martes, 27 de octubre de 2015

LIBERAR DE ESPAÑA A LOS MANGANTES DE CATALUÑA

 
Que la declaración golpista pactada entre el conglomerado separatista y los filoetarras de la CUP proclame expresamente, y el mismo día que la Policía registra los predios de la 'Famiglia' Pujol, que 'el proceso de desconexión democrática (sic) no se supeditará a las decisiones de las instituciones del Estado español' no es sino el reconocimiento del verdadero objetivo del plan independentista: liberar, no al 'poble' de Cataluña, sino a los mangantes de Cataluña de las garras españolas; esto es, de sus instituciones, de su Justicia ('¡fuera la Justicia española de Cataluña!', gritaban quienes acompañaban y vitoreaban a Mas a las puertas del Tribunal Superior de Justicia), de su Estado de Derecho en suma.

Aquellos que han dedicado décadas a erigir un régimen de pensamiento único nacionalista basado en el odio a España y lo español ('Espanya ens roba', era la consigna de los mismos que se han estado enriqueciéndose apropiándose de lo ajeno) no lo han hecho precisamente en balde: pretendían generar el caldo de cultivo para un día ser capaces de dar el paso de intentar ostentar un poder absoluto e incontestable y, de esa forma, disfrutar de total impunidad para no tener que responder de sus desfalcos. Y creen que ese momento ha llegado ya, y máxime ahora, cuando España, sus leyes y sus instituciones aprietan.

Ante esta nueva vuelta de tuerca del desafío separatista, todo el rigor de la ley y la Carta Magna que nos dimos todos los españoles, catalanes incluidos. Como ha advertido el presidente Rajoy, 'el Estado no va a renunciar al uso de todos los mecanismos jurídicos que le atribuyen la Constitución y las leyes'. Y todos han de ser todos. Es también, pues, momento de apelar a la unidad sin matices de los partidos constitucionalistas, en especial PP, PSOE y Ciudadanos, en torno al Gobierno de la nación en su cometido de defensa de la unidad de España y la soberanía nacional del pueblo español. Tanto Sánchez como Rivera han recibido sendas llamadas del jefe del Ejecutivo para articular una respuesta unitaria a la amenaza golpista, que no haría sino fortalecer nuestra democracia.

domingo, 25 de octubre de 2015

¿PARA QUÉ PUEDE SERVIR EL VOTO A CIUDADANOS?

Es momento de plantear sin ambages la pregunta, habida cuenta de que ya hay quien está pasando de las palabras, o de su calculada ambigüedad, a los hechos: ¿para qué puede servir el voto de cierto elector que se deje llevar por los cantos de sirena de la corriente mediática antimarianista, de esa supuesta derecha fetén que presenta a Ciudadanos y su líder como la prolongación del 'auténtico' PP de Aznar, cuando no, como hace últimamente, de la UCD de Suárez con tal de justificar y hasta aplaudir las apelaciones al 'centro' de Rivera (a él sí; al mismo Aznar en su momento, no, bien al contrario)? Pues, ni más ni menos, para que el PSOE, aún saliendo derrotado de las elecciones, regrese al poder solo cuatro años después del gran desaguisado dejado por su último Gobierno, y que tanto ha costado arreglar. Lo sabemos de boca del mismísimo Rivera, que no ha descartado apoyar al candidato del partido perdedor, y cuya figura, harto significativamente, disfruta de una oportuna promoción por parte también de los medios de Prisa, incluidas encuestas muy, pero que muy cocinadas y condimentadas. ¿Hay alguien que todavía se cree eso de 'la marca blanca del PP'?

La legislatura que recién termina será a buen seguro recordada como aquella en que una España en práctica quiebra económica y al borde del rescate de Bruselas había logrado remontar, hasta el punto de situarse como el país que mejor reduce el déficit, más crece y más empleo crea de toda la Unión Europea: unos cuatro años en los que habíamos pasado de ser el enfermo de Europa al mejor ejemplo a seguir, a la nación que más vigor muestra. Desde luego, el regreso de un oneroso y ruinoso socialismo al Gobierno de la nación, con sus recetas gastadas y típicamente intervencionistas (como las que todavía presenta Pedro Sánchez estos días), sería absolutamente contraproducente por cuanto supondría un verdadero retroceso, una vuelta a un pasado indeseable. 

