lunes, 19 de enero de 2015

TANIA, O LA LEY DEL EMBUDO

Una chica que, como concejal, concedió una subvención a una asociación fundada por ella misma, y que, un mes después, votó a favor de adjudicar un contrato del Ayuntamiento a una cooperativa de su hermano, que llegó a recibir un total de 1,3 millones de euros. Su respuesta, al modo de sus duramente criticadas Cristina de Borbón y Ana Mato: no sabía nada de lo que se cocía en su propia familia. Si hiciéramos abstracción de que es una política de Izquierda Unida (y que, por tanto, disfruta de una especie de patente de corso mediático y 'moral' por su calidad de 'progre más progre que nadie'), y de que además cuenta con el respaldo público ('no dudo de la honorabilidad de Tania Sánchez') de su 'compañero sentimental', que no es otro que el Providencial e Intocable Mesías de la Santa y Madre Izquierda (en virtud de lo cual la patente de corso pasa a convertirse en una suerte de inviolabilidad propia de un Jefe de Estado), ¿podría aspirar a presidir una autonomía como la Comunidad de Madrid?

Es más: ¿se permitiría seguir dando lecciones de ética y moral en las tertulias televisivas e incluso, cual Savoranola roja, lanzando insidias contra sus adversarios dialécticos socapa de exigirles un comportamiento impoluto? ¿Continuaría ocupando un escaño como diputada en la Asamblea Regional de Madrid, o bien al contrario hubiese dimitido, 'motu proprio' o forzada por la gran presión mediática y política en contra suya?

Imaginemos por un momento que, además, la chica fuera del PP. Entonces las respuestas a las tres preguntas formuladas sí se antojarían obvias: por supuesto que no. Pero, en este caso concreto, se aplica la ley del embudo, aquella que se basa en la impunidad derivada de la superioridad moral de la izquierda. Una vez más.

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