sábado, 21 de marzo de 2009

EN KOSOVO COMO EN IRAK


Esta vez no se le ha metido el dedo en el ojo al diablo en persona, a aquel perverso texano que sembraba el mal en todo el mundo, sino a ese santo laico que, adornado de todas las virtudes, ha llegado para anunciarnos la buena nueva. Pero la reacción del Gobierno de Obama ante la última y ya preceptiva espantada zapaterina, pese a que para determinadas mentes obtusas pueda ser inexplicable, ha sido exactamente la misma que la que mostrara en su momento la detestada Administración Bush: De total y en absoluto disimulada indignación. Hay quien no alcanza a entender que si algo tienen claro tanto republicanos como demócratas, sean 'neocons', reaganianos, clintonistas u obamitas, es el indiscutible papel de liderazgo de los Estados Unidos en las relaciones internacionales. Así pues, ningún presidente estadounidense puede concebir que un supuesto aliado te deje tirado a las primeras de cambio. Porque con amigos como estos, para qué necesita uno enemigos. Menos mal que, al albur del cambio de inquilino en la Casa Blanca, pretendíamos recomponer nuestras deterioradas relaciones con los Estados Unidos. Desde luego, difícilmente se puede ser más torpe.
Es cierto que España, con buen criterio dado cómo tenemos el patio aquí, no ha reconocido la independencia de Kosovo, pero la retirada de nuestras tropas de la zona ni tan siquiera tiene la virtud de la 'coherencia' a la que se ha referido el presidente Zapatero. ¿Resulta congruente irnos ahora, nada menos que un año después de posicionarnos sobre la secesión? ¿Y hacerlo además de forma unilateral, sin contar con nuestros aliados de la OTAN, al mando de la cual desempeñábamos la misión? Al igual que cuando salimos corriendo de Irak (algo que, por cierto, no ha hecho precisamente Obama), España vuelve a perder su condición de socio fiable en el panorama internacional. Y con ello, no abandonamos la inanidad a la que nos ha conducido la nefasta e irresponsable política exterior de Zapatero, más dirigida al cortoplacista beneficio electoral que a la defensa de los intereses de España.

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