miércoles, 30 de diciembre de 2015

SÁNCHEZ, EL ESTADISTA

Mientras el estadista Sánchez aspira a articular una mayoría parlamentaria con quienes abogan por parcelar la soberanía del conjunto del pueblo español y poner en solfa el sistema político de Monarquía parlamentaria surgido de la Constitución que nos dimos todos, e incluso con aquellos que pretenden separarse de España, Mariano Rajoy busca coincidencias con los partidos que defienden (o deberían defender) principios básicos como la unidad de España, la soberanía nacional, la igualdad de todos los españoles ante la ley, el papel de España en la Unión Europea, la consolidación del crecimiento económico y la lucha contra el terrorismo. En efecto, la fragmentación política resultante del 20-D no tendría que ocultar el hecho de que 253 de los 350 diputados pertenecen a fuerzas políticas que, al menos hasta ahora, han actuado como garantes de los valores constitucionales y del sistema democrático nacido de nuestra ejemplar transición, por lo que se debería partir de ahí para intentar construir la estabilidad política, absolutamente necesaria tanto para afianzar la recuperación económica, como para continuar respondiendo con solvencia a la amenaza independentista del nacionalismo catalán.

El problema reside en que el todavía secretario general del PSOE, más pendiente de su supervivencia política que de los verdaderos intereses de España (por mucho que exhiba la bandera nacional en sus mítines), no parece estar precisamente por la labor. Porque ha llegado a aseverar Sánchez, el estadista, que los españoles han votado 'cambio'. ¿Quizá el 'cambio' que representa él, quien, amén de haber cosechado los peores resultados del PSOE en la democracia, se ha quedado a más de un millón y medio de votos, casi 7 puntos y 33 escaños del partido y candidato ganadores en las urnas, el PP y Rajoy, a los que se atreve a poner en solfa su legimitidad para gobernar?  

Pero he aquí otra interpretación sobre el resultado de las elecciones generales, expuesta por el estadista en el Comité Federal del PSOE: los españoles, 'en un 70%, han votado a opciones progresistas'. Esto es, dentro de ese supuesto 'progresismo' tan abrumadoramente mayoritario en las urnas, caben lo mismo Ciudadanos, partido calificado por él mismo como de 'derecha' ('civilizada', eso sí), que la ultraizquierda bolivariana de Podemos; igual el PNV, al que el histórico socialista Indalecio Prieto definió como 'derecha vaticanista', que los proetarras marxistas-leninistas de Bildu; y lo mismo la nueva marca del partido de Artur Mas, nacionalista y separatista pero que se tenía hasta ahora como burgués y capitalista, que los republicanos izquierdistas y secesionistas de ERC. Vamos, que todo lo que no haya sido votar al PP, es 'progresista': sea socialdemócrata o chavista, democristiano o comunista, constitucionalista o antisistema, españolista o independentista... Todo cabe en la 'casa común de la progresía' si de lo que se trata es de sumar escaños para evitar que gobierne el más votado y lo haga el que ha obtenido 90 diputados, una cifra ridícula para un partido como el PSOE.

Ni el estos días mentado Frente Popular se atrevió a tanto. Sea como fuere, veremos en qué queda ese solemne compromiso de no pactar con quienes defiendan 'consultas' (léase Podemos) o 'separatismos' (léanse los partidos nacionalistas catalanes), porque entonces sí que no salen las cuentas de ninguna de las maneras: a no ser, claro, que alguien en el PSOE se desdiga después con el pretexto de que la resolución fue aprobada un 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes... Aunque bastante tiene ya el estadista con intentar poner orden en su revuelta casa y, sobre todo, que no le muevan la silla desde Andalucía.

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