
Lástima que el devastador terremoto que ha sufrido Japón no haya coincidido con el mandato del mefistofélico Bush, o de algún presidente republicano que, más o menos afecto a los 'ultras' del 'Tea Party', sea contrario a seguir a pies juntillas las indubitables prescripciones de la verdad revelada 'verde'. Ya se hubiera señalado a un culpable, por supuesto 'yanqui', con nombre y apellido. Eso sí, la inefable ecoprogresía, inasequible al desaliento, ha tenido a bien aprovechar la conmoción mundial provocada por el desastre nipón para intensificar su campaña contra la energía nuclear: ha visto la ocasión pintiparada para volver a situar en el primer plano de la actualidad una de sus 'causas' fundamentales, últimamente muy de capa caída.
Lo cierto es que, contando como siempre con la inestimable ayuda de la mayor parte de los medios de comunicación, tan dados en estos casos al sensacionalismo, lo ha conseguido plenamente. Para ello, no ha ahorrado en el uso de mentiras y medias verdades, auténtica 'marca de la casa', con el fin de intentar confundir y manipular a una opinión pública ya de por sí inquieta y perpleja. Desde luego, la comparación con el accidente nuclear de Chernóbil es absolutamente intencionada: se trata de colocar una tragedia derivada tanto de la incompetencia técnica como del desprecio a la vida humana, propios del sistema comunista, exactamente al mismo nivel que unos daños provocados por una catástrofe natural con escasísimos precedentes en la historia. Falsificación muy burda, pero tremendamente efectiva si se tiene en cuenta que este tipo de mensajes calan en una población mayoritariamente desinformada; a la que tendremos que acabar explicando, ante las pretensiones 'ecolojetas' de convertir el efecto en causa, que lo que aconteció en Japón fue un terremoto de colosales dimensiones, y no un desastre nuclear.

Es especialmente en situaciones de convulsión e incertidumbre generalizadas, en las que se acentúan los temores y las demandas de seguridad por encima de cualquier otra consideración, cuando los apologistas 'rojiverdes' del catastrofismo se mueven como pez en el agua. Como denunciaba el célebre novelista y cineasta Michael Crichton en una de sus novelas, es del 'estado de miedo', muchas veces inducido, de donde saca provecho y halla su supervivencia el poderoso 'lobby' ecoprogre, que se empeña en que la energía que consumamos siga siendo cara, ineficiente y, en algunos casos, contaminante. Y es que, en realidad, prevalece la defensa de determinados intereses corporativos; y qué mejor manera de disfrazarlos que por medio de un discurso supuestamente comprometido con la protección del medio ambiente... y de nuestra propia vida.
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