miércoles, 26 de septiembre de 2012

FRENTE AL DOBLE DESAFÍO GOLPISTA

Ciertamente, el 25-S marcará el inicio de una de las épocas más delicadas para nuestra joven democracia, cuya consistencia empieza a ser sometida a duras pruebas. Por una parte, la sedición perrofláutica del 15-M y demás grupúsculos antisistema (de la extrema derecha a la extrema izquierda) han vuelto por sus fueros, esto es, a intentar tomar las calles por las bravas, esta vez con un declarado objetivo: rodear y asaltar el Congreso de los Diputados, sede de la soberanía nacional, para imponer por la fuerza la dimisión del Gobierno y, de paso, un 'proceso constituyente'; es decir, pretenden hacer prevalecer a apenas 6.000 manifestantes sobre la voluntad manifestada libre y democráticamente por una mayoría de once millones de españoles, reflejada en el Parlamento nacional, y además cargarse de un plumazo el régimen político constitucional que los españoles nos dimos tras años de divisiones y enfrentamientos cainitas. ¿Y qué títulos y méritos presenta este movimiento astroso y esperpéntico para llevar a cabo semejante revolución? Desde luego, no los obtenidos en las urnas, por las que sienten verdadera aversión, quizá debido a que les suelen ser radicalmente adversas. Les basta con proclamarse a sí mismos la voz del 'pueblo', pese a que su posición minoritaria dentro de la sociedad resulta cada vez más evidente. ¿Pero qué es la democracia liberal sino una ficción, una mera convención burguesa?

Por tanto, ni legitimidad democrática ni nada que se le parezca: los cambios políticos no han de derivar de la voluntad de los ciudadanos manifestada en elecciones abiertas y libres, como es propio de los sistemas democráticos, sino de las turbas violentas en las calles. Golpismo puro y duro, al modo de la Marcha sobre Roma de Mussolini o de la toma del Palacio de Invierno por parte de los bolcheviques. Afortunadamente, en este caso los vándalos que, empleándose con total agresividad, intentaban adueñarse de nuevo de la vía pública y atacar a la representación de la voluntad popular se encontraron con un Cuerpo Nacional de Policía que cumplió impecablemente con su cometido de defender la legalidad, el orden público y los derechos y libertades de todos los ciudadanos. Sin embargo, la barbarie sediciosa no cejará en su empeño desestabilizador: de momento, han logrado que secuencias parciales y debidamente distorsionadas de los incidentes, que se limitan a mostrar a una Policía que se produce de manera contundente frente a unos transeúntes desarmados, hayan dado la vuelta al mundo, lo que sin duda no beneficia precisamente a la imagen de España; aunque más letal hubiese sido la publicación de fotografías de una muchedumbre violenta apostada en las mismas puertas del Congreso, situación que se ha evitado gracias a las medidas de seguridad adoptadas.

Por otra parte, unas élites políticas y económicas secesionistas han confirmado su pretensión de pasar por encima de la soberanía política, que reside única y exclusivamente en la nación española (es decir, en el pueblo español), con el objetivo de acabar con la Constitución y la unidad de España. De tal manera que Artur Mas, tras adelantar, como era previsible, las elecciones autonómicas catalanas, amenaza ahora con convocar un referéndum saltándose el ordenamiento legal y constitucional a la torera. ¿Se hubiera atrevido el todavía 'president' a anunciar semejante atropello a nuestra Carta Magna (en su momento votada, por cierto, por un 90 por ciento de los electores catalanes) y a la soberanía del pueblo español si continuara en vigor aquella ley, aprobada en tiempos de Aznar pero derogada inmediatamente por Zapatero, que sancionaba con penas de inhabilitación e incluso de cárcel a quienes promovieran un plebiscito ilegal? De aquellos polvos, estos lodos; porque el socialismo zapaterista no ha traído consecuencias nefastas solo en materia económica.

