
La estética típicamente andrajosa y 'perrofláutica' de quienes, ya en las manifestaciones oficiales convocadas al día siguiente del 11-M, coreaban '¿quién ha sido?', lanzaban consignas contra el Gobierno de Aznar e incluso amagaban con cercar las sedes del PP (y que en Barcelona incluso intentaron agredir a Rato y a Piqué), parecía circunscribir semejantes actos a descontroladas reacciones de grupúsculos antisistema de la extrema izquierda. Pero, conforme se acercaba la jornada electoral, esa supuesta 'espontaneidad' marginal y minoritaria fue mostrándose cada vez más numerosa, organizada y orquestada, hasta alcanzar el 'clímax' de la violación del día de reflexión protagonizada por Rubalcaba, con la colaboración de otros cargos del PSOE y adláteres y medios afines.
El terreno estaba ya abonado para culminar en el éxito del 'agit-prop': Zapatero y otros portavoces socialistas insistían machaconamente en sus mitines y en sus declaraciones públicas en recordar la 'injusta, ilegal e ilegítima' guerra en la que nos había metido el PP, y en sus 'mentiras' para justificarla. Así pues, tras los atentados del 11-M, supuestamente de autoría islamista, y la conmoción generada, solo había que trasladar la culpa hacia el Gobierno de entonces y amplificar las consignas lanzadas días antes, y qué mejor momento que durante la misma jornada de reflexión. El resultado final, absolutamente desgraciado para España, es de todos conocido.

No precisamente por azar células madrileñas de esta izquierdosa plataforma han decidido acampar, no frente a La Moncloa, sino en plena Puerta del Sol, sede del Gobierno regional de Madrid presidido por Esperanza Aguirre, figura especialmente denigrada por la izquierda en general. Tampoco ha sido casual que el manifiesto de 'Democracia real, ya' haya estado colgado en la web del PSOE, y que dirigentes y candidatos socialistas hayan aprovechado para, a la vez que hacen suyos varios de sus despropósitos, insistir en la culpabilidad de la derecha: no en balde, Blanco ha llegado a aseverar que el PP compartía 'mesa y mantel' con los responsables de la crisis (con los que entonces Zapatero seguro que comparte algo más), e incluso Tomás Gómez ha alertado del peligro de que los 'anarcocapitalistas', según él los auténticos 'antisistema', pretendan desmantelar el Estado del Bienestar. Se trata del conocido y trillado discurso alarmista del 'que viene la derecha' que ya casi nadie a estas alturas se cree, pero que quizá sirva para despertar a un electorado de izquierdas al que le motiva especialmente movilizarse contra el denostado enemigo común; y máxime cuando tantísimos 'de los suyos' juegan a la revolución callejera al modo de su añorado mayo del 68. Y cuando se trata de votar contra la derecha, ya se sabe cuál puede ser el voto más útil.
Así pues, este nuevo movimiento de 'agit-prop' no tiene absolutamente nada de espontáneo, sino que está perfectamente planificado en torno a un objetivo: evitar una victoria incontestable del PP en las elecciones municipales y autonómicas. Para ello, el PSOE vuelve a presentarse como un partido con inclinación radical y antisistema, como le gusta hacer cada vez que hay comicios para coquetear con un determinado electorado, y de paso se pretende intimidar a cierto votante de tendencia conservadora que se pueda ver impresionado y coartado por estos acontecimientos trufados de rebeliones callejeras. Está por ver si esta nueva estrategia generadora de 'tensión', que a buen seguro aumentará conforme llegue el día de las elecciones, se saldará con éxito, pero en ningún caso se ha de permitir que la calle sustituya a las urnas, que en democracia es donde se manifiesta la voluntad popular. Y sin coacciones y en total libertad.
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