Sin duda, un caso digno de estudiar en las facultades de Políticas e Historia como paradigma de una nación absolutamente pujante que, inexplicablemente, es capaz ella misma, y ella sola, de complicarse la vida en un corto período de tiempo y de resultas de precipitadas y erráticas decisiones, no solo de sus dirigentes políticos, sino de un "pueblo", o un electorado, que, proclive a dejarse llevar por los cantos de sirena de un populismo desgraciadamente en boga, parece empeñado en desfilar de camino al precipicio. Porque, por ejemplo, el "Brexit" no es solo consecuencia de una irresponsable temeridad, la del anterior Primer Ministro conservador David Cameron, al convocar un referéndum innecesario y de consecuencias imprevisibles, sino fundamentalmente de un veredicto expresado en las urnas, por muy incomprensible que nos parezca.
Aun así, y dadas unas circunstancias políticamente adversas (sobre todo, el ínfimo nivel político de los candidatos de los dos grandes partidos, el más bajo desde la posguerra), los resultados finales de las elecciones al Parlamento británico no han sido malos del todo para los intereses de la Unión Europea, e incluso es posible que para el propio Reino Unido: así, pese a que los conservadores han perdido la mayoría absoluta (a siete escaños de los requeridos 326), Theresa May gobernará con el apoyo, es de suponer que estable, de los diez parlamentarios de los Unionistas del Ulster, tradicionales aliados del Partido Conservador y que, precisamente, se han caracterizado en campaña por abogar por un "Brexit" suave (cabe recordar que en Irlanda del Norte ganó el «remain», la permanencia en la Unión Europea). Lo que sin duda contribuirá a atemperar a los conservadores partidarios de una salida de la UE con "portazo", entre los que hasta ahora parecía encontrarse la misma May.
Por lo demás, no dejan de ser buenas noticias que un radical demagogo y alejado de la tradición de socialismo fabiano como Jeremy Corbyn, que, en un alarde de "posverdad" propio de la izquierda populista, se ha permitido incluso proclamarse ganador de las elecciones a pesar de caer claramente derrotado tanto en escaños como en votos, se haya quedado sin posibilidades de ser Primer Ministro; que el Partido Conservador, pese a todo, y bajo el liderazgo emergente de Ruth Davidson, haya puesto una pica en la mismísima Escocia y haya contribuido de esta forma al hundimiento del independentismo escocés; y que el eurófobo UKIP, ahora sin el lenguaraz y reconocido mentiroso Nigel Farage, haya sufrido tal descalabro (del 12,5% en 2015 a apenas el 2% de estos comicios) que haya derivado venturosamente en una fuerza política extraparlamentaria.
En realidad, no, no ha ido mal del todo. La verdad es que la muy mejorable categoría política demostrada hasta ahora por quien, pese al fracaso de su empeño personal en adquirir legitimidad con una amplia mayoría absoluta parlamentaria que no ha logrado, va a seguir siendo Primera Ministra del Reino Unido, no augura un futuro precisamente halagüeño. Pero quién sabe si estas elecciones, y esta nueva legislatura que echará a andar, allanan el camino hacia un derrota definitiva de las corrientes separatistas y separadoras que tanto daño hacen al Reino Unido.
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