Afortunadamente, las últimas encuestan vaticinan que el PSOE de Sánchez, cuyas expectativas son de batir marcas históricas negativas pese a no sufrir el desgaste del poder, se mantendrá en la oposición. De tal forma que solo un disparatado tripartito PSOE-Ciudadanos-Podemos (y necesitando el complemento de algún partido minoritario como podría ser IU) desplazaría al PP del Gobierno. En tal supuesto, la muerte política de Albert Rivera, que sabe muy bien de dónde proceden tantísimos de los votos que han hecho crecer exponencialmente a su partido, sería cuestión de poco tiempo, por lo que la misma aritmética parlamentaria le impediría en principio llevar a cabo su no declarada pero inferida preferencia, que es apoyar a un Ejecutivo socialista. Pero no sería de extrañar que ese gran líder nacional, ese providencial salvador de la España constitucional, ese Suárez redivivo acabe perpetrando semejante dislate político e ideológico, máxime teniendo en cuenta el actual proceder de su partido (que obviamente cuenta con el visto bueno de quien ostenta su hiperliderazgo): tan exigente con el PP en Madrid (donde vota sistemáticamente en contra del Gobierno de Cristina Cifuentes, paradójicamente tras respaldar su investidura) o Murcia (donde, sin ir más lejos, anda estos días repartiéndose con el PSOE las presidencias de aquellas 34 Juntas Municipales en las que el PP ha ganado sin mayoría absoluta, y contando para ello con la activa complicidad de la extrema izquierda), como condescendiente con el PSOE en Andalucía (cuya imputación de altos cargos -cinco en concreto- no son motivo de un veto que sí utilizan contra el PP, como no prestar su apoyo a un techo de gasto que ha impedido la aprobación de los presupuestos autonómicos en Murcia, y con ello las partidas dedicadas a la dependencia, a que los funcionarios recuperasen en enero su paga extra, y al normal funcionamiento de los servicios públicos en general).


El caso de Murcia, donde para más inri, y según el CIS, nada menos que el 67% de los electores que votaron a Ciudadanos prefieren un pacto de los 'naranja' con el PP, resulta especialmente significativo y lacerante. Así, en los barrios y pedanías de la capital murciana se ha constituido un cuatripartito PSOE-Ciudadanos-Ahora Murcia (Podemos)-Cambiemos Murcia (IU), que no es sino la plasmación de ese 'Tinell' a la murciana que fue el Pacto del Moneo. Para los promotores de semejante Frente 'antipopular' (en un doble sentido: contra el PP, y también contra la voluntad mayoritaria expresada en las urnas), las Juntas Municipales y de Distrito de Murcia no son un ámbito de gestión y participación ciudadana en el que se hace política a pie de obra, en el que se da cauce a las demandas más inmediatas y directas de los vecinos, sino un mero juego consistente en el pase de la pelota, en repartirse parcelitas de poder. Porque Ciudadanos, tras entregarle San Pío X, Guadalupe, Aljucer y Rincón de Beniscornia al PSOE sin tener reparo alguno en unir sus votos a los de la izquierda antisistema, y después de jurar y perjurar que no iba a ocupar ningún 'sillón', ya se ha sentado en uno: en el de la pedanía de Los Dolores, cuyo nuevo alcalde pedáneo es el único vocal que el partido 'naranja' ha conseguido allí... frente a los cuatro obtenidos por el Partido Popular. Y es solo el primero de otros que poseerá de esa forma (se habla de Santiago y Zaraíche, Espinardo o Santiago el Mayor), habiendo ocupado siempre el tercer lugar en las preferencias de los electores y a considerable distancia del más votado.

Encima, para justificar estas prácticas tan propias de la 'vieja política', Ciudadanos de Murcia se atreve a utilizar el pretexto de la 'regeneración democrática': no hay acuerdo con el PP en ningún barrio ni pedanía mientras presente como candidatos en otros lugares a alcaldes pedáneos que lleven más de ocho años en el cargo, incluidos los que hayan logrado mayoría absoluta. Regla que aplica rigurosamente, sí, pero solo en el caso del PP: así, además de apoyar en Javalí Viejo a un pedáneo socialista que lo es ya ¡28 años!, ha hecho presidente de la Junta Municipal de Guadalupe a quien lo fue durante justamente ocho años (de 1987 a 1995) con el PSOE, y tampoco ha tenido empacho alguno en conceder su voto a quien fue alcalde socialista de Rincón de Beniscornia hace 20 años.

Ni 'regeneración' ni zarandajas: se trata simplemente de apuntarse a un nuevo 'cordón sanitario' contra el partido que ha ganado las elecciones municipales en 60 de las 65 pedanías y distritos de Murcia: el PP. Y, de paso, y sobre todo, de tocar poder ya, no vayan a verse en otra. Para despejar cualquier duda, el inefable Miguel Sánchez, portavoz de Ciudadanos en la Asamblea Regional y que hace las veces de cabeza regional de la formación política, ha respaldado públicamente esos cuatripartitos con el PSOE y la ultraizquierda; y, evidentemente, tamaño proceder frentista no hubiera podido producirse sin la aquiescencia de un 'hiperlíder' nacional en cuyo partido ninguna hoja se mueve sin su expresa o tácita aprobación.

