jueves, 11 de marzo de 2010

11-M: LA GRAN ASIGNATURA PENDIENTE


'Está todo claro sobre el 11-M'. Así se pronunció quien pocos meses antes, e incluso sin tan siquiera aguardar a que se dirimiera el asunto en sede judicial, había sido el principal beneficiario del uso y la manipulación que infamantemente se hizo de la masacre; el mismo, por cierto, que ahora se desgañita para implorar al Partido Popular que le apoye en 'temas de Estado'. Pero quienes gritaban 'queremos saber' mientras cercaban las sedes del PP en plena jornada de reflexión parecieron perder súbitamente su interés tan pronto como el partido al que votaron alcanzó el poder. Y su mismo candidato, una vez nombrado presidente del Gobierno, también; no ya por su deseo de desterrar lo antes posible el recuerdo de cómo irrumpió en La Moncloa, sino porque empezaban a salir a la luz datos e informaciones que ponían en duda la versión oficial de los atentados.

Hasta que el tan esperado juicio del 11-M, caracterizado finalmente por su arranque de caballo y su parada de burro, produjo una sentencia que, aunque hagamos el esfuerzo de creer, que ya es mucho, en la buena fe del juez Gómez Bermúdez, no cabe calificar sino de decepcionante por cuanto deja multitud de interrogantes sin responder. Pero, eso sí, ya se encargan desde el Gobierno de imponerla como la indiscutible 'verdad judicial' a la que hay que atenerse irremisible e incondicionalmente, so pena de ser sometido a escarnio público. Así, quienes contra viento y marea se empeñan todavía en continuar investigando sobre los atentados merecen cuando menos el calificativo de 'conspiranoicos'. Incluso el mismo Zapatero tuvo la audacia de comparar en el Parlamento las novedades que se publicaban acerca del 11-M con el mito de Elvis, gesto de desprecio que indignaría sobremanera a las asociaciones de víctimas.



Por mucho que intenten hacernos comulgar con ruedas de molino, esa 'verdad' parcial, prefabricada, incongruente y llena de dudas que nos quieren vender en absoluto puede corresponderse con la auténtica verdad de unos atentados, los más graves en la historia de Europa, que para más inri supusieron un punto de inflexión en la vida política española; porque, por desgracia, los terroristas, fueran quienes fueran, consiguieron su objetivo, que no era otro que echar al PP del Gobierno de España para hacer posible un giro en la política nacional e internacional, que efectivamente acabó produciéndose. Seis años después, la cruda realidad es que desconocemos circunstancias tan significativas como el 'modus operandi' de los atentados, el explosivo que se utilizó y, sobre todo y en consecuencia, lo que se llama 'autoría intelectual', es decir, de dónde o de quién partió la idea y la orden de cometer la masacre. Además, las sospechas de que se manipularon y ocultaron pruebas con el fin de inducir a los investigadores a que transiten por el camino erróneo son cada vez más fundadas.

Mientras no consigamos despejar tan importantes incógnitas, el 11-M seguirá siendo la gran asignatura pendiente de nuestra democracia. A estas alturas, y toda vez que Zapatero ganó unas segundas elecciones, nadie debería aducir que con ello se pretende obtener réditos políticos, algo que ya lograron, por cierto, quienes violaron la jornada de reflexión del 13-M. Intentar averiguar toda la verdad sobre los atentados es simple y llanamente un acto de justicia para con las víctimas, el mejor y más merecido homenaje que les podemos tributar.

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