Y de repente, algo empezó a moverse: tras su primera entrevista en público con el presidente del Gobierno en funciones, Albert Rivera pasó del 'no queremos a Rajoy ni en pintura' a abrir la
puerta a la abstención para facilitar la investidura del claro ganador
de las elecciones. Un avance, desde luego, aunque, de mantener esta su
nueva posición, Ciudadanos perdería una ocasión histórica para, no ya
influir decisivamente en la gobernación, sino formar parte de un
Ejecutivo desde el cual poder implementar esas reformas que propugna.
Pero, claro, asumir responsabilidades de Gobierno al más alto nivel no
es plato de gusto, y menos en estos tiempos.
Pero fue después de la reunión de su Ejecutiva (que es casi tanto como reunirse consigo mismo) cuando Rivera confirmara que los 32 diputados de Ciudadanos se
abstendrán en la sesión de investidura de Mariano Rajoy, eso sí, en
segunda votación (¿y por qué no en la primera ya, si de lo que se trata
realmente es de no impedir la formación de un nuevo Gobierno?). Por su
parte, Pedro Sánchez, tras un encuentro con el propio Rajoy
que tuvo al menos la virtualidad de durar casi una hora más
que aquella del 'no, no, no; ¿qué parte del no no ha entendido?', afirmó que 'a día de hoy', y como cabía esperar, el voto del PSOE
será en contra del candidato del PP. Todo indicaba, por tanto, que quedaba por delante un tortuoso camino por recorrer, aunque Rajoy cuenta con una nada
despreciable ventaja para acabar llevándose el gato al agua, y él bien
que lo sabe: ni al PSOE ni a Ciudadanos les interesa unas terceras
elecciones. Sea como fuere, se hace camino al andar.
Hasta que saltó la noticia: el presidente del Congreso de los Diputados iba a ser del
Partido Popular gracias a un acuerdo alcanzado con Ciudadanos, al que como contrapartida se
le cederían dos puestos en la Mesa, uno de ellos la vicepresidencia primera. Un pacto, en cualquier caso, muy significativo e indiciario, pese a que Rivera saltara rápidamente a la palestra para circunscribirlo única y exclusivamente a la constitución de la Cámara Baja, como por otra parte corresponde al proceso de 'tiras y aflojas' que ha de darse en cualquier negociación. También se encargarían desde el propio partido 'naranja' y medios afines de resaltar supuestas imposiciones de 'vetos' para atribuirse el mérito de un acuerdo... que ha llevado a la presidencia de las Cortes a alguien que siempre ha formado parte del más estrecho círculo de confianza de Mariano Rajoy. Pero, en fin, hay quienes presumen todos los días de ser unos brillantes estrategas políticos, y hay a quien no le hace falta; entre otras razones, porque con hechos lo suele demostrar.
Así, tras la celebración de la segunda votación, Ana Pastor se confirmaba como la nueva presidenta del Congreso de los Diputados y, por tanto, de
las Cortes españolas. 169 votos (PP+Ciudadanos) ha cosechado su
candidatura, frente a los 155 (PSOE+Unidos Podemos) de la de Patxi
López. El resto de la Cámara se ha abstenido. Comienza la XII
Legislatura con el primer triunfo parlamentario de una mayoría simple de
centro-derecha. Aun así, algunos se empeñarán con que Mariano Rajoy se
ha limitado estos días a fumar puros y a leer el Marca, típico tópico
del antimarianismo que, a izquierda y a derecha, cada día que pasa queda más en ridículo. Pues
menos mal: otros, entre uno y otro 'no', han estado de veraneo por
Mojácar y Benidorm y bien poco, por no decir absolutamente nada, que han conseguido. Y en cuanto al
insigne fan de 'Juego de Tronos'... se ha encallado ahí, en la ficción; aunque siempre podrá contribuir a convertir la sede de la soberanía nacional en un circo, dada la nula consideración que, como buen chavista, le merece la democracia representativa y parlamentaria.
Ana María Pastor Julián, quien ha demostrado ser una eficacísima gestora tanto como Ministra de Sanidad con Aznar, como de Fomento con el
propio Rajoy, es ahora, pues, la tercera autoridad de la nación. Además, es, tras Luisa
Fernanda Rudi, también del PP, la segunda mujer en la historia de la
democracia que preside las Cortes. Así pues, parafraseando en este caso a David
Cameron (porque hasta las calamidades políticas aciertan de vez en cuando) a propósito del nombramiento de Theresa May como Primera
Ministra británica: el marcador está 2-0 contra el socialismo, contra ese 'progresismo' que tanto
alardea de feminismo.
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