Ha resultado muy significativo que las "bases" del PSOE hayan rechazado a la candidata apoyada por ese mismo "viejo testamento" que cosechaba amplísimas mayorías absolutas en las urnas, y que en cambio hayan respaldado de manera entusiasta a quien ha pasado, como decía un mediático político socialista madrileño, del peor resultado de la historia al peor resultado de la historia. Apenas 190.000 afiliados, o la mitad de ellos, pues, han decidido inmolarse, pero no deberían imponerse sobre millones de votantes y, ni mucho menos, llevarse por delante a España.
Porque lo más preocupante, con serlo, no es la "podemización" del PSOE tras la elección de Pedro Sánchez por una militancia escasa y radicalizada, sino su posición ante la nueva vuelta de tuerca del desafío golpista del separatismo catalán. Cabe preguntarse si va a actuar con la firmeza que cabría esperar de un partido hasta ahora garante del sistema constitucional y la unidad nacional, o si procederá con una ambigüedad tacticista con tal de ganarse, por si es preciso en algún momento, el respaldo independentista y, de paso, dejar solo a su odiado Rajoy con tal de intentar contribuir a su desgaste.
Tras llegar a definir en pleno debate de primarias la nación, no como concepto discutido y discutible como hiciera su más nefasto antecesor, sino como "un sentimiento", todo cabría esperar de semejante veleta político transmutado en extremista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario