Pues bien, ante semejante equidistancia, que hemos de esperar de nuestros 'clásicos' del buenismo más o menos 'progre', cabe afirmar tajantemente que esos dos criminales imbuidos en odio y perversidad han asesinado al Padre Hamel en una iglesia de Normandía porque predicaba la religión de la dignidad del ser humano, el amor, la misericordia y la paz; esto es, los mismos valores que el integrismo islámico que representa en este caso el Daesh aborrece y que pretende borrar de la faz de la tierra, junto a todos los 'infieles' que no se le sometan. Algo que terminará consiguiendo si en Occidente continuamos asistiendo impávidos a esta guerra global que se nos declaró desde el mismo 11-S, y que estamos sufriendo con especial intensidad y dramatismo estos días en Europa por mucho que no queramos verlo, y hagamos dejación de la defensa y preservación de nuestro modo de vida y nuestros sistemas democráticos basados en los derechos y libertades individuales. Bien al contrario, debemos actuar y responder a esta lacra con la unión y la firmeza requeridas, por supuesto; pero también teniendo claro de una vez por todas que, por muy elevados ideales que nos muevan y bonitas palabras que empleemos, jamás lograremos integrar a quienes nos rechazan, nos odian e incluso nos matan.
Frente a este nuevo acto asesino y sanguinario procedente de la vesania y la intolerancia criminal de un yihadismo que persigue la aniquilación de toda una civilización, la nuestra, de raíces cristianas, cabe proclamar alto y claro: "Je suis catholique".
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