Finalmente, la primera vuelta de las elecciones a la Presidencia de la República Francesa ha arrojado los siguientes resultados: Hollande (PSF, centro-izquierda), 28,5% de los votos; Sarkozy (UMP,
centro-derecha), 27%; Marine Le Pen (FN, extrema derecha), 18%;
Mélenchon (FI, extrema izquierda), 11%. Pese a estos datos tan
significativos (en los que la izquierda ha quedado muy lejos de alcanzar la mitad de los sufragios), muchos dan por hecha la victoria del candidato
socialista en la segunda vuelta. Pero, a no ser que consideremos como hecho inevitable que los
electores de Le Pen, movidos por su profundo odio al actual Presidente de su nación, acaben acudiendo casi en masa a las urnas para votar a
Hollande, no parece tan claro que vaya a producirse el relevo en el Palacio del Elíseo.
Porque, aún teniendo Hollande
asegurado el voto de la izquierda, ésta solo ha conseguido aglutinar el
40 por ciento, con lo cual le faltaría un 10 por ciento que es muy
dudoso que lo aporten los votantes de Le Pen, ya que para ello
aproximadamente la mitad de ellos tendría que inclinarse por el
socialista en la segunda vuelta. Fenómeno de 'voto prestado' que, a pesar de las evidentes coincidencias en materia económica entre el neofascismo lepenista y la izquierda en general, está por ver que finalmente se produzca. Por ejemplo, Juan Pedro
Quiñonero, veteranísimo corresponsal en París, apuesta por una victoria
de Sarkozy basándose en el cálculo de que precisamente la mitad del apoyo electoral
a Le Pen terminará respaldando al candidato del centro-derecha. En cualquier caso, esperaremos acontecimientos.
Por tanto, el inmediato porvenir político y económico de Francia, y con ello el de Europa, se encuentra en el aire. Sea como fuere, no dejan de sorprender determinadas muestras de adhesión a Hollande, y no todas procedentes de la izquierda política y mediática, debido a la supuesta conveniencia de que el socialista francés ejerza de 'contrapeso' de la canciller Merkel; coyuntura que incluso se quiere presentar como beneficiosa para España. ¿Qué contrapeso, el del dispendio y
la quiebra frente a la racionalidad y la austeridad? ¿El que haga
interminable la crisis? ¿El que le dé el tiro de gracia al euro? De ahí a pedir el
regreso de Zapatero para que nuestros nietos sigan chapoteando en la
ruina hay solo un paso. Definitivamente, no aprendemos.
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