jueves, 10 de mayo de 2012

¿RESCATES BANCARIOS? DEPENDE...

Que el Estado intervenga directamente en el sistema financiero, bien 'inyectando' dinero público, bien entrando como accionista en las entidades bancarias, puede parecer radicalmente contrario a la más pura ortodoxia liberal. De la misma manera que 'nacionalizar', siquiera parcialmente, una empresa contradice los más elementales principios del liberalismo económico, igual consideración debería merecer que se procediera de la misma forma con un banco. Ahora bien, en este caso hemos de tener en cuenta el cometido básico y fundamental que el sistema financiero cumple precisamente en un régimen económico de libre mercado, más o menos intervenido: hasta el punto de que si se le deja caer, las enormes perjuicios provocados a corto plazo serían irreversibles. De ahí que insignes economistas liberales contemporáneos sí justifiquen, en determinados supuestos y bajo estrictas condiciones, los 'planes de rescate' bancarios, o al menos maticen su postura contraria; o que aquellos países con mayor tradición de libre mercado, como son Estados Unidos y Gran Bretaña, cuenten ya con un largo historial de nacionalizaciones, parciales y totales, de entidades financieras, especialmente en tiempos de crisis.

Con el fin de 'rescatar' a Bankia (de cuyo fracaso es responsable una vez más el Banco de España como órgano supervisor, y más concretamente su todavía gobernador, el nefasto Miguel Ángel Fernández Ordóñez), el Gobierno del PP ha optado precisamente por el modelo anglosajón: que el Estado se haga con la mayor parte del capital de la entidad (concretamente un 45%) al convertir en acciones los 4.465 millones de euros que iba a aportar el Frob en forma de préstamo, que a su vez han servido para nacionalizar el 100% de la matriz, el Banco Financiero y de Ahorros. Por supuesto, esta entrada del Estado como principal accionista debe ser una medida transitoria para transmitir tranquilidad a los depositantes, disipar las dudas de los mercados y dar el primer paso para garantizar la solvencia del banco; en un futuro no muy lejano, ha de vender los activos que posea y así amortizar la deuda pública.

Esta modalidad de rescate bancario, en cuanto que no implica al contribuyente y requiere control y nitidez, es, dentro de lo malo, preferible a la 'inyección' pura y dura de dinero público a fondo perdido y sin la debida transparencia; procedimiento, cabe recordar, elegido por el anterior Gobierno del PSOE, que sin embargo ha tenido el descaro de hacer demagogia barata mientras se suponía que el actual Ejecutivo acabara obrando de la misma forma para salvar a Bankia. Pero el cambio de fórmula de intervención ha dejado al ínclito Rubalcaba sin argumentos, que para más inri no ha tenido más remedio que pasar por el aro para no perjudicar los intereses de una entidad acreedora de su conglomerado mediático favorito. Malo, pero no tonto.

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