Y es que más de uno debería pensarse muy mucho su voto durante estos dos meses que restan para acudir a las urnas. Porque su papeleta puede adquirir una utilidad, sí, pero justo para lo contrario de lo que crea que sería lo mejor para España. Que el furibundo antimarianismo mediático, pese a todo, continúe presentando a Ciudadanos como la gran esperanza blanca que recuperará los valores supuestamente perdidos de la derecha eterna es harina de otro costal: su objetivo no es otro que cargarse a su denostado Mariano, y así caiga España.

martes, 20 de octubre de 2015

A VUELTAS CON EL ANTICLERICALISMO DEL PSOE

Constitución española, artículo 16, apartado 3: 'Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española (por lo que nuestro Estado no es laico, sino aconfesional) y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica (de ahí los acuerdos con la Santa Sede que, lejos de representar una reminiscencia del franquismo, fueron firmados el 3 de enero de 1979, esto es, en la España ya democrática y constitucional y en virtud de su ratificación por unas Cortes salidas de las urnas) y las demás confesiones (así, los acuerdos de cooperación con las iglesias evangélicas y las comunidades judía y musulmana, fechados en 1992)'.

Constitución española, artículo 27, apartado 3: 'Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones (por lo que en los centros de enseñanza públicos se ha de impartir asignaturas de religión a libre elección de los padres, y por supuesto no impedir ni limitar que se haga lo propio en los centros privados)'.

¿O quizá esa maravillosa y cuasi-mágica reforma constitucional que el PSOE de Sánchez propugna pero no concreta incluiría la revisión de estos preceptos de nuestra Carta Magna, para lo cual necesitaría de un muy improbable consenso con su denostado (entre otras razones, por 'clerical') PP? ¿O más bien pretendería convertir a España en 'Estado laico' a golpe de Decreto y por medio de hechos consumados? En realidad, llueve sobre muy mojado: siempre que el PSOE se ha visto en apuros o bajo la necesidad de movilizar a su electorado más escorado a la izquierda, echa mano de uno de sus dos mantras favoritos (o de ambos a la vez): bien de un antifranquismo retrospectivo, bien de un anticlericalismo gastado y rancio. Véase Alfonso Guerra en sus tiempos de furibunda oposición, véase Zapatero en su declarada búsqueda de 'generar tensión'.

Eso sí: al final, y siempre a la hora de la verdad, mucho ruido y pocas nueces.

sábado, 17 de octubre de 2015

ÉXTASIS 'MASIANO'

'El nacionalismo es la guerra'. Tan contundente afirmación no vino de 'Madrit', del malvado y opresor centralismo español, sino del corazón de la vieja Europa, de aquella misma Europa en la que la Cataluña secesionista aspira a mantenerse tras separarse de España: concretamente, de Merkel y Hollande, emulando una declaración conjunta que emitieron hace veintiséis años Helmut Kohl y François Mitterrand con motivo del 75 aniversario de la Primera Guerra Mundial. Y es que en ningún sitio como en Alemania y Francia son tan conscientes del desgarro provocado y la mucha sangre derramada por una verdadera locura colectiva, la que acompañó al triunfo de un movimiento político que significó la apoteosis de lo irracional.

Naturaleza colectivista y de ribetes totalitarios de un nacionalismo que anula cualquier individualidad por cuanto a esta se la somete siempre a la uniformidad exigida por la etnia. De ahí sus políticas liberticidas (en enseñanza, comercio, medios de comunicación...) orientadas a la ingeniería social y la construcción de un régimen de pensamiento único; de ahí demostraciones de fuerza plasmadas en exhibiciones típicamente fascistoides como la que tuvo lugar con motivo de la entrada al Palacio del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña del mártir (que no héroe, como demostró en su cobarde declaración en la sala) Mas, que se permitió responder a la fidelísima, inquebrantable y entusiasmada concurrencia (en la que resaltaban las varas en alto de los alcaldes) con un saludo de significado tribal, brazo arriba. Gesto que puede parecer grotesco, como de hecho lo es, pero que resulta a su vez muy simbólico y revelador: se trata de la pura apelación a las vísceras, a la mera pertenencia grupal frente al 'otro'.

