jueves, 1 de diciembre de 2016

GASTE YO CALIENTE, RÍASE... LA GENTE

Que el populismo de ultraizquierda que encarna el Mesías Iglesias (y no solo, porque menudo espectáculo lamentable ha dado estos días buena parte de la izquierda supuestamente moderada) haga panegíricos del cruel y sanguinario dictador Fidel Castro, que al fin y al cabo nunca ha dejado de ser uno de sus más luminosos faros ideológicos, no debería extrañarnos a estas alturas. Ni tan siquiera que las palabras pronunciadas en su literalidad por el mismísimo Líder Máximo a propósito de un debate sobre la "feminización" de la política plasmen su verdadera e íntima concepción del feminismo "progresista", muy similar al que defendía una Pilar Primo de Rivera, que tanta fortuna hizo en el primer franquismo: la mujer ha de desempeñar un papel protagonista, sí, pero en las labores asistenciales propias de su natural instinto maternal. Los supuestos extremos ideológicos suelen terminar tocándose, y además en este caso concreto la obra personal coincide plenamente con las proclamas; si bien cabe reconocer que, respecto a sus declarados deseos de "azotar hasta que sangre" a Mariló (que no Irene) Montero, algún avance se advierte. No, lo que verdaderamente escama en alguien que además presume de ejercer el liderazgo de la oposición "in pectore" es el escasísimo nivel de aquello que precisamente más se le ha elogiado por parte de propios y extraños: su preparación, conocimiento y puesta al día de los asuntos políticos, constitucionales y parlamentarios fundamentales. Deficiencia que, intervención tras intervención en el Congreso, y pese a su sobre el papel brillante currículum académico como politólogo, resulta cada vez más evidente.

Así, en su primer "cara a cara" parlamentario con el presidente del Gobierno, pretendía reprochar a Rajoy su supuestamente abusiva utilización del veto sobre iniciativas del legislativo que conlleven incrementos del presupuesto, práctica que además atribuía a, cómo no, una preceptiva sumisión a dictados procedentes de Berlín. Pero no, no es la malvada madrastra Angela Merkel, señor Iglesias: es ni más ni menos que la Constitución, cuyo artículo 134, punto 6, establece que "toda proposición o enmienda que suponga aumento de los créditos o disminución de los ingresos presupuestarios requerirá la conformidad del Gobierno para su tramitación". Una disposición tan de sentido común que la recoge nuestra Carta Magna desde su misma originaria concepción en 1978, en pleno consenso socialdemócrata; mucho antes, por tanto, que aquella reforma del artículo 135 tan denostada y tachada de "neoliberal" por esa izquierda más o menos radical, siempre manirrota con el dinero de los demás, que ni se atiene al principio económico básico de que los recursos son escasos ni, en consecuencia, le importa machacar a impuestos a los sectores más productivos de la sociedad ni endeudar a las próximas generaciones. Gaste yo caliente, ríase... la gente.

El problema reside, no solo en que a esta extrema izquierda bolivariana le falta precisamente rigor y sensatez, algo que "va de soi", sino en que su Mesías, tan supuestamente preparado políticamente y dotado intelectualmente, ha demostrado un desconocimiento supino de los contenidos y mecanismos más básicos de la Constitución española. Que la rechaza y desea suprimirla al chavista modo, está claro; pero mientras continúe en vigor sigue siendo la Ley de Leyes, y por tanto debería esforzarse en conocerla en profundidad. Posiblemente sea mucho pedir, pero ejercer un liderazgo de alto nivel político conlleva este tipo de sacrificios.

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