
El papanatismo de la práctica totalidad de los medios de comunicación, incluidos los más afines a la derecha, y el consentimiento, o más bien el apoyo, de un Gobierno que, una vez más, ha hecho dejación de su cometido de garantizar el cumplimiento de la legalidad, han propiciado que los mensajes genuinamente izquierdistas, y por tanto colectivistas y antiliberales, lanzados por el movimiento callejero acampado ilegalmente en Sol hayan obtenido una exagerada repercusión durante casi toda la semana previa a las elecciones locales y autonómicas. Sin embargo, tal coyuntura, derivada de una estrategia perfectamente trazada y organizada, ha producido en cambio unos resultados electorales así de magros: el voto municipal PSOE más IU, que en 2007 superaba al PP en un millón de sufragios y casi cinco puntos porcentuales, se ha situado ahora por debajo del adversario común, que él solo les adelanta en casi 800.000 votos y 3,4 puntos.
Así pues, la previsible migración de buena parte del electorado del PSOE a una opción de izquierda más radical, cuyas propuestas han sido extraordinariamente resaltadas mediáticamente, no se ha mostrado lo suficientemente cuantiosa como para mantener incólume el llamado voto 'progresista', sino todo lo contrario. Además, si nos fijamos en las cifras de las grandes ciudades y capitales de provincia, donde reside el electorado urbano y generalmente mejor informado, la ventaja del PP, que gobernará en solitario en la inmensa mayoría de ellas, alcanza proporciones considerables. Y en cuanto a las elecciones autonómicas, la barrida del PP ha sido tal que tan solo se les ha resistido Asturias y Navarra, regiones en las que sin embargo su concurso será decisivo para la formación de Ejecutivos de centro-derecha; de tal manera que, de no ser de un probable pacto entre PSOE e IU en Extremadura, al socialismo solo le quedarían el País Vasco (irónicamente gracias a un acuerdo constitucionalista con el PP) y Andalucía, comunidades en los que no se han celebrado comicios.

Por tanto, en esta ocasión la ceremonia televisada del 'agit-prop' izquierdista se ha saldado con un fracaso sin paliativos, desde cualquier punto de vista. Ante la propalada falacia de que la actual crisis social, económica y política no deriva del Gobierno (en el fondo víctima), sino del sistema, la respuesta del electorado español, quizá harto de que le hagan comulgar con ruedas de molino, ha sido rotunda: en efecto, el sistema político necesita reformas puntuales, pero es condición previa e indispensable expulsar al PSOE del poder; el cambio que necesita España, y que no ha de pasar precisamente por más izquierda, ha de producirse lo antes posible. Cabe recordar, aunque parezca ocioso a estas alturas, que la voluntad popular se manifiesta en las urnas, y no en ciertas acampadas callejeras. Es la democracia, sin apellidos.

Y es que el esperpento chabolista, como buena izquierda marxista, no acepta ni la democracia ni las reglas de juego del Estado de Derecho, a las que considera meras 'formalidades' burguesas a extinguir. El hecho de que el PSOE, como todo parece indicar, pretenda pescar en el río revuelto por este astroso y cada vez más agresivo movimiento 'ultra' demuestra de lo que es capaz con tal de no abandonar el poder. Aunque la ola azul se muestra imponente y ciertamente imparable, no hay que dormirse en los laureles: los diques van a ser muchos y muy difíciles de sortear. El socialismo español nunca se ha parado en barras para conseguir sus propósitos.
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