El etnicismo, por su propio carácter irracional, no se para en barras ni ante las libertades individuales, ni ante las leyes. Las concentraciones de partidarios del separatismo a la puerta de la sede del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y los desfiles procesionales de los miembros del Gobierno de la Generalitat junto a la consejeros imputados, culminados en el éxtasis 'masiano', significaron, amén de la escenificación del victimismo tan propio del nacionalismo, un intolerable acto de presión de un Ejecutivo autonómico hacia la Justicia y, como tal, un ataque al Estado de Derecho. Lo que viniendo del nacionalismo catalán, que si por algo se caracteriza es por pasarse por el forro de sus caprichos la Constitución y las leyes, no tendría que extrañarnos: si atropellan la soberanía nacional del pueblo español, por qué no iban a hacer lo mismo con Montesquieu y la división, siquiera formal, de poderes.

viernes, 16 de octubre de 2015

EL CAMINO SEÑALADO POR EL PSOE DE SÁNCHEZ

520.000 empleos en lo que llevamos de año (un millón en total desde que empezó la legislatura) y 350.000 parados menos que los que dejó Zapatero; con todo, España crea la mitad de puestos de trabajo de toda la Unión Europea. ¿Y cuál es la gran promesa recientemente anunciada, y por tanto reafirmada, por el PSOE y por Pedro Sánchez en persona? Justamente, derogar la reforma que, precisamente, y por haber adaptado la legislación y las relaciones de trabajo, que eran básicamente las heredadas del franquismo, a la flexibilidad demandada por los nuevos tiempos, lleva reportanto resultados tan positivos: la laboral. Aunque, eso sí, mantendría las indemnizaciones por despido; lo cual, tratándose de uno de los 'recortes' más criticados y descalificados hasta ahora por los dirigentes socialistas (y por supuesto sus sindicatos afines) a lo largo de la legislatura, no deja de relevar un reconocimiento, siquiera implícito, de que tan controvertida e impopular medida ha sido un acierto. Y además, como no podía faltar la demagogia, subiría el Salario Mínimo Interprofesional (hasta alcanzar los 1.000 euros en ocho años), pese a que, según la generalidad de los economistas de distinto pelaje, no haría sino provocar más paro. 

Porque, ya puestos, ¿por qué elevarlo solo a 1.000 euros y no a 2.000? Así todos cobraríamos más por nuestros trabajos y seríamos más ricos, ¿no? Y qué sencillo sería. Pero es que resulta que los principios de la economía y su aplicación a la vida real son muchísimo más complicados. La misma fijación de un Salario Mínimo expulsa a buena parte de un determinado sector de la sociedad, concretamente al más joven y sin titulación, del mercado laboral, porque con ello la oferta de trabajo dirigida a ese sector disminuye considerablemente: vamos, que el mismo SMI crea ya de por sí paro. Y cabe imaginar hasta qué punto si además lo subimos arbitrariamente, o al albur de corrientes más o menos demagógicas o electoralistas.

No se trata de una apreciación personal de índole ideológica, ni de pura teoría procedente de los economistas 'neoliberales' llevados por sus prejuicios favorables al 'capitalismo salvaje'; prácticamente cualquier economista más o menos solvente, sea liberal, sea socialdemócrata (y que no tenga como tarea, muy legítima por otra parte, desgastar al Gobierno de turno y hacer populismo fácil en la búsqueda de votos), sostiene lo mismo, porque además la práctica en ese sentido es muy indicativa: precisamente aquellos países europeos que carecen de Salario Mínimo (como Suiza, Suecia y Alemania), no solo cuentan con los índices de desempleo más bajos, sino que los sueldos que se pagan por esos lares son, por ejemplo, un 65% superiores a los de la media en España.

Así pues, y con semejantes propuestas, no son de extrañar los indudables 'éxitos' del PSOE en materia de empleo. El más reciente: los 3,5 millones de parados bajo su último Gobierno. El de Zapatero, en efecto. He ahí el camino que nos señala Pedro Sánchez.

lunes, 12 de octubre de 2015

SOBRE LA FALACIA DEL 'GENOCIDIO' ESPAÑOL

Tenían que dar la nota en la celebración de un Día de la Hispanidad que, por su carácter de exaltación de nuestra historia común y del Descubrimiento de América, y al igual que la bandera y el himno nacionales, reputarán sin duda como herencia del franquismo. Primero, con la ridícula farsa del Mesías Iglesias, quien, tras amagar con reaccionar como damisela ofendida por, supuestamente, no haber recibido una invitación que sí se le cursó, finalmente tuvo a bien no acudir a la recepción en el Palacio Real (eso que ganaron tanto los anfitriones como los invitados); después, con los desahogos en las redes sociales tanto de ciertos indocumentados de la secta de extrema izquierda a los que el PSOE ha puesto como Alcaldes, concretamente Colau y 'el Kichi', como del tristemente célebre 'progre-artista' y apologista de los crímenes del castrismo, el cretino y zafio Toledo (qué boda sin la tía Juana), con cuyas asquerosas 'deposiciones' en facebook ha intentado ensuciar nuestra Fiesta Nacional.

