viernes, 28 de mayo de 2010

DURÁN, EL 'PATRIOTA'



¿Pero cómo no le iban a aplaudir en la bancada socialista, hombre de Dios (y tanto, dada su condición de democristiano)? ¡Si acababa de asegurar la permanencia en el escaño, con el consiguiente sueldo y las correspondientes dietas, de tantísimas señorías, al menos durante unos pocos meses más! Ahora bien, cabe reconocer que la ovación acabaría extendiéndose hacia buena parte de la prensa (tanto catalana como del resto de España), cuyos cronistas y opinadores (no todos afines al PSOE, por cierto) se han lanzado a glosar y alabar la responsabilidad y el 'sentido de Estado' del portavoz nacionalista catalán: Una vez más, Cambó redivivo en las Cortes.

Resulta difícilmente concebible que propiciar la supervivencia de un Gobierno que es todo un lastre para nuestra economía sea considerado en sí un acto de patriotismo. Pero, en cualquier caso, y sin pretender poner en discusión sus cualidades como político y parlamentario, no parece que albergue un acendrado y profundo amor a España quien, por ejemplo, es adalid en el Congreso de los Diputados de un Estatuto, el de Cataluña, que supone el finiquito de la nación española. O quien ejerce de militante destacado de una coalición de partidos que promueve consultas independentistas, sin que al respecto haya alzado mínimamente la voz; quizá esa misma aquiescencia ante el separatismo catalán sea una muestra más de la moderación que se le atribuye.

El verdadero meollo del oxígeno que el 'patriota' Durán ha insuflado a Zapatero lo encontramos en la pura conveniencia electoral, aunque en un principio pueda parecer un suicidio unir su suerte a la de un zapaterismo en aparente trance de liquidación. En realidad, CiU quería evitar por encima de todo un posible adelanto de las elecciones generales y su más que previsible coincidencia con las catalanas, ya que en tal caso sus expectativas se verían seriamente mermadas: Unos comicios autonómicos celebrados en clave nacional (o 'estatal', como dirían) favorecerían al PSOE y al PP y perjudicarían el voto nacionalista en general. De esta forma, hemos averiguado cuál es el auténtico 'patriotismo' de Durán Lleida: El de partido.

miércoles, 26 de mayo de 2010

LA YENKA COMO OTRA FORMA DE GOBERNAR


La mentira es el estado natural del Gobierno socialista. El zapaterismo necesita del embuste como el respirar: Mintiendo llegó a La Moncloa (dando pábulo al infundio de los terroristas suicidas del 11-M), engañando ganó las últimas elecciones (negando la inminencia de la crisis económica) y ocultando la cruda realidad pretende mantenerse en el poder (anunciándonos cada dos por tres la recuperación de nuestra economía). Hasta el punto de que uno puede afirmar sin temor a equivocarse que decir mentira y Gobierno a la vez se ha convertido simple y llanamente en una redundancia.

Ahora bien, hasta para el mismísimo Zapatero, que si algo lleva acreditando durante su mandato es su condición de mentiroso compulsivo, hay límites a la hora de faltar a la verdad: Porque, claro, salta a la vista que presentar un nuevo y flagrante cambiazo como una simple errata en el BOE es hacernos comulgar con ruedas de molino. Y ya sabemos que hay muchísimos memos en el electorado patrio, pero quizá no tantos. Desde luego, esta Elena Salgado, quien tras tamaña desautorización huele cada vez más a cadáver político (otro más que dejará Zapatero por el camino), se ha comportado también en estas lides como una mala aprendiz. Y es que para mentir no todo el mundo vale. Obsérvese en cambio con qué maestría hace uso el oneroso vicepresidente tercero del retruécano cantinflanesco para intentar justificar lo injustificable: En efecto, la veteranía es un grado.



