
Adelgazar las Administraciones Públicas y menoscabar su intervencionismo, reducir drásticamente el gasto público y realizar los correspondientes recortes en partidas presupuestarias, eliminar y limitar subvenciones, disminuir la burocracia y facilitar la creación de nuevas empresas... Concretas medidas económicas y administrativas que sí pueden emprender las comunidades autónomas, y que, ante la previsión de que un próximo Ejecutivo lleve por fin a cabo las grandes reformas liberalizadoras que necesita nuestra economía, han de coadyuvar en el objetivo de superar la persistente crisis que todavía padecemos. Iniciativas de este tenor han sido anunciadas sin ambages en los discursos de investidura de todos los presidentes autonómicos, con especial énfasis por parte de la nueva hornada de jóvenes dirigentes (Cospedal, Bauzá, Diego) que deben afrontar la ruinosa y calamitosa herencia que el socialismo deja en sus respectivas regiones.
Se trata en cualquier caso de políticas que, a fuer de su índole eminentemente liberal, están marcadas por un apabullante sentido común. No queda otra que aplicar la más estricta austeridad en las cuentas públicas (con lo que volvemos venturosamente al 'santo temor al déficit' propio de nuestros abuelos liberales y que, por cierto, Aznar implantó por medio de una ley de estabilidad presupuestaria que Zapatero se encargaría después de derogar) y reducir el peso y el tamaño del Estado (porque las administraciones autonómicas son también Estado, aunque parezca ocioso recordarlo). Sin embargo, y no por tópico deja de ser verdad, en numerosas ocasiones el sentido común se convierte en el menos común de los sentidos. Buen ejemplo de ello lo tenemos en las disparatadas y deslavazadas 'propuestas', tan divulgadas mediáticamente, de la sedición perrofláutica, que aboga por transitar un camino diametralmente opuesto: más Estado, más gasto público y más intervencionismo; en suma, todavía más socialismo, al modo de la Cuba de los Castro, su auténtico norte. Y es que es cierto que los autodenominados 'indignados' se quejan amargamente de los políticos, pero precisamente porque consideran que no se inmiscuyen lo suficiente en nuestras vidas.

Definitivamente, el sentido común no es propio de la izquierda. Lo suyo siempre ha sido el poder por el poder, y en aras de ese supremo objetivo nunca ha escatimado el uso y abuso de la demagogia y apelaciones a los miedos y más bajos instintos. Y, por desgracia, esa estrategia no le suele reportar malos resultados.
2 comentarios:
Es muy complejo lidiar con las inyecciones ideológicas de la izquierda, desde el colegio hasta los medios de comunicación y la universidad se transpira sudor progre.
Es normal que los jóvenes se inclinen a la izquierda, lo "raro" es lo contrario.
Pasar del concepto de igualdad al de libertad, requiere un esfuerzo intelectual y pensamiento crítico, es un proceso educativo complejo, erudito en cierta medida: lecturas y edad, experiencia.
Son años de desintoxicación, por eso la inversión de la pirámide de población es la mejor oportunidad para liberales y conservadores de tener más votos que los recambios salidos de las aulas de educación para la ciudadanía. Y en ese momento, reformar leyes y constitución para evitar que lo irracional se instale en las instituciones, ni lo antinespañol tampoco.
Realmente toda tu diatriba contra la izquierda es muy de centro-derecha
Jajajajaaj
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