Desde luego, cabe reconocer que si de algo saben semejantes sujetos es de exterminios en masa, sobre todo de los llevados a cabo por regímenes de índole totalitaria que constituyen su norte político. Pero el falazmente calificado como 'genocidio' español en América no es más que una vil y monumental mentira surgida de aquella trasnochada 'leyenda negra' de origen anglosajón que ha tenido cierta fortuna, desde sus comienzos en el siglo XVI hasta nuestros días; sobre todo en ciertos ámbitos académicos marxistas y/o de izquierda acomplejada, y que la propaganda antiespañola actual, en la que hacen frente común el nacionalismo separatista y los movimientos ultraizquierdistas y antisistema, no hace más que seguir a pies juntillas para divulgarla y presentarla como verdad histórica irrefutable. Porque de lo que se trata es de desacreditar nuestra historia y, con ello, a España como nación y proyecto común.

Hay que partir de un hecho: y es que no, no siempre los españoles se encontraron durante el Descubrimiento de América a almas puras y cándidas a las que, empero, y según reza cierta publicidad de evocaciones rousseanianas (las del 'buen salvaje'), sometió e incluso 'aniquiló' de manera inmisericorde. Bien al contrario, hubo ocasiones en que los conquistadores tuvieron que hacer frente a enemigos que se empleaban con una crueldad verdaderamente atroz, como fue el caso de los caníbales aztecas que exterminaron sin miramientos en junio de 1520 a los integrantes de una caravana de Hernán Cortés, incluidos mujeres y niños.

Aun así, y al contrario que en la colonización llevada a cabo precisamente por el país de donde procede la 'leyenda negra' contra España, Inglaterra (con la que trataba de desprestigiar a la que era su principal rival comercial y militar), la española se caracterizó por el mestizaje, esto es, por el cruce y la mezcla de distintas razas y etnias como consecuencia de matrimonios mixtos y uniones sexuales entre españoles procedentes de la metrópoli y nativas; a ello contribuyeron sin duda los menores prejuicios raciales derivados de la tradición de siglos de convivencia entre árabes, judíos y cristianos en España. De tal forma que la población actual de los países hispanoamericanos comparte en diversos grados antepasados indígenas, europeos y hasta africanos; evidencias de un mestizaje que es prácticamente inexistente en territorios conquistados por Inglaterra, Holanda e incluso Francia, donde tachaban de 'impuras' a razas que no fueran las suyas. Cabe concluir, pues, que las prácticas de 'genocidio' las llevaron a cabo más bien quienes se permitían denunciarlas en el poderoso adversario español.

Además, a la bula 'Sublimis Deus' del Papa Pablo III en 1537, que declaraba a los indígenas hombres con todos los efectos y capacidades de cristianos, había que unir las normas y leyes españolas que ponían a los naturales del Nuevo Mundo bajo la protección de la Corona española. Hasta el punto de que, en palabras del historiador hispanista estadounidense Lewis Hanke, 'ninguna nación europea se responsabilizó de su deber cristiano hacia los pueblos nativos tan seriamente como lo hizo España'. Así, ya tras el primer viaje de Cristóbal Colón, Isabel la Católica decretó que los indígenas habrían de ser considerados como súbditos de pleno derecho de la Corona de Castilla, y que por tanto no deberían ser tratados ni como esclavos ni como gentes colonizadas. A partir de ahí, vendrían en 1512 las Leyes de Burgos, firmadas por Fernando el Católico, que dotaban al indio de naturaleza jurídica de hombre libre con todos los derechos de propiedad, si bien como súbdito debía trabajar para la Corona, aunque sin ser explotado.

Legislación revisada treinta años más tarde, en 1542, por Carlos I de España, quien, influido por las denuncias de abusos de Fray Bartolomé de las Casas y la doctrina de los 'justos títulos' de Francisco de Vitoria, y tras las conclusiones de una comisión convocada por él mismo, promulgó las 'Leyes Nuevas'; en virtud de las cuales se suprimieron las contraproducentes 'encomiendas', utilizadas por colonizadores para someter a indios a trabajos forzados, y se regulaban con más detalle los derechos y libertades de los nativos para procurarles una mejor condición de vida. Así pues, ninguna Monarquía como la española se dedicó a acometer reformas legales que buscaran garantizar un trato justo a los naturales de sus territorios de América, lo cual se compadece bien poco con un propósito genocida que, por su propio carácter, habría de ser planificado desde las más altas y poderosas instancias.