Y como no hay mal que por bien no venga, este contratiempo le ha servido al presidente Zapatero para inaugurar de manera solemne un nuevo estilo político: Enterrado el talante, es tiempo de dar paso al volantazo como otra forma de gobernar. O a la yenka, si queremos utilizar una metáfora más folclórica y divertida. ¿Acaso no reza el refrán que rectificar es de sabios? Pues de eso mismo se trata: Un Gobierno que se signifique por enmendarse a sí mismo continuamente, por mucho desconcierto que genere, no puede ser sino el más juicioso e ilustrado del mundo.

lunes, 24 de mayo de 2010

LA SENDA QUE SE DEBERÍA TOMAR


El Gabinete liberal-conservador británico, tras los tiras y aflojas que cabía esperar de concretas diferencias entre los dos partidos que lo conforman, ha presentado recientemente su programa de Gobierno. Y lo cierto es que, con algunos matices, supone toda una enmienda a la política intervencionista que caracterizara al fenecido mandato de Gordon Brown: En general, las iniciativas pactadas entre conservadores y liberal-demócratas parten de la premisa de que la recuperación económica ha de pasar por despojar de poderes e instrumentos al Estado para devolvérselos a la sociedad civil. Afortunadamente, la nueva coalición que regirá los destinos del Reino Unido se ha inclinado definitivamente, y pese a todo, por más libre mercado y menos burocracia.

Su decidida apuesta por la reducción del déficit público conlleva un compromiso del que deberían tomar nota por estos lares: Se llevará a cabo principalmente a través de drásticos recortes del gasto público (que serán de más 7.000 millones de euros en una primera fase), pero no mediante subidas de impuestos. Sana declaración de intenciones que, sin embargo, parece casar poco con fundamentalmente dos concesiones ante el ala socialdemócrata de los 'lib-dem': El incremento del impuesto de las ganancias del capital sobre activos no empresariales (del actual 18% al 40%) y la creación de una tasa bancaria (nueva imposición por la que empero también abogan partidos europeos de derecha, como el alemán y el francés). Aún así, tales medidas, que en absoluto ayudarán a la reactivación económica y que, por su propia naturaleza, no supondrán un aumento significativo de los ingresos del Estado, se ven claramente compensadas por las rebajas de impuestos a las clases medias y bajas y a las empresas: Tal y como prometió Clegg, se subirá el mínimo exento del impuesto sobre la renta para liberar del mismo a los individuos y a las familias de menores ingresos; y, dando cumplimiento en este caso a una oferta electoral de Cameron, se reducirá el tipo máximo del impuesto de sociedades y, a su vez, se simplificarán sus exenciones.

Si algo tienen absolutamente claro tanto conservadores como liberales es que la mejoría de la economía no será posible sin el primordial concurso de los emprendedores, a los que cabe facilitar su valiosísimo desempeño en la creación de puestos de trabajo y en la generación de riqueza, especialmente complicado en estos tiempos. Por tanto, se hace imprescindible eliminar impedimentos burocráticos: Con el fin de poner coto a una hiperregulación que tan perjudicial resulta para la dinamización de la economía, por cada nueva regulación que se apruebe, se derogará otra; y se reducirá la cantidad de formularios necesarios para registrar una empresa. En la línea de reformar un mercado laboral ya de por sí bastante liberalizado, se flexibilizarán las relaciones entre empresarios y empleados; se condicionará la obtención de una prestación por desempleo a una voluntad real y manifiesta de encontrar trabajo; y se unificarán los diversos programas de prestaciones para ayudar inmediatamente al parado a buscar un empleo. Modificaciones que se consideran inaplazables en un país cuya tasa de paro es... de apenas el 8 por ciento. Mientras tanto, en España, donde albergamos el dudoso honor de dejar en ridículo ese guarismo, seguimos mareando la perdiz.

Abundando en el protagonismo que se le concede a la sociedad civil en la lucha contra la crisis económica, el Gobierno británico dará cabida a la iniciativa privada en el ejercicio de funciones de las que tradicionalmente se apropia el Estado: De esta forma, ayudará en la creación de mutuas, cooperativas, empresas sociales y organizaciones caritativas, y favorecerá su implicación en la gestión de servicios públicos. Además, se tomarán medidas que promuevan la caridad y la filantropía dentro del sector privado.

Y, desde luego, el nuevo proyecto político no podía obviar unas imperiosas reformas dirigidas al sector financiero: Así, por ejemplo, además de estudiar la separación entre banca comercial y de inversión, se diversificarán los servicios financieros, se fomentará el papel de las mutuas y se propiciará una industria bancaria más competitiva. Se trata siquiera de un esbozo de reestructuración que, en cambio, el Gobierno socialista español no parece estar muy dispuesto a abordar. Aunque, claro, qué necesidad puede tener de revisión alguna el mejor y más solvente sistema financiero del mundo (Zapatero 'dixit' en Manhattan); y que lo sigue siendo, pese a que el Banco de España se ha visto obligado a intervenir en sendas cajas de ahorro por segunda vez en poco más de un año.

