jueves, 8 de marzo de 2012

DEFENSA PROGREFEMINISTA DE LA MUJER

Menuda la que ha organizado el Ministro de Justicia. Atreverse a discutir cualquier dogma del pensamiento único progre merece la condena sin ambages de la poderosa Inquisición Política y Mediática de lo Políticamente Correcto. Pero que encima se haga utilizando expresiones propias de la jerga política izquierdista es razón suficiente para que el interfecto sea arrojado a los infiernos, por supuesto que sin posibilidad alguna de redención. Porque 'violencia estructural' en boca de alguien comprometido con el progreso adquiriría a grandes rasgos la siguiente definición: fenómeno social no perceptible fácilmente, aunque latente y derivado de los conflictos generados por la injusta estructura social imperante. Por tanto, que se use tan feliz locución en un sentido corrompidamente 'facha' y precisamente para poner en solfa uno de los principales paradigmas de la intangible doctrina de la progresía es pecado capital.

La catarata de insultos que por semejante osadía le han llovido al 'varón, rico y católico' (encima, las peores cualidades que pueden adornar a un ser humano, a no ser, claro, que sea progre) Gallardón está, pues, plenamente justificada y es el mínimo castigo que, al menos de momento, cabe infligirle. Porque resulta intolerable siquiera insinuar que se ha de contraponer la defensa de la vida a un derecho al aborto que el 'progresismo', afortunadamente, ha convertido en absoluto: es posible que el feto sea un ser vivo, pero en ningún modo humano, como dejó prescrito en su momento una de las eruditas heroínas del glorioso zapaterismo. En cuanto a ese derecho 'a la maternidad' que tanto aduce el reaccionario Gallardón, se trata de una imposición más de una sociedad machista y paternalista que, junto a las estructuras eclesiásticas dominantes, se empeña en que sigan viniendo niños al mundo (cuando, dada la experiencia de nuestra historia, lo mejor es avanzar hacia la extinción de la dañina humanidad); que nazcan necesariamente de la mujer, y que ésta incluso llegue a desear tener descendencia, son a su vez producto de una condición natural igualmente opresora, machista y 'facha', a la que hay que poner límite. Y el aborto, es cierto, es una tragedia que suele dejar graves secuelas en la mujer; pero que a nadie se le ocurra ayudarla a buscar la más mínima alternativa porque, total, el progreso socialista no solo ha hecho del aborto, insisto, un derecho, sino, sobre todo y con ello, un método anticonceptivo más. Se aborta, y pelillos a la mar.

Menos mal que el inmarcesible progrefeminismo ha salido en defensa de una mujer de nuevo despreciada por el PP. Que no nos confundan: el enemigo no es aquel imán de Terrassa que anima a corregir a palos las conductas 'desviadas' de las mujeres, ni aquellos que condenan a muerte a Asia Bibi, mujer y madre de familia, por profesar el cristianismo en Pakistán (en ambos casos, el imperialista Occidente debería respetar la 'diversidad cultural' y abstenerse de imponer su modo de vida), sino la derecha, genuinamente represora y machista. Tampoco nos dejemos embaucar por los cantos de sirena de la propaganda derechista: si bien bajo su égida, por ejemplo, hay más presidentas de Comunidades Autónomas y alcaldesas que nunca, es conveniente precisar que, en primer lugar, a tal situación se ha llegado sin aplicar criterios de discriminación positiva, lo que pone al descubierto la impostura fascista; y, en segundo lugar, y al igual que Margaret Thatcher y otras dirigentes políticas de la derecha, resulta harto discutible que sean en realidad mujeres. Porque solo es merecedora de la condición femenina quien comulgue con las máximas del progresismo.

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