Salvando las distancias, ya que el formato del debate 'a dos'
televisivo es bien distinto del parlamentario, y además las
circunstancias eran diferentes, el bronco 'cara a cara' entre Rajoy y
Sánchez me ha recordado mucho al tenso enfrentamiento dialéctico que tuvo
lugar en el Congreso de los Diputados entre Aznar y Borrell, con motivo
del Debate sobre el estado de la Nación de 1998. Un flamante nuevo líder
del PSOE, que acababa de imponerse en primarias y contra todo
pronóstico a Almunia, candidato 'oficialista', respondía al entonces
presidente del Gobierno con un discurso ya desde el inicio duro y
mordaz, pero cuya agresividad fue aumentando paulatinamente y de tal
modo que la tensión generada en el ambiente de la Cámara alcanzaba
niveles casi insoportables. Al tono cada vez más demagógico e incluso
faltón del líder de la oposición se uniría su empecinamiento en intentar
centrar el debate en demostrar supuestos artificios contables en la
Seguridad Social, pretensión con el que más bien logró aburrir al personal. El
presidente Aznar, en su réplica, basaría su intervención en la
exposición de unas cifras de mejoría económica (también entonces)
apabullantes. Tres días después, el CIS otorgaba a Aznar una clara
victoria en el debate. En cuanto a Borrell, que hasta entonces
presentaba incluso encuestas muy favorables, tendría los días contados
como aspirante a presidir el Gobierno de España: el Grupo Prisa,
declarado enemigo suyo, haría el resto y finalmente no tendría más remedio que
dimitir, tras apenas un año como cabeza de cartel del PSOE.
Entonces dio la impresión de que Borrell entró como elefante en
cacharrería en su debut como líder de la oposición en el Congreso y que
su actitud excesivamente belicosa y radical terminó siendo letal para su
imagen como 'presidenciable'; y muy a pesar de que no llegó a traspasar
ciertas líneas rojas de mera cortesía parlamentaria, como las de
insultar gratuitamente y faltar directamente al respeto y al honor de su
contrincante dialéctico. Pues bien, a Pedro Sánchez, cuyas grandes
dotes como tertuliano de esa telebasura ahora tan en boga (quizá su
próxima y más apropiada salida profesional) han quedado más que
acreditadas, es muy posible que también le queden dos telediarios.
Porque se ha pasado de frenada y ha logrado, sí, su objetivo de enfangar
el campo para que realmente no hubiera debate, pero con ello quizá haya
logrado despertar a un león dormido: no solo al propio Rajoy en la segunda parte del 'cara a
cara', a partir de que se permitiera tacharle de 'persona indecente'; sino, muy probablemente, a todo un electorado que pueda sentirse aborchonado, escandalizado y hasta ofendido por trato tan injusto y vejatorio a un líder político en el que no hace mucho depositó su confianza en las urnas.
Pese al trazo
grueso y la ristra de golpes bajos del todavía secretario general del
PSOE, el 'hasta aquí hemos llegado' del presidente del Gobierno y
candidato del PP fue verdaderamente el momento más demoledor. 'Usted es
joven y va a perder las elecciones, y yo como González y Aznar las perdí
dos veces antes de llegar a la presidencia del Gobierno; pero de las
descalificaciones lanzadas usted no se va a poder recuperar'. Y muy
posiblemente así será, a no ser que los partidarios de extender a la
política los modos cutres propios de las tertulias telebasurientas
lleguen a ser tantos que hasta se impongan en las urnas. Pero no parece
que la mayoría de la sociedad española adolezca de tamaña enfermedad; al
menos, por ahora.
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