
Mientras la cuantiosa herencia económica del PP se mantenía por pura inercia, alguien que había alcanzado la presidencia del Gobierno mucho antes de lo previsto y a lomos de la conmoción derivada de unos atentados terroristas, podía permitirse el lujo de mostrarse tan sectario e irresponsable como para jugar al furibundo antiamericanismo, al cambio de régimen, al 'cordón sanitario' contra el PP, a la memoria histórica, a la ingenería social y, en suma, a cumplir los anhelos de la izquierda nihilista y posmoderna. De esta forma, se ganaba el favor del electorado más 'progre', al que le suele encantar estas batallitas contra su denostada 'derecha' (de donde la necesidad de 'crear tensión'), y a la vez parecía demostrar la compatibilidad de un Gobierno socialista con la generación de empleo, riqueza y prosperidad. Hasta que, ay, llegaron tiempos de zozobra, en los que el personaje, puesto ante la tesitura de una realidad esquiva, ha sido incapaz de disimular su ínfima categoría como gobernante.
Ni las urgencias electorales de los barones regionales socialistas, ni, con todos los respetos, los serios y desesperados ruegos de doña Sonsoles Espinosa; y, ni muchísimo menos, esa su supuesta intención, curiosamente no declarada hasta ahora, de permanecer en el poder al modo aznariano, esto es, tan solo dos legislaturas. Ha sido precisamente la que fuera su principal aliada para obtener su reelección, la economía, la que en cambio le ha forzado ahora a renunciar a presentar su candidatura en 2012.

La misma cortina que, otrora opaca y fulgurante, sirviera para tapar una fea desnudez, ha degenerado en tan mísera y transparente que ha acabado dejando al descubierto las peores vergüenzas. La economía, de cuyos resultados en cambio se apropiaba mientras marchaba viento en popa, ha terminado siendo la más evidente demostración de la ineptitud de Zapatero como gran dirigente político del que, precisamente en los momentos más complicados, se espera realismo, capacidad de liderazgo, firmeza e ideas claras. Su desprestigio ha alcanzado tan altas cotas que ha llegado a representar una auténtica rémora electoral, y de ahí que el PSOE haya decidido librarse de él ante la cercanía de los comicios autonómicos y municipales. Sin embargo, no se nos ha concedido al resto de los españoles la oportunidad de pronunciarnos al respecto: cabe preguntarse si nos merecemos el castigo de seguir soportando durante un año a un presidente del Gobierno que, a su natural torpeza política y económica, encima hay que unir su recién adquirida condición de 'pato cojo'. Doblemente renqueante, pues, para desgracia de la dañada España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario