Uno tiene la sensación de estar reviviendo la campaña electoral previa a los comicios generales de 1996: similar situación económica, política y social, mismos mensajes y argumentos políticos. Cuando el actual candidato socialista asegura ante su auditorio que bajar los impuestos y mantener las prestaciones públicas es materialmente imposible, no hace sino repetir un aserto en el que insistían hasta el aburrimiento Felipe González y su compaña (en la que, por cierto, se encontraba el mismo Rubalcaba), que acusaban ya al PP de buscar la cuadratura del círculo con tales propuestas. Desde luego, resultaría ocioso preguntarle a un perfecto ignorante en economía (tanto como su antecesor en el liderazgo del PSOE) si conoce la curva de Laffer, que posiblemente llegaría a confundir con algún punto negro de nuestras carreteras; pero, precisamente después de aquellas mismas elecciones, los Gobiernos de Aznar demostrarían que, en efecto, reducir y eliminar impuestos facilita el estímulo económico, lo que a su vez propicia el aumento de los ingresos fiscales. De ahí que no solo sea factible de esa forma sostener las prestaciones, sino incluso mejorarlas.
Sin embargo, dado que la pretensión del aspirante socialista a la Moncloa, simulada bajo un rancio lenguaje demagógico, es freírnos todavía más a impuestos (porque ya se sabe quién acaba pagando los tributos 'a los ricos': la sufrida y maltratada clase media), trata de soslayar experiencia tan reciente, valiosa y significativa y, en consecuencia, seguir reiterando los mantras de siempre. Menos mal que, según su propia propaganda, podemos fiarnos de semejante individuo. Pese a los GAL, el 13-M, Sitel, el Faisán...
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