jueves, 21 de enero de 2010

OJALÁ EL PROBLEMA FUERA COSPEDAL


Si algo tenemos claro en Murcia es dónde reside la culpa de que se nos regatee de manera tan mezquina un bien tan preciado como es el agua, y del que deberíamos disponer como ciudadanos españoles que somos: En el PSOE de Zapatero, quien, nada más llegar al poder, cerró y clausuró el grifo del Ebro, lo que a su vez sirvió para poner en tela de juicio la supervivencia o viabilidad de cualquier trasvase. Y también sabemos perfectamente que tal acto de 'trasvasicidio' obtuvo la entusiasta y vergonzante colaboración de los socialistas murcianos, cuyo líder traicionó los intereses de su Región al votar en el Congreso de los Diputados a favor de la derogación del proyecto del acueducto del Ebro. En consecuencia, el electorado murciano no se ha privado de pasarle al PSOE la correspondiente factura en las urnas siempre que ha tenido la oportunidad. Y de qué manera.

De ahí que los prebostes del socialismo murciano, y a propósito del debate sobre la infumable reforma del Estatuto de Castilla-La Mancha, hace tiempo que se hayan embarcado en una estrategia de muy dudosa eficacia, por mucho que cuenten en ese sentido con la ayuda que les presta determinada prensa: Atribuir a la posición defendida por el PP castellano-manchego y su presidenta, a la sazón secretaria general del PP nacional, la responsabilidad de la pretensión de acabar con el Tajo-Segura. De esa forma, se intenta transmitir el siguiente mensaje: Sí, es cierto, el PSOE eliminó el trasvase del Ebro; pero será el PP, plegado a las directrices de María Dolores de Cospedal, que además cuenta en el fondo con el apoyo de Rajoy, quien le acabe dando el tiro de gracia al Tajo-Segura.

Ojalá el problema fuera Cospedal. En tal caso, de bien poco tendríamos que preocuparnos los murcianos. Porque no es la señora Cospedal quien preside el Gobierno de Castilla-La Mancha: Es el socialista Barreda, que cuenta con mayoría absoluta en las Cortes castellano-manchegas. De tal manera que ha sido un Ejecutivo autonómico socialista, el de Castilla-La Mancha, el que ha ideado e impulsado un Estatuto que, arrogándose competencias que constitucionalmente ostenta el Estado (e imitando así a otras reformas de Estatutos de autonomía, por cierto), pone fecha de caducidad al trasvase del Tajo; precepto que si no ha salido adelante ha sido gracias al rechazo del PP, es decir, del Grupo Parlamentario Popular, en el Congreso de los Diputados.

Por contra, ha sido el Grupo Parlamentario Socialista, esto es, el PSOE, el que, con el fin de intentar salvar un posible 'consenso' haciendo uso de un burdo 'cambiazo', ha propuesto que se haga mención a una reserva estratégica de la cabecera del Tajo, lo que supondría en la práctica la definitiva sentencia de muerte del trasvase. Y es ahora el PSOE el que, ante la resistencia mostrada dentro del PP y la firmeza de los presidentes Valcárcel y Camps, amenaza sibilinamente con aprobar el Estatuto castellano-manchego apoyándose en los votos de los partidos nacionalistas e independentistas: Qué mejores compañeros de viaje para dar un nuevo y decisivo paso hacia la liquidación de la España constitucional, unida y solidaria, tarea que hace tiempo encabeza el zapaterismo.

Y es ahora un Gobierno, el de José Luis Rodríguez Zapatero, el que, en plenas negociaciones sobre la reforma del Estatuto, y so pretexto de unas obras en el acueducto, nos ha castigado a los murcianos con al menos dos meses sin agua del Tajo. Otro correctivo más, por malos y votantes del PP. Y un nuevo y significativo ejemplo de la falsedad de aquella supuesta 'imparcialidad' del Ejecutivo de Zapatero en el debate del Tajo-Segura, que todavía pretenden vendernos. Más que objetividad, se trata en realidad de una consciente renuncia al papel que como Gobierno de la nación le correspondería desempeñar en materia de agua.

Por tanto, no cuela: El problema que impide que en Murcia no tengamos el agua que necesitamos se sigue llamando PSOE. Y es cuando menos una tomadura de pelo que el pirómano Saura se presente ahora como el bombero que apagará un incendio que él mismo ha contribuido a provocar.

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