Si bien algunas de las medidas anunciadas adolecen todavía de cierta falta de concreción, el programa hecho público por la coalición liberal-conservadora británica representa en líneas generales la senda que se debería tomar: Más libertad y menos Estado. Aunque, por desgracia, en España tendremos que esperar a que la patulea de fabricantes de miseria e indigentes intelectuales que nos malgobiernan abandonen de una vez sus cargos para que empiece a cundir el ejemplo del Reino Unido.

martes, 18 de mayo de 2010

LA DECLARACIÓN DE CARTAGENA


Que se plantee una alternativa que se atreva a poner en cuestión un modelo de política cultural, el vigente bajo el Gobierno socialista, caracterizado por el intervencionismo, el amiguismo y el sectarismo, y cuyo objetivo primordial es contentar a determinados 'lobbies' de la progresía para lograr adhesiones inquebrantables, es ya de por sí gratificante. El Partido Popular ha presentado en forma de declaración programática sus propuestas en materia de cultura, y tuvo a bien hacerlo en un marco verdaderamente incomparable: La bella y milenaria ciudad de Cartagena, inmensamente rica en evocaciones y manifestaciones históricas y culturales.

La que se ha dado en llamar 'Declaración de Cartagena', en la que han participado Consejeros de Cultura del PP y que recoge aportaciones e ideas de representantes del mundo de la cultura, incide en la necesidad de promover una nueva política cultural basada en la libertad, en devolver el protagonismo a la iniciativa privada y en la ausencia de dirigismo por parte de las Administraciones públicas.

Cabe destacar las siguientes líneas de actuación propugnadas por la Declaración:
-La eliminación del partidismo en las iniciativas culturales que se lleven a cabo desde las distintas administraciones del Estado.
-El respeto institucional por la independencia de intelectuales, creadores y artistas, con la consiguiente ausencia de interferencias en su trabajo creativo.
-La estabilidad de la legislación en materia cultural, de modo que el mundo de la cultura quede ajeno a la controversia partidista, y la industria del sector pueda contar con un marco regulatorio sencillo, eficaz y estable.
-La industria cultural ha de ser considerada como sector clave en la creación de riqueza, calidad de vida presente y capitalización futura, así como pieza fundamental en la salida de la crisis económica.
-En lo que respecta a Internet, el compromiso por parte de las instituciones de facilitar la creación de plataformas de difusión y venta de productos intelectuales a través de la red, que no culpabilicen ni castiguen al usuario, que en ningún caso presupongan el establecimiento de filtros de censura y que, al mismo tiempo, reconozcan plenamente el valor y la dignidad del trabajo de los autores.
-Una Ley de Mecenazgo que contemple ventajas fiscales para las inversiones de la iniciativa privada en el sector cultural, con el fin de favorecer el enriquecimiento del patrimonio cultural español y, a su vez, poner límites al intervencionismo político en la creatividad de artistas y creadores, que de esta forma quedarán liberados de la dependencia del mecenazgo de las Administraciones públicas.

Se trata sin duda de propuestas encaminadas a propiciar la libertad e independencia de intelectuales, artistas y creadores y evitar la perversa interferencia del poder político en materia cultural. Ahora bien, no cabe esperar del PSOE, y menos del actual, un acuerdo de este tenor: Además de querer apropiarse en exclusiva de la defensa de una supuesta 'cultura pública' (que la es sólo porque se financia a través de los impuestos de todos), no va a renunciar a seguir utilizándola como mero aunque poderoso instrumento de captación de votos.

lunes, 17 de mayo de 2010

CLEGG Y EL LIBERALISMO BRITÁNICO


Aunque ni mucho menos se han visto cumplidas sus expectativas electorales, el Partido Liberal Demócrata liderado por el joven Nick Clegg ha conseguido finalmente su objetivo de influir políticamente e incluso entrar a formar parte en un Gobierno de coalición. Acontecimiento que no se conocía en tiempos de paz desde 1929, año en el que se fraguó un pacto entre laboristas y liberales. Se trata, por tanto, de un hecho con escasos precedentes en la historia del Reino Unido, cuyo sistema electoral de circunscripción uninominal ha solido reportar mayorías absolutas en la Cámara de los Comunes.

La coalición liberal-conservadora, inédita en las islas británicas desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se ha visto facilitada por el paulatino desplazamiento al centro-derecha de los liberal-demócratas, claramente encuadrables al menos desde los años 80 en el centro-izquierda. Transformación propiciada principalmente por el propio Clegg, quien, además de aportar frescura y nuevas maneras a la política británica, ha llegado a rescatar algunos de los principios e ideales que caracterizaron al clásico y genuino Partido Liberal.

