La segunda vez no hubo sorpresas: Un Plan Bush-Paulson matizado aunque sin perder su carácter eminentemente keynesiano, tras conseguir la luz verde del Senado, obtuvo la aprobación definitiva de la Cámara de Representantes. No obstante, un 40% del Congreso (una mayoría de los republicanos, 108, más 63 demócratas) votó en contra, por lo que sería exagerado afirmar que haya habido consenso. Las mejoras introducidas en el Plan, tales como reducciones de impuestos a empresas y familias y un aumento en la garantía de los depósitos (propuesta conjunta de los candidatos Obama y McCain), han logrado el cambio de parecer de la mayoría de los representantes contrarios en la primera votación, si bien está por ver si conseguirán convencer a un electorado en general muy consciente de sus derechos como contribuyentes.
Antes de la votación, el líder de la mayoría demócrata, Steny Hoyer, después de urgir a los congresistas a que apoyaran el Plan 'para salvar la economía', se refirió de una manera un tanto hipócrita a la 'irresponsabilidad' de los altos ejecutivos, que no merecían recibir 'paracaídas de oro'. Pero sea cual sea el material del que estén hechos, no dejarán de ser paracaídas y salvavidas que se les proporcionará y utilizarán; y que para más inri estarán fabricados con el dinero del sufrido impositor. Además, de esta forma precisamente se premiará y, con ello, promoverá la irresponsabilidad, ya que los grandes bancos y compañías adquieren la certeza de que siempre podrán contar con la ayuda del Estado cuando las cosas vengan mal dadas. Si no hay riesgo, deja de existir la economía de mercado.
Por otra parte, no hemos presenciado los cataclismos que se anunciaban de no aprobarse el Plan. Muchos aseguraban que lo que se nos venía encima iba a dejar corto al 'crack' del 29. Vamos, que íbamos a contemplar horrorizados la caída en masa de ejecutivos e inversores desde lo alto de los edificios de Nueva York. Sin embargo, incluso al día siguiente de la negativa del Congreso, 'Wall Street' amaneció con subidas. Y es que poco tiene que ver la economía norteamericana de principios de los años 30 con la actual, mucho más diversificada y en la que el sector de las nuevas tecnologías cumple un papel importante.
Lo que me ha fascinado especialmente estos días es el entusiasmo con el que han apoyado el Plan Bush quienes hasta ayer mismo pintaban al todavía presidente de EEUU con cuernos y rabo. ¿Obtendrá, merced a su 'conversión' al keynesianismo, la redención de sus pecados y el consiguiente perdón de la secta 'progre'?
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