Y es que el 95% de las muertes que tuvieron lugar tras la llegada de Colón fueron debido, no a la infinita crueldad española, sino a unas enfermedades que se transmitieron desde el viejo Continente a una América biológicamente vulnerable. Negar que, aun así, hubo excesos, atropellos, atrocidades y actos de esclavitud, propios de una época en la que prevalecían unos ultrajantes 'derechos de conquista' y los principios humanitarios hacia 'el diferente' no estaban precisamente muy extendidos, sería faltar a la verdad. Ahí están las mismas acusaciones de un Bartolomé de las Casas (dominico español, para más señas), quien más bien, y precisamente, pretendía denunciar las contradicciones entre el fin, que no era otro que la evangelización de los indios, y los medios utilizados; recriminaciones de las que, por cierto, tomaron buena nota en la metrópoli española para actuar en consecuencia y elevar la protección legal a los indígenas.

Normas y leyes de defensa del nativo sancionadas por la Corona española, y mestizaje extendido y consolidado en Hispanoamérica tras más de 520 años de la arribada de las naves de Cristóbal Colón a la isla de La Española. ¿Dónde está el genocidio, sino en la infame y embustera versión de la historia de la propaganda antiespañola, de la añeja y de la actual, de la extranjera y de la propia? No tengamos complejos en desmentirla y ponerla en su sitio.

miércoles, 7 de octubre de 2015

¿HAY RAZONES PARA VOTAR AL PP... Y A RAJOY?

Al calor de unos magros resultados en unas elecciones tradicionalmente adversas para el PP y la consiguiente bronca de quien lleva tiempo ejerciendo de 'conciencia crítica', ciertos intrigantes seudomediáticos y conspiradores de salón (en realidad, los de siempre, los que se la tienen jurada desde hace tiempo por no haber logrado de él lo que pretendían) intensifican sus movimientos para descabalgar al presidente bajo cuyo mandato España está superando la peor crisis económica de la historia reciente. Aunque ahora resulta que, según dictamina el inefable y furibundo antimarianismo mediático, nuestra economía tampoco va bien, pese a crecer por encima del 3 por ciento cuando casi ayer mismo estábamos en recesión, y además crear la mitad del empleo de toda la Unión Europea: esto es, unos números que con Aznar indicaban un 'milagro económico' sin precedentes, con Mariano no son más que fruslerías. Es que ya ni la mejoría económica (que el español medio empieza a notar según el último índice de confianza del consumidor, que también bate récords) le reconocen, y menos aquellos supuestos irreductibles guardianes de las 'esencias' de la derecha más pura; a los que, sin embargo, no les importa poner en un brete la candidatura del PP a la presidencia del Gobierno a apenas dos meses de las elecciones generales, y con ello generar una inestabilidad en la derecha política que allane el camino de las izquierdas hacia La Moncloa. Pero todo vale con tal de cargarse a Mariano, hasta poner en riesgo la recuperación y la estabilidad política y económica.
 
Porque, insisten algunos, Mariano es un traidor a los ideales y principios clásicos liberal-conservadores del PP y, desde el Congreso de Valencia, se ha dedicado a 'depurar' a aquellos que mejor los defendían y representaban; pese a, por ejemplo, haber presentado como candidatos en elecciones tan recientes e importantes a militantes ilustres, y de ideas tan claras y firmes, como Esperanza Aguirre y Xavier García Albiol (quienes, por cierto, y con ser apreciables sus resultados, no lograron movilizar al 'votante-tipo' de la derecha en la medida esperada). Sea como fuere, y reconociendo que a uno le hubiese gustado que el PP actual hubiese llevado a cabo una política de mayor impronta liberal, medidas como la flexibilizadora (y liberalizadora) reforma laboral (que tan magníficos efectos está reportando), la liberalización del comercio y del transporte, leyes como la de unidad de mercado o la de desindexación de la economía española, las últimas bajadas de impuestos en virtud de las cuales se han situado de media por debajo de como estaban con Zapatero (tras subirlos, eso sí, ante la urgencia de reducir el déficit público, objetivo que se está logrando), la rebaja del gasto público hasta representar solo un 43,6% del PIB (sensiblemente por debajo de la media de la Unión Europea, que se sitúa en el 48,1%), la reforma de las Administraciones Públicas que ha supuesto un ahorro de casi 30.000 millones de euros y la eliminación de más de 2.000 organismos y empresas públicas..., no parece que sean muestras de una ejecutoria contraria a los fundamentos económicos de un PP liberal. 

