No faltarán empero los cenizos de turno, los mismos que cuando la prima subía meteóricamente encendían todas las alarmas y culpaban de ello al recién llegado Gobierno del PP, que ahora le quitarán importancia a la evolución del indicador aseverando que no tiene incidencia alguna en nuestros bolsillos. Pero conviene desmontar, una vez más, argumento tan falaz: de la reducción de la prima de riesgo se benefician, por una parte, las cuentas del Estado, que de esta forma ahorra dinero al lograr financiar su deuda a un coste considerablemente menor (sin ir más lejos, el bono español a diez años ha caído al mínimo histórico del 1,517%), y gracias a lo cual destina dinero a otras partidas, como prestaciones al desempleo o inversiones en infraestructuras; y, por otra parte, las empresas españolas, que pueden financiarse con mayor facilidad en los mercados y, por tanto, expandirse y, con ello, crear puestos de trabajo.
Sin obviar la influencia de las perspectivas de crecimiento económico general en Europa (pese a la incertidumbre generada por el preocupante panorama político en Grecia), no deja de ser mezquino negar que la mayor confianza que lleva transmitiendo desde hace tiempo nuestra economía (que ha pasado de 'enferma de Europa' a ser generalmente considerada como el mejor ejemplo a seguir) se debe, al menos en parte, a la imagen de rigor y solvencia favorecida por las medidas de ajuste y reformas económicas del Gobierno de Rajoy. Aunque donde residen los principales méritos es en una sociedad civil española de nuevo a la altura de las circunstancias; muy especialmente aquellos sectores más dinámicos y emprendedores que han demostrado saber hacer frente a las peores adversidades, y que sin duda lideran la ya presente recuperación económica. Ya iba siendo hora de que se les facilitara fiscalmente su loable labor de creación de riqueza y prosperidad.
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