Dentro de una muy larga y arraigada tradición de defensa de la libertad individual (la Carta Magna de Juan sin Tierra, en la que la Corona se comprometía a respetar las leyes y las libertades políticas y religiosas de sus súbditos, data nada menos que de 1215), el origen del liberalismo político británico podemos hallarlo en el Partido 'whig', que abogaba por la primacía del Parlamento, como representante de la soberanía nacional, sobre el Rey. El papel de los 'whigs' sería determinante en la evolución política del Reino Unido, ya que apoyaron la Gloriosa Revolución de 1688, en la que triunfaron sus pretensiones, y promovieron un año después la Declaración de Derechos ('Bill of Rights'), que supuso la definitiva implantación de la Monarquía parlamentaria inglesa.

Una alianza parlamentaria entre 'whigs' y radicales, grupo que propugnaba reformas democráticas en la Cámara de los Comunes, dio lugar al nacimiento en 1839 del Partido Liberal, bajo el liderazgo de Russell. Pese a que perdió las elecciones dos años después, marcaría todo un hito al oponerse rotundamente y sin fisuras a las proteccionistas Leyes del Trigo, que en cambio provocarían graves divisiones internas en el Partido Conservador; y es que la defensa a ultranza de la libertad de mercado y de comercio constituía uno de los principios irrenunciables de los liberales de la época. Sin embargo, cabe atribuirle la consolidación y modernización del Partido Liberal, dominado hasta su llegada por un componente aristocrático, a la figura de Gladstone, procedente por lo demás del conservadurismo. A partir de entonces, la vida política británica se caracterizaría por la alternancia en el poder entre liberales y 'tories', encabezados éstos en aquella época por el sempiterno Disraeli.

Pero en las disensiones intestinas entre la derecha de Asquith y la izquierda de Lloyd George, que comenzaron a producirse a principios del siglo XX, encontramos el germen del hundimiento del Partido Liberal. Unos se empecinaban en el mantenimiento de las esencias de un liberalismo económico que ya por aquel entonces empezaba a encontrarse de capa caída, mientras que otros respaldaban las políticas que profundizaban en el Estado asistencial que se estaba erigiendo; de esta forma, estos últimos se allanaban a algunas de las reivindicaciones de un pujante movimiento político, el laborismo, basado en un socialismo de carácter reformista como era el fabiano. La aprobación en 1920 del 'Home Rule' para Irlanda, impulsado por el propio Lloyd George, agravaría la división en las filas liberales. Como normalmente el electorado suele preferir el original a la copia, el Partido Laborista, que ya conseguiría en 1922 colocarse como segunda fuerza política en la Cámara de los Comunes, acabaría fagocitando con su victoria en 1929 al Partido Liberal, cuyo pacto para sostener el Gobierno del laborista Ramsay McDonald no impidió que a partir de entonces su rol dentro del panorama político británico pasara a ser irrelevante.

Ni tan siquiera el proverbialmente liberal Reino Unido pudo permanecer ajeno al consenso keynesiano que reinaría en Europa tras la Segunda Guerra Mundial: El Gabinete laborista de Clement Attle, que había logrado imponerse en 1945 a todo un héroe como Winston Churchill, nacionalizaría la banca y las grandes empresas energéticas, de transportes y de telecomunicaciones para hacer de la británica una economía esencialmente intervenida, y en la que los sindicatos que dominaban el laborismo ejercerían un control asfixiante. 'Statu quo' que ni los distintos Primeros Ministros conservadores que se sucedieron se atrevieron a alterar mínimamente. Hubo que esperar al liderazgo carismático de Margaret Thatcher, y a su llegada a Downing Street en 1979, para que el Partido 'Tory' se decidiera por fin a recoger la olvidada y abandonada bandera del liberalismo: Las privatizaciones y liberalizaciones del llamado 'thatcherismo' devolvieron el protagonismo a la sociedad civil y convirtieron a una economía estancada en una de las más dinámicas y prósperas del mundo desarrollado.

