jueves, 5 de enero de 2012

RON PAUL, EL 'OUTSIDER'

Ha pasado prácticamente desapercibido el 21 por ciento de voto (a apenas cuatro puntos tanto del moderado y favorito Romney como del más derechista Santorum) que el libertario Ron Paul ha conseguido en los caucus del Partido Republicano en Iowa; pero, si bien las encuestas le concedían un porcentaje similar e incluso el segundo puesto, ha tenido bastante mérito cosechar tal nivel de apoyo (sin ir más lejos, 11 puntos más que en las asambleas celebradas en 2008) en un Estado nítidamente conservador. Desde luego, parece harto complicado que pueda competir hasta el final por la candidatura republicana a la presidencia de los Estados Unidos, aunque de momento Paul, a sus 76 años, ha logrado convertir al movimiento libertario, otrora restringido a minoritarios ámbitos académicos y de pensamiento político y económico, en una corriente cada vez más pujante e influyente en la política norteamericana.

Partidario de la Escuela Austriaca de Economía (a la que llegó a conocer y seguir influido por el economista norteamericano Murray N. Rothbard, autor de 'La ética de la libertad'), este médico dio el paso de entrar en política el mismo día que Richard Nixon decidió expulsar el dólar americano del patrón oro. A partir de ahí, como congresista por Texas ha abogado siempre por un abstencionismo radical del Estado: supresión del impuesto sobre la renta, eliminación de la mayoría de las agencias federales e incluso de la misma Reserva Federal son quizá sus propuestas más destacadas; esta última ha obtenido especial eco últimamente tras las políticas monetarias expansivas de los Bancos Centrales, causantes directas de la crisis actual: de ahí el éxito de su libro 'End the Fed'. Ahora bien, cabe puntualizar que no defiende exactamente el retorno al patrón oro, sino la abolición de las leyes de moneda de curso legal para dejar que el mercado decida libremente los estándares monetarios.

Fuera del ámbito estrictamente ecónomico, Paul aplica los principios libertarios de defensa a ultranza de la libertad individual, y por tanto de ausencia total del Estado en la esfera privada: derecho a la posesión de armas, aplicación del 'habeas corpus' y garantía de los derechos y libertades constitucionales en todos los casos (fue la voz discordante republicana contra la 'Patriot Act' aprobada tras los atentados del 11-S), educación en el hogar ('home-schooling') e incluso legalización de las drogas (tanto por la ineficacia del actual sistema de represión como por una mera cuestión de defensa de los derechos individuales). Eso sí, se muestra absolutamente contrario al aborto, ya que, según reconoce él mismo, sus años como médico de obstetricia le convencieron de que la vida comienza en la misma concepción.

En realidad, programa tan ambicioso, audaz y rupturista, a pesar de que siempre ha colocado a Ron Paul en posición de 'outsider' en la política norteamericana,  podría contar con las simpatías e incluso la ilusión de cualquier liberal más o menos utópico. Hasta que nos topamos con sus quiméricos y ciertamente disparatados planteamientos en materia de política exterior, que pasan por el abandono de los Estados Unidos de cualquier compromiso internacional y la consecuente retirada de sus tropas en todo el mundo; postura suicida que, en el muy improbable caso de que se viera habitando en la Casa Blanca, no tendría más remedio que matizar muy mucho, ya que supondría un grave menoscabo para la misma defensa de la libertad, que también debe ejercerse en el exterior inclusive para propio beneficio e interés de la democracia norteamericana.

Puede resultar extraño que semejante movimiento de aires revolucionarios, y que por ello obtiene la adhesión de buena parte de un electorado joven, descontento con el 'establishment' y con tendencia a votar demócrata, encuentre acogida precisamente en el GOP (Great Old Party). Sin embargo, el propio Paul y otros portavoces del libertarismo norteamericano no se cansan de insistir en que sus ideas son las que mejor representan los viejos valores y principios, basados en la libertad individual, la propiedad privada y la economía de mercado, sobre los que se edificaron los Estados Unidos de América. Y lo cierto es que, si nos atenemos a la letra de la Constitución y las Declaraciones de Derechos, parecen tener toda la razón del mundo.

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