Naturaleza colectivista y de ribetes totalitarios de un nacionalismo que anula cualquier individualidad por cuanto a esta se la somete siempre a la uniformidad exigida por la etnia. De ahí sus políticas liberticidas (en enseñanza, comercio, medios de comunicación...) orientadas a la ingeniería social y la construcción de un régimen de pensamiento único; de ahí demostraciones de fuerza plasmadas en exhibiciones típicamente fascistoides como la que tuvo lugar con motivo de la entrada al Palacio del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña del mártir (que no héroe, como demostró en su cobarde declaración en la sala) Mas, que se permitió responder a la fidelísima, inquebrantable y entusiasmada concurrencia (en la que resaltaban las varas en alto de los alcaldes) con un saludo de significado tribal, brazo arriba. Gesto que puede parecer grotesco, como de hecho lo es, pero que resulta a su vez muy simbólico y revelador: se trata de la pura apelación a las vísceras, a la mera pertenencia grupal frente al 'otro'.
El etnicismo, por su propio carácter irracional, no se para en barras ni ante las libertades individuales, ni ante las leyes. Las concentraciones de partidarios del separatismo a la puerta de la sede del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y los desfiles procesionales de los miembros del Gobierno de la Generalitat junto a la consejeros imputados, culminados en el éxtasis 'masiano', significaron, amén de la escenificación del victimismo tan propio del nacionalismo, un intolerable acto de presión de un Ejecutivo autonómico hacia la Justicia y, como tal, un ataque al Estado de Derecho. Lo que viniendo del nacionalismo catalán, que si por algo se caracteriza es por pasarse por el forro de sus caprichos la Constitución y las leyes, no tendría que extrañarnos: si atropellan la soberanía nacional del pueblo español, por qué no iban a hacer lo mismo con Montesquieu y la división, siquiera formal, de poderes.
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