Por su parte, el Partido Liberal, absolutamente desorientado, buscaba su identidad perdida, que creyó encontrar en el centro-izquierda por medio de sus pactos electorales con una escisión del laborismo, el Partido Social Demócrata, con el que llegaría a fusionarse en 1988: De ahí nacería el actual Partido Liberal Demócrata. Incluso la 'Tercera Vía' de Tony Blair, que implicaba fundamentalmente la aceptación de la herencia thatcherista por parte del nuevo laborismo, generó en los 'lib-dem' la tentación de sobrepasar por la izquierda al mismo Partido Laborista, estrategia que sin embargo acabó cosechando un muy escaso éxito electoral en los comicios legislativos.

De tan evidente fracaso pareció tomar cumplida nota Nick Clegg, quien, máxime teniendo en cuenta los desmanes provocados por las políticas puramente keynesianas de Gordon Brown, presentó ante el electorado un programa homologable a cualquier partido de centro-derecha de la Europa continental (incluidas las típicas concesiones a la izquierda en materia medioambiental): Desde el punto de vista económico, destacan la reducción, siquiera paulatina, del gasto público, la bajada de impuestos a las rentas medias y bajas y unas reformas tendentes a una mayor actuación del mercado. Medidas inequívocamente liberales, a las que en otro terreno hay que unir el tajante rechazo de Clegg a la implantación de un Documento de Identidad, que en el Reino Unido (como en los Estados Unidos) se considera una intolerable intromisión del Estado en la vida privada de los ciudadanos. Ahora bien, su declarado europeísmo, que en campaña incluso se vio obligado a matizar, ha terminado pasándole factura ante un electorado mayoritariamente receloso ante la burocracia de Bruselas.

La capital importancia que adquiere la economía en estos tiempos de crisis ha permitido orillar las diferencias que en otras materias (como en inmigración, relaciones con la UE y reforma electoral) siguen distinguiendo a conservadores y liberal-demócratas. En este sentido, se ha hecho de la necesidad virtud para poner en común las muchas coincidencias de ambos programas económicos, que en suma pretenden solventar la crisis con más libre mercado y menos Estado. De esta forma ha sido posible un pacto de Gobierno que ha llevado al también joven líder conservador David Cameron a presidir un Gabinete en el que cinco liberales ostentan sendas carteras, y en el que el propio Nick Clegg asume el cargo de Viceprimer Ministro. Acuerdo político que cabe calificar de histórico para hacer frente a unos retos que se antojan especialmente difíciles.

jueves, 13 de mayo de 2010

EL 'MARXISMO' DEL GOBIERNO


Una de las frases más célebres del genial actor y humorista Groucho Marx, con la que criticaba sarcásticamente la naturaleza camaleónica de tantísimos seres humanos, es la que reza así: 'Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros'. Pues bien, esa filosofía eminentemente 'marxista' se aplica perfectamente al repentino 'cambiazo' del presidente Zapatero ante el ultimátum que prácticamente al unísono le dieron Angela Merkel, Nicolas Sarkozy y... su idolatrado Barack Obama.

Por cierto, aterra sólo imaginar cómo hubieran reaccionado los oligarcas del ruinoso sindicalismo burocrático, ahora la mar de moderados aunque dispuestos a hacer un poco de teatro, y toda la panda 'zejatera', totalmente silente en la actualidad, si esos recortes de sueldos y de prestaciones públicas los hubiera llevado a cabo un Gobierno del PP inmediatamente después de un telefonazo del presidente de los Estados Unidos. Ya tendríamos a los Bardem, Almodóvar y demás patulea bramando en las calles, parapetándose tras las barricadas y portando pancartas contra el cruel imperialismo yanqui, que en comandita con la infame derecha capitalista, la voz de su amo, pretendería quitarle el pan a nuestros funcionarios y pensionistas para matarles poco a poco por inanición.

Pero volvamos a nuestras cuestiones filósoficas: Y es que, definitivamente, el carácter 'marxista' de nuestro Gobierno, pese a lo que pueda reprochársele, es ciertamente indiscutible.

miércoles, 12 de mayo de 2010

A LO QUE NOS CONDUCE EL POPULISMO


Tantos años de populismo de raigambre peronista sólo podían desembocar en ese 'recorte de derechos sociales' que han acabado realizando los mismos que lo mentaban como espantajo contra la derecha. Porque al final ha sido el PSOE del muy 'progre' Zapatero, acuciado por el eje París-Berlín y una inesperada llamada procedente de la mismísima Casa Blanca, el que para acometer la reducción del déficit público ha bajado el sueldo a los funcionarios, ha congelado las pensiones, ha elevado el precio de los medicamentos... y ha eliminado el 'cheque-bebé', una de sus grandes medidas flagrantemente electoralistas que, al igual que aquella dispendiosa deducción de 400 euros, queda finalmente en agua de borrajas. Lo peor de todo es que esta historia ya la conocemos: De nuevo, el nivel de vida de los españoles se ve sensiblemente mermada bajo un Gobierno socialista. No hay más que recordar las vicisitudes de la época felipista, especialmente en sus estertores.