Se trata, en suma, de un doble desafío, no ya al Gobierno del PP, sino fundamentalmente a nuestro régimen constitucional y democrático; al que, con todas sus imperfecciones y posibilidades de mejora, cabe ahora defender y preservar con decisión y firmeza. Un doble reto de índole golpista frente al que se debería contar con el apoyo sin matices del otro gran partido nacional y alternativa política natural, el PSOE; aunque, dada su irresponsable actitud en ambos casos (en uno, justificando de algún modo las actitudes violentas de la sedición; en otro, sacándose de la manga esa supina estupidez del 'federalismo' para evitar situarse al lado del PP), solo hay que esperar que, en el mejor de los supuestos, se coloque de perfil para limitarse a esperar el desgaste del adversario político: en el fondo, a sus actuales dirigentes, siguiendo además la tradición del socialismo español, les importan un bledo el ordenamiento constitucional y la unidad de la nación española con tal de lograr conquistar el poder. Al menos, el PP cuenta con un valiosísimo instrumento, amén de la misma Constitución y las leyes: su mayoría absoluta en el Parlamento, obtenida legítimamente en las urnas.

viernes, 21 de septiembre de 2012

AHORA, A RETRATARSE, MAS

La tan esperada visita de Artur Mas al Palacio de La Moncloa no podía tener otro resultado que el que finalmente produjo: el tajante rechazo del presidente Rajoy a su inconstitucional propuesta de pacto fiscal. Ahora bien, con todo, no cabe desdeñar un significativo detalle: Mariano Rajoy, el pusilánime, el inconsistente, el vacilante, ha sido hasta ahora el único presidente del Gobierno de la democracia que ha respondido con un 'no' rotundo a las demandas del 'president' catalán de turno. Obviamente, las circunstancias políticas y económicas actuales son singulares y, como tales, distintas a anteriores legislaturas: en primer lugar, el partido gobernante, en este caso el PP, cuenta con una sólida mayoría absoluta en el Parlamento y, por tanto, no necesita el concurso de los nacionalistas catalanes, lo que reduce a la mínima expresión su capacidad de influencia; y en segundo lugar, no está el horno de la economía para bollos y menos para emprender aventuras que además se sitúan flagrantemente fuera de la Constitución. Aun así, y con todas las matizaciones que sean pertinentes, es de justicia resaltar que el de Rajoy ha sido el primer y único caso de un jefe del Ejecutivo que, de buenas a primeras, ha sabido plantarse ante las exigencias nacionalistas; máxime si tenemos presente que este desafío planteado al ordenamiento constitucional es la transitoria culminación de una escalada de cesiones de los sucesivos Gobiernos ante el nacionalismo catalán, acostumbrado a salirse siempre con la suya.

Sin embargo, en esta ocasión el señor Mas ha salido de su entrevista con Rajoy con las orejas gachas, compuesto y sin novia. Ni tan siquiera ha habido la más mínima transacción, ya que el maximalismo de la posición nacionalista impedía cualquier posibilidad. Aunque sabido es que el nacionalismo es irreductible en sus quimeras y delirios: a continuación, y en un alarde de soberbia y mala educación, el señor Mas dio una rueda de prensa en la delegación de su Gobierno en Madrid (en lugar de en La Moncloa como es costumbre, y tal y como se lo ofrecieron en su momento) delante de una bandera catalana acompañada de la de la Unión Europea, sin la insignia española (como si la pertenencia de Cataluña a la UE no derivara del hecho de que forma parte de España); y a su regreso a Barcelona, a modo de desquite y en una escenificación propia de cualquier dictadura, fue recibido en la plaza de Saint Jaume con vítores y gritos de 'independencia' como si el 'president' hubiese logrado alguna proeza en favor de la 'nació' catalana. Pero tras la ensoñación y el desvarío, viene la cruda realidad: al señor Mas no le queda otra salida que la convocatoria de elecciones anticipadas. Y que cada cual se retrate: si el otrora 'moderado' y 'responsable' CiU aspira ahora a la secesión, que se atreva a proponerlo claramente y de una vez por todas en su programa electoral, para que el votante catalán sepa a qué atenerse y actúe en consecuencia. Puede haber sorpresas.

