
Mucha cola está trayendo el muy discutido último libro de Pilar Urbano, en el que aparecen publicadas determinadas opiniones de S.M. la Reina sobre la actualidad política y social. Quien desde luego más beneficio va a obtener de esta polémica es la propia autora, que seguramente conseguirá unos magníficos índices de ventas. Pero el problema reside en que últimamente se está desvirtuando el papel que ha de desempeñar la Monarquía, cuando hace unos pocos años parecía estar claro. La Corona, como poder moderador y símbolo de la permanencia y unidad de la nación española, es una institución que representa a todos los españoles, sin distinción de ideologías ni de ninguna otra consideración. Por tanto, los miembros de la Familia Real deberían abstenerse de pronunciarse en público acerca de asuntos polémicos o que sean susceptibles de provocar controversias entre los españoles. Precisamente si por algo se había distinguido hasta ahora doña Sofía era por su gran discreción, y, pese a este borrón, hemos de seguir estando orgullosos de su extraordinaria labor como Reina de España. Pero en esta ocasión algo ha debido de fallar entre el personal de la Casa Real, y creo que, en tal caso, además de procurar que no se repitan situaciones similares, sería conveniente que se asumieran responsabilidades. Porque, ¿quién ha dado el visto bueno a que se hicieran públicas opiniones que no deberían haber traspasado el ámbito de lo privado?