martes, 7 de diciembre de 2010

ATERRIZA, Y DESPEGA, COMO PUEDAS


En este caso, no ha habido ni torpeza ni estulticia. Limitar por decreto las condiciones laborales de los controladores aéreos justamente la víspera de un largo fin de semana ha sido un acto plenamente consciente y deliberado. Hay que tener en cuenta que quien tras la última remodelación ha pasado a ejercer de verdadero presidente del Gobierno es Alfredo Pérez Rubalcaba. Y es bien sabido que el 'Rasputín' hispano no suele dar puntada sin hilo: El personaje es de la piel del diablo, pero de tonto no tiene un pelo. Ahora bien, en esta ocasión, como en otras, ha podido pasarse de listo al no prever determinadas contraindicaciones derivadas de ésta su última gran maniobra política, efectista pero que a corto y medio plazo adolecerá de muy escasa efectividad.

De todas formas, había que hacer lo posible y lo imposible para que las impopulares medidas anunciadas (y leídas) por Zapatero en el Parlamento, y otras posteriormente aprobadas en Consejo de Ministros, como la subida de los impuestos del tabaco y el alcohol, pasaran absolutamente desapercibidas. Además, una encuesta publicada por el mismísimo diario de Prisa era sencillamente demoledora para el PSOE: 19 puntos ya de ventaja para el PP. De ahí que 'Producciones Rubalcaba' decidiera proyectar durante el puente de la Constitución una mala versión de 'Aterriza (y despega) como puedas', en la que el Gobierno, tras provocar a la casta de los malvados controladores aéreos, surge como superhéroe para poner orden en los aeropuertos. Pero la película ha acabado siendo tan chusca que no ha obtenido sino pataleos y ensordecedores abucheos, amén de un daño irreparable para nuestra ya de por sí maltrecha economía. Y la muy deteriorada imagen de España, más por los suelos si cabe.

Si alguna virtud indiscutible ha tenido esta crisis es que ha servido para que el relevo soterrado que ha tenido lugar en el poder dentro del PSOE, y por ende en el Ejecutivo, quedara claramente al descubierto. Por tanto, en realidad no es reprochable que no fuera Zapatero el que diera cuenta a los españoles del primer estado de alarma decretado en nuestra democracia: Debía hacerlo el presidente del Gobierno 'in pectore', que no es otro que Rubalcaba. ¿Permitirán además tan graves acontecimientos meter en cintura por fin a aquel clan de privilegiados por mor del monopolio público? Mientras no se emprenda una auténtica liberalización del sector, nunca. Máxime cuando Blanco, el otro gran aspirante a heredar en posición de ventaja las migajas del decadente zapaterismo, ha establecido pocos días después del órdago una división entre 'buenos' y 'malos' controladores. Lo que, obviamente, suena a nueva componenda que, al modo lampedusiano, todo cambie para que todo siga igual. Porque, a la hora de la verdad, pese a que se le ha mentado como ejemplo a seguir, la respuesta de este Gobierno a tan inadmisible chantaje poco ha tenido que ver con la firmeza y la determinación que mostró Reagan en su momento: Mucho expediente abierto, pero ni un solo despido fulminante.

Y mucho cuidado con el estado de alarma en vigor, que este Gobierno a la deriva puede tomarle el gusto. Todo un peligro que se amplíe más de la cuenta, sobre todo si se encuentra al frente un declarado enemigo de las libertades como es Rubalcaba.

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