lunes, 17 de noviembre de 2008

LA CUMBRE DEL G-20, O EL PARTO DE LOS MONTES


El parto de los montes, un ridículo ratón. El que pomposamente se ha dado en llamar 'Bretton Woods del siglo XXI' ha producido un cúmulo de obviedades, lugares comunes y declaraciones de intenciones. Los que esperaban que esta Cumbre del G-20 fuera a echar por tierra los principios del definido como 'Consenso de Washington' de la década de los 90, que más bien han sido reiteradamente reafirmados y rubricados, tienen razones para sentirse decepcionados, aunque el ilustre y sabio ideólogo Pepe Blanco intente convencernos de lo contrario. Ahora bien, los que defendemos el libre mercado como único sistema capaz de generar riqueza y prosperidad no debemos lanzar ni mucho menos las campanas al vuelo. Las recetas que se han adelantado, además de generales e inconcretas, transitan por los caminos que siempre se han tomado, y que nunca han servido para amortiguar o resolver los reveses cíclicos, sino más bien para agravar sus consecuencias. La solución no debe pasar por concederle más potestades a órganos burocráticos como el FMI o el Banco Mundial, cuando precisamente buena parte de la crisis actual se debe al excesivo poder de los Bancos Centrales para imponer políticas monetarias expansivas. Ojalá, eso sí, se lleven a cabo esas anunciadas rebajas de impuestos (a qué espera Zapatero para emprenderlas), aunque deben ir acompañadas de reducción del gasto público. Y ya que se ha hablado de acabar con la pobreza en el mundo, es el momento de derribar las barreras al libre comercio internacional: La mejor manera de contribuir a la prosperidad de los países menos desarrollados es abrir nuestros mercados a sus bienes y productos para que puedan competir sin impedimento alguno. El proteccionismo que todavía distingue tanto a la Unión Europea como a los Estados Unidos debe tener sus horas contadas. Pero con Obama en la Casa Blanca me temo que va a ser más difícil.
En cuanto a la presencia de Zapatero en la Cumbre, lamentablemente sin bandera que señalara la participación de España allí, pudo disfrutar de sus ocho minutos de gloria. Al menos tuvo el detalle en su corto discurso de obviar ante los presentes cualquier referencia al panfleto socialistoide que le elaboraron. Y por fin ha sido recibido por el presidente Bush, aunque sea en su condición de 'pato cojo'. Procede ahora que aterrice en la realidad y comience a preocuparse por nuestra deteriorada economía y los más de tres millones de parados que se avecinan. Y también debería explicarnos cuál ha sido el precio del alquiler de la llamada 'sarkosilla'.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues según he oído, nuestro inestimable gobierno no tiene intención alguna de rebajar impuestos; tampoco de recortar el gasto público, sino todo lo contrario: aumentar la inversión pública en aquellos sectores que se consideren más rentables. Huelga decir que cuando decidan dónde invertir, el análisis de conveniencia se medirá en términos de rentabilidad de votos.
El problema es que algo hay que decir para aparentar que se sabe la respuesta a la crisis. Parece que nadie se acuerda de que la economía se repite en sus ciclos alcistas y bajistas y que, por los siglos de los siglos, tendremos épocas de bonanza y otras de recesión causadas por unas y otras causas. Los más antiguos ya sabían de esto, cuando hablaban de las épocas de vacas gordas y flacas. No habrá nunca un sistema económico que garantice las vacas gordas de manera permanente.

Unknown dijo...

Ni rebajas de impuestos, ni austeridad en el gasto, ni reformas liberalizadoras. Zapatero no emprenderá ninguna de esas medidas, pese a que se enunciaron en la Cumbre en la que levitó. Él ya ha encontrado lo que buscaba, es decir, la foto supuestamente histórica para contar sus batallitas cuando sea abuelo, y ahora a verlas venir y hacer lo más fácil y lo más típicamente 'socialdemócrata': Gastar, gastar e incrementar la presión fiscal, y el que venga detrás que arree.
Es cierto que siempre hemos tenido épocas de vacas gordas y de vacas flacas (aunque antes del advenimiento de la Revolución Industrial y el triunfo de las ideas liberales lo normal eran las vacas flacas permanentes, sobre todo para la inmensa mayoría de la población), pero la verdad es que el origen de las crisis las podemos encontrar siempre en los intervencionismos.