domingo, 26 de septiembre de 2010
CINCUENTA AÑOS DE TELEGENIA POLÍTICA
'In the election of 1860, Abraham Lincoln said the question was whether this Nation could exist half slave or half free.
In the election of 1960, and with the world around us, the question is whether the world will exist half slave or half free, whether it will move in the direction of freedom, in the direction of the road that we are taking, or whether it will move in the direction of slavery'.
Estas agudas y bellas palabras, pronunciadas en plena Guerra Fría entre el mundo libre y el totalitarismo comunista, inauguraban toda una era de predominio de la imagen y la telegenia en el ámbito político y electoral de las democracias occidentales. Su autor, el senador y candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, el joven John Fitzgerald Kennedy, se enfrentaba al vicepresidente y aspirante republicano Richard Milhaus Nixon en el primer debate electoral televisado de la historia. Tuvo lugar concretamente el 26 de septiembre de 1960, hace precisamente cincuenta años.
A partir de ese histórico momento, se hizo obligatorio que los postulantes a ser presidentes de la nación más poderosa de la tierra presentaran sus propuestas y se enfrentaran dialécticamente ante las cámaras de la televisión, que empezaba a ejercer su indiscutible liderazgo como medio de comunicación de masas. En los Estados Unidos, como en tantos otros fenómenos sociológicos y políticos los más adelantados, es desde entonces sencillamente inconcebible que lleguen a celebrarse elecciones a la presidencia sin los consiguientes debates televisados, que acabaron regulándose por ley. En otros países con arraigada tradición democrática, como en Francia o en Gran Bretaña, imitaron hace tiempo tan sana costumbre. No así en España, donde hasta 1993 no disfrutamos de dos debates en televisión, concretamente uno en Antena 3 y otro en Tele 5, entre los entonces candidatos a la presidencia del Gobierno, Felipe González y José María Aznar. Tendríamos que esperar a la campaña de las últimas elecciones generales de 2008, nada menos que quince años después, para acoger de nuevo en nuestros hogares sendas contiendas dialécticas entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy.
El cara a cara entre Kennedy y Nixon daba paso de manera irremisible a una nueva concepción de la propaganda y persuasión políticas, en la que el uso y la transmisión de la imagen comenzaba a desempeñar un papel fundamental: El continente pasaba a ser tanto o más importante que el contenido. De tal forma que, según los sondeos posteriores al debate televisado, Kennedy, que además de más atractivo y telegénico se había mostrado bastante más sereno en sus ademanes, se impuso a un Nixon pálido, mal afeitado, sudoroso y con el gesto crispado. Aún así, no está de más desmitificar un acontecimiento sin duda pionero: Ni Nixon estuvo tan desastroso como posteriormente se ha querido hacer ver (buena prueba de ello es el mismo hecho de que quienes escucharon el debate por la radio le concedieran la victoria), ni el éxito televisivo de JFK propició un terremoto electoral sin precedentes (la realidad es que el candidato demócrata obtuvo en voto popular el triunfo más ajustado en la historia de los comicios presidenciales estadounidenses).
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