martes, 18 de septiembre de 2012

ESPERANZA AGUIRRE, O EL ÉXITO DE LA POLÍTICA

Acababa de lograr Eurovegas para Madrid, esto es, para España, ante la consiguiente irritación de una progresía que, cuando se pone, a puritanismo no hay quien le gane; había vuelto a dar en la Asamblea Regional, durante el debate sobre el estado de la región, una soberana lección dialéctica a sus oponentes políticos, de nuevo escaldados y apabullados ante la brillantez y contundencia de sus argumentos; en la misma contienda parlamentaria, había anunciado la privatización de Telemadrid, una de sus más destacadas promesas electorales; e incluso hace pocas horas trascendió que acudiría al País Vasco para apoyar la campaña electoral del PP. ¿Quién iba ni tan siquiera a imaginarse, o a soñar si incluimos a sus más enconados adversarios, que fuera a dimitir tras llevar a cabo tan intensa actividad política? Puede dar la sensación de que, lejos de haber sido una decisión meditada, alguno de los 'acontecimientos' a los que ella ha hecho referencia y que ha calificado de 'personales' ha significado la gota que ha colmado el vaso, lo que le habría llevado a abandonar de forma abrupta la política. Sea como fuere, doña Esperanza Aguirre ha dejado hasta el mismísimo final su impronta de política de raza, y de ahí que no haya dudado en ejercer de presidenta de la Comunidad de Madrid hasta el último segundo. Y es que a ella, a lo largo de su ingente carrera política, solo le han movido su vocación de servicio público, su compromiso con sus electores y los ciudadanos en general y la adhesión a unos principios e ideales, los liberales.

Porque de ella no se puede afirmar que fuera una liberal de última hora, surgida, como en otros casos, al calor del 'viaje al centro liberal' del PP recién presidido por José María Aznar o del triunfo de las políticas económicas liberales de Margaret Thatcher y Ronald Reagan (a los que, sin embargo, no dudaría en presentar posteriormente como ejemplos a seguir): desde muy joven perteneció al Club Liberal que presidía Pedro Schwartz, y ya en 1983 entraría en política al salir elegida concejal del Ayuntamiento de Madrid dentro de las listas de Coalición Popular, aunque como miembro del partido Unión Liberal. También llegaría a formar parte de la Ejecutiva del Partido Liberal de José Antonio Segurado (fusionado con Unión Liberal), hasta que  en 1987 decide ingresar en Alianza Popular, su partido a partir de entonces. Así pues, su acendrado liberalismo y su proverbial falta de complejos le hicieron defender desde el principio, y sin ambages, las ideas liberales, a sus más destacados divulgadores y a aquellos políticos que las llevaron a efecto con éxito: como ejemplos, levantaría ampollas un seminario sobre Hayek que ella misma impulsaría como concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid; y sus asesores se cansaron de recomendarle que no reconociera en público su admiración por la polémica Margaret Thatcher ('pues a mí me gusta', respondía ella; tanto como el calificativo de 'la Dama de Hierro española' con el que empezó a ser conocida en el ámbito nacional).

También demostró durante su ejecutoria política ser una mujer de principios y no limitarse a dejarse llevar por los vientos más favorables. Así, pese a que no disponía de los votos necesarios, no dudó en llevar al Congreso de los Diputados como Ministra de Educación y Cultura su proyecto de reforma del sistema educativo, asignatura todavía pendiente de nuestra democracia. Y ya como candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid, desoyó los 'cantos de sirena' que le aconsejaban 'amarrar' y apoyarse en la abstención de los tránsfugas del PSOE para empezar a gobernar: rechazó de plano tal posibilidad para que se convocaran nuevas elecciones autonómicas, que serían las primeras que ganaría por mayoría absoluta.

Debido fundamentalmente a sus arraigadas convicciones liberales que con tanta claridad manifestaba siempre que tenía ocasión, además de su habilidad dialéctica para atreverse a desenmascarar a las izquierdas y situarles ante sus propias miserias, se ganó la radical animadversión de toda la progresía política y mediática, que empezó a hacerla objeto de sus burlas, escarnios y más aceradas y burdas invectivas. Para más inri, a todo ello se unió su eficiente gestión como presidenta de la Comunidad de Madrid, cargo desde el cual tuvo la oportunidad de convertir sus ideas liberales en políticas concretas: a partir de entonces, esa aversión tornó sencillamente en odio; hasta el punto de que, sin lugar a dudas, de los políticos españoles más denigrados, agraviados y ultrajados en los últimos tiempos, Esperanza Aguirre ocupa el lugar más destacado, quizá solo superada, y por similares razones, por José María Aznar. Que se ponga en duda la superioridad moral y ética de la izquierda, puede pasar; pero que encima se demuestre con hechos, imperdonable. A este respecto, resultaba muy significativo que los sindicatos verticales del socialismo sacaran a sus 'liberados' a manifestarse siempre que doña Esperanza inauguraba un colegio o un hospital públicos; y es que había que desviar la atención acerca de una realidad incontestable: que nunca como durante su presidencia se construyeron tantos. Así pues, quedaba demostrado que las políticas 'neoliberales' de la señora Aguirre no solo no habían desmantelado la sanidad y la educación públicas, sino que las habían aumentado y mejorado. Y claro, eso era ya demasiado.

