lunes, 8 de mayo de 2017

LA DERROTA DE UNA "FRANCIA PROFUNDA"


Como estaba previsto, el socio-liberal Emmanuel Macron se ha hecho con la presidencia de la República de Francia al imponerse de manera concluyente a la ultra nacionalista Marine Le Pen. Por tanto, y al menos de momento, respira la Francia de los valores republicanos rescatados por De Gaulle, y la Unión Europea, mal que bien, continúa sobreviviendo.

La primera vuelta de las presidenciales francesas nos dejó un mapa electoral significativo y, en cierta manera, preocupante. Era obvio que iba a haber cambios el 7 de mayo, cuando Macron y Le Pen se enfrentaran cara a cara en las urnas: hasta el punto de que el candidato centrista ha ganado en prácticamente todas las circunscripciones. Ahora bien, de esa primera votación en la que, no lo olvidemos, se reflejaba en mucha mayor medida la pluralidad política existente en la sociedad francesa, se desprendía que en las zonas rurales, en aquellas que todavía no han superado la reconversión industrial de los 80 y han sufrido en mayor medida los embates de la crisis económica, y además en las de mayor inmigración, se impuso la candidata de la ultraderecha; y sin embargo en las grandes capitales, en los territorios más urbanizados y de mayor presencia de la industria de las nuevas tecnologías, en suma, en las regiones económicamente más abiertas y desarrolladas, ganó el socio-liberal. 

Salvando las distancias y peculiaridades, encontrábamos claros paralelismos con las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, en las que el elector urbano y residente en lugares de mayor dinamización económica se decantó por Hillary Clinton, mientras que Trump se atrajo al voto rural y afectado por la crisis industrial y las "deslocalizaciones", hasta el punto de que acabó dándole la victoria.

Podríamos afirmar, por tanto, que, como en el gigante norteamericano, también hay y se consolida una "Francia profunda", más "chauvinista", más ensimismada y recelosa, no solo hacia la Unión Europea, sino hacia los cambios y la modernización económica que requiere un mundo globalizado y abierto. Desde luego, resulta muy significativo que los dos extremos del espectro que representan Le Pen y Mélenchon, que coinciden casi al cien por cien en un discurso radicalmente globalifóbico, antiliberal y anti-UE, aglutinaran entonces nada menos que el 41% de los votos.

Pero, afortunadamente, los franceses tuvieron que optar en la segunda vuelta de las elecciones a la presidencia de la República, no entre los dos extremos que tanto se tocan, sino entre la ultra Marine Le Pen y el moderado Emmanuel Macron, por lo que la decisión de una mayoría favorable a la sociedad libre y abierta, los valores tradicionales del republicanismo francés y la permanencia de Francia en la Unión Europea, frente a esa "Francia profunda" emergente pero todavía minoritaria, ha sido absolutamente clara. Tanto como si el contrincante de la hijísima del viejo Le Pen hubiese sido el conservador François Fillon, de lo que, por cierto, y pese a todo, no se quedó muy lejos.

Eso sí, al nuevo y joven presidente de la República no le espera precisamente un camino de rosas: su partido, de "aglomeración", construido a toda prisa y todavía con escasa implantación, no va a tener nada fácil ganar las elecciones legislativas de junio, y no sería de extrañar que se vea obligado por tanto a "cohabitar" con un primer ministro de signo político distinto al suyo (como se dio en los casos del presidente Mitterrand, socialista, con el primer ministro Chirac, gaullista, y del mismo Chirac, entonces presidente, con el socialista Jospin como primer ministro).

Muy posiblemente tenga finalmente que compartir el poder con un primer ministro gaullista, de centro-derecha, ya que Los Republicanos refundados por Sarkozy son el partido consolidado que más votos moderados puede atraerse de la corriente de rechazo al socialismo que, visto está, impera ahora en el electorado francés. Lo cual tampoco sería el peor escenario para el propio Macron, sobre todo si logra nombrar a un conservador lo suficientemente liberal en lo económico como para identificarse con las políticas reformistas que propugna. Veremos.

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