En cualquier caso, no estaría de más que, ya puesto, Zapatero se decidiera también a recortar el número de Ministerios y su inmenso ejército de asesores; reducir el enorme aparato estatal que continúa asfixiando a nuestra economía; y eliminar subvenciones y prebendas a sindicatos y empresarios 'verticales', artistas 'zejateros' y demás amigos. Quizá sea demasiado pedir a quien a buen seguro pretenderá mantener sus valiosos instrumentos de agitación y propaganda (que financiamos con los impuestos de todos), y más ahora cuando las cosas vienen tan mal dadas; pero de esa forma, además de abordar una disminución del gasto público verdaderamente drástica y eficaz, se conseguiría que no sólo pagaran los platos rotos los mismos de siempre, quienes para más inri hace tiempo que se vieron obligados a apretarse el cinturón.

Y, por supuesto, con ser importante, no basta con emprender la lucha contra el déficit: Urge llevar a cabo una serie de reformas estructurales (del mercado financiero, del sistema laboral, fiscales, liberalizaciones en general) de las que el presidente del Gobierno no ha hecho mención alguna. No obstante, puesto que sí ha llegado a sugerir 'nuevas medidas fiscales', ya podemos empezar a encomendarnos a todos los santos: La tan temida subida del IVA puede quedarse corta, aunque, desde luego, no faltará la demagógica apelación al 'esfuerzo de las rentas más altas'... para proceder a esquilmar a las clases medias, claro.

Posdata.- Esta es la respuesta que cabe esperar de un líder de la oposición. Magnífico Rajoy, que con una breve pero contundente intervención parlamentaria consiguió dejar sonado a Zapatero.

martes, 11 de mayo de 2010

LA REPENTINA Y APARENTE ABJURACIÓN DE ZAPATERO


Como por arte de magia. Los insaciables, perversos y criminales especuladores financieros que atacaron con sucias artimañas capitalistas a la economía española y al Gobierno de Zapatero, se han convertido casi de la noche a la mañana en piadosos hombres de progreso movidos por la filantropía y unos elevados ideales de conciencia social. Hasta el punto de que se rumorea que las investigaciones iniciadas por el muy celoso Fiscal Conde Pumpido, encaminadas a una implacable persecución a potenciales delincuentes económicos, se han visto interrumpidas y, a su vez, sustituidas por la incesante búsqueda, emprendida en este caso por Jesús Caldera, de candidatos a obtener premios de la Fundación socialista IDEAS por tan extraordinaria contribución al bien de la humanidad. ¿Pero cómo se ha obrado el milagro, se preguntarán muchos de esos furibundos anticapitalistas que, como tales, son absolutamente incapaces de entender los mecanismos del mercado?

Ha bastado con que el socialista insobornable Zapatero haya abjurado, al menos en apariencia, de aquellos prejuicios típicamente keynesianos que expresara después de su reunión con Rajoy para que empezara a cambiar la tendencia. Porque tirar del déficit público, aunque sea lo más fácil especialmente para un Gobierno tan manirroto como el que sufrimos, no sólo es ineficaz para reactivar la economía en estos tiempos de crisis, sino que además es totalmente contraproducente: Amén de endeudar a las próximas generaciones, implica la restricción de un ahorro que el sector privado dirigiría a inversiones rentables, lo que a su vez conlleva menos actividad económica y, por consiguiente, aún más paro. Este sencillo principio económico, tan liberal como basado en la triste experiencia de décadas de intervencionismo estatal, no pudo hacérselo ver el líder del PP, por mucho que quiso; pero sí Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, quienes, aunque también de derechas, no es que sean precisamente unos rabiosos neoliberales. Lo consiguieron, eso sí, a golpe de talonario (ya que, en efecto, no andaban muy desencaminados quienes 'especulaban' con la petición de un 'megarrescate' por parte del Ejecutivo de Zapatero), el cual, no nos engañemos, pagaremos entre todos los ciudadanos europeos, españoles incluidos.

