Esta mañana nos hemos sobresaltado con una nueva siniestra aparición de la banda terrorista ETA. Aunque afortunadamente sólo hay que lamentar heridos leves, todo parece indicar que los etarras buscaban provocar una auténtica masacre. Esta vez, los objetivos de sus designios criminales eran estudiantes, profesores y demás personal de la Universidad de Navarra. Porque, muy al contrario de lo que de forma deplorable se ha llegado a afirmar (y no sólo desde el ámbito del nacionalismo vasco), a los asesinos etarras no les importa matar a personas que nada tengan que ver ni con la política ni con las fuerzas de seguridad del Estado. Por desgracia, tenemos trágicos ejemplos de ello. Lo que siempre han perseguido ha sido sembrar de terror y dolor su odiada España, con el fin de chantajear al Gobierno de turno. La experiencia nos ha demostrado que el único método para intentar acabar con esta lacra es combatir con toda la firmeza del Estado de Derecho a estos criminales y a quienes les apoyan y prestan cobertura. El inmenso y dramático error de buscar la distensión, tratarlos como meros descarriados y concederles la categoría de interlocutores políticos no debe volver a repetirse.
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