Encima, la Comunidad de Madrid despuntaba como la región más rica de España y llegaba a superar en renta per cápita a Cataluña; y ahora está soportando en mejores condiciones que ninguna otra los embates de la grave crisis actual, debido a las políticas de rigor en el gasto público y de apuesta por el dinamismo económico y la iniciativa empresarial. Esperanza Aguirre se convertía en todo un referente dentro del mismo PP, no solo en cuanto a gestión, sino también en resultados electorales (en este aspecto, detrás de Murcia); de tal forma que, al conseguir romper el mito del 'cinturón rojo', demostró que se podían ganar elecciones, e incluso arrasar, presentando un programa nítidamente liberal, sin necesidad de esconderse en la indefinición de una bruma pretendidamente 'centrista'. Y es que cuanto más la detestaban las izquierdas, más madrileños le concedían su voto.

Su carácter indomable y su costumbre, nada común en política, de llamar a las cosas por su nombre le han empujado incluso a expresar públicamente sus discrepancias con correligionarios suyos (son célebres sus desencuentros con Alberto Ruiz Gallardón cuando éste ostentaba la Alcaldía de Madrid), y en ocasiones también con la línea política de su mismo partido: aunque en no pocos casos ha logrado salir triunfante de la subsiguiente polémica generada, ya que muchas de sus propuestas políticas, por políticamente incorrectas que parecieran al principio, han acabo siendo adoptadas por el PP nacional. En este sentido, y con tal de encontrar una razón 'política' a su marcha, mucho se hablará y escribirá de sus últimos desacuerdos con medidas tomadas por el Gobierno de Rajoy, especialmente con la concesión del tercer grado al terrorista Bolinaga. Sin embargo, cabe dudar muy mucho de que ahí resida la verdadera causa de su dimisión, ya que, en primer lugar, sus desavenencias con el partido nunca le han impedido convivir en él, y ella siempre ha tenido en este aspecto la suficiente mano izquierda como para saber hacerlo; en segundo lugar, porque habrá que creer en alguien que, como ella, se ha conducido en su vida política con total claridad y sinceridad; y en tercer lugar, porque, en virtud de esa misma franqueza, habría reconocido las motivaciones políticas de su renuncia de haberlas habido. Por tanto, considero que hay que creerle cuando asegura que su retirada de la política se deben a circunstancias estrictamente personales, y por supuesto respetar una decisión que en ningún caso habrá sido fácil para una política de raza como es ella.

El Partido Popular y la política española en general han perdido a una líder sensacional, de extraordinaria valía y talla política. Consecuente con sus ideas y convicciones, mujer de principios, nos deja un magnífico legado: un sobresaliente ejemplo de que, por medio de la noble actividad política, es posible hacer de tus ideales el camino que lleve a más amplios espacios de libertad y a la mejora de la calidad de vida de tus conciudadanos. Esas ideas no son otras que aquellas que se fundamentan en la libertad individual, la economía de mercado y la mínima intromisión del Estado en las vidas privadas, y en ellas ha basado Esperanza Aguirre su actuación política hasta el final. Su éxito ha sido indiscutible. De ahí que, por méritos propios, ocupe un lugar de honor en la historia de nuestra democracia y sea ya una referencia del liberalismo español.

jueves, 13 de septiembre de 2012

DE LAS 'NACIONALIDADES' AL SECESIONISMO

El artículo segundo de nuestra Carta Magna proclama 'la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles'; pero a continuación reconoce 'el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran'. Nacionalidades y regiones: hubo polémica durante el proceso constituyente acerca de esta, cuando menos, extraña diferenciación. Porque, en efecto, resultaba muy difícil de justificar que se elevara a categoría constitucional la flagrante contradicción de que dentro una misma nación, única e indivisible, pudieran coexistir distintas nacionalidades. Pero se trataba de la primera gran concesión a los nacionalismos catalán y vasco en aras de su 'encaje' en el sistema político español que nacía entonces. Y no se limitaba a un supuesto reconocimiento meramente simbólico de las mal llamadas 'nacionalidades históricas' (como si, por ejemplo, Castilla, León, Aragón o Asturias fueron menos históricas por carecer de ese 'hecho diferencial' que los nacionalismos prescriben), sino a la construcción de un Estado que se empezó a calificar 'de las autonomías' y que, sin ser federal, pretendía adquirir características federales (con instituciones propias y amplísimas competencias para las 'nacionalidades', la mayoría de las cuales no tardarían en reclamar y lograr las 'regiones') con tal de contentar a los nacionalismos y alejarles de la tentación del secesionismo.