Sin embargo, está por ver si esa reducción del déficit que Zapatero se ha visto obligado a acometer va a ser tan drástica y audaz como se le ha prescrito; es decir, si está realmente dispuesto a perturbar y poner en peligro a numerosísimas y extensísimas redes clientelares regadas con dinero público y, en consecuencia, a renunciar a determinadas bolsas de voto. Difícil siquiera imaginarlo, ¿verdad?

viernes, 7 de mayo de 2010

EDUCACIÓN: UN PACTO IMPOSIBLE


Estaba cantado. Las reuniones entre el Ministro de Educación, Ángel Gabilondo, y la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, no podían desembocar sino en el fracaso más absoluto. En realidad, el Gobierno socialista no tenía la menor intención de alcanzar un pacto de Estado en materia de educación; a no ser, claro, que pudiera imponerle un trágala al principal partido de la oposición. En este caso, no se trata tan sólo de que este PSOE de Zapatero, sectario hasta la médula, sienta alergia por cualquier acuerdo de mínimos con su detestado rival político: La supervivencia de la identidad de la izquierda parece pasar por la apropiación en exclusiva de una supuesta defensa a ultranza de una educación y una 'cultura' 'públicas', frente a la tentación 'elitista' y 'privatizadora' que, según nos advierten, distingue a la derecha. Típica consigna propagandística que continúa difundiéndose pese a la catástrofe sin paliativos provocada por veinte años de un modelo educativo, el de la LOGSE, que, basado en la nefasta teoría constructivista del aprendizaje, ha dejado a nuestra enseñanza pública a la altura del betún.

Además, en el fondo, y pese a que con la boca pequeña no tienen más remedio que reconocer algunas de sus innumerables fallas (entre otras razones, por los demoledores índices de fracaso escolar que padece nuestro país), en el PSOE están en general orgullosos del sistema educativo que, de la mano de Maravall y Rubalcaba (recordémoslo) y siguiendo las directrices del inmarcesible Marchesi y demás apóstoles de Piaget, implantaron en su momento. Es cierto que la aplicación de la pedagogía constructivista, que establece que el conocimiento, lejos de poder medirse, es un concepto subjetivo y único en cada alumno (sobran, por tanto, las calificaciones y las notas), ha llevado a un alarmante empobrecimiento de los contenidos que se imparten y a la desaparición de la exigencia del esfuerzo; pero un objetivo primordial como era la generalización del principio de igualdad en las aulas se ha logrado hacer realidad, a costa, por supuesto, de la extensión de la mediocridad y la subsiguiente penalización de la excelencia. Y otro de los fines perseguidos por todo socialismo, como es la intromisión del Estado en la familia, en este caso para arrebatarle su importante y tradicional papel en la transmisión de valores y principios de comportamiento, también se ha logrado a plena satisfacción.

En consecuencia, el terreno se encuentra perfectamente abonado para dar el siguiente gran paso del proyecto 'instructor' socialista: El adoctrinamiento en el relativismo y en los paradigmas de la corrección política 'progre'. ¿Cómo iba, por tanto, el PSOE a renunciar ahora a su modelo educativo con tal de propiciar un pacto de Estado en el que nunca ha creído? Y no es, desde luego, la primera vez que así lo ha demostrado: Cabe recordar, por ejemplo, que, pese a obtener el acuerdo en el Senado con el portavoz socialista Juan José Laborda, la reforma planteada por la entonces Ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre, consistente en ampliar las materias de Humanidades y unificar los contenidos de la enseñanza de historia de España en todas las comunidades autónomas, fue inesperadamente tumbada en el Congreso de los Diputados al sumarse por sorpresa el PSOE al voto en contra de los nacionalistas; y que la Ley de Calidad de la Educación, que finalmente sacó adelante el PP en su segunda legislatura en el Gobierno tras lograr una considerable adhesión dentro de la comunidad educativa, fue derogada por 'decretazo' por el 'talantoso' Ejecutivo de Zapatero nada más llegar al poder.

En educación como en tantas otras materias, los socialistas prefieren apoyarse en los partidos nacionalistas, que no ponen impedimento alguno en dar su voto siempre y cuando se cumplan dos condiciones: Que en sus predios no se garantice la enseñanza en español, con el fin de poder seguir desarrollando su liberticida política lingüística, y que no se le toquen los contenidos de historia, para de esta forma continuar inculcando en las aulas sus interpretaciones sesgadas y delirantes de la misma. Concesiones a los que siempre accede gustoso el PSOE, con los consiguientes perjuicios para una libertad de enseñanza que, especialmente en determinadas comunidades autónomas, pasa a convertirse en una mera ficción.

