La admirable y heroica labor de los movimientos cívicos contrarios a las imposiciones del nacionalismo obligatorio, que durante tantos años parecían clamar en el desierto, empieza a dar algunos frutos. Y es que están consiguiendo que cada vez más gente se sacuda el miedo y salga a la calle a exigir sus derechos. Lo pudimos comprobar hace bien poco con motivo de la manifestación de 'Galicia Bilingüe' en Santiago de Compostela, todo un éxito pese a los intentos de amedrentamiento de los reventadores totalitarios. De la misma forma cabe calificar la concentración del sábado en Bilbao, promovida por la Plataforma de Elección Lingüística y apoyada por PP, UPyD y Ciudadanos. Por supuesto, el PSOE, otrora (si es que alguna vez lo ha sido realmente) partido nacional, no ha estado en ninguna de las movilizaciones, ni tampoco se le esperaba. En el caso de Galicia, porque precisamente es el impulsor, junto con los nacionalistas gallegos, de la injusta e intransigente planificación lingüística del Gobierno de aquella comunidad autónoma; y en el País Vasco, debido a que, desde la defenestración de Redondo Terreros, el PSE, por obra y gracia de Zapatero y su fiel agente Pachi López, ha decidido acercarse a los postulados nacionalistas y alejarse de cualquier proyecto constitucionalista en el que pueda coincidir con el PP, no vaya alguien a confundirlos con la derecha. De todas formas, también conocemos de sobra cuál es la política lingüística que está llevando a cabo el PSC en Cataluña, incluida la imposición de multas a los comercios que se atrevan a rotular sólo en español. Práctica explícitamente respaldada, si recordamos, por el propio Zapatero en plena campaña electoral.
Determinados medios de comunicación han definido estas movilizaciones como 'de defensa de la lengua española', cuando, afortunadamente, nuestro idioma goza de muy buena salud en todo el mundo y, por tanto, no necesita ningún amparo. En realidad se reivindica un derecho fundamental, como es la libre elección de la lengua que queramos utilizar en nuestras relaciones con la sociedad, y también para educar a nuestros hijos. Se trata, en suma, de la libertad, ante una intromisión (otra más) de los poderes públicos en la vida de los individuos. Por desgracia, socialistas y nacionalistas, al fin y al cabo tan colectivistas y dirigistas los unos como los otros, hacen en este caso causa común liberticida.
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