lunes, 20 de septiembre de 2010
DE LA MECA AL TRIUNFO DE LA INTOLERANCIA
Cuando uno circula por la nueva y concurrida Avenida Miguel Indurain de Murcia, dirección norte, resulta difícil no reparar en un cartel propagandístico de una discoteca de la capital que, para promocionarse bajo el lema 'Pasión por los domingos', hace uso de una imagen tan sugerente como irreverente: Sin entrar en excesivos detalles, en ella se representa a una joven sin apenas ropa como una especie de Virgen en pleno éxtasis contemplativo. Sin embargo, y pese a que se ha convertido en lugar común tachar a los católicos en general como peligrosos ultramontanos, nadie del obispado, ningún párroco de la zona, o ni tan siquiera el último de los feligreses ha elevado en público la más mínima queja por tan llamativo diseño. Y eso que Murcia no es tierra que precisamente se caracterice por la irreligiosidad de sus gentes, bien al contrario.
Así pues, en este caso nadie ha osado poner en discusión la oportunidad o la pertinencia de publicar tal anuncio, que continúa incólume en su sitio tras muchos meses. Aunque si alguien hubiera creado la más mínima controversia sobre el particular, la reciente experiencia nos hace suponer que los 'laicos' de guardia junto con gran parte de los medios de comunicación, entre los que destacaría la mayoría de los canales de televisión, hubieran salido en tromba para apoyar a los promotores de la idea y alarmarnos acerca del riesgo de una reedición del nacionalcatolicismo franquista. Es más, si la discoteca hubiera sido un poco más ambiciosa y pasara a llamarse 'El Vaticano', sus instalaciones imitaran a la mismísima Iglesia de San Pedro de Roma, en consecuencia se llenaran de crucifijos e imágenes religiosas, y además sus camareros y demás personal se ataviaran con vestimentas propias de obispos, sacerdotes y monjas, aunque con el correspondiente toque 'sexy', a buen seguro que conocidos próceres de la política y la cultureta 'progre', con el fin de mostrar en público su solidaridad con las últimas víctimas de la sinrazón clerical, visitarían con harta frecuencia y las consabidas alharacas el local; que, de esta forma, incluso disfrutaría al menos de unas semanas de promoción gratis.
Pero la polémica suscitada a propósito de una conocida discoteca de Águilas, en la que los intransigentes islamistas han acabado saliéndose una vez más con la suya, demuestra que hay un solo supuesto en el que las creencias religiosas llegan a situarse por encima de la mismísima libertad de expresión: Cuando el que dice sentirse ofendido es un musulmán. Y es que la diferencia de trato con respecto a los sentimientos que pueda alegar un cristiano o un católico en particular, amén de que queda muy 'progre' meterse con todo lo que huela a cristianismo, radica en una realidad tan cruda como indiscutible: Unos amenazan con matar, y de hecho lo hacen, mientras que otros no. Porque la única Alianza de Civilizaciones que entiende el islamismo es la que desemboca en la plena imposición de sus preceptos fundamentalistas.
Obviamente, no cabe pedirle a un empresario, cuyo legítimo y loable objetivo es ganar dinero y conseguir beneficios, que se convierta en un héroe. En este sentido, si los dueños de 'La Meca' han sucumbido a las intimidaciones islamistas y han accedido a cambiarle el aspecto y el nombre a la discoteca, ha sido por puro cálculo económico; además, por supuesto, del mero afán de supervivencia. Ahora bien, se ha echado mucho de menos una defensa de los fundamentos y valores de nuestra civilización, basados en la libertad individual, por parte de quienes deberían ejercerla: Nuestros líderes políticos, especialmente un Gobierno que hace de un supuesto 'laicismo' su razón de ser, y unos medios de comunicación que en su mayoría se han limitado a levantar acta de unos hechos que han contemplado con una injusta y lamentable equidistancia. Es cierto que han salido ganando tanto los miembros de la comunidad islámica que pusieron el grito en el cielo (y que incluso se permitieron el lujo de visitar el local para ordenar a sus promotores qué símbolos y motivos de la decoración debían eliminar) como los mismos empresarios, que alguna ventaja sacarán de la repercusión mediática del asunto. Finalmente ha prevalecido la paz, en efecto; ni más ni menos que la que ha querido imponer el islamismo. Pero, en consecuencia, el buen y bello nombre de la libertad ha quedado mancillado. De nuevo. Una vez más, la intolerancia islamista puede apuntarse un triunfo incontestable.
Por desgracia, hace tiempo que en Occidente hemos renunciado a plantarle cara al integrismo islámico en el terreno de las ideas y los principios. Si persistimos en actitud tan pusilánime contribuiremos a hacer realidad algún día aquel deseo que expresara el déspota Gadafi ante su imponente ejército de huríes europeas: 'El Islam debería ser la religión de toda Europa'. Camino va de convertirse en la única, dado que no admite competencia.
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1 comentario:
Pues mira, el tuyo es un ejemplo aún más concreto... Muchas gracias por tu comentario.
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