Pero nada más lejos de la realidad. Una vez asentado el modelo de Estado compuesto y de que a las autonomías, satisfaciendo básicamente demandas nacionalistas, se les transfiriera o cediera todas las materias posibles, habidas y por haber (incluidas aquellas que, según la misma Constitución, son de competencia exclusiva de la Administración central), en 2001 plantearía el nacionalismo vasco el primer gran reto secesionista: el tristemente célebre Plan Ibarretxe. En 2006, las fuerzas políticas del nacionalismo catalán (en las que cabe incluir al partido-hermano del PSOE, el PSC) consiguieron la aprobación de un 'Estatut' cuyo preámbulo define a Cataluña como 'nación' y, entre otras lindezas, pretendía crear un órgano propio del poder judicial y establecer una bilateralidad en las relaciones Cataluña-España, como si de dos Estados-nación distintos se tratara. Y muy recientemente, el 11 de septiembre de 2012 (en otro de los días en que el nacionalismo catalán celebra su delirante versión oficial sobre la caída de Barcelona durante la Guerra de Sucesión Española), alrededor de un millón de personas salieron a las calles de Barcelona para pedir abiertamente la independencia, con el Gobierno catalán del 'moderado' CiU a la cabeza de la manifestación.

El nacionalismo basa su supervivencia política en la reivindicación permanente, lo que le atribuye un carácter insaciable. No se contentará jamás, a no ser, claro, que se le conceda su último objetivo: la independencia. De ahí que tantos años de cesiones, lejos de lograr 'integrar' a los nacionalismos en el sistema político constitucional español, hayan provocado el efecto contrario: su cada vez mayor radicalización. Hemos llegado a un extremo en el que ya no pueden disimular y muestran su verdadera cara, máxime cuando nos hemos limitado a aceptar y 'oficializar' sus manipulaciones y falseamientos de la historia y sus derivados, los consabidos discursos victimistas. Porque si en el fondo les damos la razón, ¿qué les impide seguir luchando contra 'el opresor'? Además, bien se han cuidado los nacionalismos de sacar perfecto provecho de las materias y competencias de las que se ha dotado a los Gobiernos autonómicos; básicamente de la educación, utilizada para adoctrinar a generaciones de catalanes y vascos en el odio a España y lo español. Tampoco han mostrado escrúpulo alguno en ejercer un control de la sociedad civil desde los resortes del poder autonómico e imponer el pensamiento único nacionalista, en cuyo cometido los medios de comunicación de su órbita, públicos y privados, han sido fundamentales (para más inri, cabe añadir en el caso del País Vasco el amedrentamiento y estado de miedo impuestos por la ETA y sus adláteres). Porque, obviamente, nacionalismo y pluralismo son conceptos plenamente incompatibles: la adhesión a la nación inventada ha de ser inquebrantable.

La crisis económica que aún sufre España es grave; pero lo es todavía más el abierto secesionismo de los nacionalismos. De la primera, tarde o temprano, saldremos, como tantas veces a lo largo de nuestra historia; lo segundo tendrá difícil resolución si no lo afrontamos con la decisión y firmeza requeridas. Aunque, a este respecto, nuestra Ley de Leyes es clara: en primer lugar, la soberanía reside en el pueblo español (fundamento de la indisoluble unidad de la nación española), y en nadie más; y en segundo lugar, confiere la misión de garantizar esa misma soberanía y defender la integridad territorial de España y el ordenamiento constitucional. Mandato constitucional que, por el bien de la supervivencia de España como nación, y llegado el momento, no debería quedar en papel mojado.

