero: eliminando el efecto calendario, y por primera vez desde que empezó la crisis, el desempleo baja con respecto a diciembre. No, no es casualidad que se haya emprendido precisamente ahora una gran campaña mediático-política dirigida a derribar al actual Gobierno: se comienza a atisbar una mínima mejora de la situación económica y a algunos les ha entrado prisa (nunca mejor dicho) para echar al PP del poder como sea, antes de que puedan advertirse los frutos de las medidas tomadas. Pero no parece que les vaya a resultar fácil.