Porque, ya puestos, ¿por qué elevarlo solo a 1.000 euros y no a 2.000? Así todos cobraríamos más por nuestros trabajos y seríamos más ricos, ¿no? Y qué sencillo sería. Pero es que resulta que los principios de la economía y su aplicación a la vida real son muchísimo más complicados. La misma fijación de un Salario Mínimo expulsa a buena parte de un determinado sector de la sociedad, concretamente al más joven y sin titulación, del mercado laboral, porque con ello la oferta de trabajo dirigida a ese sector disminuye considerablemente: vamos, que el mismo SMI crea ya de por sí paro. Y cabe imaginar hasta qué punto si además lo subimos arbitrariamente, o al albur de corrientes más o menos demagógicas o electoralistas.
No se trata de una apreciación personal de índole ideológica, ni de pura teoría procedente de los economistas 'neoliberales' llevados por sus prejuicios favorables al 'capitalismo salvaje'; prácticamente cualquier economista más o menos solvente, sea liberal, sea socialdemócrata (y que no tenga como tarea, muy legítima por otra parte, desgastar al Gobierno de turno y hacer populismo fácil en la búsqueda de votos), sostiene lo mismo, porque además la práctica en ese sentido es muy indicativa: precisamente aquellos países europeos que carecen de Salario Mínimo (como Suiza, Suecia y Alemania), no solo cuentan con los índices de desempleo más bajos, sino que los sueldos que se pagan por esos lares son, por ejemplo, un 65% superiores a los de la media en España.
Así pues, y con semejantes propuestas, no son de extrañar los indudables 'éxitos' del PSOE en materia de empleo. El más reciente: los 3,5 millones de parados bajo su último Gobierno. El de Zapatero, en efecto. He ahí el camino que nos señala Pedro Sánchez.
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