Porque este Plan soñado, propuesto y hasta exigido por quienes históricamente, y desde distintas perspectivas ideológicas, han abogado por una España firmemente unida y vertebrada, verdaderamente solidaria y, por todo ello, desarrollada, ha obtenido en las últimas décadas la enemiga, no solo de los nacionalismos puramente egoístas y congénitamente antiespañoles y los aldeanismos de campanario, sino de muchos de aquellos que, pese a llamarse a sí mismos 'progresistas' y llenárseles la boca con bonitas palabras como 'igualdad' y 'solidaridad', se manifiestan contrarios a que se lleve agua de las cuencas excedentarias a las deficitarias, esto es, de la España a la que le sobra el preciado líquido a la que sufre su escasez pero que, además, se ha mostrado sumamente capaz de generar riqueza y prosperidad con su tan limitado uso. Y todo con tal de pescar votos en un río revuelto por las pasiones más primarias y particularistas.
Sea como fuere, este Gobierno en funciones, que además ratificó hace pocas fechas el último acuerdo de la llegada del AVE soterrado a Murcia, vuelve a demostrar que la coyuntura de aparente parálisis política no le impide velar por el interés general y cumplir sus compromisos adquiridos, en especial con la Región de Murcia. Y, desde luego, si termina sustituyéndole un Ejecutivo de distinto signo, cabe dudar muy mucho de que este tan largamente esperado y necesario proyecto hidríco tenga continuidad, máxime si obtiene el respaldo, no solo de quienes albergan en su seno a localismos dispersos y nada dados a contribuir a la unidad y vertebración de España (léase Podemos y sus marcas), sino de los mismos que lograron del nefasto Zapatero la eliminación del PHN de Aznar (esto es, ERC, el oscuro objeto del deseo del estadista 'filoportugués' Sánchez). Sería repetir una historia que, por doblemente ignominiosa, se convertiría en auténtica pesadilla.
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