Forzado, eso sí, por la presencia de observadores internacionales en el proceso electoral, y parece ser que incluso por el alto mando militar, al esperpéntico conductor de autobús que por desgracia continúa presidiendo, o más bien oprimiendo (esperemos que ya por poco tiempo) Venezuela, no le ha quedado más remedio que reconocer una derrota incontestable: 99 escaños de la plataforma de oposición democrática frente a 46 chavistas. Ha sido un triunfo realmente hercúleo, labrado por medio de constancia y perseverancia, de una admirable sociedad civil venezolana que no ha cejado en su empeño de derrotar a un socialismo 'bolivariano' verdaderamente abyecto, contra el que lleva más de quince años luchando en condiciones totalmente adversas; pero ni las prácticas represoras contra sus más destacados líderes políticos, incluyendo chantajes, persecuciones, amenazas y hasta encarcelamientos, han podido torcer la voluntad y el coraje de un movimiento democrático absolutamente ejemplar.
Ahora sí se vislumbra el principio del fin del chavismo, para fortuna de la libertad y la democracia y para desgracia de unos populismos de ultraizquierda a los que sus defensores y propagandistas han llegado a presentar como gloriosas alternativas a los sistemas políticos liberal-burgueses de democracia parlamentaria y representativa y de economía de libre mercado. Enhorabuena, Venezuela. Y, sobre todo, gracias, Venezuela.
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