Respecto a los principios ideológicos, o incluso los llamados 'éticos', y habiendo criticado que, por ejemplo, la reforma de la ley del aborto se haya convertido en 'minirreforma', y que la de la Justicia no haya incluido el cambio de sistema de elección de los jueces y magistrados del Consejo General del Poder Judicial, no cabe considerar traiciones las medidas legales que por primera vez en la democracia se han tomado contra el que es el principal lastre electoral del PP junto a las impopulares políticas 'anticrisis', esto es, la corrupción (como tipificar como delito la financiación irregular de los partidos políticos, o exigir legalmente al que se apropie de dinero público que devuelva lo robado); tampoco la reforma educativa que se conoce como LOMCE (que aunque, cierto es, podría haber sido más ambiciosa, elimina el adiestramiento en las aulas y destierra la nefasta filosofía 'logsiana' al poner en valor el esfuerzo y la motivación y reforzar la autoridad del profesor); y ni muchos menos la Ley de Seguridad Ciudadana (que impide que se utilice el derecho de manifestación como parapeto de actitudes violentas, o que dota de cobertura legal a la Guardia Civil en su lucha contra la inmigración ilegal en las fronteras), o la reforma del Código Penal (que, por ejemplo, implanta la prisión permanente revisable para crímenes de especial gravedad, una de las demandas más extendidas en el electorado, especialmente en el que vota al PP). 

Ahora bien: que algunos presenten a Ciudadanos, un partido de centro-izquierda socialdemócrata (que así mismo se declara), como el que va a recuperar ciertos valores eternos de la derecha de toda la vida, es ciertamente de aurora boreal. Como resalta la profesora Edurne Uriarte en su blog en ABC: 'Desempolva Rivera el viejo concepto acomplejado, también lo del centrismo que tanto ha usado la derecha para no pronunciar la palabra derecha, y hay un ahhhh, un ohhhh generalizado'. La de sopapos que le dieron en su momento a Aznar, por cierto los mismos que ahora le consideran como la verdadera personificación del 'macizo de la raza', cuando empezó a definir al PP como 'centrista'. Y lo que le llovería a Mariano si se pronunciara en el mismo sentido. Pero Rivera, además de ser más joven y guapo que Rajoy, es el asidero al que se agarra ahora cierta derecha antimarianista que, en último término, demuestra adolecer justamente de la misma tara que le reprocha al PP actual: la de ser una derecha tan vergonzante que intenta ocultar su verdadera condición; en este caso, apoyando a un líder político con halo de 'progresismo'. Porque muchas veces los políticos no son más que reflejo de su propio electorado.

En conclusión: en el mercado electoral español, y dentro del consenso socialdemócrata vigente, el PP sigue siendo el partido con posibilidades de gobernar u obtener representación política que más se acerca, y de lejos, al liberalismo, o más bien a un liberalismo conservador. Este PP de Rajoy, sí. Razones, por tanto, desde esa perspectiva ideológica, y descontando antipatías, rencores y hasta fobias de índole más bien personal, hay para votarle.

viernes, 2 de octubre de 2015

AVE, SOTERRAMIENTO Y ELECTORALISMO


Artículo que me publicó ayer, 1 de octubre, el diario La Opinión de Murcia.

Nos advertía el consejero de Fomento, Francisco Bernabé, del riesgo de que la llegada del AVE a la Región sufra un retraso de «cinco o seis años como mínimo» si la oposición de las izquierdas en el ayuntamiento de Murcia consiguiera su propósito de paralizar las obras de entrada a la capital murciana; hasta el punto de que pueda darse la paradoja de que lo tengamos antes en la bella ciudad de Cartagena. Pues bien, ese y no otro es el verdadero objetivo de ciertos representantes y dirigentes políticos, tanto locales como regionales: hacer uso de todos los impedimentos habidos y por haber para retrasar al máximo el esperado día en que en Murcia, como en otras treinta capitales de provincia, dispongamos por fin de AVE; y con ello, por supuesto, el inicio de las obras de la comprometida primera fase del soterramiento, no vayan los vecinos de la zona Sur de Murcia, y más concretamente del barrio de Santiago el Mayor, a comprobar de primera mano que la reivindicación histórica de permeabilizar las vías del tren empieza a hacerse realidad... gobernando el PP. Y de ninguna de las maneras se puede permitir tan indeseable coyuntura tras toda una legislatura utilizando el soterramiento como argumento de desgaste contra la nefanda derecha.