lunes, 10 de septiembre de 2012

EL MURO DE RUBALCABA

El portavoz del Gobierno del GAL, el héroe mediático de la jornada de reflexión del 13-M, el responsable político del faisanesco chivatazo a la ETA, el vicepresidente del Ejecutivo que ha llevado a España a una ruina económica que todavía soporta, ha perdido la paciencia. Hasta aquí ha llegado. Se acabó actuar como líder responsable de la leal oposición. A partir de ahora, leña al mono que es de goma: a soltarle estopa de manera inmisericorde al PP, como le exige su oposición interna, y a incendiar las calles, como arengaba Alfonso Guerra, felizmente recuperado para la noble causa de los 'descamisaos'. De todas formas, el Rubalcaba 'hombre de Estado' era un personaje impostado, postizo: donde se mueve como pez en el agua es adoptando la típica estrategia desestabilizadora y golpista que caracteriza la historia del socialismo español; ahí es donde halla su verdadera naturaleza. Desempeñando este nuevo y viejo papel, por tanto, se encontrará mucho más a gusto, aunque se nos presente este 'giro' táctico única y exclusivamente como imposición de la contestación que anida dentro del mismo partido que lidera. Ahora sí vamos a ver al auténtico y siniestro Rubalcaba.

Desde luego, no ha podido emplear mejor metáfora para definir este cambio de estilo: erigirá 'un muro' frente al Gobierno de Rajoy. Efectivamente, si algo distingue a las izquierdas más o menos radicales es su incontenible gusto por la muralla como instrumento y símbolo de división y confrontación; como es bien sabido, de tal forma procedió el 'socialismo real' en Berlín para separar su predio totalitario del mundo libre. A su vez, se trata ni más ni menos que de una reedición del 'cordón sanitario' que impusiera el zapaterismo especialmente en su primera legislatura, consistente en aislar políticamente al PP para intentar colocarle extramuros del sistema. Así pues, nada nuevo bajo el sol. Aunque en pos de repetir semejante objetivo, el PSOE ha de hacer frente ahora a una grave dificultad: su prácticamente nulo poder institucional; derivado, por cierto, de sus indudables 'méritos' cosechados en las urnas. De ahí que haya optado definitivamente por echarse al monte, camino que acaba adoptando el socialismo español siempre que la democracia no le sonríe.

La coartada presentada para justificar el giro incendiario de la oposición socialista se basa en el previsible rescate (o más bien 'rescatín') que pedirá el Gobierno de Rajoy como contrapartida necesaria a que el BCE compre por fin deuda soberana española; pero cae por su propio peso, ya que ni tan siquiera han esperado los prebostes socialistas a conocer las condiciones que habría que cumplir en materia de políticas macroeconómicas, que por cierto se están negociando. La verdadera razón la encontramos en las encuestas, que, de una manera que puede parecer sorprendente, reflejan un desgaste incluso mayor en la oposición socialista que en un PP que desde el Ejecutivo lleva tiempo tomando medidas impopulares. Y es que los estrategas del socialismo piensan que en río revuelto pueden pescar los suficientes votos para empezar a remontar electoralmente, aunque difícilmente, y ni tan siquiera de esa forma, serán capaces de hacer olvidar a la mayor parte de los sufridos ciudadanos el origen de la crisis y dónde reside su verdadera responsabilidad. Y menos con Rubalcaba, todopoderoso vicepresidente del ruinoso Gobierno anterior, al frente del PSOE.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

EXCARCELACIÓN DE UN ETARRA Y POLÉMICA

Acerca de la excarcelación del asesino y torturador Bolinaga y la subsiguiente polémica, conviene ser lo más claro posible. Por consiguiente:

1) Me adhiero plenamente a la posición manifestada al respecto por doña Esperanza Aguirre y don Jaime Mayor Oreja. El Gobierno, por supuesto, ha obrado conforme a la ley, pero ello no obstaba para que se hubiera podido tomar otra decisión, que es lo que considero que se debería haber hecho. Y todo mi apoyo a las víctima
s del terrorismo, que, repito una vez más, para mí siempre tienen la razón.


2) Mi aplauso al recurso de la Fiscalía encabezada por don Eduardo Torres-Dulce, que espero que, de la mano en este caso del fiscal Pedro Rubira, deje en su sitio al juez plagiador y presuntamente desleal que tanto se ha desvivido por liberar al etarra.


y 3) Nadie a estas alturas debería rasgarse las vestiduras por el hecho de que puedan surgir discrepancias puntuales dentro de un partido político. Si creemos en el principio de democracia interna, amén de en la sacrosanta libertad de expresión, cualquier afiliado puede manifestar su disgusto por una determinada decisión, y punto; máxime cuando de esa forma se hace eco de un sentir muy generalizado entre la militancia y el electorado. Lo cual, desde luego, no ha de significar en absoluto poner en duda el compromiso del Gobierno en la lucha contra el terrorismo.