Así pues, de la reforma educativa 'gabilonda' no podemos esperar, si acaso, más que algún que otro cambio simplemente cosmético. Por desgracia, nuestro sistema educativo continuará adoleciendo de las mismas deficiencias y, en consecuencia, mostrándose como una implacable fábrica de ignorantes e iletrados. Eso sí, todos ellos con ordenador y políticamente correctos.

martes, 4 de mayo de 2010

MARTES NEGRO


Una jornada que iba a ser de alivio acabó convirtiéndose en una auténtica zozobra. Y es que nos desayunábamos con los datos del paro que el antiguo INEM ya filtrara el 1º de mayo, en plena coincidencia con los coros y danzas de nuestros sindicatos socialburócratas: 24.000 desempleados menos en abril. Sin embargo, y aunque el Gobierno de Zapatero y sus terminales mediáticas empezaban a afinar sus fanfarrias, muy pronto se descubrió la trampa: En realidad, descontando como se debe el efecto estacionario de la Semana Santa (periodo de mayor demanda de empleo), el paro subió en 62.700 personas. Cifra que hay que sumar a los casi 500.000 desempleados que, por realizar cursos de formación o simplemente por pedir especiales condiciones de trabajo, desaparecen de la lista por obra y gracia de 'cosméticos Corbacho'.

Así pues, y teniendo en cuenta tales trucos estadísticos, el saldo real de parados en España es de alrededor de 4.600.000; es decir, prácticamente la misma cifra que dio a conocer el INE hace pocos días, sin contar abril. En consecuencia, y por mucho que se empeñe la propaganda zapaterina, el paro ni mucho menos 'ha tocado techo'. Es más, continuaremos superando registros mientras no se aborden de una vez por todas las medidas liberalizadoras que necesita nuestra economía. Pero, por desgracia, tenemos un Gobierno, a fuer de 'progresista', radicalmente inmovilista.

Para más inri, la conspiración internacional contra Zapatero y España, que en su momento denunciara el muy perspicaz José Blanco, volvía inopinadamente por sus fueros y nos aguaba la fiesta. En primer lugar, la prensa extranjera más inmerecidamente prestigiosa se atrevía a alertar acerca de la posibilidad de que acabemos como Grecia si nuestro benéfico Gobierno no emprendía pronto reformas estructurales y planes de ajuste. Después, no tardaron en aparecer en escena los malvados y viles especuladores financieros, que, en comandita con la canallesca, hicieron uso de tal infundio para huir de nuestra economía y hundir nuestra Bolsa. ¿Cuándo permitirán esos infames foráneos capitalistas que sigamos disfrutando en paz de las mieles que nos provee el socialismo zapaterista? Envidia cochina, seguro...

Menos mal que nuestro presidente saltó raudo e indignado a la palestra para desmentir tan disparatados bulos con la contundencia requerida. Pero, claro, como su credibilidad es exactamente igual que la que pueda gozar cualquier presidente de club de fútbol que, inmediatamente después de unos pésimos resultados, respalde públicamente a su entrenador, su comparecencia no consiguió sino acabar de desplomar los índices del Ibex. Y es que, por alguna extraña razón, hace tiempo que tienen calado al personaje también allende nuestras fronteras. El inexplicable plantón de la Ministra Salgado a la Comisión de Asuntos Económicos de la Unión Europea, nueva contribución al prestigio de nuestro país, fue la guinda a nuestro particular Martes Negro.

Desgraciadamente, no es en absoluto descartable que continuemos viviendo próximamente jornadas tan pésimas y batacazos bursátiles de parecido tenor, si no de superior gravedad. Y que incluso, en efecto, lleguemos a divisar en el horizonte el horror de la pesadilla helena. Al menos mientras sigamos sufriendo a un Gobierno que prefiere llevar a la economía española literalmente a la ruina más absoluta antes que tomar cualquier medida que sea mínimamente impopular y pueda desgastarle más de la cuenta, sobre todo de cara al electorado más afín ideológicamente y a aquellos grupos burocráticos de presión a los que ha querido unir su suerte. Así pues, actuar estos días con verdadero patriotismo, entendido como amor a España, no implica auxiliar a un Ejecutivo inepto y anquilosado, sino, bien al contrario, propiciar su caída. Y cuanto antes, mejor.