Nadie puede llamarse a engaño a estas alturas, puesto que los partidos que componen la supuesta alternativa ´tinellesca´ al PP dejaron más o menos clara su posición al respecto durante la precampaña y campaña de las últimas elecciones autonómicas y municipales: así, la izquierda ´moneística´, en su presentación en sociedad, no se mostraba precisamente entusiasmada ante la posibilidad de que las tres principales ciudades de la Región, de un potencial económico y turístico indiscutible, contaran con AVE. Es más, hubo algún 'garicano' que, teorizando desde su cátedra, aseveraba que Murcia podía permitirse el lujo de renunciar a infraestructura tan básica para su desarrollo y prosperidad. Además, el mismo hecho de que en su momento se arrancara el compromiso de Adif de que el AVE trajera consigo la demanda histórica del soterramiento de las vías del ferrocarril (en una primera fase, del paso a nivel de Santiago el Mayor, y en una segunda fase, en su integridad, desde Los Dolores a Nonduermas), no generó más que la ruptura del consenso por parte de la oposición tanto en el pleno del ayuntamiento de Murcia como en la Asamblea Regional (por supuesto, a pocos meses de las elecciones autonómicas y municipales); además de zancadillas a la adjudicación de las obras por parte de plataformas muy políticas, cuyos cabecillas a buen seguro aplaudirían con las orejas si tales planes y fases de soterramiento tuviesen lugar bajo un Gobierno ´de progreso´.

Porque bien es cierto que se firmó nada menos que en 2006 un convenio entre Adif, Gobierno regional de Murcia y ayuntamiento de Murcia, que contemplaba tanto la llegada del AVE como el soterramiento; pero también que el Ejecutivo de entonces, el de Zapatero, dejó que durmiera el sueño de los justos, y sin que durante cinco años, hasta 2011, nadie sacara a la calle una sola pancarta. Tendría que llegar el PP de Rajoy al Gobierno, y en plena crisis económica y financiera, para que, entonces sí, algunos se acordaran del convenio (¡cinco años después, insisto!); y por mucho que haya sido el primer Ejecutivo que por fin iniciara las obras para su cumplimiento y comprometiera unos plazos y financiación para el soterramiento integral, esos mismos que estuvieron mudos cinco años han hecho desde entonces todo lo posible para poner todos los obstáculos a su alcance en pos de un fin: que ni el AVE ni el soterramiento lleguen a Murcia bajo un Gobierno del PP.

Aun así, la llegada soterrada del AVE a Murcia dio un nuevo paso en la reunión a primeros de agosto del consejo de administración de la Sociedad Murcia Alta Velocidad; y de gigante, dado que se fijaron plazos para la ejecución de las fases y presupuestos concretos para la llegada del AVE a Murcia y la permeabilización de la red ferroviaria. Ahora bien, por muchos compromisos en firme que se consiguieran del ministerio de Fomento, como los que lograron el consejero Francisco Bernabé y el alcalde José Ballesta, que incluso tuvo el generoso gesto de llevarse consigo a la oposición para facilitar la recuperación del consenso, quedó de nuevo patente que nunca se contentará a los que jamás se van a contentar... al menos hasta después de las elecciones generales, y dependiendo de sus resultados. Porque, en realidad, hay a quienes parece importarles bien poco el soterramiento, el AVE y los intereses de Murcia; quizá tales partidos logren sacar provecho electoral con comportamiento tan mezquino y corto de miras, pero si su propósito obstruccionista llegara a buen puerto el más damnificado no sería el PP, sino Murcia.

Los últimos acontecimientos han cambiado, afortunadamente, el panorama. Tras un muy oportuno toque de atención del tejido productivo y asociativo de la Región, hay quien ha tenido la virtud de recapacitar y, con ello, facilitar la recuperación de un acuerdo fundamental en la reivindicación de la llegada del AVE a Murcia y, con él, del soterramiento. En virtud de lo cual sí se puede afirmar en este caso que la que llaman 'clase política' en Murcia, o la mayor parte de ella, ha sido sensible a las demandas expresadas por la sociedad que le vota y paga impuestos. Indiscutible el mérito del presidente del Gobierno regional, Pedro Antonio Sánchez, que ha sabido atraerse a Ciudadanos al pacto (al que se ha sumado el PSOE en el ayuntamiento de Murcia) arrancando de Fomento el compromiso de ampliar la primera fase del soterramiento a la Senda de Los Garres. Ojalá el consenso político fuera unánime, pero, por desgracia, difícilmente se puede contar con quienes se instalan en el inmovilismo y en posiciones radicales, cuando no en el puro electoralismo. Pero esto ya nadie lo va a parar.